Viaje a Azerbaiyán y Georgia X. Día 4. Bakú

Llegaba el momento de abandonar Bakú, pero aún teníamos unas horas por delante antes de coger el vuelo a Tiflis. Y es que salía a primera hora de la tarde, por lo que nos quedaba tiempo de sobra para ver la zona del Highland Park que habíamos tenido que posponer en nuestro segundo día por la lluvia. Nos levantamos temprano para ducharnos y dejar preparadas las mochilas antes de desayunar y así poder salir al paseo con la tranquilidad de que después solo sería recoger nuestras cosas, hacer el check out y marchar para el aeropuerto. En ese sentido mandamos un mensaje al conductor que nos había recogido el día de nuestra llegada para comunicarle la hora a la que podría pasar a por nosotros.

Para subir a Highland Park se puede tomar el teleférico en la estación de la Avenida Neftchilar, junto al Museo de las Alfombras. Con una frecuencia de paso de diez minutos entre las 10 y las 8 de la tarde, este medio de transporte inaugurado en 1960 tarda apenas cuatro minutos en llegar a la cima. Sin embargo, aquella última jornada en Bakú era lunes, casualmente el día en que este transporte no opera por descanso, por lo que nos tocó subir andando. No es que estuviera muy lejos del hotel, pero dado que el parque se encuentra en una colina, todo el recorrido fue en cuesta. Aunque lo peor es que apenas hay acera por donde caminar.

En cualquier caso, merece la pena subir, ya que la zona ofrece varias e interesantes atracciones. Por un lado, en la parte más alta, junto a un restaurante, hay una terraza con magníficas vistas de toda la ciudad y del Mar Caspio. Nuestro plan original contemplaba subir al atardecer, para ser testigos de la transición entre el día y la noche. Y es que debe ser una buena experiencia observar cómo se van encendiendo las luces de Bakú a medida que se van apagando los últimos rayos de sol. Sin embargo, con la lluvia estaba el cielo tan encapotado que no solo no había sol que se ocultara, sino que las nubes tampoco nos habrían dejado ver la panorámica de la bahía. Aquel lunes aún estaba nublado a ratos, pero en general estaba bastante despejado.

El parque, que mantiene su forma original con sus amplias escaleras y paseos a la sombra, inicialmente fue llamado Parque Sergey Kirov, en honor al primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Azerbaiyán. Incluso había una estatua suya. El nombre y la estatua se mantuvieron durante décadas hasta la caída de la Unión Soviética, momento en que el monumento se retiró y se renombró como Highland Park.

Fue reconstruido hace relativamente poco, entre 2011 y 2013. Fue entonces cuando se añadieron nuevos caminos y una pared-cascada, se realizaron trabajos de paisajismo y se añadieron nuevas plantas a los viejos árboles ya existentes. También se cambió el sistema de farolas por uno más moderno que realzara el parque por la noche.

En nuestro paseo nos encontramos con varios monumentos y esculturas. El primero que nos encontramos en la Avenida de los Mártires fue la llama eterna, un monumento en honor a los caídos durante el Enero Negro de 1990. Cada año, los locales conmemoran esta fecha acercándose a este lugar. El día antes había acudido el presidente de Irán y entregado una corona en homenaje.

Junto a este monumento hay un memorial que recuerda a aquellos que murieron en el Enero Negro.

Es un gran pasillo de lápidas que conduce a una bandera de Azerbaiyán, un pebetero y a las Flame Towers, otro símbolo del país.

Estas torres ya habíamos visto que recordaban aquellas llamas que estuvieron ardiendo en Yanardag durante siglos. Por extensión simbolizan el apodo del país: Tierra del Fuego.

Un poco más abajo continua el memorial con los muertos en la guerra del Nagorno Karabaj. Además hay un espacio para algunas personas que quedaron sin identificar.

Ya en la plaza junto a la estación del funicular se erige la Mezquita de los Mártires, un templo otomano construido en la década de los 90. Y junto a ella, un monumento y otro memorial, este dedicado a los soldados turcos que salvaron a la ciudad de los armenios en 1918.

Al lado se halla la estatua del general azerí Hazi Aslanov, un monumento del escultor Fuad Abdurakhmanov erigido sobre la tumba de este héroe nacional que luchó en la II Guerra Mundial.

Llegados a este punto, tras haberle dado la vuelta al parque, emprendimos el regreso al hotel. Esta vez, bajamos más en línea recta, siguiendo la vía del funicular, dando a parar al edificio en que tiene sus oficinas las Naciones Unidas.

Una vez en el hotel hicimos comprobaciones de última hora verificando que no nos dejábamos nada y avisamos a nuestro conductor de que incluso podíamos estar libres media hora antes de lo pactado. Hicimos el check out y marchamos al aeropuerto para emprender la segunda parte del viaje. Georgia nos esperaba.

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