Nueva serie a la lista «para ver»: Minx

Periodismo y feminismo de la segunda ola ya habíamos visto en la tempranamente cancelada Good Girls Revolt. Al igual que aquella, Minx se sitúa en los años 70 en Estados Unidos, momento en que las mujeres reclamaban una igualdad real tanto en el ámbito personal como el en profesional y reivindicaban el derecho a la libertad sexual (poco se ha avanzado al respecto). No obstante, el tono y el tema difiere de una serie con respecto a la otra.

Minx sigue a Joyce (Ophelia Lovibond), una joven y ambiciosa periodista que quiere lanzar una revista orientada a reivindicar los derechos de las mujeres llamada El despertar del matriarcado. Con temas en mente como la ablación, la violación dentro del matrimonio, el derecho al aborto o el patriarcado no encuentra editoriales que le ayuden con el lanzamiento de la publicación. Por lo que sea, ningún inversor de la feria editorial a la que acude para vender su idea está interesado en apostar por su proyecto.

Bueno, en realidad sí que hay uno: Doug (Jake Johnson), editor y publicista de revistas pornográficas que ve en el empoderamiento femenino una forma de hacer dinero en un nuevo nicho de mercado. Dado el contenido de sus publicaciones Joyce rápidamente lo rechaza. Sin embargo, tras darle alguna vuelta y, asesorada por su hermana, decide dar un paso adelante, pues parece ser la única manera de que su revista vea la luz. Aunque sea al modo de revista erótica. Y es que ese es el trato entre Joyce y Doug: ella será la responsable del contenido editorial y por tanto podrá hacer su activismo por medio de temas sesudos y análisis sociales y políticos; pero también tendrá que haber desnudos masculinos en cada ejemplar.

Inspirada en la creación de la revista Playgirl en el año 73 como respuesta a Playboy, Minx ofrece una propuesta lo suficientemente interesante, algo transgresora también (aunque sea de un modo amable) y divertida, como para añadirla a la lista de Series para ver. De momento ha sido renovada por una segunda temporada. Habrá que esperar.

Mrs. Fletcher

Eve Fletcher lleva toda la vida cuidando de los demás. Laboralmente dirigiendo una residencia de ancianos y personalmente de su hijo Brendan, ya que hace años que se divorció y su exmarido formó una nueva familia y dejándole a ella toda la responsabilidad. Ahora, a sus 46 años, se queda por primera vez sola en casa lidiando con el síndrome del nido vacío con la marcha de su vástago a la universidad. Este es el arranque de Mrs. Fletcher, una miniserie de 7 episodios que estrenó HBO en octubre de 2019.

De nombre homónimo a la novela de Tom Perrotta (que también está involucrado en la adaptación y dirección de la serie), Mrs Fletcher sigue en paralelo las vidas de Eve y Brendan con esta nueva etapa que se abre en sus vidas. Por un lado la señora Fletcher no está feliz ni lista para este cambio, mientras que, por el contrario, el hijo está ansioso de dejar aparte el instituto y comenzar en la universidad. Ansioso, pero que mamá se encargue de prepararle el equipaje, de cargar el coche, de llevarle al campus y de descargar sus trastos en la residencia.

De vuelta en casa, Eve no sabe por dónde comenzar. Ya no es esposa o madre a tiempo completo, no sale con nadie, ni siquiera siente que su trabajo le satisfaga. Pero, dispuesta a reencontrarse consigo misma y priorizar su identidad como mujer tras años de aislamiento, se apunta a un curso de escritura creativa y recupera momentos con su amiga Jane. Y en este viaje de redescubrimiento personal, nacerá en Eve una curiosidad sexual que le llevará a ver pornografía y a explorar su cuerpo y sus fantasías.

Por otro lado, Brendan, que se las daba de sobrado pensando que lo sabía todo de la vida, se da de bruces con que aquellos trucos que usaba en el instituto para ser popular y querido, no sirven para sobrevivir ahora en la universidad sin sus amigotes jaleándole. Su golpe de realidad es aún mayor que el de su madre, pues mientras que ella sabía que se le iba a venir un momento difícil tras su marcha; él se imaginaba siendo el rey del mambo lejos de casa y sin la sobreprotección materna. Una vez que se ha encontrado con el mundo real ha de comenzar su propio viaje de transición a la vida adulta y plantearse en qué tipo de hombre se quiere convertir.

Brendan se muestra como un chaval inseguro, irrespetuoso e insoportable. Es una persona que siempre busca atención, y no es de extrañar después de oír a su padre decirle que ha pasado de él todos estos años porque era listo y bueno en los deportes, mientras que su hijo pequeño (fruto de su nueva relación) es autista y necesita mayores cuidados. La ausencia de su padre le ha marcado de una forma evidente. Lleva toda su adolescencia sintiendo ese vacío y demandando atención. Así, es un chico que actúa para agradarle, por lo que copia sus comportamientos, de por sí bastante inmaduros.

Eve también tiene sus problemas, claro, pero al mismo tiempo resulta divertido verla lidiar con todos esos sentimientos. Su autodescubrimiento es la mejor parte de la serie y se agradece que tenga mayor protagonismo que su hijo (que además para eso el título hace referencia a ella). Además, siempre es una buena noticia poder disfrutar de la actuación de Kathryn Hahn.

A pesar de que los episodios tan solo duran media hora, Mrs Fletcher consigue abordar temas como maternidad, identidad personal, libertad, frustración, melancolía, patriarcado y roles sociales, amor y sexualidad. Porque además de un viaje personal, el viaje que inician estos dos personajes tiene mucho que ver con el papel que tiene el sexo en el proceso de maduración personal y la definición del individuo. Pero especialmente pone sobre la mesa cómo la pornografía impacta en la sociedad moderna creando un imaginario altamente misógino en el que las mujeres son objetivizadas.

No obstante, como miniserie no funciona. Tiene un cierre demasiado abrupto y da la sensación de que termina cuando se ha empezado a poner interesante y que en el camino nos hemos perdido con asuntos que no eran realmente importantes. Una pena que no tenga continuidad.

Nueva serie a la lista «para ver»: Sex Education

A principios de año Netflix estrenó Sex Education, una serie que sigue la historia de Otis Milburn, un adolescente de 16 años, que monta junto con Eric (su mejor amigo) y Maeve (la chica rebelde) una asesoría sexual en el instituto. Otis no es de los más populares en su centro, ni siquiera tiene experiencia sexual, pero cuando Maeve descubre que su madre es terapeuta sexual y que a lo largo de los años ha adquirido gran conocimiento sobre el tema, ve la oportunidad de negocio.

Con este punto de partida puede inducir a error y llevar a pensar de que se trata de una típica comedia de adolescentes con las hormonas revolucionadas. Sin embargo, lo importante no es el qué sino el cómo. Es decir, hay jóvenes y sexo, sí, pero la novedad es que intenta huir de los manidos clichés. Así, en lugar de mostrar a las pandillas de chicos retándose para ver quién «consigue» antes a la chica, o recurrir a la cosificación y la humillación; en Sex Education el sexo se presenta desde una óptica positiva, como un aspecto más de la vida que afecta por igual tanto a unos como a otras. No hay quien no tenga dudas o sienta inseguridad, miedo o presión. Y menos a esa edad. Y aunque hay sexo explícito y los diálogos son frescos y sin pelos en la lengua, no hay escenas forzadas o conversaciones que parezcan metidas con calzador. Tampoco resulta obsceno.

Creo que lo que funciona, al menos si nos basamos en este primer episodio, es que no se centra en el aspecto físico, sino que ahonda en los sentimientos. Parece que la asesoría de Otis va a ir más enfocada a las inseguridades y la vulnerabilidad de sus compañeros que a recomendar técnicas o posturas. Aunque habrá que ver el resto de la temporada para confirmar (cuenta con 8 capítulos y ya está renovada para una segunda).

Sin embargo, no todo son luces, también hay alguna sombra. Y es que hay algunos personajes un tanto estereotipados, como esa chica rebelde que viste de una forma un tanto llamativa y se esconde para fumar, el chico gay marginado, la chica que se deja mangonear por el grupo de populares, o el hijo del director que además es el típico abusón. No obstante, parece que el elenco está bastante bien elegido, desde el protagonista hasta los secundarios, sin olvidar a Gillian Anderson.

Otra cosa que me descolocó un poco fue la ambientación. A pesar de tratarse de una serie británica y tener su característico tono y diversidad racial de los personajes; los estudiantes no visten de uniforme (como sí ocurre en Reino Unido) y el instituto parece más el típico estadounidense de tantas otras series de adolescentes (Awkward, Veronica Mars, Suburgatory, Buffy…). Adicionalmente parece que está centrada en el presente por el enfoque y la tecnología, pero tiene cierto aura noventero, sobre todo si nos fijamos en la vestimenta de los protagonistas. O a lo mejor es que la moda británica es diferente.

Aún así, con todo, me ha parecido entretenida, divertida, diferente y que tiene bastante que aportar, así que la añadimos a la infinita lista de series «para ver«.

Serie Terminada: Masters of Sex

Después de Imborrable tocó cambiar de registro. Dejamos de lado las series policíacas para adentrarnos en Masters of Sex,  que está basada, con ciertas libertades, en la biografía de William Masters y Virginia Johnson, investigadores pioneros a la hora de realizar estudios científicos sobre el sexo y sus efectos en el cuerpo humano.

William Masters fue un reputado ginecólogo del hospital de la Universidad de Washington en San Luis, en Misuri, que, a finales de la década de los 50, pretendía realizar una investigación sobre el comportamiento sexual humano. Después de dos años trabajando en el proyecto, contrató como asistente a Virginia Johnson, una secretaria de la universidad que había dejado a medias su carrera de psicología.

La serie parte de este punto y, durante la primera temporada, vemos cómo el prestigioso ginecólogo pasa consulta a parejas con problemas de fertilidad, y a la vez intenta llevar a cabo el nuevo proyecto. Una tarea no muy sencilla, puesto que ha de encontrar candidatos voluntarios que se presten a mantener relaciones sexuales mientras son monitorizados y observados. Además, la investigación tiene que llevarse a cabo de forma clandestina a horas tardías.

Masters se nos presenta como un señor prepotente, antipático y distante. No solo en el ámbito profesional, sino también en el personal, con una mujer a la que prácticamente ignora. Libby cumple con todos los estereotipos: rubia, guapa, delgada, alta, buena ama de casa, dulce, que no dice una palabra más alta que otra y que espera a su marido pacientemente.

Johnson, por contra, es la antítesis. Es una mujer divorciada con dos hijos a la que le da igual el qué dirán y que intenta vivir su vida como le da la gana. No le asusta llevar a cabo un estudio sobre sexualidad ni ser tachada de libertina. No se amedrenta ante su jefe y además le aporta un nuevo punto de vista a la investigación. Este choque de caracteres entre ambos protagonistas hace que su investigación fluya de la mejor manera posible. El hecho de que Virginia argumente, rebata y plantee preguntas a Bill (quien se supone que es el experto) enriquece su trabajo llevándoles a buscar nuevos mitos y retos. Se involucran tanto en el estudio que al final se vuelven partícipes llegando a monitorizarse a sí mismos.

Al final de la temporada Masters presenta su estudio ante la comunidad médica. Sin embargo, no recibe elogios precisamente, sino un fuerte rechazo hacia sus hallazgos. La sociedad conservadora de la época no está preparada para desvincular la práctica de la sexualidad con la procreación y no ve con buenos ojos que se afronte el sexo desde un punto de vista meramente placentero.

Mientras que la primera temporada es bastante buena y entretenida con unos personajes muy bien diseñados y un hilo argumental bastante coherente; la segunda es algo floja pues se centra más en el drama de los personajes que en el estudio en sí. Se acerca más a un culebrón poniendo en el foco la relación de los protagonistas. Unos protagonistas que se han distanciado y que tienen problemas personales, pero que también han de afrontar una nueva etapa profesional tras su despido en el hospital. Bill lo intentará en un nuevo hospital, queriendo incluso que contraten a Virginia para continuar con su labor; sin embargo, el puesto no le durará mucho y tendrá que buscar un nuevo centro, esta vez uno de negros, dado que su prestigio ha desaparecido desde que presentó la investigación. Allí Masters y Johnson intentarán reanudar la investigación, pero no encuentran más que trabas. La temporada se salva hacia el final, cuando por fin presentan su estudio al mundo.

La tercera temporada, también algo irregular, arranca en 1966, cuando, tras diez años de investigación, por fin su estudio sale a la luz. Y aunque «La respuesta sexual» estaba escrito con términos científicos y se pretendía dirigido a la comunidad sanitaria; recibió una gran acogida entre el público general convirtiéndose en un éxito de ventas y sentando las bases de la revolución sexual de los 60. No obstante, a pesar de la aceptación de sus teorías, siguieron enfrentándose a una sociedad llena de prejuicios, sobre todo Virginia, que está en el punto de mira por estar divorciada, con dos hijos y uno en camino. Con la publicación de su trabajo se vuelven famosos y sus vidas son diseccionadas, convirtiéndose lo privado en un asunto público.

Ya más asentados en el ámbito profesional con su prestigiosa consulta y su libro publicado, comienza la cuarta temporada, que transcurre entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta. Los protagonistas siguen inmersos en una crisis personal, ya no solo entre ellos, sino con sus relaciones con sus parejas. Virginia ha roto la relación que comenzó en la temporada anterior, pero va con una fachada de estirada mientras busca consuelo en la promiscuidad. Libby echa a Bill de casa, y este entra en una espiral de alcohol y derrotismo. Y cuando parece que la única válvula de escape que les queda a los investigadores es el trabajo, Masters es acusado de pedofilia y de incitar a la prostitución y todo parece venirse abajo.

Aunque la última temporada es algo mejor que las dos anteriores, parece que la serie no pudo remontar y finalizó con la boda de los protagonistas en 1971. Aún les quedaba mucho trabajo por hacer a los Masters y Johnson originales, que publicaron entre otros títulos «Inadaptación sexual humana», «El vínculo del placer» y «La sexualidad humana». Sus estudios cesaron en 1993 cuando se divorciaron.

Masters of Sex intenta reflejar estas primeras décadas de trabajo de los investigadores y cómo sus teorías modificaron las costumbres sexuales de los Estados Unidos. Aunque el sexo es el hilo conductor, la serie no busca el morbo ni la sensualidad, sino que interesa más contar el recorrido de Masters y Johnson, sus hallazgos y caída de mitos y cómo cada vez que querían compartirlo con el resto de la sociedad no se encontraban más que trabas, problemas, rechazos y zancadillas. Ellos afrontaron el sexo de una manera abierta, desde un punto de vista fisiológico, como si estuvieran realizado un tratado sobre cualquier otro tipo de reacción neuronal o física y se encontraron con la censura puritana.

Las cuatro temporadas abarcan un par de décadas en las que pasa mucho en el contexto histórico y social de Estados Unidos, así como ocurre en los protagonistas. Bill es un tipo cerrado al principio, sin embargo, a lo largo de las temporadas van saliendo a la luz sus demonios y se abre en canal. Gran parte de esta evolución se debe a Virginia, una mujer adelantada a su época que finalmente acabó terminando la carrera de psicología para estar a la par que su compañero y demostrarle al mundo que ella no era una simple ayudante, sino que era la mitad de aquella investigación. Ella es el motor de la serie, quien impulsa nuevas teorías y puntos de vista.

Pero sin duda, Masters of Sex perdería mucho sin sus secundarios. Aunque es una serie muy centrada en sus protagonistas, cuenta con unos personajes secundarios regulares que son un simple acompañamiento, sino que tienen toda una historia personal que complementa las tramas. Así, por medio de estos sujetos, se tratan temas como la homosexualidad, las relaciones abiertas, el divorcio, las madres solteras, la impotencia, la infertilidad, el conflicto racial, el puritanismo, la libertad sexual, el empoderamiento femenino, el aborto, los métodos anticonceptivos, los vibradores… Todo ello sin entrar en la vulgaridad o simpleza, sino como hilo conductor.

Libby es uno de los personajes que más evoluciona a lo largo de las cuatro temporadas. Al principio es el estereotipo de la mujer perfecta de los años 50, sin embargo, va creciendo a medida que pasan los capítulos. Poco a poco va tomando las riendas de su vida, decidiendo por sí misma hasta que acaba liberándose. Y ahí, se busca a sí misma como persona que tiene aficiones y una profesión, no como comparsa de un hombre que rija su vida. Ella representa la liberación de los 70 alejándose del conservadurismo.

Los personajes homosexuales de la serie, sin embargo, no están estereotipados como individuos chillones y extravagantes como suele ser habitual. Burton y Betty sirven para exponer las horribles terapias conductuales que se llevaban a cabo en la época para «heterosexualizar» a los homosexuales, las vidas escondidas, matrimonios de mentira para aparentar ante los demás, la maternidad en parejas del mismo sexo…

La serie tiene una fotografía muy cuidada y una buena ambientación que va cambiando con las temporadas y las épocas en que se centra, tanto en los escenarios como en los personajes, cuya ropa y peinados va evolucionando. Tiene un ritmo pausado pero los diálogos son ágiles y no se hace pesada. Cuenta con algunos capítulos flojos, claro, pero en general, es una buena serie. Una pena que no hubiera una quinta temporada en la que se abarcara la década de los 70 y cómo comenzaron a llevarse a la práctica los métodos de estos investigadores que contribuyeron a la terapia sexual y a la desinhibición de la sociedad estadounidense – y del mundo-. Aunque da la sensación de que en muchos aspectos aún seguimos anclados en los años 50 del siglo pasado y queda mucho por investigar y muchos mitos por caer.