Amaneció un nuevo día que teníamos bastante completito, así pues, comenzamos desayunando al estilo escocés. Bueno, en parte, porque nos decantamos por unos huevos con champiñones y tostadas. Aunque si le añadimos zumo, café, té y algo de fruta, no se puede decir que fuera poca cosa.
Hay que decir que Kenny tenía el salón muy bien preparado con varias cafeteras y teteras, cestas con cereales, pan, tostadoras, neveritas con yogures y lácteos, además de jarras de zumo, un surtido de fruta fresca, salsas varias… Y además, se vistió con el típico kilt, que al viajero siempre le hace ilusión.
Esta vez no nos colocaron en una mesa junto a alemanes, sino que fueron españoles. Y casualmente ha sido la vez que menos hemos hablado con el resto de comensales. Los alemanes siempre hicieron por iniciar una conversación, saber cuál era nuestra ruta, de dónde éramos, los días de nuestro viaje… Sin embargo descubrimos que esta pareja era española casi cuando se iban a ir. Y tampoco porque se dirigieran precisamente a nosotros. La verdad es que nosotros estábamos algo dormidos como para empezar una conversación, pero me sorprendió que para una vez que no había que forzar otro idioma, fuera el día menos comunicativo.
Tras recoger nuestras pertenencias y despedirnos del amable Kenny, ya a las 9 y media de la mañana, emprendimos nuestro viaje dirección a la Isla de Skye, uno de los principales destinos turísticos de Escocia.
Esta isla tiene una superficie de 1656 km2 y es la tercera más grande de Escocia tras Lewis y Harris. Recibe el sobrenombre de la perla de las Hébridas, así que no podía faltar en nuestro viaje.
El recorrido por la A87 es realmente interesante. Predominan carreteras tortuosas entre montañas, bosques y lagos.
Justo antes de llegar a la isla, a eso de las 12 de la mañana, paramos en Dornie, un pueblo que se encuentra en la confluencia de tres lagos: el Loch Duich, el Loch Long y el Loch Alsh. Un poco antes de entrar en el pueblo, sale el desvío de Carr Brae View Point. Desde este mirador obtendremos una bonita perspectiva de los lagos y las montañas, además del famoso Eilean Donan Castle.
Resultó un poco complicado dar con el punto clave, porque empezamos a subir a la montaña y no había más que vegetación, a medio camino alguna casa, estaba indicado el mirador a una milla, pero seguimos subiendo y casi arriba del todo, vimos un par de residencias, pero ningún mirador, así que volvimos a bajar, porque teníamos que habérnoslo pasado. Y efectivamente, en uno de los claros estaba el punto donde queríamos parar. Dejamos en coche en un apartadero y nos asomamos.
En este enclave, en una pequeña isla a la que sólo se puede acceder por un estrecho puente de piedra, se erige el castillo. Fue construido en el siglo XIII y su situación estratégica lo convirtió en una inexpugnable fortaleza ante las frecuentes incursiones vikingas. Su nombre en gaélico significa La isla de Donan y parece ser que Donan hace referencia a Donnán, un santo irlandés que en el siglo VI se asentó en la isla.
Como no podía ser menos, se vio involucrado en la época de los levantamientos jacobitas. En 1719 cuando Francia se negó a apoyar la revuelta para devolver el trono inglés a los descendientes de los Estuardo, los escoceses pidieron ayuda a España. Desde Cádiz llegaron a las Highlands 300 españoles y 46 llegaron a tomar el castillo. Aunque la conquista duró poco, pues los ingleses lo bombardearon consiguiendo así la derrota de los españoles y dejando la fortaleza en ruinas.
En 1911 John MacRae-Gilstrap, descendiente del clan MacRae, lo compró y comenzó su reconstrucción y restauración hasta conseguir devolverle su esplendor. Dado que es una residencia privada no entra en el Explorer Pass. De hecho, no se puede ir más allá del puente sin la entrada (salvo en las horas en las que el castillo está cerrado, que sí se puede pasear por la isla). Aunque se puede visitar, muchas estancias están cerradas, y las que están abiertas no se pueden fotografiar.
Pero desde fuera la imagen que nos ofrece es espectacular con el castillo reflejándose en las aguas y al fondo las montañas. Y si tienes un típico día escocés con el cielo plomizo, la niebla baja sobre el lago y ese chirimiri típico, ya tienes una postal. No es de extrañar que en el castillo se rodaran Los Inmortales, Highlander o Braveheart.
Hay un aparcamiento preparado para el visitante con un punto de información y una tiendecita de recuerdos. Desde aquí sale un ferry hasta Skye si no quieres emprender el camino en coche como nosotros.
Después de ver el castillo desde el mirador, y desde sus proximidades, volvimos al coche dirección a Skye. Si vamos por carretera hay que cruzar un larguísimo puente arqueado que une Kyle of Lochals y la Isla de Skye. Este puente se construyó en 1995, antes de que él sólo se podía llegar mediante ferry. La carretera es bastante buena, incluso en algunos tramos hay carril para vehículos lentos. Las vistas que nos ofrece del estuario son espectaculares, desde el coche se ven cascadas, páramos, promontorios inaccesibles, valles y colinas. Parece que no nos iba a defraudar.
La Isla de Skye es famosa por sus paisajes. Su orografía la convierte en un lugar perfecto para excursionistas y escaladores, algo que ya descubrieron los primeros alpinistas europeos en la época victoriana cuando comenzaron a explorar sus valles salvajes y montañas. Se pueden hacer diversas excursiones y rutas de diversas dificultades para descubrir montañas, formaciones rocosas, vertiginosas paredes de acantilados, ríos y cascadas. También es un buen lugar para la «fauna», ya que se pueden ver incluso delfines, nutrias y aves locales.
En cuanto al aspecto cultural, se conservan muchas tradiciones gaélicas, incluso el idioma. Ya se sabe que las islas al estar más aisladas, reciben menos influencias externas, así que seguramente por eso quedan vestigios que en otras partes de Escocia han desaparecido.
El extremo nororiental de la isla es el más visitado, la población aumenta durante el verano. Esta zona vive del turismo, agricultura, destilación de whisky y artesanía. Así que por ahí comenzamos. Y nuestra primera parada fue Portree, una pintoresca ciudad portuaria.
Es la mayor localidad de la isla, pero en realidad es un pueblo de poco más de 2000 habitantes. Cuenta con un atractivo puerto con casitas de colores resguardado por unos acantilados impresionantes. En la bahía se pueden observar barcos de mayor y menor tamaño tanto privados como comerciales, entre ellos los que realizan excursiones para avistar focas y delfines.
Llegamos sobre la 1 y media, y estaba todo el mundo comiendo. Había bastante movimiento. No sólo por ser domingo, sino porque además el lunes 1 de agosto era festivo. Así que imagino que había mucha gente que aprovechó para una escapadita.
La vida gira en torno al puerto, claro. El pueblo no parecía tener mucho más. Cuenta con ese encanto de puerto pesquero, con sus veleros, sus gaviotas y casitas de colores.
Dimos un paseo, nos empapamos del ambiente del veraneante y después de comer nuestro Meal Deal en el aparcamiento, retomamos nuestro camino adentrándonos en la isla. Tocaba una de las cosas que más ganas tenía de hacer en todo el viaje. Otro día os cuento.
Esta fue nuestra ruta matutina: