Intimidad arranca fuerte con dos historias paralelas que acaban convergiendo al final del primer episodio. Nos sitúa en Bilbao, donde Malen Zubiri (Itziar Ituño, La casa de papel), la teniente de alcalde de la ciudad, ve cómo su prometedor futuro se tambalea tras la aparición de un vídeo donde sale teniendo sexo en una playa con un hombre que no es su marido. Ella, que es una política carismática que tiene el respaldo de la ciudadanía y que ha sido la elegida por su partido para presentarse a la candidatura en las próximas municipales, en principio no considera que este vídeo deba costarle el puesto o la campaña. Sí, quizá sea un tanto humillente, pero es algo que pertenece a su ámbito personal y por lo tanto la única persona que podría pedirle explicaciones es su Alfredo, su pareja. Y esto no va a ocurrir porque el matrimonio lleva tiempo siendo solo un papel con ambos haciendo vidas separadas.
Aunque la postura de Malen es demasiado ingenua, pues la grabación correrá como la pólvora y también le llegará a su hija Leire (Yune Nogueiras), quien no tiene ni idea del arreglo de sus padres y que acaba siendo el foco de comentarios fuera de lugar por parte de sus compañeros de instituto. Por otro lado, la prensa comenzará a asediar a la familia convirtiendo a la política en carnaza de su circo mediático. Para rematar, miembros de su propio partido aprovecharán la coyuntura para forzarla a dimitir y sustituirla en las aspiraciones a la alcaldía de Bilbao. Sin embargo, Malen no está dispuesta a dar un paso a un lado. Se niega a que una intrusión en su intimidad suponga el fin de su carrera. Ella no es culpable de nada, sino la víctima.
La segunda historia en que se centra Intimidad es en la de Ane (Verónica Echegui, Fortitude), que empezamos a descubrir desde el desenlace. En el primer episodio vemos a una profesora llamada Bego (Patricia López Arnaiz, La otra mirada) acudiendo al depósito de cadáveres para identificar el cuerpo de su hermana menor, que ha sido encontrada flotando en la bahía, sin signos de delito y con sus zapatos en la playa. Bego, que vivía con Ane, no tenía ni idea que esta estaba pasando por un mal momento ni que tuviera tendencias suicidas, así que comenzará a indagar para esclarecer qué es lo que le llevó a quitarse la vida.
Y ahí es donde descubre que estaba sufriendo un brutal acoso en su puesto de trabajo después de que se hubieran viralizado una foto y un vídeo de una orgía en la que había participado en el pasado. Y aunque lo comunicó a sus superiores, la empresa no hizo nada por pararlo ni amonestar a los compañeros. La presión pudo con ella.
La serie se inspira en dos sucesos reales. El de Malen recuerda al de Olvido Hormigos, la concejala del PSOE de Los Yébenes que vio cómo se publicaba en 2012, sin su consentimiento, un vídeo en el que aparecía masturbándose. En un principio se planteó dimitir, sin embargo, tras mensajes de apoyo decidió no hacerlo (aunque sí acabaría dejando el partido un año después). Interpuso además una denuncia, aunque quedó archivada porque en aquel momento la legislación española no recogía como delito la difusión de material privado si este no había sido robado o apropiado ilícitamente (ella lo había compartido voluntariamente con su expareja). Precisamente su caso sirvió para modificar el punto 7 del Artículo 197 del Código Penal. Desde entonces, aunque el contenido se haya entregado voluntariamente, la difusión a terceros está considerada como delito contra la intimidad, integridad moral y también acoso.
La trama de Ane bebe de la historia de Verónica, una trabajadora de IVECO que en 2019 se suicidó después de que sus compañeros de trabajo compartiesen un vídeo sexual que ella se había grabado en su intimidad cinco años antes. Pensó que sería algo pasajero, sin embargo la situación fue escalando. Y aunque acudió a Recursos Humanos, desde este departamento solamente la instaron a denunciarlo en comisaría. No lo hizo porque precisamente lo que no quería era que se hiciera público que ni que llegara al que por aquel entonces era su marido. Cuando el vídeo llegó a manos de este sufrió una fuerte crisis de ansiedad y se quitó la vida.
Volviendo a la serie, ambos casos, el de Malen y el de Ane, se se cruzan en la mesa de Alicia Vázquez (Alicia Wagener, La otra mirada), encargada de la división de delitos informáticos de la policía de Bilbao. La concienzuda inspectora intentará por todos los medios llegar hasta el final y hacer justicia. Malen sin embargo lo que quiere es que el tema desaparezca, pasar página y seguir con su vida. Bego por su parte sí que querrá que paguen los culpables y se acercará a la política para que ella, desde su puesto público, se solidarice con su hermana, dado que ella mejor que nadie sabe por lo que Ane tuvo que pasar.
Intimidad aprovecha la historia de las protagonistas para reflexionar sobre los límites entre la vida pública y la privada, la salud mental y el machismo de una sociedad que señala, juzga y culpa a la víctima con comentarios como «no te grabes» en lugar de poner el foco en quien ha difundido las imágenes o vídeos. El problema es que aunque la idea es muy potente y cuenta con un buen reparto, la serie tarda en arrancar y luego falla en la ejecución. El primer problema es su duración: ocho capítulos de una hora cada uno resultan excesivos para una trama que se podría haber contado en seis si se eliminaran algunas subtramas que no se sabe muy bien qué aportan a la principal. Por contra, mientras se dispersa en estas historias secundarias, nos faltan datos sobre las protagonistas. No sabemos nada de la carrera política de Malen, ni cómo surgió el acuerdo con su marido; tampoco cómo era Ane, su vida y por qué acudía a orgías.
Otra cuestión en la que creo que cojea es en el guion. Intimidad va demasiado a lo fácil, con unos diálogos demasiado expositivos y poco sutiles que resultan inverosímiles. En muchas ocasiones los personajes hablan de una manera un tanto artificial, verbalizando aquello que ya se había entendido de primeras, y no como reaccionaría una persona real en esas situaciones. Da la sensación de que la serie toma al espectador por tonto y que tiene que dárselo todo mascado. Los personajes además están dibujados con brocha gorda. No sólo nos falta información que nos contextualice un poco más el pasado de las protagonistas, sino que los personajes masculinos son planos y muy básicos, pura caricatura.
La factura técnica tampoco termina de acertar. Es verdad que la fotografía que hace de Bilbao resulta atractiva, y además se agradece que una serie por una vez no se desarrolle en Madrid; sin embargo, la elección de los escenarios parece seguir más un motivo estético que otra cosa. Y es que no siempre va acorde con la trama. En muchas ocasiones tendría más sentido que dos personajes se encontraran en un bar o en una casa y no al lado del Guggenheim o en el paraninfo de Deusto.
No obstante los fallos en duración, guion o elección de escenarios son cuestiones menores al lado del mensaje final que deja la serie. Porque es realmente preocupante el hincapié que hace Intimidad en que lo primordial es denunciar. Cuando con esto lo único que hace es poner una gran presión sobre los hombros de las víctimas. En el mundo real denunciar no siempre funciona, es más, lo que viene después de la denuncia puede ser otro infierno. A veces la policía no es tan empática, el juicio supone una revictimación o el caso puede hacerse más mediático aún repitiendo una y otra vez el acoso. En la realidad el sistema no funciona tan bien ni tan rápido. Es verdad que acierta al poner a las mujeres en el centro y que sean ellas quienes cuenten su historia (Ane por medio de Bego), pero las víctimas necesitan que se las acompañen en el proceso. Y ahí queda mucho por avanzar todavía.
No sé si para mí la serie no ha funcionado por un problema de expectativas. Quizá esperaba demasiado teniendo en cuenta el reparto y los nombres detrás de las cámaras además de una premisa tan potente y tan de actualidad. Sin embargo, lo que se había vendido como una serie que combinaba drama político con thriller, en realidad no está a la altura en ninguno de los dos géneros.
Debe estar conectado para enviar un comentario.