Son muchas las producciones que se han centrado en la Guerra Fría, una época convulsa centrada en la lucha geopolítica entre Occidente y la URSS. Una de las series más recientes es la aclamada The Americans (2013-2018), que seguía a un par de espías soviéticos infiltrados en la sociedad americana como los Jennings, una típica pareja de los suburbios estadounidenses. Dos años más tarde de su estreno, en el Festival Internacional de Cine de Berlín 2015, sorprendió a todos Deutschland 83, una ficción alemana que, con sus diferencias, también se ubica en el mismo período histórico. Tan buena fue la reacción del público y la crítica en la Berlinale, que fue comprada por Sundance TV convirtiéndose en la primera serie de lengua alemana estrenada subtitulada en inglés en una cadena estadounidense antes que en su país de origen. Y teniendo en cuenta que en EEUU prefieren hacer un remake antes que comprar la original y emitir tal cual, es todo un hito.
Creada por el matrimonio formado por el productor Jörg Winger y la guionista y escritora Anna Winger (Unorthodox), Deutschland 83 no pierde el tiempo en su arranque. En lugar de un primer episodio tranquilo en el que se arman los mimbres del argumento y se presentan los personajes como hacen otras series, esta por el contrario arranca de forma directa y casi urgente, como lo es la época en la que se desarrolla la trama. Martin Rauch, joven guardia fronterizo de la República Democrática Alemana, regresa a casa a un cumpleaños. Allí se reencuentra con su familia y amigos y disfruta de la celebración. Sin embargo a la mañana siguiente, cuando aún no se ha desperezado tras ser despertado abruptamente, es reclutado de forma forzosa por su tía Lenora (Maria Schrader, directora de Unorthodox), responsable importante de la STASI, para infiltrarse en las filas del ejército de la República Federal de Alemania.
El objetivo de Martin, ahora con la nueva identidad de Moritz Stamm (asistente de campo del general Wolfgang Edel, un alto mando de la OTAN) es informar a la RDA sobre los planes estadounidenses para desplegar misiles nucleares Pershing en varios países de Europa Occidental. Y es que en el año 1983 la Guerra Fría estaba más caliente que nunca con la posibilidad real de ataques atómicos entre ambos bloques.
A diferencia de otros protagonistas de series de espías, Martin no accede por convicción ideológica, sino porque su madre tiene una enfermedad renal y de esta forma se le dará prioridad en la lista de transplantes. En contraposición a Phillip y Elizabeth Jennings, Martin no ha sido debidamente entrenado y está prácticamente solo. Sus superiores se la juegan a la carta del parecido físico y todo se prepara con urgencia tras su reclutamiento. Y dado que en él hay más obligación que dedicación, intentará cumplir con su misión, pero movido sobre todo por su conciencia.
Como todo relato de espías, Deutschland 83 atrapa. Y es que lo bueno de la serie es que además de su argumento, va más allá de una mera historia de espías. Mientras sigue a Martin en su tarea como infiltrado la serie consigue tocar otros temas como el SIDA, la rebeldía, el salto generacional, la ideología, el concepto de patria, la búsqueda de la paz, los avances tecnológicos… Ubica muy bien el contexto de paranoia, de tensión por una inminente amenaza, pero también aligera el tono con recursos muy cómicos cuando refleja el choque cultural de ambas Alemanias, la oriental, comunista y austera, y la occidental, capitalista y hedonista. Ayuda también para darle más veracidad a la ficción que en medio de la trama se intercalen imágenes de algunas conferencias de prensa, discursos, programas de opinión o telenoticias de aquel año.
Otro de los puntos fuertes de esta producción alemana es su ambientación musical, una lista de grandes éxitos de los 80 en las que se intercalan canciones de grupos internacionales como Blue Monday de New Order, Hungry like the wolfe de Duran Duran, Call me de Blondie, Wrapped around your finger de The Police o Sweet Dreams de Eurythmics y de otros de la Neue Deustche Welle, cuya canción mas conocida es el 99 Luftballons de Nena. Y lógicamente este tema no podría faltar (lo podemos oír al poco de empezar el primer episodio), y mucho menos cuando fue producida por Reinhold Heil, encargado de la banda sonora en la serie. El tema de la cabecera es otro de los himnos de la Neue Deutsche Welle, el inolvidable hit tecno-pop Major Tom de Peter Schilling.
Concebida como miniserie, o al menos como temporada autoconclusiva, tres años más tarde de su estreno, y en coincidencia con los que pasan en la trama, llegó a las pantallas Deutschland 86, una nueva temporada que continúa la historia de Martin, desplazado esta vez a Angola tras sus acciones en la primera parte. Si en Deutschland 83 seguíamos las aventuras de Martin Rauch tras ser reclutado por la HVA,y teníamos una historia más pegada a los relatos de espionaje, en Deutschland 86 dejamos los misiles y posibles ataques nucleares y nos encontramos con una trama menos original y que recuerda mucho a series de acción estadounidenses. Además, en algún momento, la serie pretende abarcar demasiados frentes a la vez y pierde su pulso narrativo.
En el 86 la preocupación de la RDA es el dinero. Con una deteriorada economía nacional, la Alemania del Este necesita ingresos y se abre al tráfico ilegal de armas o la experimentación de medicamentos de la empresas farmacéuticas de la RFA. Martin Rauch se embarca en una nueva misión más internacional que nunca que le llevará por Angola, Sudáfrica, el desierto magrebí, Libia, París y Berlín Occidental. De fondo tenemos el Apartheid y actos de terrorismo islámico como el atentado libio en la discoteca Paradise de Berlín Occidental.
Finalmente, en 2020, se estrenó la tercera y última parte de esta trilogía, Deutschland 89, una temporada que arranca el 8 de noviembre, a 36 horas de la caída del muro de Berlín, del fin de las dos Alemanias.
Tres años después de los acontecimientos de la temporada anterior, Martin vive con su hijo Max y trabaja en la empresa Robotron. Pese a que siempre ha sido un agente que ha ido un poco por libre, la HVA sigue confiando de alguna manera en él. O en su potencial. No se olvida que con apenas 23 años evitó una hecatombe nuclear. Es Kolibri, una leyenda. Por eso la agencia de la RDA no es la única interesada en él, también lo están el BND y la CIA.
En ese momento incierto, a Martin se le pide (o chantajea) para que lleve a cabo una última misión: si la ley de viajes que se está redactando en esos momentos es demasiado revolucionaria, tendrá que matar a Egon Krenz, el sucesor de Honecker. Sin embargo, como siempre, no todo es más sencillo. Las dudas e incertezas de Martin como agente entran en colisión con los cambios sociopolíticos. Si nunca había sido espía por ideología sino porque no le quedaba otro remedio, ahora más aún se encuentra en una encrucijada y se replantea no solo su patriotismo, sino su identidad.
En esta última temporada la serie recupera el tono de la primera, incluso la supera. Está bien armada, tiene suspense, acción, drama, tensión y guiños nostálgicos. Se despide así una serie ochentera en estética, fresca y dinámica, con un argumento sencillo (espías en la Guerra Fría) pero adictiva gracias a un ritmo sostenido, toques de humor y buena música. Muy recomendable.
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