Una habitación propia – Virginia Woolf

Aprovechando que hoy es el día del libro, quiero hablar de uno que leí hace poco y que me ha resultado muy interesante. Normalmente leo novela negra, sobre todo sagas, en las que abundan los asesinatos y predomina la intriga que me mantiene enganchada hasta la última página. Sin embargo, entre dos novelas me acerqué al ensayo de Virgina Woolf, una mujer cuyo pensamiento sigue vigente hoy en día. Más que nunca incluso.

Virginia Woolf fue una escritora del siglo XX. No fue a la escuela, pero fue educada en casa por profesores particulares y por su padre, también literato. Venía de una familia acomodada. Aunque eso no quiere decir que tuviera una vida fácil. La muerte de su madre a una temprana edad, más tarde la de su padre y abusos por parte de un hermanastro la llevaron a varias crisis depresivas y a un trastorno bipolar. Cuando estalló la II Guerra Mundial y su casa quedó destrozada, sintió de nuevo la caída de su estado de ánimo, se llenó los bolsillos del abrigo de piedras y se suicidó tirándose al río.

Sin embargo, entre tanto tormento, consiguió publicar varios escritos. Había oído hablar de ella, leído algunas citas, pero nunca había tenido en mis manos ninguna de sus obras. Y qué mejor que acercarme a ella que con el ensayo «Una habitación propia«.

Se publicó por primera vez hace casi un siglo, en 1929, y se basa en una serie de conferencias que Woolf dio en un par de universidades. En el texto se desarrolla la idea de que «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas«. Se consideraba que las mujeres no estaban capacitadas intelectualmente para determinadas tareas, sin embargo, ella observa que lo que realmente impide a las mujeres desarrollar su mente, creatividad e imaginación es la falta de tiempo, espacio y libertad económica.

Para muestra la autora pone el ejemplo de la hermana de William Shakespeare, Judith, un personaje ficticio, pero que podría haber sido totalmente real. Con las mismas habilidades literarias que su hermano, esta no podría haber llegado tan alto puesto que no se habría encontrado más que con trabas. Por un lado no se le permitiría el acceso a la educación. Y en segundo lugar, enseguida se le buscaría un marido con el que la obligarían a casarse. Finalmente, harta de vivir encerrada en una casa y limitada a los cuidados y a servir a su marido acabaría suicidándose, llevándose con ella toda su genialidad. Así pues, mientras que William se habría formado, tenido su espacio para desarrollar sus historias y tiempo para escribirlas sin distracciones; Judith ni siquiera habría podido abrir un libro.

Por tanto, el asunto no es que las mujeres sean seres inferiores como indican sus coetáneos, sino que viven oprimidas, apartadas de toda posibilidad. E incluso, las escritoras que consiguen publicar (como Jane Austen o Emily Brontë) han tenido que escribir a escondidas, disimulando ante el resto de la familia, en un espacio compartido con el bullicio del día a día, sin poder aislarse para concentrarse en la tarea. De vuelta a la idea de la necesidad de una habitación propia.

Resulta muy interesante su teoría y muy vigente hoy en día que continuamente oímos aquello de que si no hay mujeres en los altos cargos es porque a lo mejor no son tan buenas en su trabajo, o porque ellas no quieren. Obviando de todo punto el sistema patriarcal en el que aún vivimos. Sí, la mujer tiene acceso a la educación, a las bibliotecas, a los lugares de debate, tiene libertad económica, pero aún hay muchas trabas en el camino y no representan al 50% de la población en todos los ámbitos.

Otro de los temas que trata Virginia Woolf en el ensayo es cómo se ha idealizado a la mujer en la literatura a lo largo de los años como una belleza etérea, infantil, delicada; y a la vez cómo se la representa como un ser caprichoso y mezquino. Por supuesto, esto se debe a que la gran mayoría de los escritores eran hombres e imponían su distorsionado punto de vista.

Y si hablamos de realidad distorsionada, me encanta su frase «Durante todos estos siglos las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la silueta del hombre de tamaño doble del natural«. Y es que mientras que los hombres revelaban a unas mujeres llenas de defectos, estas, por el contrario, enaltecían hasta el más insignificante de los varones.

Así pues, el ensayo nos acerca a la situación de la mujer de la época de entreguerras. Una situación que realmente no ha cambiado tanto como debería para casi el siglo que ha pasado. Por supuesto, no deja de ser la opinión, perspectiva y experiencia de la autora, que tiene una cierta posición acomodada; pero aún así, creo que su exposición es bastante acertada.

3 respuestas a “Una habitación propia – Virginia Woolf

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