Serie Terminada: La maravillosa Sra Maisel

Desde su estreno en 2017, La Maravillosa Sra. Maisel, ha sido un enorme éxito acumulando un buen número de nominaciones, más de cuarenta premios (entre ellos Emmy y Globos de Oro) y buenas críticas. No es de extrañar, ya que conquista desde el primer episodio.

La serie nos traslada al Manhattan de 1958. Miriam «Midge» Maisel es una joven ama de casa de la alta sociedad judía estadounidense que ha conseguido todo a lo que una mujer de la época podría aspirar: está casada con un buen marido con el que tiene dos hijos, vive en un fantástico apartamento en el Upper West Side en el que tiene un inmenso vestidor con ropa adecuada para cada tipo de evento y no tiene que trabajar. Sin embargo una noche el mundo de la protagonista se desmorona. Midge acompaña a su esposo Joel a su actuación semanal en el Gaslight Cafe, donde este prueba suerte como monologista. El pase sin embargo no termina de funcionar entre el público y ella, para animarle, le propone un par de cambios en el texto. Estas sugerencias no obstante no hacen más que frustrar a su marido, quien proyecta su decepción sobre ella y le comunica que se marcha con su secretaria, con quien está teniendo una aventura.

Desolada y descolada, intentando comprender cómo se ha desmoronado su perfecta vida cuando ha cumplido con todo lo que se esperaba de ella, acaba emborrachándose y volviendo al local, donde, antes de darse cuenta y con toda la furia que lleva dentro, está aireando su historia. La cuestión es que lo que nace como una forma de desahogo, de exponer en voz alta la mierda de noche que lleva, acaba convirtiéndose en un monólogo que, a diferencia del de su marido, arrasa entre el público. Midge descubre entonces que no sólo tiene madera de cómica, sino que además ha disfrutado con la experiencia. Así, cuando Susie Myerson se ofrece como representante, decide explorar esta faceta comenzando una aventura por los clubs de comedia del Downtown.

A lo largo de 5 temporadas La Maravillosa Sra. Maisel nos sumerge en el proceso de liberación de una mujer que hasta ahora no se había planteado qué quería ser en la vida, ya que la sociedad le había reservado el lugar de esposa, madre y ama de casa. Acompañamos a una Midge que navega entre el dolor por el abandono de su marido y su emoción por abrirse camino en el mundo de la comedia. Sin embargo, este sufrimiento poco a poco va quedándose en el camino a medida que persigue su sueño de emancipación y se centra en su vida como cómica.

No lo tendrá fácil, claro, pues a pesar de que es inteligente y tener un ácido sentido del humor, el mundo de la comedia no deja de ser, como todos los demás, un mundo dominado por los hombres. Ella afronta los reveses con optimismo, buena voluntad y mucha elegancia, pero con el tiempo también será consciente de que sus aspiraciones profesionales no solo la afectan a ella, sino también a los que la rodean.

La serie se resiente en su tercera temporada. Entiendo que después de las dos primeras centradas en la Nueva York de finales de los 50 la trama tenía que avanzar cambiando a la protagonista de escenario. Y aunque sigue habiendo una magnífica reconstrucción histórica, no termina de funcionar porque se enreda en numerosas tramas secundarias. Al poner el foco en las reivindicaciones de los años 60, los conflictos de Midge se quedan sin oxígeno, se disuelven entre habitaciones y escenarios de hotel de la gira de Shy Baldwin. Y es que Midge como mujer blanca de clase privilegiada no puede ser la abanderada de la lucha de los derechos civiles de negros y homosexuales. Por mucho que comparta espacio con ellos. Y menos cuando ella ni siquiera parece consciente de sus privilegios en sus conversaciones con Susie.

Por suerte, La Maravillosa Sra. Maisel corrige su rumbo en la cuarta temporada regresando a Nueva York y a los locales del Village en los que la policía intervenía a la mínima que el contenido fuera un poco inapropiado y el cómico acababa pasando la noche en comisaría. En crisis, sin dinero, con muchos gastos y poco reconocimiento, Midge se ve de nuevo haciendo bolos como en la primera temporada. Esta vez sin embargo ya no es la misma. Ha pasado tiempo y ha tenido que lidiar con unos pocos problemas, pero lo que tiene claro es que quiere dedicarse a la comedia. Tiene un propósito, la experiencia y el talento, así que vuelve dispuesta a hacerse un hueco en los carteles de los clubes. Se acabó la época de ser telonera o relegada a un segundo plano a la espera de si hay que rellenar tiempo porque alguno de los cómicos ha fallado.

Sin embargo, ni con esas termina de despegar. Midge siempre tiene la sensación de dar dos pasos adelante y después dos para atrás. Por mucho que conquiste a los espectadores, al final los dueños de locales, que son quienes eligen a los cómicos, le cierran todas las puertas. Pero hay esperanza, pues la quinta temporada nos muestra con un salto temporal que finalmente triunfó. Con este cambio narrativo en que la historia va adelante y atrás en el tiempo la serie insufla un soplo de aire fresco, pues nos avanza que tenemos una meta, que todos los sacrificios y rechazos justifican el viaje y elimina de la ecuación tramas insustanciales.

En la línea temporal del presente la protagonista sigue probando suerte en los locales nocturnos, pero empieza a trabajar además como guionista en The Gordon Ford Show, un Late show con una gran audiencia. Y aunque en principio es un trabajo muy diferente al de los monólogos, la esperanza es darse a conocer, que reconozcan su talento y algún día tener un hueco también ante las cámaras. Pero la cuestión es que a Midge, como siempre, le cuesta hacerse escuchar en un entorno de hombres y que estos tomen en serio sus textos para incorporarlos al guion. Además, el presentador tiene la regla de que ningún guionista será además cómico en su programa, por lo que parece que las intenciones de la Sra. Maisel no van a ningún lado.

Pero sabemos que sí, porque en la línea futura vemos cómo es una mujer de éxito y cómo ha evolucionado su entorno. Descubrimos en qué se han convertido sus hijos y cómo se relacionan entre ellos. Y, ¿Cómo consiguió entonces Midge su gran oportunidad? Pues de la misma manera que había hecho siempre: dando el paso y ocupando el espacio donde supuestamente no tendría que estar. Aprovecha una rendija para abrir la puerta de par en par y hacer un monólogo de cuatro minutos que la convertirán para siempre en «la magnífica, la mágica, la maravillosa Sra. Maisel».

La Maravillosa Sra. Maisel es una comedia dramática que brilla con luz propia. Hace reír, conmueve, inspira y cautiva gracias a su originalidad, a lo cuidado de su vestuario y fotografía, a la agudeza y rapidez en sus guiones (recomiendo verla en VO), a un afilado sentido del humor y a un poco de situaciones absurdas. Y aunque su eje central es el viaje de su protagonista desde el papel de la perfecta esposa de la alta sociedad neoyorquina hasta el de la exitosa e independiente cómica en la serie pasan muchas más cosas. La Maravillosa Sra. Maisel es esta historia de emancipación de Midge, pero también es una comedia de enredos familiar.

Por ello, aunque lógicamente el peso recae en el personaje que interpreta magistralmente Rachel Brosnahan, también son importantes la corte de secundarios que la acompañan. Destacan por supuesto sus conservadores padres, el exigente e intelectual Abe (Tony Shalhoub) y la elegante y superficial Rose (Marin Hinkle); su infiel ex-marido Joel (Michael Zegen); sus alocados suegros Moishe y Shirley (Kevin Pollak y Caroline Aaron) y su irreverente y malhablada amiga y representante Susie (Alex Borstein). Y aunque quien más quien menos tiene sus estereotipos, lo cierto es que están muy bien dibujados (e interpretados), por lo que aportan profundidad y complejidad a la historia.

A la vez, hacen que la serie sea más liviana y divertida, especialmente en las escenas que ocurren en casa de los padres de Midge o cada vez que aparecen los suegros. El sumum es cuando se unen los Weissman con los Maisel la mezcla es explosiva. Dan para spin-off. Y es que la serie toma situaciones cotidianas de la vida que magnifica y estereotipa para crear momentos frenéticos, absurdos y, sobre todo, hilarantes.

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Cabe mencionar otro personaje más, el del referente constante en la carrera de Midge, aquel que supo ver y valorar su talento y potencial desde el momento en que se conocieron: Lenny Bruce. Este cómico interpretado por Luke Kirby fue toda una leyenda en su época, aunque su carrera no fue tan brillante como la de la protagonista, ya que acabó muriendo de sobredosis en 1966. Aquí funciona como padrino de Midge, aquel que le da otra perspectiva cuando está desanimada, quien la aconseja en sus inicios y quien la inspira para su gran paso.

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También hay un pequeño romance entre ambos, pero la serie elimina la comedia romántica de la ecuación. Sí que es cierto que Midge prueba suerte con varias parejas tras separarse de Joel, pero no son más importantes en su vida que la comedia. Si hay una historia de amor en La Maravillosa Sra. Maisel es sin duda la que de Midge y Susie. Su relación arranca de forma fortuita y con una Susie remarcando en todo momento que no son amigas y que no tienen nada en común, pero poco a poco el lazo se va estrechando. Y aunque pasan por un período de separación, consiguen recomponer su amistad de nuevo. Incluso mantenerla en el tiempo y estando a miles de kilómetros una de la otra.

La Maravillosa Sra. Maisel, con su capacidad para reinventarse y sorprender, mantiene su estilo, vitalidad, hilaridad y ritmo hasta el final, despidiéndose con un magnífico cierre que hace honor a sus personajes. Esta maravillosa serie demuestra que es uno de los mejores ejemplos de un tipo de comedia que parece haber desaparecido: una punzante, ingeniosa e inteligente, plagada de diálogos rapidísimos a juego con unas escenas en la que los personajes no paran de moverse por el espacio, con gente que entra, otra que se va, conversaciones paralelas entre todos los intervinientes… Y todo ello con una espectacular reconstrucción de la época, una música que acompaña a todo momento y un cuidado vestuario digno de pasarela (tanto que la propia diseñadora Donna Zakowska ha publicado un libro –Madly Marvelous: The Costumes of The Marvelous Mrs. Maisel- en el que recopila bocetos, fuentes de inspiración y creaciones de la serie). Sin duda pasa a mi lista de series favoritas y altamente recomendadas.

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Serie Terminada: Ted Lasso

Ted Lasso llegó en 2020 a Apple TV+ sin muchas pretensiones, como una comedia pequeña que apelaba al buen rollo. Basada en un personaje creado para una campaña televisiva del canal estadounidense NBC Sports en la temporada 2013-2014, la serie narra la historia de un entrenador de un equipo universitario de fútbol americano que es contratado para entrenar a un equipo profesional de la Premier League. A nadie en su sano juicio se le ocurriría fichar a alguien que no tiene ni idea del deporte que se juega a este lado del charco, al menos a nadie que buscara el bien de su equipo, pero es que Rebecca Welton, la nueva presidenta del AFC Richmond tiene un plan: acabar con el tan amado club del anterior propietario, su exmarido.

Creada por Jason Sudeikis (que se mete en el papel del propio Lasso), Brendan Hunt (que interpreta a Beard, su fiel escudero), Bill Lawrence (creador de Scrubs y Cougar Town) y Joe Kelly (guionista de Cómo conocí a vuestra madre y Saturday Night Live), Ted Lasso es una serie que busca la comedia en tres premisas: la del pez fuera del agua, la del choque de contextos y la del contraste de estereotipos. La primera temporada juega mucho con estos choques culturales, es normal, dado que el entrenador acaba de llegar.

Lasso tiene un inicio duro en el equipo, ya que su filosofía de vida construida sobre los pilares de la bondad, el optimismo y la fe no se entiende. Y aunque es un personaje que de primeras da la sensación de que va a ser demasiado irritante o que va a ser el centro de las mofas, poco a poco va transmitiendo su energía positiva contagiando al espectador y ganándose el respeto y cariño de los jugadores, los trabajadores del club, los aficionados, la prensa e incluso de su máxima enemiga, la presidenta. Ted es la versión masculina de Leslie Knope, una persona capaz de transformar la vida de los demás con su empatía, buenas intenciones y pequeños gestos. Y sin embargo, detrás de esta personalidad tan positiva y alegre, se esconde un hombre roto con un gran trauma infantil, un matrimonio que se va a pique y un hijo a miles de kilómetros. Está tan pendiente de los demás hace que se deje de lado a sí mismo. Al final es tal vulnerable como el que más.

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A medida que van pasando los episodios y conocemos estas grietas de la personalidad de Lasso, vamos descubriendo también al resto de personajes del vestuario del Richmond y por qué son cómo son. Y sí, es una serie sobre fútbol, pero en realidad lo importante no es el deporte (si acaso del fútbol más popular, de barrio), sino el equipo. Pone el foco en las historias de cada uno de los jugadores y se sirve de sus personalidades y conflictos para poner sobre la mesa temas como la salud mental, la homosexualidad, la búsqueda de identidad, el machismo, la masculinidad tóxica, la maternidad, el abandono, el desarraigo, las relaciones paterno-filiales…

Ted Lasso aprovecha un escenario tan masculino como el vestuario de un equipo de fútbol de hombres para explorar las relaciones entre varones y sus dinámicas. Y lo hace partiendo de dos entrenadores que no tienen nada que ver con los estereotipos del mundo del deporte. Son dos personas llanas, cercanas y que huyen de los conflictos. Couch, el fiel compañero de Ted, tiene un aspecto bruto, es serio y no desperdicia saliva, sin embargo, es un trozo de pan, un hombre inteligente y observador. Juntos, van despojando de prejuicios y expectativas varoniles a los jugadores, les desnudan de sus emociones y vemos cómo hasta el duro de ellos muestra su sufrimiento, rompe a llorar si lo necesita y acude a terapia para intentar mejorar.

En Ted Lasso todos los personajes tienen su propia evolución a través de la confianza, de la lealtad, de la amistad y del trabajo en equipo. Los dos que más ejemplifican esto son Jaimie y Roy. El Jaimie Tartt (Phil Dunster) de la primera temporada es un jugador egocéntrico, la estrella que oculta sus inseguridades tras una fachada narcisista. Sin embargo, el del final de la serie es un líder que juega para el equipo tanto dentro como fuera del campo y es capaz de expresar sus emociones de una forma sana.

Roy Kent (Brett Goldstein) también rompe su coraza. Un jugador veterano que gruñe en lugar de hablar y que sufre porque, aunque sabe que quizá ha llegado la hora de retirarse, no es capaz de visualizar su vida más allá del fútbol, pero que sin embargo acaba saliendo de su caparazón y compartiendo sus miedos y preocupaciones con sus compañeros los Diamond Dogs. Y es además muy bonito ver cómo dos personajes tan opuestos que al principio se odiaban (uno por ser la joven promesa y otro por ser el veterano destronado) acaban unidos por una extraña e improbable amistad. Y es que en el fondo no son tan diferentes.

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Y aunque es una serie con predominancia claramente masculina, cabe mencionar también la relación de amistad de las dos mujeres de la ficción: Rebecca (Hannah Waddingham) y Keeley (Juno Temple). Frente a unos deportistas que centran su vida en el partido de la semana y cuyo mundo se desestabiliza con cada derrota están dos mujeres con determinación y talento. Rebecca decide convertir la rabia por su divorcio en su motor para llevar a la ruina el equipo de su exmarido. Sin embargo, poco a poco se deja influenciar por la energía de Ted y abandona esa ira, mejora su autoestima y disfruta siendo la presidenta del Richmond. Porque además es una mujer inteligente y buena en su trabajo.

Keeley por su lado pasa de ser la rubia que parece que no tiene nada en la cabeza y cuyo oficio es únicamente ser la novia del futbolista estrella del momento a convertirse en una mujer emprendedora cuya vida no está determinada por ser la consorte de nadie y consigue éxito gracias a su propia empresa.

Pese a la diferencia generacional y de clase, juntas son pura química. Keely consigue que Rebecca se suelte el corsé y esta le da empuje a la primera para que se anime a perseguir sus sueños. Ambas se admiran, se quieren y se apoyan.

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Los personajes en Ted Lasso siempre cambian a mejor. Incluso Nate (Nick Mohammed), el utillero del Richmond que tiene un desvío por un camino oscuro, acaba con una transformación en positivo. Quizá este viaje personal es el que más chirría en una serie con un tono tan amable. Resulta totalmente innecesario cuando ya hay un villano como Rupert. Sí, se puede entender que es una persona que lidia con problemas de autoestima, inseguridades y abandono, pero su abuso de poder es de incómodo de ver en una comedia con cuyos personajes es tan fácil de conectar y querer.

Chirría además porque en Ted Lasso lo importante no es ganar o perder, sino ser mejor persona, crear relaciones sanas con tus compañeros, amigos, pareja o familia, ayudar a la gente que quieres. Es un recordatorio de que las victorias se celebran mejor en buena compañía y las derrotas se pasan mejor con alguien en quien apoyarse. Y Nate se convierte en todo lo contrario a esta filosofía en la que lo importante es la colectividad.

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Lo cierto es que la serie no pudo llegar en mejor momento. A pesar de estrenarse en una plataforma con poco público, el hecho de ser estrenada en 2020, una época en la que la gente necesitaba una desconexión de la pandemia, pronto se convirtió en un rincón cálido donde refugiarse. Ted Lasso conquistó a público y crítica y recibió cientos de reconocimientos, nominaciones y premios. Cuando una serie es tan querida, es muy difícil conseguir un buen cierre, pero, a pesar de una tercera temporada con capítulos demasiado largos, varios personajes desconectados de la trama y algunas líneas argumentales cerradas de manera apresurada, consigue despedirse con un episodio que mantiene el espíritu original que nos había conquistado. Nos hacen falta más ficciones optimistas y sanadoras como Ted Lasso.

Serie Terminada: Brooklyn 99

Tras finalizar Parks and Recreation necesitaba una serie que cubriera su hueco, es decir, una comedia ligerita que poder poner en tiempos muertos, en ratos en los que no me apetecía sentarme a leer o en los que simplemente quería desconectar.  Me recomendaron entonces Brooklyn Nine Nine, creada precisamente por dos guionistas que habían coincidido en aquella, Daniel J. Goor (The Office, Parks and Recreation) y Michael Schur (The Office, Parks and Recreation, The Good Place).

Emitida entre 2013 y 2021, consta de 8 temporadas y 153 episodios de unos 20-22 minutos. Sorprendió en los Globos de Oro en su primera temporada y desde entonces cosechó numerosos premios, tanto para sus actores como para la serie, circunstancia que no la libró de estar en la cuerda floja. Fox la canceló tras la quinta temporada y la presión de los fans fue tal que NBC la rescató apenas 30 horas después. Allí se emitió durante tres años más, aunque con una reducción de capítulos por tanda.

La serie se desarrolla en la comisaría 99 de Brooklyn, en Nueva York, de ahí su título, y arranca con la llegada de Raymond Holt (el recién fallecido Andre Braugher), el nuevo capitán.  En la comisaría se encontrará con un grupo de detectives de lo más diverso y pintoresco.

En primer lugar tendrá que lidiar con Jake Peralta, el más inmaduro y alocado de todos. El típico payasete siempre a favor de los chascarrillos (a menudo para tapar sus emociones), las bromas y las competiciones. No obstante, a pesar de resultar un poco cansino, a la hora de la verdad es muy eficiente y hace muy bien su trabajo.  Digamos que es el típico personaje que resulta divertido en una ficción, pero que si nos lo encontráramos en la vida real, no podríamos soportarlo.

Jake es hijo único de padres divorciados. De hecho su padre no estuvo presente durante su infancia y adolescencia, por lo que ahora de adulto acarrea problemas al respecto. Y, dado que no ha estrechado lazos con su verdadero padre, tomará a Holt como padre putativo, pues inmediatamente nada más conocerse ya le admira y quiere ser su detective favorito. Además, Jake es un policía peliculero que se ha criado con la Jungla de cristal. Así, en cada caso pretende ser el inspector estrella, el que tiene la frase ingeniosa, el que gasta la mejor broma, el que cuenta el mejor chiste… Como consecuencia suele ser un bocazas y acaba metiendo la pata en numerosas ocasiones, sin embargo no tiene mala fe y acaba cayendo bien, especialmente a medida que pasan las temporadas y su personaje evoluciona.

Peralta es el alma de la serie y quien acapara mayor número de tramas, algo normal teniendo en cuenta que Andy Samberg es productor ejecutivo de Brooklyn Nine Nine. De hecho, para el casting del resto de personajes, los aspirantes debían hacer un ejercicio de improvisación con él para comprobar si funcionarían juntos. Curtido en el Saturday Night Live como muchos otros cómicos estadounidenses, también tiene un grupo musical de parodia llamado The Lonely Island.

En segundo lugar, Holt lo tendrá más sencillo con la perfeccionista Amy Santiago. Fuerte e inteligente, competitiva y testaruda, es una mujer ambiciosa que adora su trabajo, por lo que siempre encuentra motivación en lo que hace. Si Jake es bromista, ella es seria; si él es caótico, ella es maniática y ordenada (hasta el punto de estar obsesionada con la organización, las normas y hacer dossieres); si él improvisa y se deja llevar, ella es controladora. Formada en una familia de siete hermanos, está acostumbrada a lidiar con todo tipo de problemas y en intentar destacar en algo para recibir la aprobación de sus padres.

Y de la misma manera también busca continuamente la validación de sus superiores, por lo que en sus actos intentará ganarse el reconocimiento de Holt, quien considera su mentor. Siempre le mostrará el más absoluto respeto y reverencia intentando por todos los medios aprender de él y su experiencia.

Interpretada por Melissa Fumero, Amy es el contrapunto de Jake como lo era Ben Wyatt de Leslie Knope en Parks and Recreations. Dos personajes contrapuestos pero que sin embargo tienen muy buena química y funcionan muy bien tanto en su fase inicial como a medida que avanza la serie y lo hace su conexión. Como siempre en las series de Shur, las relaciones se muestran de una manera bonita, sin toxicidades ni grandes dramas.

Pero la relación más fiel de la comisaría es la que tiene Jake con Charles Boyle. Se preocupan el uno por el otro, se respetan, se quieren y se lo demuestran y dicen continuamente. No tienen miedo a expresar sus sentimientos, especialmente Boyle, que es tan intenso y optimista que resulta perturbador. Es un amigo muy entregado y el fan número uno de la pareja Jake-Amy.

Interpretado por Joe Lo Truglio, es un personaje que puede ser el más ingenuo y patoso de la comisaría, pero a la vez ser el más sofisticado y atento a los detalles, especialmente si algo tiene que ver con la comida.

Otra de las grandes amistades de Jake es la extravagante secretaria de Holt, Gina Linetti. Amiga desde la infancia de Peralta, es uno de los personajes más surrealistas de la serie y de inicio puede costar pillarle el tono. Sus salidas de tiesto recuerdan a las de Tom Haverford en Parks and Recreation, aunque nadie se toma especialmente en serio sus comentarios sarcásticos ni su verborrea. Es histriónica, egocéntrica, excéntrica e impredecible. Vive pendiente de su móvil y de las redes sociales y no se le escapa un cotilleo o secreto.

Amiga en la vida real de Samberg, Chelsea Peretti es una cómica nata que no solo ha trabajado como actriz de comedia sino que fue guionista en Parks and Recreation. Se presentó al casting para interpretar a Rosa Díaz (cuando ni siquiera se iba a llamar así) y los guionistas pensaron que no terminaba de encajar con ese personaje, pero vieron tal talento en ella que le crearon uno.

Pero aquí no acaban las amistades de Jake en la comisaría, ya que también comparte espacio con la dura y temible Rosa Díaz (Stephanie Beatriz), con quien estrechó lazos en la academia. Son día y noche, ya que Rosa es seria, no está para tonterías y si la toses lo más probable es que te ladre. Es una mujer reservada y difícil de leer. No comparte gran cosa de su vida personal y es temida en la comisaría por su agresividad y sequedad en las relaciones con sus compañeros, algo que le complace. Aunque en realidad, todos saben que en el fondo tiene buen corazón y también pasa por sus altibajos. Sirve de contrapunto al blandito Boyle.

Otro de los personajes que se encontrará Holt en esta comisaría es el sargento Terry Jeffords, conocido en su época de oficial como el Halcón de Ébano. Es un hombre maduro y responsable que ha de llamar la atención continuamente a sus compañeros para que se comporten, especialmente a Jake. Recién estrenado en su paternidad, vive atemorizado de que algo le pudiera pasar en el desempeño de su trabajo y se pierda ver a sus niñas crecer. Terry Crews, ex-jugador de la NFL, consigue crear un personaje muy entrañable a la par que divertido. Es una mole de músculos y está orgulloso de ello porque le ha costado mucho esfuerzo llegar ahí. En el pasado fue obeso y ahora entrena siempre que puede para no perder la forma física y cuida mucho su alimentación. Sin duda su mayor obsesión es el yogur.

Rompiendo estereotipos, a pesar de su corpulencia, muestra un tipo muy sentimental e inseguro. Es fuerte y débil al mismo tiempo, una persona que busca querer y ser querido, y que haría cualquier cosa por sacar a sus compañeros de un apuro. Es la mamá gallina de la comisaría.

Finalmente, completan la plantilla Hitchcock y Scully, dos amigos inseparables, algo así como la evolución de Jake y Boyle, pero en su versión inmóvil. Y es que parece que ya cumplieron su función y ahora son el estereotipo de funcionarios que no mueven el culo de la silla esperando a su jubilación. No quiere decir que en su día no fueran buenos detectives, o que no les quede nada de sus buenos días, porque de vez en cuando demuestran que pueden resolver casos complicados, pero en general estarán comiendo o descansando.

Pero el impertérrito capitán Raymond Jacob Holt no teme este plantel de personajes tan dispares cuando llega a su nuevo puesto a poner orden. Hijo de una jueza, es un tipo serio con un gran deber de la responsabilidad y la justicia que no lo ha tenido fácil para llegar donde está. Y es que siendo abiertamente gay y negro se ha encontrado con mucha discriminación a lo largo de su carrera. Pese a que es un tanto snob y siempre intenta mantener las distancias imponiendo cierta autoridad y mostrando una cara de póker, rápidamente en comisaría se dan cuenta de que en el fondo es un trozo de pan y asimismo él pronto conecta con sus subordinados.

Además de los personajes principales, más o menos protagonistas, cabe una mención especial para un par de recurrentes como son los de Pimento y Doug Judy.

Interpretado por Jason Mantzoukas, Pimento es un personaje loquísimo, un registro que ya le hemos visto dominar en Modern Family, en La Liga Fantástica y, como no, en Parks and Recreation y en The Good Place. En este caso es un poli que ha estado tanto tiempo infiltrado (nada menos que 12 años) que tiene problemas para adaptarse a la vida «normal» una vez que acaba su misión.

Craig Robinson (The Office) se mete en la piel de Doug Judy, un ladrón de coches que sin embargo tiene una especial relación con Jake porque en el fondo tienen muchas cosas en común. Si no estuvieran cada uno en un bando, serían los mejores amigos.

Craig Robinson no es el único actor de The Office que aparece como secundario o episódico en Brooklyn Nine Nine. También podemos ver a Ed helms, Óscar Núñez o Kate Flannery. El hecho de que sus creadores hayan trabajado en aquella, lógicamente influye, como el hecho de que estén Nick Offerman, Jim O`Heir o Jenny Slate de Parks and Recreation o Maya Rudolph, la fantástica jueza de The Good Place (y Loot).

Además, están la magnífica Kyra Sedgwick y su jefe en The Closer J.K. Simmons (Night Sky, Counterpart), Adam Sandler, Eva Longoria (Mujeres desesperadas), Kathryn Hahn (Wandavision), Nathan Fillion (Castle), Mario López, Zooey Deschanel en su papel de Jess en New Girl, Sterling K. Brown (This is Us), Greg Germann, Gina Rodriguez, Danny Trejo… En definitiva, una gran lista de estrellas de todo calibre. Y es que cuando una serie es aclamada por crítica y público, todo el mundo quiere aparecer en ella.

Al igual que ya ocurriera en The Office y en Parks and Recreation, Brooklyn Nine Nine tarda en encontrar su tono. La primera temporada arrancaba con un Jake demasiado protagonista. Todo giraba en torno a él, a sus payasadas y parecía más una sucesión de sketches que una serie. Poco a poco sin embargo fue ganando estructura y el resto de los personajes fueron ganando cada vez más espacio y con él se desarrollaron sus tramas. El resultado es una serie mucho más coral que funciona mejor. Un buen ejemplo son los episodios de Halloween.

A lo largo de las temporadas los personajes van evolucionando, y así lo hacen también sus relaciones. La serie sabe equilibrar la presencia de todos los miembros de la comisaría, de forma que se van alternando las tramas para que en unos momentos sean unos quienes estén en primera línea, y en otros, estos pasen a un segundo plano dejando el lugar a aquellos que habían tenido menor presencia. De esta forma no se sobreexplotan los gags y van madurando todos progresivamente. Además, algo muy particular que tiene Brooklyn Nine Nine es que puede jugar con múltiples combinaciones. Mientras que hay series en las que hay personajes que funcionan bien juntos y otros que no; aquí por el contrario puede haber episodios donde quienes ganan el protagonismo sean Jake y Amy; o Jake, Amy y Bolt; o Amy y Holt; o Holt, Gina y Terry; o Terry y Boyle; o Boyle y Rosa; o Rosa y Hitchcock y Scully… Las posibilidades son infinitas porque hay química entre todos.

La serie podría haber seguido años y años si hubiera sido por esta cuestión. Sin embargo Brooklyn Nine Nine fue esclava de su tiempo. Con el asesinato de George Floyd en 2020 y las posteriores actuaciones policiales violentas en unas protestas que precisamente denunciaban el racismo institucional y la brutalidad policial, una comedia centrada en policías ya no parecía encajar muy bien en la parrilla. Los creadores, productores y guionistas se dieron cuenta y se tuvieron reescribir por completo cuatro episodios de la séptima temporada para adecuarse a su época.

A partir de ahí Brooklyn Nine Nine se convierte en otra cosa y, de la misma manera que incorpora la COVID-19 en sus guiones, también lo hace con la cuestión de que la popularidad de las fuerzas del orden esté bajo mínimos. Su estreno en el verano de 2021 confirma esta escasa simpatía con los peores datos de audiencia de su historia, lo que conduce a la decisión de darle una temporada más que sirva para cerrar la evolución de los personajes. Así, la serie nos da una temporada final en la que las historias de los miembros de la comisaría se ven atravesadas por lo que está ocurriendo en las calles y la trama central gira en torno a la brutalidad policial y a la impunidad del cuerpo. Sus decisiones vitales y profesionales tendrán mucho que ver con este conflicto.

Pero lo cierto es que la crítica social no es nueva en esta serie, ya que a pesar de su tono de comedia siempre había espacio para tratar temas importantes. El tema de la brutalidad policial hacia personas racializadas ya se ponía sobre la mesa en un incidente que tiene Terry yendo de paisano. Además, se pone de relevancia el racismo imperante en el cuerpo cada vez que Holt cuenta algo de su pasado. Y es que es un hombre que desde que comenzó su carrera allá por los 70 ha tenido que soportar comentarios y comportamientos racistas y homófobos.

Es relevante también cómo afrontan la bisexualidad de Rosa. Con toda normalidad y recibiendo el cariño de sus compañeros cuando la detective tiene que enfrentarse al rechazo de su familia. La comisaría será su red de apoyo en uno de sus momentos más difíciles.

Los conflictos familiares y la vida adulta también salen a relucir en Brooklyn Nine Nine. Lo vemos en Boyle y Gina, en Amy con su búsqueda de la excelencia para sobresalir entre sus numerosos hermanos. Pero es especialmente significativo el caso de Jake, quien, como decía más arriba, nunca superó el hecho de ser abandonado de pequeño por su padre. Continuamente busca esa figura paterna ante la que demostrar su valía, y los pocos momentos en que su padre aparece en escena parece un perrillo en busca de cariño. Es cierto que es un tema que en diferentes momentos se trata con humor y es uno de los gags recurrentes del personaje, pero la cosa se pone seria cuando la relación con Amy avanza y se ha de plantear si quiere ser padre en el futuro. Y es que con su pasado carece de referencia y no sabe si estará a la altura. Ahí sí se puede ver su lado vulnerable y que esta ausencia le ha afectado a más niveles de los que creía.

Brooklyn Nine Nine no tiene miedo a mostrar a personajes masculinos sensibles. Y aunque se muestra en la relación Jake y Boyle, o en Hitchcock y Scully, el paradigma es Terry. Con él la serie rompe el concepto de macho alfa, al igual que las mujeres de la comisaría tampoco son el paradigma de lo «femenino». No hay barreras raciales, ni de género, ni por la orientación sexual.

Quizá Brooklyn Nine Nine puede afrontar estos temas porque no es una comedia clásica, sino que tira de drama y de la cotidianidad. Y de lo cotidiano gira a lo surrealista y absurdo. Es una serie que tiene un aire fresco con diálogos ágiles, un espectacular reparto formado por actores con tablas en la comedia que consiguen grandes escenas gracias a su improvisación, unos personajes únicos que combinan a la perfección pese a sus caracteres tan diferentes, unas bromas recurrentes que retroalimentan la ficción y unas escenas introductorias hilarantes.

Hasta la fecha he de decir que Daniel J. Goor y Michael Schur no me han decepcionado con ninguna de sus creaciones. Son unas series que tendría siempre como fondo de armario. Divertidas, fáciles de digerir, entretenidas y, ante todo, carismáticas.

Nueva serie a la lista «para ver»: Terapia sin filtros

Tras el éxito de Ted Lasso, Apple TV volvió a confiar en Bill Lawrence y Brett Goldstein, sus guionistas y productores ejecutivos, para el encargo de una nueva serie. Su nueva comedia se titula Terapia sin filtro (Shrinking) y cambia los estadios de fútbol por un gabinete psicológico.

Ambientada en Pasadena, la historia gira en torno a Jimmy (Jason Segel, Cómo conocí a vuestra madre), un psicólogo que no está pasando por su mejor momento. En duelo desde hace un año cuando su mujer murió en un accidente de tráfico ha entrado en una espiral de autodestrucción. No solo no es capaz de poner en orden su vida, ni relacionarse con Alice (Lukita Maxwell), su hija adolescente, sino que además tampoco sabe muy bien cómo afrontar su trabajo como terapeuta.

Un día, harto de contar los minutos que quedan para acabe la sesión, deja de lado los protocolos y la ética profesional y comienza a ser brutalmente sincero con sus pacientes. De primeras, la crudeza y contundencia de este método tan poco ortodoxo choca con lo que esperan de él, sin embargo, pronto se pone en evidencia que no sólo ellos se benefician de esta terapia sin filtro, sino que el propio Jimmy también da sus pequeños pasos en su propia recuperación.

Además de sus pacientes, el protagonista está acompañado en su vida profesional por dos colegas, la joven y alegre Gaby (Jessica Williams) y el veterano y gruñón Paul (Harrison Ford), y en lo personal por sus vecinos Liz (Christa Miller) y Derek (Ted McGinley).

En el primer episodio se intuyen ciertos estereotipos, especialmente en las mujeres de la serie con esa adolescente más madura que su propio padre, esa compañera de trabajo atractiva y jovial, y esa vecina que intenta llenar el vacío que han dejado sus hijos al marcharse de casa. No obstante, quizá sea pronto para juzgar hacia dónde va a ir. Desde luego pinta a que Jimmy quizá consiga muchos avances con esta terapia sin filtro, pero que sin duda se va a ver envuelto en muchos líos.

Por lo pronto, tras sus diez episodios iniciales, ha sido renovada para una segunda temporada, por lo que parece que tiene recorrido.

Serie Terminada: Parks and Recreation

Creada por Greg Daniels (The Office) y Michael Schur (The Good Place), Parks and Recreation fue un encargo de Ben Silverman, uno de los productores ejecutivos de The Office, quien, poco después de convertirse en ejecutivo de la cadena NBC, quería un proyecto que fuera una especie de spin-off espiritual de aquella. Siguiendo el estilo de falso documental y de nuevo centrándose en un lugar de trabajo, la serie se estrenó en la primavera de 2009 con poco éxito y grandes críticas. Y es que para qué quieres una copia cuando tienes la original (incluso siendo una versión de otra) emitiéndose justo a continuación. El estilo de la narración, las tramas, los gags, e incluso los personajes de Parks and Recreation recordaban a The Office. La temporada fue duramente criticada y la serie estuvo a punto de ser cancelada. Sin embargo, tras estos nefastos seis primeros episodios, los guionistas dieron un giro quitando algún personaje plano y añadiendo nuevos secundarios con nuevos roles, cambiando la trama, y en definitiva tomando su propio camino. Fue entonces cuando Parks and Recreation se convirtió en una de las sitcom más refrescantes de los últimos años.

Parks and Recreation sigue la vida de los funcionarios del Departamento de Parques y Espacios Recreativos de la ficticia localidad llamada Pawnee, ubicada en el estado de Indiana. Originalmente iba a centrarse en cómo un gobierno local buscaba la manera de recuperarse de una situación económicamente preocupante, pero al incorporar al elenco a Amy Poehler (Saturday Night Live) los guionistas decidieron ponerla en el centro de la historia. Así, la comedia plantea el día a día de una burócrata que realmente cree y ama su trabajo a pesar de unos compañeros y ciudadanos que no se lo ponen tan sencillo.

Poehler se mete en el papel de Leslie Knope, subdirectora del departamento de Parques y Espacios Recreativos, un ser de luz en una oficina gris y aburrida. Es amable, simpática, leal, honesta y sobre todo muy amiga de sus amigos. Es fiel a sus principios y siempre está dispuesta a ayudar a los demás. Precisamente por eso le gusta su trabajo como empleada pública, no solo porque puede hacer mejor la vida de los que la rodean, sino porque es una forma de darlo todo por su ciudad natal, que ama por encima de todo. Pero Leslie también tiene sus taras, y es que es una mujer un tanto torpe y demasiado intensa, así pues, no es raro que acabe metiendo la pata tras venirse muy arriba. Y de ahí sale la comedia.

Admiradora de Joe Biden, Leslie sueña con llegar algún día a ser presidenta de la nación. Mientras tanto convierte en cruzada personal todo proyecto que acaba sobre su mesa. Y así la conocemos según arranca la serie, en una reunión con vecinos donde promete a una enfermera llamada Ann Perkins (Rashida Jones) que va a hacer todo lo posible para convertir en un parque lo que es un foso abandonado junto a su casa.

Parks and Recreation se sirve de la excusa de la construcción de un parque para hacer con una mordaz sátira de la sociedad, de la política y de la burocracia de una administración local. Sin embargo, con el paso de los episodios la cuestión del parque va quedando en un segundo plano a medida que se van tejiendo las relaciones de los personajes y se constituye el propio ecosistema de esta peculiar comunidad, la de los habitantes de Pawnee, Indiana. De hecho, la propia Pawnee se convierte en un personaje más. Esta ciudad ficticia en cuyo ayuntamiento cuelgan cuadros que celebran las matanzas de los nativos americanos de la tribu Wamapoke, que ocupa el cuarto puesto en el ranking de ciudad más obesa de Estados Unidos y cuyo héroe local es un pony conocido como Li’l Sebastian.

La ideosincrasia de los habitantes de la ciudad da mucho juego y crea bromas internas recurrentes a lo largo de las temporadas. No obstante, no hay que desmerecer los personajes de carne y hueso, porque en Parks and recreation cada uno de los protagonistas funciona a la perfección. Y lo mejor es que no solo lo hacen en solitario, sino que cuando se juntan, sale magia. Ya había mencionado a la carismática Knope, pero no está sola. La acompaña su jefe, el mítico Ron Swanson (Nick Offerman), un capitalista libertario de manual que no cree en la participación del Estado en la vida de la ciudadanía y que si trabaja en la administración local es para hacerla menos efectiva y hundir el barco desde dentro.

Aficionado a la carpintería con una destreza nivel pro, carnívoro extremo y alérgico a cualquier muestra de afecto es el mayor exponente de memes de la serie. A veces le basta simplemente con estar, ni siquiera hace falta que hable para convertirse en meme instantáneo. Su pasotismo contrasta con la efusividad de Leslie; su negatividad con el idealismo de aquella. Sin embargo, juntos hacen un buen tándem y se quieren. Aunque cada uno lo demuestre a su manera.

La tercera pata de la mesa en el departamento de Parks and Recreation de Pawnee es Tom Haverford (Aziz Ansari), quien está más pendiente de triunfar con alguna de sus empresas locas que de trabajar para mejorar la ciudad. Su meta en la vida es hacerse famoso, trabajar poco y ganar mucho dinero. Es un personaje muy peculiar y a ratos un tanto odioso, aunque nada como el inenarrable Jean-Ralphio (Ben Schwartz), su compañero de fatigas.

El cuarto personaje de la serie es April Ludgate (Aubrey Plaza) quien se incorpora como becaria  al departamento. Aunque en realidad no es que le ponga muchas ganas a su trabajo ni sea muy sociable. Precisamente por eso congenia tan bien con Ron, con quien establece una relación casi paternofilial, porque no es una persona a la que le gusten las muestras de cariño ni que haga por entablar conversación con los demás. Es más, las pocas veces que habla es para ser cínica y sarcástica.

Sin embargo, también tiene su corazoncito y junto con Andy Dwyer (Chris Platt) forman una de las mejores parejas de la televisión. A priori no pegan mucho, pues ella es inteligente, borde y no parece que nada le apasione en especial. Andy por el contrario no es que sea el más listo del lugar. Es inocente, simple y se emociona por cualquier cosa como un niño. Sin embargo juntos funcionan muy bien. Son divertidos y hay cero dramas en su relación. Andy saca el lado tierno de April, y esta le da el empujoncito a él para que haga lo que se propone en la vida. Sin duda una buena decisión de casting.

Así como también fue un gran acierto prescindir tras la primera temporada de Mark Brendanawicz (Paul Schneider), que interpretaba al típico varón hetero blanco plano. Un personaje sin ningún tipo de gancho. En su lugar se incorporó en la segunda entrega Adam Scott (Separación) en el papel de Ben Wyatt, quien llegó con Rob Lowe como Chris Traeger. Con ellos se recupera la idea original de la serie, ya que interpretan a dos oficiales del gobierno que llegan para auditar el ayuntamiento de Pawnee.

Ben es un contable apasionado de los números pero también un tanto friki. Fue alcalde de su pueblo con tan solo 18 años, pero no fue un gran gestor, por ello hay quien duda de que la auditoría que vaya a hacer de Pawnee sea muy fiable. Pese a su fría acogida, se hace un sitio en el departamento.Y mientras que Ben es serio y cumple un poco con el estereotipo del contable gris, su jefe Chris por el contrario es un hombre positivo  – MUY POSITIVO- y obsesionado con su salud. Por ello sigue a rajatabla una dieta saludable y realiza ejercicio con asiduidad.

Parks and recreation incorporó personajes nuevos, sí, pero no dejó de lado los ya existentes, que a su vez siguieron creciendo y relacionándose. Poco a poco ganaron más presencia Donna y Garry, quienes ofrecen grandes dosis de comedia, aunque lo de Garry/Jerry roce en muchos casos el acoso.

Fuera de la oficina de Parks and Recreation cabe mencionar a Ann Perkins (Rashida Jones), quizá el personaje más plano de toda la serie a pesar de ser el detonante de la trama desde el principio. Su arco a lo largo de las temporadas queda definido por su relación con Leslie, pero especialmente por sus relaciones amorosas. Ejerce de pitufina, cumpliendo con el estereotipo de la guapa que se empareja con medio elenco masculino. El resto de personajes sí que evoluciona con el paso del tiempo y aceptan nuevos retos personales y profesionales. Van, vienen, cometen sus errores, aprenden de ellos y rectifican, se emparejan, rompen, se vuelven a emparejar, forman familias, cambian de trabajo, ascienden en su carrera… En definitiva, la vida.

Una pena, porque lo cierto es que la serie huye de los típicos clichés que predominan en las comedias. No hay tensión sexual no resuelta, no abusa de las discusiones baratas para generar enfrentamientos, deja las temporadas cerradas sin cliffhangers absurdos (quizá porque la mayoría de las veces estuvo en la cuerda floja) y pasa de puntillas por matrimonios y embarazos no convirtiéndolos ni en fin de temporada ni en el centro de los episodios.

Parks and recreation fue dejando atrás la construcción del parque junto a la casa de Ann y se fue centrando cada vez más en la historia de una mujer, en el viaje de esta divertida, alocada, apasionada y empoderada Leslie Knope. Y de paso fue haciendo crítica a la política y a la sociedad americana. Con un tono alegre y despreocupado señala el racismo, el machismo, los agujeros de la sanidad estadounidense, el problema de la obesidad, la manipulación de los medios de comunicación y la falta de autocrítica de la ciudadanía.

En el camino le vamos cogiendo cariño a todo el elenco y, aunque no es The Office, tras acabarla echo de menos a Leslie y su energía desbordante, Ben y su frikismo oculto tras esa seriedad de contable, a Ron y su actitud ante la vida, a April y su humor negro, a Andy y su inocencia, a Chris y su obsesión por la salud, a Ann y su amistad eterna con Leslie, a Donna y su amor por su coche, a Garry y su peculiar vida… Parks and recreation consiguió superar una malísima temporada para convertirse en una de esas series que recuperas al final del día para desconectar y trasladarte a un sitio mejor.

Miniserie: La directora

El primer episodio de La directora prometía, sin embargo, tras haber visto la temporada completa tengo la sensación de que es un quiero y no puedo, un producto inacabado. En el piloto se nos presentaba a la Doctora Ji-Yoon Kim (Sandra Oh), profesora en la Universidad de Pembroke a quien acaban de nombrar directora del Departamento de Inglés, convirtiéndose así en la primera mujer en la historia del centro en ocupar este cargo, y uno de los pocos miembros del personal universitario que no es ni hombre, ni blanco, ni occidental. Con la difícil tarea de recortar el presupuesto destinado a las carreras de humanidades por el bajo índice de matriculados, Kim afronta su nuevo puesto con decisión, pero con la sensación de que le han pasado un marrón.

Creada por Amanda Peet (The Good Wife) y producida por David Benioff y D. B. Weiss (Juego de Tronos), la historia tenía muchas intenciones, y parecía que iba a girar en torno al choque generacional en el ecosistema universitario señalando de paso su misoginia y racismo. Sin embargo con una temporada tan corta de tan solo seis episodios de una media hora cada uno apenas da tiempo a profundizar en ningún tema. La directora intenta poner encima de la mesa debates sobre el feminismo, la intolerancia, el acoso laboral, la brecha salarial, el conflicto generacional, la corrección política o la cultura de la cancelación, pero son demasiados para tan poco metraje.

Además, no consigue encontrar su tono. En principio parece tratarse de una comedia centrada en el lugar de trabajo, en otras ocasiones de una familiar, y, en menor medida, de una romántica. Creo que con el tiempo que contaba, debería haberse centrado en la primera faceta, olvidándose de meter con calzador una relación pseudoamorosa, o la subtrama de la hija adoptada de origen mexicano que se cría con un abuelo coreano que se niega a hablar en inglés. Sobre todo porque cuando se enreda en las subtramas pierde el norte y genera confusión sobre quién es realmente la protagonista y qué es lo que quiere contar. Llama poderosamente la atención que una serie con un marcado corte feminista como esta lleve a su protagonista femenina al trantrán del resto de personajes y de tramas. Es supuestamente el centro de la historia pero no es quien lidera la acción, sino que no se mueve salvo para reaccionar ante los actos de los demás. Y además intenta manejar los problemas que surgen sin molestar, sin herir a nadie, por lo que se convierte en un pelele de los hombres que la rodean. Al final parece que tiene el espacio que le reservan los hombres, no el que ella se hace.

Sandra Oh está en su línea, pero la serie no va más allá de una comedia de situación. No aporta mucho más. Su final es hasta frustrante, ya que no resuelve prácticamente ninguna de sus subtramas. No sé muy bien adónde quería ir su creadora.

Serie Terminada: Superstore

Tras acabar The Office necesitaba encontrar una serie que llenara su vacío. Sabía que era algo muy complicado, porque es inigualable, pero sí que tenía claro que quería una comedia sencilla, de esas que te permiten desconectar al final del día. Y entonces me hablaron de Superstore creada por Justin Spitzer, guionista y escritor que trabajó precisamente durante más de siete años en The Office.

Superstore es una modesta sitcom que recupera el tono de aquellas comedias de los 90 y principios de los 2000 y que sigue el día a día de los trabajadores de una tienda de la cadena ficticia Cloud 9, una especie de WalMart. Con un esperpéntico repertorio de personajes construye una serie con el supermercado como hilo conductor. De primeras suena poco interesante, pero bueno, la premisa de vender papel tampoco lo parecía. Y es que tanto Superstore como The Office apoyan su comedia en la rutina diaria y en el hastío de unos protagonistas que conviven durante sus largas y mal pagadas jornadas de trabajo aguantando a insoportables clientes y teniendo que acatar las absurdas y déspotas normas que vienen de la central.

Los principales personajes son Amy (America Ferrera), la encargada de tienda; Jonah (Ben Feldman), que acaba de llegar; Cheyenne (Nichole Bloom), que trabaja en la sección de maquillaje;, que se encarga de dar voz a los mensajes por megafonía con un toque de sarcasmo; Mateo (Nico Santos), sabelotodo, irónico e insoportable; Dina (Lauren Ash), la estricta supervisora cuyos comentarios rozan el acoso laboral; y Glenn (Mark McKinney), el jefe de la tienda. Superstore juega muy bien con un reparto coral que funciona de maravilla en conjunto, pero en el que a la vez existe un buen equilibrio para que las diferencias y excentricidades de cada uno de los personajes destaquen individualmente.

Además todos van creciendo con las temporadas, incluso algunos que comienzan como secundarios acaban teniendo minutos para el desarrollo de sus historias y para conectar con el espectador, como por ejemplo Sandra (Kaliko Kauahi) o Garret (Colton Dunn). Y otros más protagonistas que inicialmente eran unidimensionales, como Mateo o Dina, llegan a ganar su protagonismo destacando por sus muy marcadas personalidades y sus motivaciones en la vida.

Estos personajes no comparten lazos de sangre pero, debido a la convivencia forzada se ven obligados a vivir sus vidas con estas personas que, aunque a primera vista parecieran incompatibles, acaban convirtiéndose en casi familia. Nos gusta ver cómo estos personajes hacen locuras para que uno de ellos no sea deportado, o para que otra pueda tener baja de maternidad. Finalmente, la familia que encuentran entre ellos se acaba convirtiendo en familia para nosotros también.

Otro de los puntos a destacar del elenco es su representación de la diversidad. Y es algo que se maneja bastante bien, con naturalidad y como recurso para burlarse de los estereotipos y el racismo. Superstore muestra a gente normal que nos encontraríamos trabajando en un supermercado, gente que no necesariamente cumple con los patrones de belleza. Los hay altos, bajos, gordos, delgados, guapos, feos, listos, tontos, jóvenes, mayores, con discapacidad… El éxito de la serie creo que tiene mucho que ver con la capacidad para reflejar la realidad y por ende con que el espectador se sienta identificado. En este caso especialmente funciona como espejo de la clase trabajadora.

Y es que aunque Superstore cumple con el esquema clásico de sitcom y su principal aspiración es hacer reír, también sabe cómo combinar la comedia con una crítica social directa y clara. Al desarrollarse en un lugar de trabajo puede centrar sus tramas en las malas condiciones laborales a las que se tienen que enfrentar los protagonistas (malos horarios, ausencia de seguro médico o permisos de maternidad, problemas al afiliarse a un sindicato) y en cómo sus jefes ignoran sus quejas porque para ellos todo son números y lo importante es obtener mayor beneficio independientemente de las condiciones de sus trabajadores. 

Pero Superstore abre una puerta a la esperanza de la mano del recién llegado Jonah, quién llega fresco y anima a sus compañeros a dejar de lado el hastío y el conformismo para en su lugar alzar la voz y pelear por sus derechos. Gracias a él los demás comienzan a mirarse a sí mismos y a replantearse su vida para mejorar. Por ejemplo, Amy cambia su actitud negativa y empieza a reivindicar el conocimiento adquirido en años de experiencia en el Cloud9.

También, su reparto coral y diverso permite incorporar tramas sobre otros temas como la religión, racismo, sexismo, homofobia, o discriminación a personas con discapacidad.

Hay algo de humor incómodo que recuerda a The Office (como cuando descubren el cadáver de un empleado sepultado en la pared o cada aparición de Glenn), pero Superstore es mucho más amable, aunque no por ello blanco. Sabe encontrar la comedia en temas bastante serios como la deportación, los problemas a la hora de crear un sindicato o que una mujer de 90 años tenga que trabajar hasta el fin de sus días porque en Estados Unidos no hay un sistema decente de pensiones. Consigue arrancar la carcajada en los momentos más surrealistas gracias a unos ágiles diálogos y las interacciones entre sus excéntricos personajes. Y especialmente divertidas son las transiciones entre escenas. En ellas podemos ver a los clientes comportándose de formas bastante peculiares, por así decirlo.

La verdad es que no esperaba gran cosa de la serie cuando me la recomendaron, pero la verdad es que me ha sorprendido gratamente. Es precisamente lo que buscaba. Una serie ligera, entretenida, con buenos personajes y que sabe hacia dónde va sin perderse en subtramas o giros excesivos de guion. Con seis temporadas (2015-2021) y 113 episodios consigue además un buen cierre, algo que no siempre es fácil.

Serie Terminada: The Office

The Office se emitió entre 2005 y 2013, sin embargo, fue la serie más vista en 2020. No es de extrañar, ya que con el confinamiento y la incertidumbre por la pandemia, mucha gente volvió a revisitarla como espacio de confort. O la descubrió por primera vez. Yo había oído hablar muchas veces de ella, pero me parecía que se quedaba ya muy fuera de lugar por el tiempo que había pasado. Sin embargo, el año pasado, cuando un compañero de trabajo comenzó a verla y decidí darle yo también una oportunidad a esta serie que ha marcado a tanta gente.

El título no deja lugar a engaños y nos muestra el día a día de una oficina, en concreto la sucursal de una empresa de papel llamada Dunder Mifflin ubicada en un pueblo de Pensilvania. El día a día en la vida de un grupo de personas que emplea su jornada laboral vendiendo papel se verá alterado con la llegada de las cámaras, y es que su oficina se ha convertido en el centro de un documental de televisión llamado An American Workplace. Es por ello que está rodada imitando el estilo de un documental, planos con cámara al hombro, con entrevistas, panorámicas rápidas, zooms supuestamente espontáneos, cámaras ocultas y escenas en falso directo. La cámara como un personaje más que hace cómplice al espectador.

Esta técnica creó escuela y se ha empleado en otras series después, como por ejemplo en Modern Family, pero sin duda, la que innovó creativamente, fue The Office. Lo hizo con este formato de cámara única, y también modificando la fórmula de comedia tradicional basada en una introducción, seguida de broma y concluida con broma principal acompañada de risas de fondo. Aquí la risa y la carcajada nace de situaciones absurdas, surrealistas, locas e incómodas. Lo que viene a ser vergüenza ajena o lo que hoy llamaríamos cringe.

Remake de una serie británica emitida a principio de siglo en la BBC, la The Office de Greg Daniels, veterano de Saturday Night Live y Los Simpson, es uno de esos casos en los que la versión supera a la original. Su primera temporada es una copia bastante fiel a la serie cocreada y protagonizada por Ricky Gervais y la verdad es que no atrae mucho. El tono no termina de convencer, quizá porque la presentación formal y el sentido del humor se movían en un registro demasiado local. El humor británico es tan peculiar, tan áspero y seco, que cuando lo sacas de su país, deja de ser gracioso. Pero todo el mundo que la había visto me decía que le diera una oportunidad, que llegara a la segunda temporada. Y como la primera tan solo tiene seis capítulos, decidí continuar un poco más a ver si es verdad que mejoraba. Y aquí ya sí, ya entendí porque estaba en las listas de las mejores series.

La nueva entrega ya pasa a un formato estadounidense con 22 capítulos. Personajes que eran meros bultos en la primera temporada, comienzan a participar ligeramente y además se introducen varias líneas argumentales románticas que generan enredos propios de comedias de situación. Pero sin duda el verdadero cambio está en la matización de Michael Scott, el personaje principal. Mientras que en la primera temporada resulta mezquino y no cae demasiado bien, en esta segunda, aunque se sigue jugando con la vergüenza ajena, se le dota de unos matices con cierto toque infantil que le dan un enfoque más entrañable. También adquiere otro estilismo, dejando de copiar el corte de pelo de su versión británica. Esta transformación más humanista de sus guiones y personajes consigue que The Office logre su personalidad propia y enganche al espectador a pesar de que se trata de una serie de algo tan aburrido como una oficina donde se vende papel.

Steve Carell es el alma de la serie, como lo es su personaje. Todo está supeditado a Michael Scott, a sus bromas de mal gusto y a sus salidas de tono, pero el intérprete se apropia de un tipo odioso e inepto como el jefe de Dunder Mifflin y lo humaniza convirtiéndolo en una persona que despierta ternura por su simplicidad y sus debilidades. Porque en realidad es como un niño grande: caprichoso, egoísta, engreído y narcisista; pero también es ingenuo y naíf y en el fondo lo único que busca es tener amigos y ser querido.

Michael es un incompetente en su trabajo incapaz de gestionar con profesionalidad su sucursal a pesar de sus numerosos y patéticos intentos de demostrar que es un gran líder, de que es el más gracioso, el más moderno… en definitiva, que es el amo de la oficina. Sin embargo, pese al caos que provoca en cada intervención, de alguna manera, sabe ejercer de líder y acaba ganándose el respeto y el cariño de sus trabajadores. Incluso a pesar de que les falta al respeto continuamente con sus bromas pesadas sobre su orientación sexual, su peso, su edad…

Steve Carrell crece con el paso de las temporadas reivindicándose como un actor de primer nivel (su carrera despegó a raíz de The Office). Pero no está solo, cuenta con un excelente reparto de actores que interpretan otros puestos típicos en una oficina: recepcionista, becario, comerciales, contables, atención al cliente, personal de recursos humanos o de almacén…

En primer lugar cabe destacar a Dwight Schrute (Rainn Wilson), el excéntrico asistente del manager regional aunque solo de título, ya que en realidad es un comercial más. Es el típico secundario que roba planos al protagonista gracias a su extravagante personalidad. Este granjero es el prototipo de pelota advenedizo que hará lo que sea para medrar en la empresa. Carece de empatía hacia sus compañeros y se toma las leyes al pie de la letra, algo que favorece que su compañero Jim le tome el pelo continuamente.

Dwight llegó a adquirir tal importancia con el paso de las temporadas que se llegó a valorar la opción de realizar un spin-off centrado en su granja que iba a llevar el original título de The Farm, pero finalmente la idea no terminó de cuajar y lo que podría haber sido un piloto de esta nueva serie se quedó en un episodio más de The Office.

El tercer personaje con peso de la serie es Jim Halpert (John Krasinski), el comercial que comparte mesa con Dwight y que hemos visto que está continuamente haciéndole bromas para sacarle de su cuadriculada existencia. Es el guapo de la oficina, el chico bueno, dulce y simpático que se enamora de la recepcionista (que a su vez tiene novio). Son míticas sus entrevistas con pizarra y sus continuas miradas a cámara para buscar complicidad en los momentos más surrealistas.

Krasinski también se hizo un sitio en el panorama cinematográfico tras The Office con series como Jack Ryan, o interpretando a Reed Richards en la película de Marvel Doctor Strange en el multiverso de la locura (junto a Benedict Cumberbatch o a Elizabeth Olsen) e incluso poniéndose tras las cámaras en Un lugar tranquilo y su secuela, protagonizadas por Emily Blunt (su mujer) y él mismo).

Pam Beesley (Jenna Fischer), al igual que Jim, es una persona normal. Es una buena chica, apocada, trabajadora, que tiene novio desde hace muchos años, pero que ve cómo Jim le hace ojitos. Tienen una relación de complicidad que poco a poco va evolucionando y consolidándose. Su relación de pareja es una de las mejor escritas de la televisión, ya que es bastante realista. Aunque juega a los típicos clichés de relación que no puede ser porque los personajes están en momentos diferentes, de pasos adelantes y pasos atrás, de gestos grandilocuentes…; no se queda con el «y fueron felices y comieron perdices», sino que Jim y Pam pasan por las fases habituales de una pareja con sus problemáticas cotidianas.

El arco de estos dos personajes está muy bien desarrollado, especialmente el de Pam, quizá quien más evoluciona a lo largo de las nueve temporadas. A pesar de que pueda parecer insulsa, nada llamativa, es una mujer capaz de ver el alma de las personas que la rodean (no hay más que ver la relación que tiene con Michael y cómo sabe llevarlo), de sacar el lado positivo de las cosas y de plantarse ante una encrucijada personal y decidir tomar las riendas de su vida cambiando todo aquello que no le llena. Sin duda una actitud nada cobarde ni aburrida.

El resto de los personajes es un amalgama de caracteres a cada cual más peculiar y único. Por un lado están Phyllis Vance (Phyllis Smith), que conoce a Michael desde la juventud y lleva soportando comentarios fuera de lugar sobre su físico y edad, y el huraño Stanley Hudson (Leslie David Baker), quien siempre está haciendo crucigramas y pone caras de hastío.

Por otro, en contabilidad, están el ingenuo Kevin Malone (Brian Baumgartner), la rancia (menos con sus gatos) Angela Martin (Angela Kinsey) y el profesional Óscar Martínez (Óscar Núñez), un trío de personas que en cualquier otro entorno no se dirigiría la palabra.

Después hay un par de personajes que nadie sabe qué hacen, que están completamente idos de la cabeza y que aunque salen poco en pantalla, cuando lo hacen, acaparan toda la atención. Son la alcohólica Meredith Palmer Palmer (Kate Flannery) y el veterano (y ¿criminal?) Creed Bratton (Creed Bratton).

Finalmente hay tres casos singulares, que son Ryan Howard (BJ Novak), Kelly Kapoor (Mindy Kaling) y Toby Flenderson (Paul Lieberstein), interpretados por tres guionistas que comenzaron a aparecer para hacer bulto de fondo, que después fueron teniendo alguna frase, y que finalmente acabaron siendo secundarios con cierto peso en la trama.

Ryan comienza como becario, como el ojito derecho de Michael, y pasa por diferentes puestos hasta que llega a lo más alto (y cae en picado). Es joven, arrogante, narcisista y manipula continuamente a Kelly. Un hombre blanco hetero que cree saber de todo. Hoy en día sería un Cryptobro.

Kelly es esa compañera obsesionada con las revistas de cotilleos, con los modelitos, que habla sin parar y que sueña con su príncipe de cuento, Ryan en este caso. A diferencia de la relación entre Jim y Pam, la de Kelly y Ryan es tóxica, muy tóxica, con mil banderas rojas. Pero es que claro, por separado ellos dos son insoportables, así que de su unión no podía salir nada bueno.

Sin embargo, la pareja funciona televisivamente. Y creo que lo hace porque hay mucha química entre BJ Novak y Mindy Kaling. Se nota que se gustan escribiendo para sus personajes locuras que luego tienen que interpretar. De hecho, seña de esa buena relación colaborando es The Mindy Proyect, serie creada por la actriz, en donde Novak también ha participado como guionista, director y actor en algunos episodios.

Mindy borda al irritante personaje y ha conseguido escribir los capítulos más deternillantes. Su tono es tan personal que se ve cuándo está detrás sin necesidad de buscarla en los títulos de crédito. Son los capítulos más locos y divertidos.

La personalidad de Toby Flenderson es sin embargo lo contrario a la de Kelly. El responsable del área de Recursos Humanos es un hombre que habla bajito y cuyas frases acaban muriendo a la mitad por falta de asertividad. Es gris, con una cara triste, que despierta lástima y que siempre anda gestionando papeleoo vigilando para que Michael no líe una de las suyas y la empresa no tenga que enfrentarse a una demanda. Tarea nada sencilla porque no hay persona que el jefe soporte menos que a Toby. Juntos dejan alguno de los momentos más memorables (aunque también dolorosos de ver).

El último personaje recurrente a lo largo de las temporadas que cabe mencionar es Andy Bernard (Ed Helms), que llega a la Scranton desde otra delegación. Comercial como Dwight y Jim, pronto confronta con el primero en lo profesional y en lo amoroso en su pelea por la atención de Angela. No sé si es porque se incorpora después o por su personalidad en sí, pero nunca me terminó de convencer como personaje. Para empezar su arco no tiene sentido y acaba siendo una caricatura de sí mismo. Comienza como un tipo irascible, violento, competitivo (de hecho tiene que acudir a un curso de control de la ira) y poco tiempo después es como un osito manso, un sosainas que canta en un coro y no se atreve a pedirle una cita a una compañera. No hay por dónde coger esa evolución, porque no tiene sentido.

Puedo reconocer que es gracioso en pequeñas dosis, pero no entendí muy bien que se le diera tanto peso con el peso de las temporadas. Y es que su personaje no era tan interesante y su protagonismo le restaba minutos a sus compañeros, que daban mucho más juego. En determinado momento además Helms tenía que rodar Resacón en las Vegas y se comprende aún menos las carambolas que hicieron los guionistas para justificar su ausencia en la serie. Personalmente, aquellos capítulos con Andy como protagonista son los que menos he disfrutado. Me resultaba cargante y sin gracia.

Precisamente Andy es una muestra de que The Office, por muy memorable que sea, no es una serie uniforme, sino que tiene sus altibajos a lo largo de sus 9 temporadas. Así, se podría hablar claramente de tres etapas. La primera de ellas es claramente la inicial, el calco de la británica, que no termina de cuajar. La siguiente es la mejor, la que va de la segunda a la séptima, que es cuando adquiere su propia voz y se crea su propio universo. Es donde se desarrollan los personajes y sus excentricidades.

Finalmente, la tercera etapa abarca las dos últimas temporadas de la serie, donde pierde su frescura y ritmo de la anterior fase. Ni siquiera nuevas tramas o personajes sirven para remontar una caída en picado.

En cualquier caso, no es de extrañar que pese a haber terminado hace 10 años siga estando en la memoria de tanta gente. The Office es una serie refrescante para pasar un buen rato. Incluso si quieres desconectar de tu trabajo en una oficina. Sus silencios incómodos, las miradas cómplices a la cámara, las entrevistas en la sala de reuniones, las formaciones, la recurrente frase de Michael “that’s what she said”, las bromas entre Jim y Dwigth, la relación de Jim y Pam, la voz de pito a toda velocidad de Kelly, las salidas de tiesto de Meredith y Creed…Aunque los perfiles humanos que retrata en algunos casos son muy extremos (Dwight es un psicópata y Michael estaría demandado cada vez que abriese la boca…) disfrutamos viéndolos porque son antihéroes excéntricos en una ficción con sus propias reglas. Sin embargo, The Office funciona porque en el fondo su universo no es tan ficticio, sino que reconocemos los prototipos de su fauna de oficina en la realidad.

Que se haya mantenido en la memoria de los que la han visto y que quienes aún no se han puesto con ella la reconozcan, se debe en gran medida a la gran fuente de memes en que se convirtió. Recuerdo estar viendo la serie e identificar escena tras escena por los memes que había usado cientos de veces en Telegram sin saber su contexto. Esto ha convertido a la serie en un producto vivo a pesar de que ya hace tiempo que concluyó.

Definitivamente tardé mucho en verla, pero ahora entiendo cómo una serie sobre gente vendiendo papel ha tenido enganchada a tanta gente de mi entorno. Y lo cierto es que ya podía haber imaginado que me iba a gustar, pues detrás está Michael Shur, cocreador de otras tres comedias aclamadas por crítica y público: Parks and Recreation, Brooklyn Nine-Nine y mi querida The Good Place. Quizá incluso la vea una segunda vez a no mucho tardar, pues he descubierto el podcast Office Ladies conducido por Jenna Fischer y Angela Kinsey, donde cada semana hacen repaso a un episodio contando anécdotas de los guiones, rodajes, actores… He escuchado unos pocos de la primera temporada y ya me tienen enganchadísima, pero creo que para disfrutarlo mejor, sería interesante ver primero el capítulo y después oír el podcast.

Si no la habéis visto aún, ya estáis tardando. Eso sí, recordad que cuesta entrar en la primera temporada pero que luego mejora.

Serie Terminada: Dead to me

En 2018, tras años como guionista del programa de Ellen Degeneres y de algunas comedias, Liz Feldman recibió el encargo de escribir una serie para Netflix. Así nació Dead to Me, serie protagonizada por Christina Applegate y Linda Cardellini que gira en torno a la intensa amistad que surge entre dos mujeres que están pasando por un duro momento.

Jen (Applegate), madre y comercial en el sector inmobiliario, se acaba de quedar viuda después de que su marido Ted fuera atropellado. El culpable además salió huyendo y no lo auxilió, por lo que necesita encontrar respuestas para poder pasar página y seguir con su vida. Mientras tanto, para intentar gestionar este duelo, se apunta a un grupo de apoyo. Allí conocerá a Judy (Cardellini), una excéntrica pintora, que ha perdido a su prometido Steve. Pese a ser de dos mundos diferentes y tener caracteres totalmente antagónicos (Jen es cínica, mientras que Judy es bastante optimista e intenta agradar), el dolor les hace conectar y surge una amistad inesperada que avanza a pasos agigantados. Mientras cada una desde su casa ve la serie The Facts of Life, comparten largas charlas telefónicas y disertaciones sobre la vida. Poco a poco van estrechando lazos llegando a crear una relación de dependencia mutua. Sin embargo, un secreto revelado al final del primer episodio cambia la perspectiva de todo lo que acabamos de ver y amenaza lo que parece la amistad perfecta.

Con un piloto en el que no falta de nada (drama, comedia, giros de guion) a pesar de su corta duración, pronto se despierta el interés y deja con ganas de más. Dead to me no decae en ningún momento de sus tres temporadas, siempre se guarda ases bajo la manga que saca al final de cada episodio para mantenernos enganchados. Es verdad que muchas veces son previsibles, pero la serie tampoco engaña. Es autoconsciente y sabe que juega con la concatenación de casualidades (y el uso de clichés) para el desarrollo de sus tramas. Alejada de la comedia que busca la carcajada fácil, Dead to me combina a la perfección drama y humor con una larga lista de momentos surrealistas y giros de guion un tanto telenoveleros. sin embargo, pese a sus tintes de comedia negra, no llega a serlo. Tampoco es un drama, pues huye de excesos lacrimógenos. Si tuviera que buscar una serie parecida quizá diría que a la que más me recuerda es a Mujeres desesperadas, pues tiene ese punto ácido de las series de Marc Cherry.

No obstante, lo importante en Dead to me no es tanto la trama sino los personajes. Su rabia, su duelo, su sentimiento de culpa. La serie se fundamenta en la relación de amistad de Jen y Judy y en cómo se apoyan la una a la otra. Juntas, y por separado, son el alma y el sostén de la historia apareciendo en pantalla el 90% del tiempo. En este sentido hay que reconocer el acierto a la hora de elegir sus dos actrices protagonistas, dos veteranas de la televisión que a pesar de no haberse cruzado hasta la fecha consiguen una increíble química y complicidad desde la primera escena que comparten. Applegate y Cardellini están magníficas por separado, pero juntas forman un tándem muy especial en el que conectan como si se conocieran de toda la vida.

Dead to me es solvente en todo momento, pero gana cuando se centra en su relación de amistad y los enredos en los que se ven metidas y no tanto cuando pone el foco en las tramas individuales. Y es que lo interesante es ver el contraste entre dos personalidades tan diferentes y cómo crecen tanto ellas a nivel personal como su vínculo. En cada temporada se van incorporando personajes nuevos que van completando la historia pero que en ningún caso desplazan a Jen y Judy del centro. Independientemente de los problemas que se encuentren en su camino, su amistad está por encima de todo. Y esto queda patente especialmente en una tercera temporada en la que la faceta de suspense pasa a un segundo plano (aunque se cierran los cabos sueltos de temporadas anteriores) para apostar en mayor medida por el vínculo emocional. Ambas protagonistas reciben noticias traumáticas que cambiarán el rumbo de sus vidas para siempre, no solo a nivel individual, sino como amigas. Es una temporada que huele a despedida desde el primer momento y conduce a un cierre redondo, algo que no todas las series logran.

Y lo cierto es que casi no llega a tener lugar, puesto que en 2021 Christina Applegate fue diagnosticada de esclerosis múltiple y tanto los responsables de la producción como de la plataforma la liberaron de su contrato llegando a plantearle la cancelación. La propia intérprete, sin embargo, insistió en cumplir con sus compromisos para concluir la historia de Jen y Judy. Eso sí, con adaptaciones en el guion para que pudiera desempeñar su papel pese a sus limitaciones de salud. Se nota su cambio físico (especialmente cuando ves la serie en modo maratón como fue mi caso), en que no hay planos generales, o en que la actriz siempre está sentada o apoyándose en algo o alguien, pero en cualquier caso no es algo que afecte para el desarrollo de la historia.

Puede que Dead to me no sea la mejor serie de la década, pero con treinta episodios de apenas media hora de duración es perfecta para un maratón. Tiene una esencia propia que consigue mantener a lo largo de sus tres temporadas con ese baile entre la comedia oscura y el dramedia criminal, una trama llena de giros, sorpresas y revelaciones, unos diálogos hilarantes y unas actrices principales que demuestran su talento en cada escena dando vida a una pareja única y memorable. Consigue entretener en todo momento sin perder el ritmo y cuenta con un desenlace perfecto. Altamente recomendable.

Serie Terminada Vota/Vamos/Venga Juan

Mientras que a nivel internacional encontramos numerosos títulos centrados en la política como House of Cards, Borgen, Baron Noir, Veep o Parliament, en la ficción española sin embargo parece que es un tema tabú. Sí, habíamos tenido algún ejemplo como Señor alcalde o Moncloa, ¿dígame?, pero sin demasiado éxito. Y es curioso, porque en nuestro país vamos sobrados de ejemplos que podrían inspirar tanto dramas como comedias.

En 2019 TNT sin embargo sorprendió estrenando Vota Juan, una ficción que rompía con los esquemas de lo que tradicionalmente veníamos viendo en televisión. Basada en los mimbres de Aupa Josu, una comedia política sobre un consejero de Agricultura del Gobierno Vasco que probó suerte en ETB2 sin demasiado éxito en 2014, Vota Juan sigue las andanzas de Juan Carrasco, un mediocre político que abandona su Logroño natal para convertirse en Ministro de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Mientras desempeña – sin mucho tino, hay que decir – su puesto ve la oportunidad de aspirar a Presidente y se prepara para presentarse a las primarias de su partido y así acercarse a su objetivo.

El protagonista está magníficamente interpretado por Javier Cámara, a quien además le acompañan María Pujalte como Macarena Lombardo, su jefa de prensa (que casi le quita el protagonismo), Nuria Mencía como Carmen Müller, su jefa de gabinete y Adam Jezierski como Víctor, su pelota asesor personal. Es este equipo de campaña quien tratará de aconsejar al desastroso y mezquino candidato así como enmendar su falta de habilidad política. Ellos son su salvación, porque Juan necesita tanto a alguien que le asesore antes de hablar o actuar, como a alguien que se encargue de tapar sus cagadas, que no son pocas.

Carrasco es un personaje inculto pero ambicioso. Busca la relevancia, llegar a lo más alto, ser el centro de atención. Es un político cuñado que no es bueno en su faceta profesional, pero que además como persona deja mucho que desear. Con la excusa de este protagonista que únicamente busca su propio interés y que es capaz de cambiar sus principios según el momento se va a presentar el lado más bochornoso de la política, todo aquello que queda entre bambalinas. Vota Juan se centra en las intrigas de partidos, las guerras políticas internas, las envidias y las zancadillas (tanto propias como ajenas).

Los creadores, Diego San José y Juan Cavestany, han querido omitir todo tipo de siglas o nombres bajo la premisa de la atemporalidad, sin embargo, se pueden intuir muchas alusiones a la realidad. Y es que no hay duda de que la política de nuestro país es una buena materia prima para los guionistas. Es más, incluso alguna escena descartada porque parecería inverosímil y quedaba como un poco metida con calzador, después ha resultado ocurriendo en un acto político. Concretamente el balonazo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida a un niño en la inauguración de un campo de fútbol.

Y a pesar de haber sido descartada la escena, creo que habría funcionado, porque es algo que le podría pasar a Carrasco. Vota Juan se recrea en los momentos incómodos y convence gracias a un muy bien aprovechado reparto y unos diálogos ágiles y ácidos que huyen del gag y de las risas enlatadas. Sin duda fue una gran sorpresa en su estreno y se ganó el favor del público. Incluso sin haber visto la serie mucha gente conocía al personaje, ya que Juan Carrasco cuenta con su propia cuenta en twitter, donde es muy activo y comenta la actualidad (incluso después de haber acabado) como si fuera una persona real. Así, pudimos verlo convertido en candidato de PP, PSOE, Unidas Podemos o Ciudadanos en las elecciones del 28-A, comentando, a veces con alusiones verbales, otras con fotos o vídeos, el nombramiento como consejera de Iberdrola de la exministra García Tejerina, las fiestas de Boris Johnson o el caso Pegasus.

La segunda temporada, renombrada como Vamos Juan, vuelve con un salto temporal de dos años y con un Juan que ha regresado a Logroño, a sus orígenes. Al final de la primera rozó la gloria con la yema de los dedos llegando a ser vicepresidente, sin embargo ahora ejerce como profesor de Biología en un instituto de su ciudad. Y no es muy querido, la verdad, incluso es humillado reiteradamente por parte de uno de sus alumnos. En una de sus clases explica la ecdisis, el proceso en el que muchos invertebrados mudan la cutícula. Y es durante esa clase que tiene una revelación: él ha de llevar a cabo su propia ecdisis.

Aunque está derrotado y fuera de la política no ha perdido su ambición desmedida. Así, ha llegado el momento de dejar de regodearse en la miseria y reinventarse, mudar de piel. Juan busca una segunda oportunidad para ser un político relevante y, como sabe que en su partido no la va a tener, reune a su antiguo equipo para volver a Madrid y fundar un nuevo partido de cara a las siguientes elecciones generales. Por supuesto, la primera a la que contacta es a Macarena, la persona que mejor le conoce, y lo intenta con Víctor, aunque este ahora tiene un trabajo mucho mejor y no quiere volver a ser su perrito faldero. Como novedad incorpora a su hija como community manager.

El problema de Juan Carrasco es que busca volver a estar en primera línea para obtener un reconocimiento, para ganarse el respeto y el cariño de la gente. En esta nueva tanda de episodios vemos a un Juan frágil, aunque sigue siendo igual de patético, ruin y miserable. También vemos a un Juan con ansias de venganza y rencor. Mucho rencor. Vamos Juan vuelve a los orígenes del personaje para darle más profundidad, para contar un pasado que no se veía en Vota Juan. Conocemos algo del Juan que fue concejal de festejos, aquel que conoció a una Macarena periodista, y entendemos porqué desde el principio resultaba difícil no empatizar con un personaje que siempre ha sido un indeseable. Y es que aunque haga las cosas más horribles del mundo, después vemos cómo se comporta en las en las escenas con Luis Vallejo (Joaquín Climent) y nos queda claro que Juan es un perdedor. Ante un perdedor se siente lástima, no rechazo.

Las virtudes de la primera temporada de la serie siguen presentes en esta segunda, con el añadido de que el humor es más rico al ser acumulativo. Ya conocemos a los personajes, de lo que son capaces, y las anécdotas arrancan la carcajada a pesar de que el tono es algo más triste, más oscuro. Lo que comenzó como una serie satírica sobre la política, poco a poco se convierte en un sátira de la vida contada por medio de unos personajes que buscan levantarse tras haber tocado fondo. Tras la caída en desgracia como ministro en Vota Juan y el intento de asaltar los cielos en Vamos Juan, Venga Juan arranca con un Juan Carrasco en el mejor momento de su vida. Gracias a las puertas giratorias ostenta un puesto de nivel en una compañía energética, vive en un casoplón en una urbanización pija, ha adelgazado y tiene más pelo (los cuatro mil folúnculos de Estambul). No le acompañan ni su mujer ni su hija, pero se conforma con alardear de amistad con su vecino “Chayanne”.

Sin embargo, este mundo castillo de naipes se derrumba de la noche a la mañana cuando su nombre aparece en los papeles de una trama de corrupción en el ayuntamiento de Logroño de su época como alcalde. Juan Carrasco, fiel a su carácter, emprenderá una carrera contrarreloj para librarse de ingresar en prisión.

Si las dos primeras temporadas se centraban en temas tan presentes en la política como son la ambición y el rencor, esta última no podía cerrar la saga sin hablar de corrupción. Y lo hace sin ensalzarla, sin presentarla como un movimiento realizado con astucia, sino como una actuación chapucera y deleznable. Y aunque la serie sigue sin dar siglas o nombres reales, los referentes están claros y podemos establecer un rápido paralelismo con nuestro contexto (constructores, mordidas, los papeles con un tal J. Carrasco…).

Juan Carrasco, como ya le pasara al protagonista de El Reino, se encuentra de repente solo, sin una red de contactos que le vaya a proteger. En Vota Juan y Vamos Juan aunque era una serie coral el protagonista era el centro de todo. Ya había tenido sus momentos de soledad en los que se había mostrado totalmente desubicado (Estambul, por ejemplo), sin embargo, en Venga Juan se pone de manifiesto más que nunca lo solo que está. Ha subido muy alto, sí, pero eso también significa que más grande será la caída. Y sin los miembros de su equipo, aquellos que lo sostenían y ayudaban a levantarse ante las adversidades, lo tiene muy crudo. Macarena ha pasado página e intenta desvincularse completamente de él. Aunque no es fácil, y para entenderlo en esta temporada volvemos a su pasado, a cómo se conocieron y los pasos que han dado juntos.

Así, esta temporada tiene una parte de melancolía y es más reflexiva que las anteriores. Muestra a un Juan más triste, vulnerable, desesperado y patético que nunca. No obstante, no descuida su faceta cómica, pues en el fondo Vota/Vamos/Venga Juan siempre ha jugado con eso, con sacar el humor absurdo y autocrítico de los momentos más lamentables del personaje. Hay que destacar en este aspecto a un Javier Cámara que ha ido dotándolo con más y más matices a medida que iban pasando los episodios. Es gracias a él que Juan Carrasco puede provocar asco y ternura en una misma escena.

Vota/Vamos/Venga Juan se despide demostrando que se puede arriesgar y hablar de política en una serie. Aunque esta esté como trasfondo y sea la excusa para hablar de lo ruin que puede llegar a ser una persona con tal de medrar en la sociedad. Con unos diálogos ácidos, actuales y sin perder tiempo en minutos de relleno gracias a su corta duración de los episodios, esta comedia consigue incomodar al espectador a la vez que lo divierte. Además, cierra de forma perfecta el arco de un personaje que se va a quedar para siempre en nuestra memoria colectiva.