Nueva serie a la lista «para ver»: Eres lo peor

Normalmente suelo acabar hablando de series policíacas, que es en mayoría lo que acabo viendo. Pero de vez en cuando aparece alguna comedia. Una de las que triunfaron el año pasado es Eres lo peor. Bueno, ya es de hace dos años, ya que se estrenó en 2014. Actualmente está en emisión la segunda temporada y ya está negociada una tercera.

Es una serie irreverente que juega con la idea de ser todo lo contrario a las comedias románticas típicas. Relata la historia de Jimmy, un escritor británico con poco éxito pero con el ego algo subido y Gretchen, una publicista bastante sarcástica. Algo que ambos tienen en común es que no creen en el amor ni en las relaciones. Además, son tremendamente claros, no tienen filtro. Si lo piensan, lo dicen. Sin pensar en las consecuencias. Así que en el fondo, podríamos decir que han encontrado la horma de su zapato, puesto que nunca se habían visto en una situación en la que alguien les diera un corte cuando intentaban darlo ellos y no recibirlo.

Se conocen en la boda de la ex de él, cuando ambos se marchan antes de que acabe. Él porque la ha liado y le han echado del recinto; y ella, amiga de la hermana de la novia, porque huye llevándose un regalo que los invitados han hecho a los novios. Ya que se encuentran algo hastiados y sin plan, deciden pasar la noche juntos. Sólo sexo, sin más intenciones. Son tan narcisistas que no les preocupa nadie más allá de sus ombligos. Y de esa despreocupación nace la química de la que huyen. No hablo de que se enamoren, sino de que hay un nexo entre los dos, ese encontrarse siendo iguales. No empiezan un cortejo ocultando defectos y mostrando sus buenas caras, sino que cada uno comentará sus peores momentos, las mayores cagadas, los mayores desastres en los que se han visto envueltos. Y riéndose uno del otro, de sus peripecias, diciéndose ese «eres lo peor», el espectador se engancha.

Hay sarcasmo, humor, gamberradas y ritmo. Los diálogos son rápidos, ácidos y cínicos. Hay química entre los dos protagonistas, pero también parece que van a destacar los secundarios. Sin duda, pinta muy bien.

Interrail por Capitales Imperiales. Día 4: Bratislava

De nuevo con la mochila a nuestra espalda, nos dirigimos a una estación de tren. Aunque previamente tuvimos que coger el metro. Nos fuimos andando hasta la parada de Astoria, de la línea 2, roja, como la de Madrid y nos bajamos en Keleti, donde teníamos que tomar el tren hasta Bratislava hl. st.

El edificio de la estación data de 1884 y es de estilo ecléctico. En su día fue una de las estaciones más modernas de Europa. Poco después de volver de interrail, salió mucho en los medios debido a la oleada de refugiados sirios y la actuación del gobierno húngaro frente a la situación migratoria. La policía húngara cerró la estación a los inmigrantes y estos acamparon en el exterior a la espera de poder viajar a Austria o Alemania.

En Keleti teníamos que activar el pase y pasamos por tres oficinas hasta que dimos con la adecuada. En la primera de ellas era información de la estación, la segunda era para la venta de billetes, y finalmente, dimos con la apropiada, con una docena de ventanillas, donde había que esperar número. Rellenamos los pases con los datos personales y la fecha de inicio, y en ventanilla nos pusieron un sello. Le pregunté a la señora si era necesario reservar para nuestro tren, pero me dijo que no habría problema de espacio.

Una vez en el tren, un poco soviet y de los de compartimentos, buscamos un cubículo que no estuviera marcado como reservado. Compartimos viaje con unos ruidosos italianos, dos hombres con sendos hijos veinteañeros.

Llegamos a Bratislava casi tres horas después. Y nada más bajar del tren vimos muchísima gente joven con mochilas, sacos, tiendas de campaña, esterillas. Y es que ese fin de semana se celebraba un festival de hip hop.

La estación se encontraba a una media hora del hotel, pero como llevábamos horas sentados, decidimos ir tranquilamente dando un paseo para así descubrir algo más de la ciudad. No llevábamos las mochilas muy cargadas y apenas íbamos a tener 24 horas en Bratislava, así que lo suyo sería aprovecharlas.

Bratislava es la capital de Eslovaquia desde el 1 de Enero de 1993, año en que nace la República Eslovaca tras la disolución de la antigua Checoslovaquia. Básicamente tiene tres puntos de interés. La zona de la Ciudad Vieja, que es la más interesante desde el punto de vista monumental; el Castillo, que teníamos cerca del hotel; y el Palacio Grassalkovich.

Lamentablemente no queda mucha historia de la ciudad en sus calles, puesto que en los años 60 los planes urbanísticos arrasaron con el barrio antiguo que se encontraba entre la Catedral de San Martín y el Castillo. Parece que era más importante hacer llegar las carreteras que comunicaban Viena o Budapest con Bratislava que mantener siglos de historia. Así pues, ahora discurre la Calle Staromeska, una de las principales arterias de la ciudad y que desemboca en el Puente Nuevo.

Este puente se construyó en 1973 y es de cemento armado. Une la parte norte de Bratislava con Petrzalka, un barrio residencial que surgió en los años 60 para absorber el crecimiento de la población y que está formado por enormes bloques de cemento al más puro estilo de la época socialista situado en la orilla opuesta del Danubio.

No tiene pilares, sino que está sostenido por cables de acero y está coronado con un ovni a 80 metros de altura en el que hay un restaurante con vistas panorámicas. A 95 metros de altura hay un mirador con capacidad para 25 personas. En los días despejados se puede ver incluso Austria, algo que no gustaba mucho en la época comunista y por eso se cerró a parte de la población para que no pudiera ver el desarrollo capitalista del país vecino.

El Palacio Grassalkovich nos lo encontramos de bajada desde la estación, pues habíamos tomado la calle Stefániková que termina justo ahí. Y casualmente vimos el cambio de guardia. Aunque supongo que era la de diario, pues no tenía mucha ceremonia.

Fue construido en 1765 y fue residencia de la aristocracia húngara. También fue la sede eslovaca de la presidencia de la República Federal en la época de Checoslovaquia. En la actualidad es el lugar de residencia del Presidente de la República Eslovaca.

Continuamos bajando la calle Suché mýto que nos adentraría a la Ciudad Vieja. En ella podemos encontrar la Puerta de San Miguel que nos lleva a una de las arterias principales de la zona, a la calle Michalsá.

La puerta es una de las cuatro que se conservan para acceder a la antigua ciudad amurallada. Data del siglo XIV y tiene una planta cuadrada con un cuerpo octogonal en su parte alta. Tiene una altura de 51 metros y está coronada por la estatua del arcángel San Miguel matando a un dragón. En su interior hay un museo de Bratislava. Incluso se puede subir para otear las proximidades.

Nosotros seguimos hasta llegar a orillas del Danubio, donde teníamos el hotel Park Inn Danube. Justo al lado, en el bulevar Hviezdolavovo había un mercado con productos italianos.

Hicimos el check in, dejamos las mochilas y nos volvimos de nuevo a la Ciudad Vieja para comer. La habitación era algo antigua, pero era amplia y descansamos bien. Tenía el baño dividido en dos. Por un lado bañera y lavabo, y, por otro, el inodoro. Como pega, la wifi no llegaba con muy buena potencia.

Después de comer callejeamos por el centro encontrándonos con la famosa estatua de un trabajador que asoma por una alcantarilla entre las calles Rybárska brána y Panská.

Pero no es la única estatua, en la calla Rybárska bránan también se encuentra el bello Ignaz, que saluda levantando su sombrero de copa. Hace honor a un mendigo de la ciudad de principios de siglo XX que siempre vestía impecable y acostumbraba a saludar y regalar flores a las mujeres.

Llegamos a la Plaza de Hlavne Namestie, la Plaza Mayor del centro histórico de Bratislava. Se dice que es la plaza más concurrida con sus terrazas y cafeterías, nosotros la encontramos con un escenario y los técnicos de sonido haciendo pruebas.

En el centro de la plaza se encuentra la Fuente de Maximiliano, dedicada al primer emperador coronado en la ciudad. También destaca en la plaza el Ayuntamiento Viejo, del siglo XIV.

Siguiendo por la calle Kostolná llegamos a la Plaza del Primado con el Palacio del Primado. Fue construido a finales del siglo XVIII como residencia de invierno del arzobispo de Esztergom. En él se encuentra la Sala de los Espejos, donde Napoleón y Francisco II de Austria firmaron en 1805 la Paz de Pressburgo (el nombre que recibía antiguamente la ciudad de Bratislava).

Nos alejamos del centro y tras pasar por una zona con edificios que recordaban a la época soviética de repente llegamos a la Iglesia de Santa Isabel, o la Iglesia Azul.

Es la iglesia más peculiar que he visto en mi vida y supongo que choca más aún por el contexto en el que se encuentra, el barrio es muy gris, con edificios cuadrados.

De estilo Art Noveau y construida entre 1909 y 1913 tiene una torre que recuerda a los minaretes de las mezquitas. Está totalmente decorada en azul cielo y sus detalles exteriores han sido copiados por el instituto que tiene enfrente.

Eso sí, este es de un tono amarillo pálido. Es curioso que sea esta iglesia y no el castillo de Bratislava el edificio elegido para representar  a Eslovaquia en el Mini-Europe de Bruselas.

Desde allí nos dirigimos al Danubio y recorrimos el Promenade hasta llegar al Puente Nuevo. En sus proximidades hay dos estatuas muy diferentes. Una dedicada a soldados y otra a una bailarina.

Una vez allí, giramos hacia la Catedral de San Martín, que ha sido escenario de las ceremonias de coronación de algunos soberanos húngaros y es el edificio religioso más importante del país. Sin embargo, en sus orígenes era una simple parroquia. Fue ganando importancia con los siglos siendo remodelada y ampliada.

Tiene una torre de 83 metros de altura rematada con una corona dorada sobre un cojín. Recuerda los años en que Bratislava era una ciudad húngara. Dentro de ella se encuentran las tumbas de algunos nobles húngaros.

Para finalizar la visita subimos al Castillo.

Es el monumento más representativo de la ciudad, sin embargo a mí no me llamó mucho la atención. Puede ser porque hoy en día no queda mucho de lo que fue.

El primer castillo fue construido en el siglo X por los bávaros. Un siglo más tarde cayó en manos de los húngaros. Tras las guerras fue reformado varias veces. En el siglo XVIII se hace la última remodelación y es cuando adquiere la forma que tiene hoy en día.

Fue habitado por monarcas húngaros, pero en la época de las guerras napoleónicas residieron militares. En 1811 sufrió un incendio que casi lo arruina por completo. Después quedó casi abandonado y destruido. Hasta 1950 no comenzará su reconstrucción y recuperación como edificio histórico de la ciudad.

Está rodeado en parte por una muralla y se encuentra en lo alto de la colina. Desde él se pueden contemplar las vistas panorámicas de la ciudad, sobre todo de la parte más allá del Puente Nuevo, del río, y de parte de Austria.

Hoy en día alberga el Museo Nacional Eslovaco.

Volvimos de nuevo al centro, callejeamos un poco sin rumbo y sin mapa, simplemente para descubrir rincones y mimetizarnos con los lugareños.

Compramos algún recuerdo, la cena y marchamos al hotel para descansar y prepararnos para el día siguiente rumbo a Viena.

Esta vez probé un nestea verde con limón. Parece ser que aquí somos muy aburridos, porque país al que vamos, bebidas de mil sabores que encontramos.

Aunque Bratislava en principio no entraba en los planes de las tres Capitales Imperiales, lo cierto es que está tan bien situada que merece la pena echar un día en visitar su centro histórico. Algo que he aprendido de los últimos viajes es que nunca viene mal intercalar alguna ciudad pequeña que ver tranquilamente, sin más intención que pasear por ella. Sin prisas, sin expectación. Y puede que te lleves una buena sorpresa, que descubras rincones curiosos, callejuelas con encanto, iglesias azules en medio de un barrio gris soviético. Además, tienen el Euro, con lo que ni hace falta cambiar moneda. Te puedes sentar en una terraza y disfrutar del ajetreo de los lugareños y turistas. Y respirar. Y disfrutar del viaje.

Nueva serie a la lista «para ver»: iZombie

Otra de las series que he descubierto recientemente ha sido iZombie. De primeras, por el nombre no me llamaba la atención, ya que a mí ciencia ficción, zombies, walking deads y similares, no me llaman la atención. Pero claro, con la referencia de que está basada en un cómic y de que el creador era Rob Thomas, pues ya la cosa cambia. Y es que después de lo que hizo con Verónica Mars, había que darle una oportunidad.

La protagonista de esta serie es Olivia Moore, una estudiante ejemplar de medicina que tiene su vida profesional y personal (con su prometido) encarrilada. Una noche sale de fiesta y tras un accidente en un barco se despierta siendo zombie. A partir de ahí su «vida» cambiará totalmente. Intentará pasar desapercibida y seguir su día a día, pero ha cambiado físicamente y pasa a una estética algo más gótica, con su cara pálida. Cambiará la medicina general por ser ayudante de forense. Allí tendrá acceso a los cerebros de los desconocidos que llegan a la mesa de autopsia, se convertirán en su alimento. Su jefe, Ravi, descubrirá el secreto y se sentirá fascinado por su situación y se convertirá en un buen amigo.

Olivia comenzará a tener visiones y se dará cuenta de que son experiencias vividas por el muerto del que se ha alimentado. Se convierte en una versión de The Listener. Es decir, visualizará las memorias de las víctimas y las escenas de los crímenes, incluso incorporará la forma de actuar, vícios o manías, como la cleptomanía. Estos conocimientos la llevarán a centrar su existencia en ser una ayuda para la policía, tal y como hacía Toby Logan. La diferencia es que ella se hará pasar por médium para tener algo de credibilidad.

Así de primeras es una serie más en la que un sujeto tiene una habilidad para resolver crímenes y colabora con la policía para resolverlos. Lo vemos en The listener, en El mentalista, en Psych, en Castle… pero lo que la hace diferente es el punto irónico y sarcástico. Algo que a mí me engancha sí o sí. Y es aquí en lo que se parece a Verónica Mars.

Además del inspector de policía y del jefe en la morgue, tenemos secundarios como la compañera de apartamento, su familia o su exprometido.

Os dejo con una promo de la serie para que juzguéis:

Está en emisión la segunda temporada, parece que ha tenido buena acogida.

Interrail por Capitales Imperiales. Conclusiones Budapest

Budapest es una de las grandes joyas de Europa. Sobran los motivos para justificar una visita. Es una ciudad que sorprende por sus edificios históricos, por los restos de un pasado imperial de gran importancia, por sus parques, por las vistas del Danubio, por los baños termales… Moverse por ella es, además, muy sencillo. Se puede recorrer a pie dividiéndola por zonas. Pero también ofrece numerosos medios de transporte que llegan prácticamente a todos los rincones.

El idioma no supone problema y la gente es agradable. Aunque el húngaro nos suene a trabalenguas (luego dicen del alemán), no supone ningún inconveniente. Nos comunicamos muy bien en inglés. De hecho, me sorprendió gratamente el buen nivel y acento británico que tenían desde los tenderos hasta los jóvenes del carrito de información y turismo.

En cuanto a la moneda local, es recomendable echar cuentas. A nosotros nos salía mejor sacar efectivo que cambiar en casa de cambio o banco.

Nosotros estuvimos dos días y medio en Budapest. Pero tal vez lo ideal sean al menos tres o cuatro días. Perfecto para un puente, o para una ruta de Capitales Imperiales con Viena y Praga. Ya que íbamos a estar pocos días, tuvimos que renunciar a un baño en las termas, o entrar en la sinagoga o en el Palacio. Eso sí, no podíamos, bajo ningún concepto, dejar de lado la visita al Parlamento. Sin duda, el edificio más importante de la ciudad.

Para situarse en Budapest y organizarse para aprovechar el tiempo al máximo, hay que tener en cuenta que tendríamos 3 zonas diferenciadas: Buda, Pest y la Isla Margarita. Pest es, sin duda, la que más tiempo nos va a llevar, así que podríamos crear un planning tal que así:

Día 1: Buda

Día 2: Pest

Día 3: Visita al Parlamento, Isla Margarita y zona de Városliget

No dista mucho de nuestro recorrido, aunque nosotros mezclamos Buda con Pest, sobre todo porque en Buda es más complicado encontrar una variada oferta para comer.

En Buda comenzaría por el Monte Gellert, cuyo recorrido llevaría fácilmente un par de horas o tres. Contando con paradas a disfrutar de las vistas. Continuaría por la zona del Palacio, visitando los museos y después llegaría al Bastión de los Pescadores. En la zona podemos encontrar restaurantes donde degustar un típico gulash y disfrutar del panorama con el Parlamento justo enfrente.

Para terminar el día, bajaría hasta el Puente de las Cadenas, pero sin cruzarlo, pasearía por la orilla descubriendo rincones de Buda, sus picos y viendo cómo anochece y se ilumina el Parlamento. Cruzaría por el Puente de Margarita y observaría Buda iluminada de noche.

El segundo día en Pest partiría desde el Puente de La Libertad y el Mercado para después continuar por la zona que queda delimitada entre el Puente de Isabel y el de Las Cadenas, donde me adentraría hacia el barrio judío y entraría en la Sinagoga. Allí buscaría un lugar para comer en Gozsdu Udvar. Continuaría por la tarde por la Avenida Andrássy hasta desembocar en la Plaza de los Héroes. Tomaría el metro para volver cerca del hotel y cenar.

Finalmente, el tercer día intentaría visitar en primer lugar el Parlamento, que lleva un par de horas. A continuación me dirigiría hacia la Isla Margarita, a la que le dedicaría el resto de la mañana. Volvería a Pest para comer y dejaría la tarde para visitar Városliget y un baño en las termas.

Eso sí, esta ruta supone una buena presdisposición a andar, pero es muy factible, ya que al descubrir monumentos, edificios o rincones de Budapest, el recorrido se hace ameno. De todas formas, como comentaba más arriba, el transporte público funciona bastante bien y se pueden acortar distancias. Como es lógico, intentaría recurrir a tranvías o autobuses para no perder detalle.

Nosotros tuvimos la suerte de, a pesar de ser finales de junio, disfrutar de un ambiente fresco, con unos 15º que facilitaban los paseos sin agobio durante todo el día. Con calor quizá no sea tan agradable subir al monte o estar cerca del río con la humedad. Con el frío podéis entrar en calor con un delicioso Kürtöskalács, un gulash o un baño termal.

Si hace calor, habría que hidratarse. Nosotros encontramos la Mirinda, ya desaparecida en España, el Nestea edición primavera y una Fanta azul.

En cualquier caso, Budapest es un gran destino con mucho por descubrir.

Obras en casa XII: Dándole un lavado de cara al pasillo

Retomo esta serie de entradas que dejé aparcada a finales de 2012. Por aquel entonces acabábamos de comprarnos la casa y nos habíamos mudado tras darle una mano de pintura a la casa, cambiar el suelo y renovar uno de los baños. Sin embargo, el pasillo nunca terminó de encajarnos, ya que fue un problema tras otro.

Nada más comenzar nos encontramos con un problema: el papel pintado. Tenemos un pasillo con bastante largo en forma de L que estaba completamente empapelado, pero no sólo las paredes, sino que también subía por el techo un par de dedos hasta su unión con la escayola. Fue un trabajo largo, arduo y con muchos quebraderos de cabeza porque no salía ni para atrás. Hubo que mojar, meter espátula, dejarse los dedos, volver a mojar, más espátula, horas, horas y horas.

Papel pintadoCuando parecía que lo habíamos conseguido, lijamos la superficie un poco para quitar restos de pegamento. Después, tapamos picotazos, imperfecciones y agujeros de colgar cuadros con masilla.

Pasillo

Y por fin llegó el momento de pintar. Teníamos elegidos dos tonalidades de verde. Y nos pusimos a pintar. Dejamos secar y cuando fuimos a dar la segunda capa… SORPRESA. La pared repelía la pintura. ¿Cómo es eso? Pues la pared empezó a agrietarse y a hacer burbujas. No, burbujas no, grandes burbujas. No todas las paredes, especialmente pasó en 3 ó 4, pero suponía la mitad del pasillo.

Pensamos que quizá se debía a que el pegamento del papel pintado hacía que la pintura no agarrara bien, pero no, parecía cosa del yeso. Así que llamamos a un albañil que nos raspó las paredes, echó yeso, volvió a raspar y de nuevo a echar yeso, porque también se le ahuecaba.

Finalmente, volvimos a pintar las paredes que nos habían dado problemas. Aquí podéis ver una de las más problemáticas al fondo.

Pasillo

Pues bien, tres años más tarde (cómo pasa el tiempo) la cosa ha ido a peor. Han vuelto a salir las burbujas, los huecos y grietas. Así que decidimos que para esta primavera tocaba arreglarlo.

pasillo marzo 16

Y que lo dejaríamos en manos expertas. Y ahí estamos, nos hemos pasado el fin de semana despejando las paredes, quitando zapateros, el gran espejo que teníamos a la entrada y el bosque. Hoy empiezan, espero que no les lleve más de una semana y que quede por fin solucionado. Cruzaremos los dedos.

Interrail por Capitales Imperiales. Día 3: Budapest

El día 25 nos levantamos pronto con intención de comenzar visitando el Parlamento a primera hora, pero cuando llegamos ya no había entradas. Las visitas son guiadas, y hay cuatro turnos en español: 10:15, 13:15, 14:15 y 16:00. Así que cambiamos la planificación del día y lo dejamos para el último turno.

Sacamos las entradas y nos dirigimos a ver  el monumento a los judíos que se halla a orillas del Danubio entre el Parlamento y el Puente de las Cadenas.

Durante la II GM los judíos húngaros eran el segundo grupo más numeroso en Europa tras los rumanos. Al igual que en otros países, vieron mermados sus derechos y libertades y en la primera mitad del  año 1944 casi medio millón de judíos húngaros fueron enviados a Auschwitz. En Budapest apenas quedaron 200.000 judíos, casi los únicos que quedaban en todo el país. Se les trasladó al guetto y vivieron más o menos tranquilos hasta que en octubre los alemanes se apoderan de Budapest y los nazis gobiernan la ciudad. En noviembre obligaron a más de 70.000 judíos a caminar hasta los campos de Austria. Los que sobrevivieron tras dos meses caminando en condiciones invernales fueron llevados a Dachau o Mauthausen. De los que quedaron en Budapest, entre diciembre del 44 y enero del 45 la Cruz Flechada fusiló otros pocos a lo largo de las orillas del Danubio y arrojaron sus cadáveres a este. Para cuando las fuerzas soviéticas liberaron la ciudad en febrero del 45 quedaban 70.000 judíos en Budapest.

Este monumento conmemora este genocidio. Se colocó en 2005 y presenta la escultura de 60 pares de zapatos distribuidos en el borde del muelle. Una muestra de que la historia hay que recordarla. A mí se me iba la mente a nuestra visita a Dachau.

Tras un momento de reflexión, continuamos el camino en el otro sentido, en dirección al Puente de Margarita, para dar un paseo por la isla del mismo nombre.

 

La Isla de Margarita fue un lugar de retiro y contemplación religiosa desde el siglo XI. Como muestra, podemos encontrar los restos de dos iglesias y las ruinas de la casa conventual de la princesa Margarita.

Incluso su tumba.

La isla se abrió al público en 1869 y hoy en día es un un pulmón de la ciudad. Estaba lleno de gente corriendo, con la bici, familias… Incluso se puede disfrutar de las piscinas que aprovechan las fuentes termales de la isla.

Aparte de una fuente musical, podemos encontrar un jardín japonés (o un intento) lleno de tortugas, un jardín de rosas y un pequeño zoo.

También encontramos unas curiosas estatuas hechas con Legos

Dimos un paseo disfrutando de las zonas verdes y volvimos a tomar el puente, esta vez para cruzar a Buda, ya que el primer día, con el atardecer habíamos visto un par de picos por la zona y el día anterior con el Castillo y el Monte Gellért nos pillaba un poco lejos.

Esta zona es conocida como Ciudad del Agua, ya que en la Edad Media sufría constantes crecidas. Estaba habitada por pescadores y artesanos. Y tuvo unas murallas durante la ocupación turca.

Las iglesias que se veían en el horizonte desde la otra zona eran:

Santa Ana, con sus torres gemelas es del barroco tardío y una de las más importantes de la ciudad. Inicialmente fue jesuita, pero en 1760 sufrió un terremoto y diez años después la disolución de la orden retrasó la finalización de las obras.

La Iglesia calvinista, de finales del XIX destaca con sus tejas cerámicas. Fue levantada sobre el solar de un antiguo mercado medieval. Tiene como curiosidad su plano de iglesia católica, que no tiene nada que ver con las necesidades litúrgicas y eclesiásticas de los calvinistas.

Santa Isabel, de mediados del siglo XVIII, construida sobre las ruinas de una antigua mezquita. Y la Iglesia de los capuchinos de la época medieval que pasó a ser mezquita en la invasión de los turcos. Posteriormente, a inicios del siglo XVIII fue reconstruida siguiendo esquema barroco.

Durante el recorrido por el margen de Buda, pudimos observar el Parlamento, esta vez sin la perspectiva que te da la altura del Bastión de los Pescadores.

Continuamos hasta el Puente de las Cadenas y lo cruzamos para comer en Pest. Esta vez tocó un subway. Y de ahí nos fuimos al Parlamento para la visita guiada.

El Parlamento de Budapest es el edificio más representativo de la ciudad y uno de los más famosos de Europa. Además, es el tercer parlamento más grande del mundo después del de Rumanía y el de Argentina.

Construido entre 1884 y 1902, e inspirado en el londinense, consta de 691 habitaciones y fue la obra más grande de su época. Tiene unas dimensiones de 268 metros de longitud y 118 de ancho. En su día demostró el poder económico que tenía el país a principios de siglo.

No se visita entero, tiene dos alas y la sur se usa a nivel gubernamental, nos guían por el otro ala, por la antigua Cámara Alta. En su día, en Hungría había dos cámaras, como tenemos en España, hoy, sólo conservan una, de forma que el ala norte se conserva con fines turísticos. Las estancias más importantes que se visitan son la Escalera Principal, la Sala de la Cúpula y la Antigua Cámara Alta.

La Escalera Principal es impresionante con sus alfombras, el techo y los detalles en cada uno de sus rincones.

La Cúpula tiene 96 metros de altura y está recubierta de elementos dorados. Y en los pilares que la sustentan podemos encontrar figuras de los reyes de Hungría. Pero lo más impresionante de esta sala es la corona (con su cruz torcida), el cetro y el orbe, custodiados por unos guardias y donde no se pueden hacer fotos. Es impresionante.

Pero los pasillos no se quedan atrás.

La Antigua Cámara Alta huele a madera. Y demuestra su majestuosidad con los terciopelos de los asientos y el brillo dorado mires donde mires. Hoy en día se alquila para conferencias, o incluso para rodajes.

En el exterior de la sala encontramos un reposa-puros. Los diputados salían a fumar entre votación y discurso, y tenían su hueco en el alféizar de la ventana.

Ya fuera, enfrente del Parlamento está la plaza Kossuth, en la que encontramos el Museo Etnográfico, el Ministerio de Agricultura o la estatua ecuestre de Ferenc II, príncipe de Transilvania que lideró las revueltas independentistas contra los Hasburgo entre 1703 y 1711.

Otra estatua que se encuentra en las proximidades es la de Attila József, un poeta.

Callejeamos hasta salir a la Avenida Andrássy encontrándonos algún edificio tipo soviético

y tras unos 40 minutos llegamos a la Plaza de los Héroes, donde se encuentran las estatuas de los líderes de las siete tribus magiares fundadoras del país. Evoca una época de orgullo en la historia de Hungría.

La plaza está presidida por la figura del dios de la guerra. Y en el centro, la gran columna central rematada por el arcángel Gabriel. En los laterales encontramos el Museo de Bellas Artes (izquierda) y el Palacio de Arte (derecha).

Y justo detrás, se abre el parque de Városliget, el principal lugar de esparcimiento de la ciudad, lleno de diversas atracciones: un zoológico, el Castillo de Vajdahunyad, la Capilla Ják, la estatua del personaje anónimo y, por supuesto, los baños Széchenyi.

Inicialmente el parque fue un recinto de caza que usó la nobleza durante años. En los siglos XVIII y XIX se fue transformando paulatinamente hasta convertirse en el parque que es hoy.

El Castillo no es un castillo en realidad, sino un conjunto de edificios de estilos arquitectónicos diferentes.

Fue construido en madera para la Expo de 1896. Aspiraba a ilustrar la historia y evolución de la arquitectura en Hungría. Los pabellones van en orden desde el gótico hasta la actualidad pasando por el Renacimiento, Barroco… Aunque a mí me dio más la sensación de pegote. Aunque he de reconocer que gana en las fotos. Cobró tal popularidad que, a principios del siglo XX fue reconstruido en piedra para convertirlo en permanente.

Los baños son los más profundos y calientes de la ciudad.

El agua llega a la superficie a 74-75º. Tiene propiedades curativas, sobre todo es recomendada para el reumatismo, articulaciones y músculos. El geólogo Zsigmond descubrió las fuentes termales en 1879 mientras perforaba un pozo y los baños se construyeron entre 1909 y 1913. En 1926 se añadieron tres piscinas al aire libre a las 12 que tiene en el interior.

No llegamos a pasar por falta de tiempo, y porque frío precisamente no hacía a finales de junio, aunque llevábamos unos días de nubes y llovizna.

En el parque te puedes encontrar bancos curiosos como estos

Volvimos en metro al centro donde nos buscamos una terraza para tomar unas cervezas y reposar un rato. Para terminar el día paramos en un Padthai Wokbar (gran descubrimiento) para comprar la cena y nos la llevamos para el hotel que teníamos que preparar la mochila para marchar al día siguiente rumbo a Bratislava.

Serie Terminada: Suburgatory

En algún momento de mi vida vi el piloto de Suburgatory y parecía una buena idea ver el resto de la serie. Parecía una buena comedia, con un punto absurdo y ácido, con una pareja protagonista con bastante química… o al menos el potencial de la protagonista, pero me ha cansado en la primera temporada con los secundarios tan tan tan absurdos, estereotipados y de plástico. Lo que parecía apuntar a un humor surrealista, se queda en nada. Aún así, he acabado por ver las 3 temporadas que tiene.

Suburgatory toma su nombre de la contracción Suburb y Purgatory, ya que George (a quien conocía de A dos metros bajo tierra en otro registro totalmente diferente), padre divorciado, decide mudarse desde Nueva York a los suburbios cuando descubre que su hija adolescente, Tessa, tiene condones en su habitación. Piensa que alejándola de la gran ciudad, podrá controlarla mejor y alejarla de las malas influencias de la gran manzana.

Obviamente, este cambio no le parece tan buena idea a Tessa, una chica muy irónica y sarcástica, bastante madura y responsable. Su personaje me recordaba un poco a Verónica Mars, pero nada más lejos de la realidad, porque su entorno la desmejora, a ella y a la serie.

Nos encontramos con madres muy Bree Van de Kamp, con sus jardines perfectos y sus dotes culinarias. También tenemos las mujeres recauchutadas víctimas de la cirujía, bronceados anaranjados y de dientes blanquísimos que abusan de los estampados en animal print o del rosa. Y por supuesto, las adolescentes compañeras de instituto que reflejan esos mismos personajes estereotipados de la mujer Barbie. De los hombres sabemos poco. Tenemos al mejor amigo de George, que es dentista y snob, al marido de una Bree Van de Kamp que es directamente bobo y al orientador gay del instituto. Todo lleno de clichés.

Aún así, la serie refleja ese contraste de George y Tessa con su perspectiva urbanita frente a los estereotipos de la vida en las afueras. Es el contrapunto de la autenticidad y la hipocresía. Una muestra del clasismo imperante, del materialismo de la sociedad estadounidense. No obstante, no se ahonda mucho en ello, en nada en realidad, quizá porque se emite en una cadena que pertenece a Disney, y se busca una comedia familiar sin mucho más.

Lo mejor, sin duda, Jane Levy y su personaje. Tessa se come a George, le trata de tú a tú y parece ser ella más adulta que su padre, al que, por cierto, llama por su nombre de pila y no «papá». Ella es la que le da vida a los diálogos añadiendo el punto de sarcasmo, ese punto de vista cínico que contrasta con el mundo de color de rosa al que se acaba de mudar. Le falta mucho de lo que esperaba de la serie, es para pasar el rato sin más interés.

Nueva serie a la lista «para ver»: Deutschland 83

Uno de los grandes descubrimientos de las pasadas vacaciones navideñas fue la serie alemana Deutschland 83. Tiene la peculiaridad de que se ha estrenado antes en EEUU (verano) que en Alemania (noviembre), y ha recibido grandes críticas y audiencias al otro lado del charco. Ha sido la primera serie de lengua alemana estrenada en una cadena estadounidense. Y sin doblar. Con subtítulos. Todo un hito en una población que raramente habla una segunda lengua (salvo aquellos latinos emigrados). Y más siendo un idioma como el alemán. Pero es que la serie es muy buena.

¿Dé qué va? Pues tenemos a Martin Rauch, un joven de la RDA que es reclutado en el 83, un año de los más tensos en la Guerra Fría, por su tía, responsable de la STASI, para infiltrarse en las filas del ejército al otro lado del muro y pasar información sobre los planes de los aliados.

No tiene una trama muy novedosa, puede recordar a The Americans, ya que el planteamiento es el mismo. Sin embargo, la serie no gira solo en torno a los encargos como espía en cada uno de los episodios, sino que vemos a través del protagonista los contrastes entre las dos Alemanias. Aquí tiene un poco de Good Bye, Lenin!

A los alemanes les gusta mucho tocar el tema de la RDA y RFA. Un país que quedó dividido y evolucionó de manera diferente para luego volver a unirse y no encontrar nada en común con sus compatriotas. Un claro ejemplo es el de la lengua, ya que el vocabulario varía de un lado al otro del muro, es el reflejo de una sociedad que incorpora palabras nuevas según su entorno. Choca el mundo comunista, austero y con poca apertura hacia el exterior con el capitalista en el que predominan las marcas, las posesiones. La tecnología es claramente diferente. De nada te sirve robar un disquette si luego no tienes un lector apropiado, por ejemplo.

Sin embargo, con todo este planteamiento de choque de culturas no hay una crítica ideológica detrás como sí ocurre en la película. Martin acepta ser espía por la familia, no movido por la política. Se trata más de un contexto social que geopolítico.

El aspecto de la serie es ochentero, lógicamente. Para situarnos en el momento temporal adecuado destaca la banda sonora de la serie con una gran selección de los 80. Desde Eurythmics o Duran Duran hasta la famosa Nena con su 99 Luftballons

En principio se trata de una miniserie de 8 capítulos, y aunque en Alemania no ha tenido la misma acogida que en EEUU o en otros países de Europa a los que se ha vendido, parece que se está preparando una segunda temporada. El director de la productora UFA ha afirmado que habría un salto temporal. Es decir, escogiendo otro año como momento histórico. En este caso el 86. Y la serie se llamaría Deutschland 86. Aún la cadena RTL no lo ha confirmado, supongo que los datos nacionales les están haciendo pensárselo. Pero si funciona tan bien fuera, supongo que puede compensar económicamente su renovación. De renovarse, parece que acabaría en una tercera temporada en el año 89 con la caída del muro de Berlín.

La serie es un soplo de aire fresco ante tanta serie basada en cómics, o adaptaciones de películas. Sí, no es una trama novedosa, pero sí la forma de contarlo, los sucesos y la calidad de la serie. El ritmo engancha, tiene toques cómicos entre tanta seriedad política y algo de momentos nostálgicos.

Os animo a descubrirla.

Interrail por Capitales Imperiales. Día 2: Budapest II Parte

En la entrada anterior nos habíamos quedado con la subida al Monte Gellért después de comer. El monte fue lugar de asentamientos celtas y romanos y está lleno de supersticiones. En 1046 los paganos arrojaron desde lo alto al obispo Gellért metido en un tonel. El religioso intentaba convertirlos al cristianismo. Durante la Edad Media se decía que las brujas celebraban allí sus aquelarres. A partir del siglo XIX se convirtió en escenario de meriendas campestres y en 1967 los alrededores de la ciudadela se convirtieron en parque.

Se puede subir en coche, en bus o con tranvía, pero nosotros nos lanzamos a recorrerlo a pie. No obstante, con todo lo que tiene la ciudad, si cuentas con poco tiempo, yo lo omitiría. Sí, no hay malas vistas, hay una zona con la Estatua de la Libertad y si hace buen día como el nuestro, un paseo no viene mal. Pero me dio la sensación de que estuviera la zona muy bien cuidada y mantenida. Y ya digo que con poco tiempo, mejor emplearlo en otros rincones de la ciudad.

Para volver a Pest, esta vez cruzamos el Puente de la Libertad, construido entre 1804 y 1809. Fue reconstruido tras la II GM respetándose sus rasgos originales. En lo alto campean las legendarias aves húngaras y escudos reales.

Entramos en el Mercado Central, el más grande de los cinco mercados que se abrieron en la ciudad a finales del siglo XIX. Se construyeron para controlar la calidad de los alimentos y mejorar el estado de conservación de éstos, ya que la población estaba sufriendo problemas de salud.

Quedó dañado también durante la II GM y posteriormente perdió su importancia. En 1991 se cerró porque se declaró en ruinas. Tres años más tarde fue restaurado y se volvió a abrir.

En la parte inferior tiene puestos típicos de un mercado, y en la planta superior hay tiendas de recuerdos, de camisetas, tapetes e incluso locales para comer. Se puede degustar la famosa pizza húngara.

Para finalizar el día, continuamos por Vámház körút y Múzeum körut hacia el barrio judío. Lo primero que encontramos es la Sinagoga, la segunda más grande del mundo, sólo superada por la de Jerusalén.

Mide 53 metros de largo y 25 de ancho. Fue construida entre 1854 y 1859 y con estilo morisco, aunque también tiene toques bizantinos, románticos y góticos.

Durante la II GM los nazis convirtieron los alrededores en un guetto y más tarde en un campo de concentración. En el cementerio que se encuentra en el exterior de la sinagoga están enterrados más de 2000 judíos que murieron de hambre y frío. Destaca el Árbol de la Vida, una escultura que simula un sauce llorón y que cada hoja lleva escrita el nombre de un judío asesinado en el Holocausto.

Continuamos paseando por la zona, sin mucha intención, dejándonos llevar por las coloridas calles llenas de grafitis (el famoso cubo de Rubik o Puskas), de tiendas, de locales y ambientillo.

Es uno de los barrios con más vida de la ciudad. Sobre todo destacan los «ruin bars». La zona estaba en ruinas, como el nombre indica, y el gobierno, en crisis en los años 90, vendió edificios enteros de la zona a precio muy bajo. Los compradores los decoraron con elementos históricos de los propios edificios.

En la calle Kiraly está Gozsdu Udvar, una serie de patios conectados con apartamentos en las plantas altas y restaurantes y locales en las plantas bajas.

Y como ocurre con estos barrios vanguardistas, con el tiempo se va poniendo de moda y los precios se disparan. Ahora ya no es una zona marginal, sino que está bastante animada.

Las terrazas estaban llenas y había bastante ambiente. Un buen remate para un segundo día en Budapest. Compramos la cena y volvimos al hotel.