Serie Terminada: Hierro

Candela Montes es una jueza de carácter que es destinada a El Hierro como castigo. Dado que esta pequeña y remota isla es un territorio tranquilo, estiman que no tendrá mucho trabajo y así dejará de tocar las narices. No obstante, nada más llegar se descubre el cadáver de Fran, un joven que se iba a casar ese mismo día, y se abrirá una investigación para resolver el asesinato. Será la jueza Montes quien dirija el operativo, sin embargo, no lo tendrá nada fácil, ya que pronto descubrirá que su forma de trabajar chocará con la de las las autoridades locales y las costumbres de los herreños.

El punto de partida de Hierro no es nada nuevo. Se basa en una fórmula que incluye ingredientes tan conocidos como un lugar remoto y tranquilo con una comunidad cerrada en la que nunca pasa nada; un crimen; y un personaje forastero que llega para llevar la investigación y que despierta recelo entre los locales con sus métodos y visión de gran ciudad totalmente alejados de la idiosincrasia del lugar. Sin embargo, pese a que no tiene unas premisas especialmente novedosas, consigue atrapar con una magnífica fotografía, unos paisajes increíbles, una llamativa banda sonora, un convincente reparto formado en su mayoría por unos actores autóctonos no tan conocidos para el público de fuera del archipiélago y unos personajes muy bien construidos entre los que destacan Candela Peña y Darío Grandinetti.

Grandinetti interpreta a Díaz, el clásico malo y contrapunto de la protagonista. No obstante, pese a que en teoría son enemigos, se va forjando entre ellos una relación de amienemigos muy interesante. Eso sí, respetando cada uno sus parámetros y coherencia.

Y esto es algo que articula la serie, pues intenta en todo momento ser coherente consigo misma y lo más realista posible. Un ejemplo es la colaboración entre la policía (o Guardia Civil) y el despacho judicial, mostrando que los jueces no solo intervienen en los juicios, sino que también acompañan a los agentes en las investigaciones con trabajo de despacho, de toma de declaraciones, de emisión de órdenes…

Con ocho episodios, Hierro presentó una primera temporada autoconclusiva en la que todo funcionó tan bien que no parecía que tuviera mucho sentido una segunda. Por un lado, su arco narrativo se había cerrado, se había descubierto al asesino y el resto de subtramas se habían desarrollado de forma natural para que el espectador dejara a los personajes seguir viviendo su tranquila vida. Por otro lado, teniendo en cuenta que la premisa de la que parte es que es un lugar donde nunca pasa nada, no tendría sentido que tuviera temporada tras temporada, asesinato tras asesinato. Y dado que el título lleva el nombre de la isla, otro escenario supondría ver otra serie diferente. Así pues, todo apuntaba a que sería una miniserie y que no veríamos más capítulos de la jueza Montes, pero la gran acogida de la serie entre el público la llevó a la renovación. Aunque eso sí, con una segunda y última temporada.

El reto era justificar otra investigación policial de relevancia y a la vez no echar por tierra los mimbres construidos en la anterior, y lo consigue presentando una nueva historia que tiene vínculos con lo ocurrido en la primera a la vez que introduce una nueva trama con nuevos personajes sin que resulte forzado. Mantiene los elementos que funcionaban en la primera temporada, mientras introduce nuevos elementos que la refrescan y evitan que caiga en la reiteración. Arranca en este caso con un tono más de drama que de thriller al poner en el centro de la trama la disputa entre una ex pareja por la custodia de sus hijas y no un asesinato como sería de esperar.

No obstante, pese a que empieza de una forma menos contundente, poco a poco van evolucionando las tramas hasta que al final del tercer capítulo salta todo por los aires. Dado que ya conocemos el lugar donde se va a desarrollar la trama y a los personajes principales, Hierro se permite en esta segunda temporada un ritmo más lento al inicio para ir presentando las novedades y creando un ambiente en el que la tensión va escalando. Y aunque puede parecer que la jueza Montes tiene algo menos de protagonismo porque hay menos de juzgado, en realidad todo converge en ella. Es interesante ver además cómo ha evolucionado de ser aquella mujer que llegaba de nuevas y se desesperaba por las costumbres, los tempos y las relaciones en la isla a una totalmente integrada que va aleccionando a los nuevos forasteros. El caso de la custodia y evolución de la enfermedad de su hijo nos deja conocer además otras facetas más personales de la jueza, tan minuciosa y rígida en lo profesional.

Hierro ha sabido despedirse en el momento preciso con un cierre satisfactorio y coherente (que no necesariamente feliz) para los personajes y las tramas no alargándose más de lo necesario ni bajando el nivel durante sus 14 episodios. Ha transmitido en todo momento la sensación de saber hacia dónde iba sin enredarse en despistes ni rellenos. Ha contado, por tanto, la historia que quería contar sacando todo el partido posible a su ambientación canaria, y después ha dejado libres a sus personajes siguiendo con sus vidas.

No es de extrañar que haya sido tan bien acogida por público y crítica. Definitivamente la ficción nacional va mejorando a pasos agigantados.