Interrail. Viajando por Benelux día 4. Bruselas – Brujas – Gante – Lovaina – Bruselas

Y seguimos en Bélgica, este día era uno de los más deseados. Cuando comentábamos dónde nos íbamos a ir de vacaciones, todo el mundo que había estado en Bélgica nos decía que nos iban a encantar Brujas y Gante, y la verdad es que tenían razón, son dos ciudades con mucho encanto.

El plan del día era ir a Brujas, Gante y pasar la tarde en Bruselas, pero como ya os comenté, al final Bruselas nos atraía menos de lo que esperábamos, y decidimos echar un ratillo en tren y visitar Lovaina. Lo importante era ver Brujas y Gante, Lovaina estaba en segundo plano, como aquel día con Delft, pero nos dio tiempo a ver tranquilamente las dos primeras, y al final fue un día bastante completo.

Salimos pronto hacia Brujas, como siempre con el desayuno para el camino y con una hora de camino. Brujas perteneció a la Liga Hanseática, por lo que durante siglos fue una ciudad muy rica, con comerciantes, burgueses, artesanos y un puerto muy concurrido. A finales del siglo XVII Amberes la desplazó de este puesto privilegiado y hoy en día nos llega como una ciudad con un bello conjunto arquitectónico. No sólo por sus edificios, sino por sus calles, por sus puentes, como algo gloal. Es una suerte que se librara de los bombardeos de la II Guerra Mundial.

Es una ciudad que se puede recorrer fácilmente a pie, la mayoría de los lugares de interés se encuentran en los bulevares que delimitan lo que antiguamente eran las murallas. Y a pie fuimos desde la estación, pasando por un «rastrillo» con puestos de todo tipo, desde gente que se veía que tenía una tienda a otros que parecía que habían hecho limpieza en casa, o habían heredado la de la abuela y se querían desprender de todo tipo de antiguallas.

Y a partir de ahí, empezamos a callejear siguiendo los picos en dirección al Markt, cómo no.

En el centro de la plaza hay una estatua en honor de dos dirigentes gremiales que se rebelaron contra los franceses en el siglo XIV.

De hecho, en la plaza donde se encuentran las sedes de gremios. También podemos encontrar el Belfort, el edificio más característico de Brujas.

Bordeando el Markt, por una bocacalle llegamos al Burg, la plaza donde se encuentra el Ayuntamiento con su torre de 366 escalones y que se considera el centro originario de la ciudad, donde estaban los edificios civiles más importantes. Aprovechamos para degustar las típicas patatas belgas, pero lo podéis omitir… no es como los gofres que digas «uy, pues sí, están muy ricos». Simplemente, son patatas fritas…

Aparte de eso, Brujas hay que disfrutarla cerca del agua, no cogimos ningún crucerillo pues era temprano, las calles estaban desiertas y se podía pasear tranquilamente por ellas, pero es imposible no admirar las casas a la orilla del río Dijver, las calles adoquinadas, los puentes, el carácter medieval de la ciudad, los molinos… Paseamos varias veces por las mismas calles de lo bonita que era la ciudad.

Además de las dos plazas principales, con sus edificios significativos, Brujas también tiene la Catedral de San Salvador, la Iglesia de Nuestra Señora con la torre más alta de Bélgica.

Y no puede faltar una visita al Beginjhof, un conjunto de viviendas blancas con un patio central con su jardín y árboles. Está habitado por las beguinas, que es una congregación laica. Paseando por el interior tienes que ir en silencio, es su remanso de paz.

Y está bordeado por el Minnewater, El Lago del Amor, con sus patos, cisnes… muy bucólico todo.

De ahí nos dirigimos siguiendo el río de vuelta a la estación

y emprendimos el viaje con dirección a Gante, que está a unos 25 minutos.

Gante es algo más pequeña que Brujas, al menos el casco histórico, que está algo más alejado de la estación, pero es un paseo. Si Brujas fue centro neurálgico gracias a su mercadeo, Gante es más industrial, durante los siglos XVIII y XIX proliferaron las fábricas. Pero su origen data del siglo IX cuando el conde Balduino mandó levantar un castillo para proteger las abadías de los ataques vikingos. Posteriormente fue una ciudad importante gracias a sus textiles. También es la ciudad donde nació Carlos I ( o V).

La verdad es que Gante me gustó, pero no tiene ese encanto medieval de Brujas. Es diferente, la Iglesia de San Nicolás es gótica, y tiene ese color característico grisáceo, al igual que la Sint Baafskathedraal.

Está todo muy cerca, el castillo de Balduino, las dos iglesias mencionadas arriba, el Belfort, el Ayuntamiento, los canales…. La ciudad se ve en una hora caminando tranquilamente.

Nosotros aprovechamos para comer en un McDonald’s, que era tarde y no teníamos muchas opciones

y emprendimos la vuelta dirección Lovaina, a una hora en tren de Gante, pasando por Bruselas. Es una ciudad universitaria con un aspecto medieval y que también fue importante gracias a la industria textil. La Universidad, la más importante y grande de los Países Bajos, fue una de las más prestigiosas allá por el siglo XVI y contaba con celebridades como Erasmo. En el siglo XVIII la ciudad se hizo más importante gracias a la cerveza.

Y por esta bebida, nos la encontramos de bote en bote. Era la 25 Edición de Hapje Tapje, y estaba lleno de lugareños tomando cerveza y mojitos. Había espectáculos, actuaciones, degustaciones…

Estaba plagada. Disfrutamos más del ambiente, que de los edificios históricos, de las plazas o de las callejuelas. Lo tenían muy bien montado, la zona donde se celebraba el evento estaba habilitado para peatones, pero unas calles eran de salida de las plazas, y otras de entrada, para evitar las aglomeraciones… muy cuadriculado todo, jejee.

No es de extrañar que se celebre en Lovaina este acontecimiento, ya que es donde está la sede mundial de la empresa InBev, la mayor compañía de cerveza del mundo. De hecho, digamos que la ciudad vive de la fábrica de la cerveza Stella Artois.

Aparte de para probar esta cerveza, Lovaina merece una visita, sin duda, hay que ver el Ayuntamiento (es el edificio más recargado que he visto en mi vida… si te pones a contar las figuras que tiene en toda su fachada puedes morir).

y la Sint Pieterskerk en la Grote Markt, la Oude Markt, o la Sint Michielskerk. Queda todo bastante cerca, y se puede pasear tranquilamente (cuando no están en fiestas, claro).

Y tras disfrutar del ambiente festivo de Lovaina, regresamos a Bruselas, donde cenamos tranquilamente unas ensaladas y salimos a dar un paseo nocturno, a disfrutar de la Grand Place, donde había mucha gente sentada observando la iluminación de los bellos edificios y charlando en grupillos.

Y para rematar la noche, un típico gofre belga. Pero como apetecía algo fresco, acompañado de chocolate también belga, pero en helado.

Y a recuperar fuerzas para el día siguiente en el que cambiaríamos de nuevo de país.

Viajar con el Interrail. Preparativos

Vuelvo a escribir de viajes. Esta vez del interrail. Para los que no sabéis en qué consiste, es muy simple: se trata de viajar por un país, o varios con un abono de tren. A lo largo de los años ha sufrido modificaciones, hace años, iba por zonas: Mediterránea, Norte, Centroeuropa, Europa del Este… pero la cosa ha cambiado y ahora va por países y dentro de tu elección, puedes viajar en diversas modalidades: más o menos días. También tienes el Global Pass.

Mi hermano llevaba dos años haciendo el interrail, aprovechando para moverse antes de cumplir los 26 y que subiera el precio, y este año iba a ser su último como joven, y nosotros que aún no teníamos planeado un destino, valoramos la opurtunidad de unirnos. La elección era Benelux: Bélgica, Holanda y Luxemburgo (sí, son tres países, pero en este caso es un único pase). Los tres países estaban en nuestra lista de deseos, bueno, quizá Luxemburgo no muy arriba, pero ya que te pones… Cuadramos una fecha en la que pudiéramos ir los cuatro y después por motivos laborales empezó a caer gente, de forma que se acabó convirtiendo en un viaje en pareja.

Una vez sabíamos quiénes y cuántos íbamos a ir, iba todo sobre ruedas para comprar los billetes de avión. Si hubiera sido Italia el destino, habría buscado 3 ó 4 aeropuertos importantes, y habría comparado precios y a raíz de ahí trazar la ruta con un punto de partida y de finalización. En este caso no fue diferente, sólo que tienes que ver el conjunto de los tres países como un todo y básicamente teníamos 3 opciones: volar a Luxemburgo, a Bruselas (bien con low cost a Charleroi – que es como ir a Toledo y decir que vuelas a Barajas – o bien con compañía «normal») o a Ámsterdam. La verdad es que la decisión no fue fácil. Bueno, Luxemburgo quedó fuera enseguida por ser la opción más cara y por no tener vuelo los domingos, que era nuestro día de regreso. Así pues, teníamos Bruselas y Ámsterdam. El precio era muy similar, pero la diferencia era que para a Bruselas y que nos saliera más barato, tendríamos que ir con low cost y ya no hablamos de Bruselas como tal… Así que ganó Ámsterdam. Ahora a definir la ruta.

Aquí otro quebradero de cabeza. Busqué información en las páginas oficiales de cada país para ver qué ciudades recomendaban en sus áreas de turismo, y además añadí las que me sonaban por nombre y las que me habían recomendado amigos y conocidos. Y a partir de ahí, mapa en mano, a marcar las ciudades y ver combinaciones de tren para ver cómo de cerca o lejos estaban… es realmente agotador… porque además queríamos irnos con hotel cerrado, y claro, para eso tienes que estimar qué tiempo vas a dedicar a cada ciudad… Es un rompecabezas.

Sé que la mayoría de la gente que piensa en interrail se imagina el típico mochilero que duerme en albergues, estaciones o incluso en la calle. En el pasado nosotros hemos dormido al aire libre con sólo el saco de dormir como cobijo, hemo viajado un fin de semana cargando con la mochila, hemos ido de camping, de albergue de campamento… pero hay que ser consciente de la situación en que se encuentra cada uno. Si yo ahora mismo tuviera 22 años, estuviera estudiando y tuviera un par de meses de vacaciones, me iba a la aventura, ya que por muy mal que duermas, por muy cansado que regreses, después te quedan vacaciones para recuperarte y seguir disfrutando. Nuestra diferencia es que tenemos 10 años más, que nos íbamos 11 días y que al día siguiente del regreso teníamos que volver al trabajo, con lo que si te vas a la aventura y te sale mal, no sólo no has disfrutado de tus vacaciones, sino que además vuelves con ganas de unas. Así que poniendo pros y contras sobre la mesa, decidimos buscar hoteles.

Para ello, con el mapa de trenes en mano, con las ciudades marcadas, trazamos una posible ruta, decidiendo dónde nos venía mejor pasar la noche, mirando si salía rentable o era necesario hacer algún cambio… y cuando parecía que estaba todo cuadrado, reservamos las noches de hotel hacia finales de junio.

Y a principios de julio compramos los billetes de interrail. Os he dicho que nos íbamos 11 días, pero nuestro billete era de 8 días, el primer día no contaba, pues llegábamos por la tarde al aeropuerto, y los últimos dos días ya no nos íbamos a mover en tren, así que tampoco. Finalmente la ruta quedaba de esta manera:

Suena muy ambicioso, pero como ya nos ha pasado alguna vez en la que piensas que verás una ciudad en 3 días y luego tardas menos preferimos llevar de más y luego en función de lo que nos fuese gustando un pueblo o ciudad, dedicarle más tiempo y obviar lo que no nos diese tiempo, siempre teniendo en cuenta el fin del día.

Para ello, gracias a www.bahn.de, la página de trenes alemana, busqué los horarios de todas las posibilidades que teníamos para saber si había una frecuencia de un tren cada hora o cada 20 minutos, porque en este último caso, sabes que puedes entretenerte pues si pierdes uno, al momento puedes recuperar, pero si tienes que esperar una hora… supone un mundo.

En fin, mediados de julio, teníamos avión, hoteles, ruta, horarios de trenes, billetes de interrail (te llegan por correo certificado en apenas una semana) e información y mapas sobre las ciudades que íbamos a visitar. Cuenta atrás y nos faltaba por ver tema equipaje. Y aquí otro quebradero de cabeza. Porque claro, debido a la ruta, la gran mayoría de los días tendríamos que llevar la mochila encima. Sí, existen casilleros en las estaciones, pero como realmente no había mucha intención de pasar dos veces por un mismo sitio… no tenía mucho sentido. Así que, ¿qué hacemos? ¿llevamos dos mochilas de 30 litros con lo básico? ¿O llevamos la de 50, facturamos y de perdidos al río? Al final optamos por llevar una de cada, la de 50, para facturar y meter objetos que no te dejan pasar como equipaje de mano, y la de 30 sin facturar con un par de mudas para cada uno. Que soy un poco maniática con eso de que me pierdan la maleta… Ah, y prescindimos de la toalla dado que íbamos a hoteles y se suponía que íbamos a tener allí. Al igual que de productos de higiene, que llevábamos lo básico: desodorante, cepillos y pasta de dientes y crema solar factor 50.

Así pues, todo en marcha, contando los días hasta que llegó el día 1 y empezó la aventura. Pero eso para otro día.