Road Trip por Escocia. Día 10 IV Parte: Isla de Skye: Ferry Armadale – Mallaig

Llegamos a la terminal de Armadale para recoger los billetes. Ya habíamos hecho el pago mucho antes, ya que es recomendable reservar previamente para asegurarse la plaza en el ferry. El precio se desglosa por persona y vehículo. Antes de montar, has de pasar por caja y entregar el correo electrónico como resguardo que te canjearán por el billete en sí que habrá que enseñar al subir al ferry.

Para entrar en el barco hay que hacer una cola. Un empleado va ordenando los vehículos en cuatro filas, cada una señalizada y numerada en la calzada. Recoge los billetes y va dejando acceder. Una vez dentro, otros empleados van organizando los coches y tras aparcar puedes subir arriba a disfrutar de las vistas o entrar a la cafetería a resguardarte y tomar algo.

Como llegamos con tiempo, hicimos el canje y nos pusimos a ver cómo era todo el procedimiento con el ferry que salía media hora antes que el nuestro. El chico que iba dando paso a los coches nos preguntó si subíamos, pero le dijimos que teníamos para las 7. Sin embargo, nos preguntó por el modelo de coche que llevábamos y al ver que era pequeño y que había sitio, nos propuso adelantar la salida. Así que como teníamos poco más que hacer, nos dimos una carrera al coche y embarcamos.

No se tarda mucho en llegar a Mallaig, un pequeño pueblo pesquero donde haríamos noche.

El desembarco es bastante rápido. Se baja la rampa poco a poco y se va bajando según el orden de llegada.

Habíamos elegido el Ashdale B&B, regentado por Jenny, una encantadora señora que podría haber sido mi abuela. A nuestra llegada estuvimos un rato hablando con ella, nos preguntó de dónde éramos, de dónde veníamos, adónde nos dirigíamos después, nos recomendó dónde cenar, nos estuvo contando su viaje a Marbella cuando era joven… Muy simpática, la mujer.

El dormitorio tenía un toque moderno con el vinilo en el cabecero y el papel pintado, pero con un toque vintage con el estilo de los muebles.

Había pedido una habitación doble, pero era triple, tenía una cama de 90 además de la doble. Por supuesto no podían fallar los detalles de bienvenida.

Teníamos baño incorporado. Aunque estrecho y alargado, cumplía su función.

Tras un rato de charla con Jenny, dejar nuestras cosas y refrescarnos, salimos a dar un paseo. La verdad es que Mallaig es poco más que un par de calles. Prácticamente todo gira alrededor del puerto y salvo un supermercado y media docena de restaurantes, no había mucho más.

Por un día dejamos el deal meal y cenamos en un restaurante. Y nos fue complicado, porque había alguno cerrado y otros con una carta muy escueta. Cuando por fin nos decidimos por uno, estaba lleno y nos dijeron que volviéramos en media hora, así que nos dimos un paseo y nos sentamos en un banco junto al mar a observar cómo las gaviotas se acercaban a tierra y sacaban los recipientes de poliespan con restos de pescado de las papeleras.

Para cenar elegimos el famoso haddock (eglefino en español), que es el pescado que usan para el fish and chips. Pedimos uno hecho al horno con ensalada y otro rebozado al estilo típico con patatas. Nos salió más o menos como el día que cenamos en Durness.

Y poco más de sí dio el día. Volvimos al alojamiento cuando estaba anocheciendo a repasar la enrevesada ruta del día siguiente, a ducharnos y descansar.

Road Trip por Escocia. Día 10 III Parte: Isla de Skye: Dun Beag Broch y Castillo del clan Donald

Tras dejar Neist Point y rumbo a Armadale, cuando llevábamos unos tres cuartos de hora, nos encontramos con un cartel marrón junto a un aparcamiento que anunciaba Dun Beag Broch. No sabíamos de qué se trataba, pero como el color de la señalización significa punto de interés e íbamos más o menos bien de tiempo, decidimos parar.

Los broch son grandes torreones de piedra seca que solo se encuentran en Escocia. Datan de entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C. La mayoría de los que han llegado a nuestros días se encuentran en ruinas, sin embargo, en algunas localizaciones se han construido réplicas como alojamiento turístico.

Estas construcciones circulares contaban con un muro doble, quizá por eso han llegado hasta nuestros días. Asimismo, estaban divididas en dos niveles que aún se pueden apreciar. También se conservan las escaleras que unían los pisos.

Se localizan sobre todo en el norte de Escocia  y parece que significaban un cierto estatus y control de las tierras. Por eso se construían sobre una colina, para poder controlar los campos de cultivo propios, así como los alrededores.

De esta forma, eran muy útiles cuando había asedios entre clanes, ya que podían albergar tanto a personas como al ganado. Así pues, se refugiaban y esperaban a que el enemigo se marchara.

Después de la parada improvisada volvimos a la carretera, dirección a Armadale, una población de exmineros. Allí tomaríamos el ferry hasta Mallaig. Podríamos haber salido por el puente, como entramos, pero así probábamos los dos recorridos, y quizá también adelantaríamos algo de tiempo.

Pero antes de coger el ferry, nos fuimos a ver el Castillo del clan Donald. Eran las 16:20 y no teníamos el ferry hasta las 19, así que nos daba tiempo de sobra.

Fue diseñado por el arquitecto James Gillespie Graham y construido en 1815. Anteriormente había una mansión de 1790. Si nos ponemos frente a la fachada, estaríamos ante el hall principal, donde había una escalera que llevaba a un primer piso en el que se encontraban dormitorios, la biblioteca y otras estancias. En la planta baja había una sala de billar y otra para dibujar.

La mayor parte de la mansión original quedó destruida en un incendio en el año 1855 y se sustituyó por un edificio diseñado por David Bryce.

El Lord Macdonald y su familia dejaron el castillo en la década de los 20 del siglo pasado y como consecuencia el castillo quedó a merced de los elementos. En los años 80 se estabilizaron las ruinas para que no terminaran de caerse. Hoy en día es difícil llegar a imaginarse lo que fue en su día, tan solo se conserva la fachada.

En el recinto está el Museo de las islas, un edificio que tiene seis galerías de exhibiciones e interpretaciones que nos acerca a los 1500 años de historia y cultura de este área conocida como el Reino de las Islas. Asimismo, acoge una biblioteca, con más de 7000 libros y diversas colecciones donde se puede investigar sobre el árbol genealógico si sospechas que tienes ancestros de Skye o de los MacDonalds.

Hay una exposición muy interesante sobre los clanes y la cultura de las Tierras Altas, las guerras con los ingleses y la devastación que supuso la batalla de Culloden. También sobre lo que supuso la emigración de aquellos escoceses que se quedaron sin opciones en su país y marcharon hacia América u Oceanía.

En la primera parte del siglo XIX hubo varios viajes programados a Australia. El primer barco, el William Nicol,  salió de la Isla Oransay, a unas millas al norte de Armadale, en 1837. Las familias se asentaron junto al Río Hunter en el área de New South Wales. Años más tarde, en la década de los 80, sus descendientes volvieron a Escocia buscando sus raíces en Skye. Tras este barco continuaron partiendo más en los años siguientes. Entre 1852 y 1857 cerca de unas 5000 personas abandonaron las Tierras Altas y se marcharon a Australia. Unas 2000 procedían de las tierras de los Macdonald en Skye y North Uist.

También hubo escoceses que marcharon a Nueva Zelanda. Aunque este viaje les llevó medio siglo. En 1817 el Reverendo Norman MacLeod abandonó Escocia con un grupo de personas. Se asentaron en Nueva Escocia, Canadá, pero al pastor no le terminaban de convencer las condiciones, así que se mudaron en 1820 a La isla del Cabo Bretón. 29 años más tarde, MacLeod se planteó volver a trasladarse, ya con 69 años, y esta vez tenía en mente que fuera Australia. Así pues, se prepararon dos barcos y el primero de ellos salió en 1851. Los emigrantes llegaron atraídos por la fiebre del oro y encontraron una forma de vida en Melbourne. Pero MacLeod pronto hizo planes para mudarse a Nueva Zelanda, y en 1853 se fundó un asentamiento en Waipu, en la Isla Norte. Para 1860 ya habían llegado 6 barcos más desde Nueva Escocia, y siguieron llegando años después, también desde Canadá, pero incluso directamente desde Escocia.

Por supuesto, el museo se adentra en la historia del clan, nos muestra sus diferentes nombres, el tartán de cada una de sus ramas, las embarcaciones que usaban, joyas, armas, así como fotografías y alusiones a descendientes ilustres, como Wiston Churchill.

Curioso lo de las espadas. Al parecer eran importadas de España y Alemania. Las españolas eran las mejor consideradas, sobre todas aquellas que llevaban la firma de «Andrea Ferrara», que se convirtió en un sello de calidad.

Además del centro de visitantes y la fachada del castillo, se pueden visitar los jardines.

Llegó la hora de cierre del castillo y, aunque era pronto aún para la partida del ferry, nos dirigimos a la terminal.

Road Trip por Escocia. Día 10 II Parte: Isla de Skye: Neist Point

Después de unas 12 millas (y una hora más tarde) llegamos al fin del mundo, al extremo más occidental de la Isla de Skye: el Neist Point. 

Se trata de una lengua de tierra cubierta de hierba que se adentra en el mar, es decir, un cabo. Es uno de los faros más famosos de Escocia y se encuentra en la punta más occidental de Skye cerca de la ciudad de Glendale.

Puede resultar confuso llegar, ya que la señalización es algo escasa y precaria. En determinado momento es un camino asfaltado y la indicación un madero atravesado en un palo. Pero bueno, a estas alturas del viaje, ya estábamos más que acostumbrados a las carreteras escocesas y sus carteles. Eso sí, se complica aún más el acceso cuando los animales se ponen en tu contra. Pero claro, es que estás en su terreno, así que a esperar y disfrutar de las vistas. Hay que fluir y dejarse llevar. Si pensamos solo en el destino, nos perderemos cosas maravillosas por el camino.

La carretera se acaba de repente en un pequeño aparcamiento que se llena bastante. Ya era media mañana y claro, había gente que había madrugado más que nosotros. Bueno, nosotros nos habíamos levantado pronto, pero habíamos hecho otras paradas antes.

Desde la altura del aparcamiento las vistas impresionan. Ofrece un paraje solitario y espectacular con los verdes acantilados que se abren al mar. Los amaneceres y atardeceres deben ser impresionantes. Lamentablemente es algo que teníamos complicado cuadrar a primera o última hora. Pero supongo que los viajeros que llevan autocaravana lo tienen como un punto imprescindible.

Desde este punto se divisa The Minch, el brazo de mar que separa la isla del archipiélago de las Hébridas Exteriores. Al parecer se pueden divisar animales marinos, aunque nosotros además de cabras y vacas, sólo vimos aves.

Para llegar al faro diseñado y construido por los antepasados del escritor Robert Louis Stevenson que se encuentra a 20m sobre el nivel del mar hay que recorrer un sendero de unos 2 km. Es la misma ruta de ida que de vuelta, y si las rodillas sufren en la bajada del primer tramo, más te acuerdas aún en la subida. Hay una parte de escaleras y otra rampa, y una barandilla para poderte agarrar, pero claro, como es de subida y bajada, has de ir esquivando el otro sentido. Y aunque los británicos conducen por la izquierda, cuando van por caminos hay cierta ambigüedad. Y además, extranjeros que estamos acostumbrados a circular por la derecha.

Sin embargo, una vez pasado ese tramo inicial, el resto es más asequible.

El paseo es corto, como digo, unos 2 km, pero su dificultad es media debido a la subida. La ida y vuelta se completa en algo menos de una hora, que con las paradas (tanto para recuperar el aliento, como para disfrutar de las vistas), se convierte fácilmente en algo más de una hora. Aún así, que no eche para atrás lo exigente del final, ya que merece realmente la pena darse la caminata. No tanto por el faro en sí, que la verdad es que está algo deteriorado y se ve como un poco abandonado; sino por el paisaje.

Ojo, eso sí, con las condiciones metereológicas adversas. Nosotros tuvimos un día horroroso de sol que pegaba pero bien. Sin embargo, la pendiente pronunciada puede ser peligrosa con lluvia y más aún los acantilados con viento o poca visibilidad.

Tras haber pasado la bajada inicial, el faro desaparece de nuestra vista, tan solo vemos un peñasco.

Es un poco escarpado, pero se puede subir (había hasta una familia con 4 críos), y desde arriba tenemos unas vistas espectaculares, vemos cómo se adentra la lengua en el mar.

Volviendo a bajar, y retomando el sendero, ya vemos el faro cada vez más próximo. Y, como decía, de cerca queda algo deslucido con las paredes desconchadas y basura en sus alrededores.

El faro se construyó en 1900 cuando aún era controlado por personas. Desde entonces el sistema de iluminación ha sido actualizado a uno automatizado que ya no requiere un mantenimiento diario. Quizá por eso está algo abandonado. Aunque hubo un tiempo que la casa del faro llegó a ser apartamentos vacacionales, no parece que hoy en día sean usados con tal fin.

La luz está a una altura de 43 metros sobre el nivel del mar y puede ser visto hasta a 16 millas naúticas.

El regreso se hace algo más duro, porque sabes lo que te espera. Recomiendo tomárselo con calma. Nos cruzamos con mucha gente, incluso con algunos lugareños que iban equipados para la pesca con pantalones de peto y botas de agua. Y es que, al parecer, es una buena zona para pescar.

Tras la escarpada subida, llegamos al coche y volvimos a la carretera para seguir nuestra ruta. Nos quedaban muchas millas que recorrer antes de que acabara el día y ya era la 1 y media.

Así que dejamos el faro y seguimos de bajada por la B884, puesto que ese día abandonaríamos la Isla de Skye.

Road Trip por Escocia. Día 10: Isla de Skye: Dunvegan Castle y Coral Beach

Comenzamos el día desayunando de nuevo con alemanes. Esta vez una pareja joven que había ido a visitar al hermano de él que vivía en Edimburgo y habían aprovechado para hacer una escapada a la isla de Skye.

Elaine tenía habilitado un aparador con cereales, zumo, yogures con frutas del bosque y luego nos sirvió las bebidas calientes, las tostadas, y los huevos. Otro día más que hicimos un desayuno copioso.

Y nos pusimos en marcha sobre las 9 y media dirección al Castillo de Dunvegan. Se encuentra a unas 30 millas sobre una pequeña colina en la misma orilla del mar.

Es una fortaleza de estilo normando que cuenta con unos jardines impresionantes y una torre de 32 metros de altura justo al borde del precipicio.

Es el castillo habitado de manera contigua más antiguo de Escocia. Pertenece al Clan MacLeod y es de pago, no entra en el Explorer Pass. En su interior se conservan antigüedades del clan, como las divisas, del siglo XIV, la Copa de Dunvegan, del año 1493, fabricada en madera y con adornos de plata, y el Sir Rory Mor’s Horn, un cuerno de buey utilizado para beber a lo vikingo, del siglo X.

Pero su mayor atracción es la Fairy Flag, una bandera de seda que protegía a los Señores de las islas. Hoy en día lo que queda es un retal deteriorado, pero se sigue venerando porque se cree que tiene poderes milagrosos.

La leyenda de la Bandera de las Hadas cuenta que en el castillo vivía uno de los señores MacLeod que se enamoró de la hija del rey de las hadas. Ella también quedó prendada de él y suplicó a su padre para que le diera el permiso de casarse con un mortal. Se le concedió el deseo, pero con la condición de que sólo podría estar con él un año y un día.

En ese año fueron felices, comieron perdices, tuvieron un hijo y llegó el momento de la separación. El hada le entregó a su marido una bandera de seda hecha por las hadas. Este amuleto les ayudaría en sus momentos más duros pudiendo convocar a un ejército de hadas y duendes que acudirían raudos. Eso sí, sólo se podría usar tres veces (y cuentan que ya se ha usado un par con éxito, además). Y lo más importante, la bandera debería estar siempre en manos de los MacLeod o se desvanecería.

Se convirtió en un símbolo tal, que al parecer durante la II Guerra Mundial muchos aviadores escoceses la llevaban en sus aviones para que les diera buena suerte. La mayoría de ellos eran MacLeod, así que aumentó la creencia en la leyenda.

En un principio íbamos a entrar, y de hecho llegamos a la apertura de puertas a las 10, pero dado que teníamos un día muy completo y que nosotros no somos muy aficionados a ver habitaciones, echamos cuentas y no nos compensaba. Así que tomamos una pequeña carretera estrecha que se adentra en un bosque y que da la vuelta a la península. En este recorrido se puede disfrutar de unas vistas espectaculares del castillo con el lago y las montañas.

En el Lago Dunvegan hay una colonia de focas y hay barcos que realizan excursiones para avistarlas. Nosotros en la zona sólo vimos rebaños.

Continuamos hacia el norte a la Coral Beach. Es una de esas carreteras de único carril y muy estrecha. Está a unos 10 minutos escasos.

 

Al final hay un pequeño aparcamiento y una valla.

Hay que recorrer como un kilómetro y medio siguiendo un camino de escasa dificultad. Es un paseo agradable por un sendero que transcurre casi todo su recorrido en falso llano. Hay alguna subida, pero es muy leve. Hay que atravesar un río, pero por suerte, no llevaba mucho caudal y pudimos atravesarlo saltando de piedra en piedra.

Llegamos a una playita con alguna franja blanca y yo pensaba que ya habíamos llegado y me llevé un poco de desilusión. Pero luego pensamos detenidamente que aquello no tenía que ser, que eso no se parecía nada a una playa del Caribe como habíamos leído. Así que decidimos continuar otro trecho.

Tras pasar unos montículos, ya sí que empezamos a ver una playa blanca. Eso sí que era lo que buscábamos.

Este color tan peculiar se debe al polvo de unas algas blancas, aunque también al resto de conchas. Por un momento te desubica. ¿Yo no estaba en las Highlands entre montes, vacas y castillos?

Eso sí, también había algas verdes de estas que te encuentras en el Mediterráneo tras un día con el mar revuelto. Y sorprendentemente, medusas. O eso parecía. Unos cuerpos gelatinosos de diferentes colores.

Tras un paseo, volvimos de nuevo al coche, pues teníamos que atravesar Skye y llegar al ferry de la tarde. Ya se notaba la hora, las 11 y cuarto, empezamos a cruzarnos con más gente, sobre todo familia con niños. Y los críos llevaban todos botas de agua. Por lo que vimos, así se meten tranquilamente en la orilla a pescar o buscar conchas. Quien no se divierte, es porque no quiere.

De nuevo pasamos por Dunvegan y seguimos hacia el oeste rumbo Neist Point.

Road Trip por Escocia. Día 9 III Parte: Isla de Skye: Cascada de Kilt Rock

Tras dejar nuestras cosas en el B&B, decidimos acercarnos a la cascada de Kilt Rock. Podíamos ir por el sur y volver a pasar por Portree, o por el norte, que no lo conocíamos. Así que, optamos por la segunda opción. Y a la vuelta por Portree, es decir, una ruta circular.

Lo cierto es que parecía que recorríamos territorio inexplorado, desierto. Tan solo algún rebaño de vez en cuando, alguna cabina… Poco más. El mar a nuestra izquierda con el sol en descenso, los acantilados, campos verdes y el aire entrando por la ventanilla bajada como sonido de fondo.

La población quizá más grande sera Uig, un pueblecito pesquero, pero es más interesante la carretera de la costa que nos lleva al pueblo por verdes acantilados que luego Uig en sí. Es un lugar de paso para tomar los ferries hacia las islas del Mar de Norte.

Y pasado Staffin llegamos a Kilt Rock, unos acantilados de basalto (como es común en la zona) que se encuentran entre Portree y Staffin, 14 km al norte por la A855. Toman su nombre por el parecido con una kilt, la típica falda escocesa. Hay un mirador desde el que se puede contemplar desde cerca la Mealt waterfall, una cascada de 60 metros de altura.

Es un lugar para detenerse a contemplar y sentir. Eso sí, con buena ropa de abrigo, porque la zona es azotada por un fuerte viento. Desde el mirador se pueden contemplar unas vistas espectaculares en las que conviven las montañas, los lagos, los acantilados…

Al parecer por la zona anduvieron dinosaurios, puesto que hay una placa que indica que se han encontrado rocas fosilizadas con sus huellas.

En el aparcamiento ya había alguna autocaravana preparándose para hacer noche y unos chavales con la tienda de campaña buscando el mejor lugar para plantarla. Un buen lugar para ver amanecer mientras desayunas.

A nosotros nos tocaba cenar, y se notaba el cansancio del tute que llevábamos, así que tomamos la carretera dirección sur y de vuelta al B&B a ducharnos con chorros, cenar y dormir plácidamente hasta el día siguiente, que también era bastante completito.

Road Trip por Escocia. Día 9 II Parte: Isla de Skye: Old Man of Storr

Dejamos Portree y continuamos hacia el norte hacia el mayor símbolo de la Isla de Skye, el pináculo Old Man of Storr que corona el monte Storr, de 719m de altitud. Junto a esta montaña está el Needle Rock.

Old Man Of Storr son unas inmensas formaciones rocosas monolíticas modeladas por la erosión que han acabado con forma de hoja de sauce. Realmente el Old Man es el mayor de los pináculos. Se encuentra en el norte de la isla de Skye, entre portree y Staffin y se llega después de recorrer una tortuosa carretera de un carril entre acantilados y puertos de montaña.

Hay un aparcamiento donde se puede dejar el coche. Cuando llegamos, a eso de las 3, no es que hubiera mucho sitio libre, pero bueno, no estaba lleno. Sin embargo, tres horas más tarde, había coches aparcados en los laterales de la carretera durante al menos un kilómetro.

No se trata de una ruta sin más. Se trata de una caminata circular de unos 4 kilómetros calificado un nivel medio en cuanto a longitud, y también medio en dificultad. Por supuesto es imprescindible un buen calzado, algo de comida y bebida por si tuviéramos algún bajón. Que ojo, son 4 kilómetros, pero es cuesta arriba.

Para comenzar la caminata hay que pasar una puerta de madera, y a continuación tomar el camino que sigue la ladera de la montaña. Hay tanto uno para la izquierda, como para la derecha, ambos se unen arriba, sin embargo, en Walk Highlands recomiendan la segunda opción, así que esa tomamos. En este tramo se ve un poco desangelado, pues quedan los restos de la tala de árboles. Y es que los terrenos son privados (de ahí la valla), y no hay que olvidar que es una zona en la que se vive de la agricultura, ganadería y la pesca. La venta de madera es una forma de sobrevivir más.

 

El camino continúa en zig zag escalando la montaña y se llega a otra puerta de madera. Volvemos a cruzarla y cerrar tras nosotros y seguimos. La ruta comienza a ser más empinada, además, se complica, puesto que se mezcla un terreno rocoso con partes de barro.

Pero no es un barro de lluvia y arena, sino algo más fangoso, te bota el pie cuando vas andando. Es una sensación curiosa. Menos mal que no nos llovió, porque lo cierto es que tendríamos que haberlo dejado para otro día (con un poco de suerte). Muy importante el calzado para la ruta, ya que el terreno irregular y además en ascenso, hace que haya que prestar mucha atención de dónde ponemos los pies. Mis botas desde luego pasaron con nota la prueba.

Pero además, la cosa comienza a complicarse con una cuesta de gran nivel, de estas en las que las rodillas casi te tocan el pecho. En determinado momento, el camino se vuelve a bifurcar, en este caso, habrá que coger el de la izquierda. No hay un camino muy definido, tan solo unas rocas que te marcan las pisadas. Durante la subida, el Old Man nos va quedando a un lateral, pero si seguimos las pautas del terreno, nosotros también iremos girando progresivamente. Finalmente, llegamos a los pies del pináculo.

No es del todo sencillo trepar por la parte inferior de la roca, aunque vimos a gente con niños que se atrevía a todo. La parte rocosa e irregular da un poco de vértigo, y eso que yo no tengo miedo a las alturas, pero reconozco que allí sentada daba mucha impresión. Quizás también por el aire que azota a esas altitudes que no da mucha sensación de estabilidad.

Es el momento de sentarse y disfrutar. Que no quiere decir que no hayamos parado durante el ascenso, ni mucho menos. Pero desde lo alto tenemos un paisaje impresionante.

Se observa la bahía. Además, teníamos un día sorprendentemente despejado, aunque nos había llovido levemente por tramos.

Bajando un poco y tomando el camino que sale hacia la izquierda, nos dirigimos hacia Needle Rock y más allá, subimos a un acantilado desde donde tenemos unas magníficas vistas del Old Man y de todo nuestro alrededor.

Si la subida anterior parecía pronunciada, esta lo es más aún. Claro, las vistas son espectaculares, y el viento también.

Emprendimos la bajada siguiendo el camino marcado con las piedras y de vuelta al aparcamiento. Podríamos decir que es más rápido que la subida, claro está, pero aún así, no es moco de pavo, ya que hay que prestar atención a las rocas para no resbalar, y al fango para no acabar atrapado hasta las rodillas. Y porque también merece la pena pararse, levantar la cabeza, ver la subidita que te has pegado y sonreír con satisfacción.

Desde luego fue una grata experiencia.

Sí, es exigente, hay que prestar atención y ponerle ganas y ánimos, pero al llegar arriba todo se queda ensombrecido por las vistas. No son unas rocas sin más, por algo es uno de los paisajes más fotografiados del país.

Un poco cansados, nos dirigimos hacia nuestro alojamiento, el Lochview B&B. donde nos esperaba la alegre Elaine. Nos costó un poco encontrar su casa en la A87, porque está en un pueblo llamado Kensaleyre, pero es de estos pueblos dispersos a lo largo de la carretera.

Se encuentra mirando al mar con orientación oeste, así que a esas horas de la tarde se podía observar cómo iba descendiendo.

Nuestra habitación tenía también esa orientación, y con esas grandes cristaleras teníamos todo el sol iluminándola.

El dormitorio era bastante espacioso. Con un armario empotrado y baño incorporado. También teníamos la típica tetera y algunos detalles de bienvenida.

Los dueños son gente joven con un niño pequeño, y se nota. La decoración es bastante moderna, aunque combinada con detalles clásicos como grandes muebles de madera. Sin embargo, donde más se notaba el buen ojo que habían puesto fue en el baño. Toda una gozada poder ducharse en la cabina de chorros después de la paliza a andar que nos habíamos pegado.

Pero la ducha aún tendría que esperar, puesto que aún no eran las 7 de la tarde y había un sol espectacular. Por lo que dejamos nuestras cosas, nos aseamos un poco y volvimos a la carretera.

Road Trip por Escocia. Día 9: Isla de Skye: Dornie y Portree

Amaneció un nuevo día que teníamos bastante completito, así pues, comenzamos desayunando al estilo escocés. Bueno, en parte, porque nos decantamos por unos huevos con champiñones y tostadas. Aunque si le añadimos zumo, café, té y algo de fruta, no se puede decir que fuera poca cosa.

Hay que decir que Kenny tenía el salón muy bien preparado con varias cafeteras y teteras, cestas con cereales, pan, tostadoras, neveritas con yogures y lácteos, además de jarras de zumo, un surtido de fruta fresca, salsas varias… Y además, se vistió con el típico kilt, que al viajero siempre le hace ilusión.

Esta vez no nos colocaron en una mesa junto a alemanes, sino que fueron españoles. Y casualmente ha sido la vez que menos hemos hablado con el resto de comensales. Los alemanes siempre hicieron por iniciar una conversación, saber cuál era nuestra ruta, de dónde éramos, los días de nuestro viaje… Sin embargo descubrimos que esta pareja era española casi cuando se iban a ir. Y tampoco porque se dirigieran precisamente a nosotros. La verdad es que nosotros estábamos algo dormidos como para empezar una conversación, pero me sorprendió que para una vez que no había que forzar otro idioma, fuera el día menos comunicativo.

Tras recoger nuestras pertenencias y despedirnos del amable Kenny, ya a las 9 y media de la mañana, emprendimos nuestro viaje dirección a la Isla de Skye, uno de los principales destinos turísticos de Escocia.

Esta isla tiene una superficie de 1656 km2 y es la tercera más grande de Escocia tras Lewis y Harris. Recibe el sobrenombre de la perla de las Hébridas, así que no podía faltar en nuestro viaje.

El recorrido por la A87 es realmente interesante. Predominan carreteras tortuosas entre montañas, bosques y lagos.

Justo antes de llegar a la isla, a eso de las 12 de la mañana, paramos en Dornie, un pueblo que se encuentra en la confluencia de tres lagos: el Loch Duich, el Loch Long y el Loch Alsh. Un poco antes de entrar en el pueblo, sale el desvío de Carr Brae View Point. Desde este mirador obtendremos una bonita perspectiva de los lagos y las montañas, además del famoso Eilean Donan Castle.

Resultó un poco complicado dar con el punto clave, porque empezamos a subir a la montaña y no había más que vegetación, a medio camino alguna casa, estaba indicado el mirador a una milla, pero seguimos subiendo y casi arriba del todo, vimos un par de residencias, pero ningún mirador, así que volvimos a bajar, porque teníamos que habérnoslo pasado. Y efectivamente, en uno de los claros estaba el punto donde queríamos parar. Dejamos en coche en un apartadero y nos asomamos.

En este enclave, en una pequeña isla a la que sólo se puede acceder por un estrecho puente de piedra, se erige el castillo. Fue construido en el siglo XIII y su situación estratégica lo convirtió en una inexpugnable fortaleza ante las frecuentes incursiones vikingas. Su nombre en gaélico significa La isla de Donan y parece ser que Donan hace referencia a Donnán, un santo irlandés que en el siglo VI se asentó en la isla.

Como no podía ser menos, se vio involucrado en la época de los levantamientos jacobitas. En 1719 cuando Francia se negó a apoyar la revuelta para devolver el trono inglés a los descendientes de los Estuardo, los escoceses pidieron ayuda a España. Desde Cádiz llegaron a las Highlands 300 españoles y 46 llegaron a tomar el castillo. Aunque la conquista duró poco, pues los ingleses lo bombardearon consiguiendo así la derrota de los españoles y dejando la fortaleza en ruinas.

En 1911 John MacRae-Gilstrap, descendiente del clan MacRae, lo compró y comenzó su reconstrucción y restauración hasta conseguir devolverle su esplendor. Dado que es una residencia privada no entra en el Explorer Pass. De hecho, no se puede ir más allá del puente sin la entrada (salvo en las horas en las que el castillo está cerrado, que sí se puede pasear por la isla). Aunque se puede visitar, muchas estancias están cerradas, y las que están abiertas no se pueden fotografiar.

Pero desde fuera la imagen que nos ofrece es espectacular con el castillo reflejándose en las aguas y al fondo las montañas. Y si tienes un típico día escocés con el cielo plomizo, la niebla baja sobre el lago y ese chirimiri típico, ya tienes una postal. No es de extrañar que en el castillo se rodaran Los Inmortales, Highlander o Braveheart.

Hay un aparcamiento preparado para el visitante con un punto de información y una tiendecita de recuerdos. Desde aquí sale un ferry hasta Skye si no quieres emprender el camino en coche como nosotros.

Después de ver el castillo desde el mirador, y desde sus proximidades, volvimos al coche dirección a Skye. Si vamos por carretera hay que cruzar un larguísimo puente arqueado que une Kyle of Lochals y la Isla de Skye. Este puente se construyó en 1995, antes de que él sólo se podía llegar mediante ferry. La carretera es bastante buena, incluso en algunos tramos hay carril para vehículos lentos. Las vistas que nos ofrece del estuario son espectaculares, desde el coche se ven cascadas, páramos, promontorios inaccesibles, valles y colinas. Parece que no nos iba a defraudar.

La Isla de Skye es famosa por sus paisajes. Su orografía la convierte en un lugar perfecto para excursionistas y escaladores, algo que ya descubrieron los primeros alpinistas europeos en la época victoriana cuando comenzaron a explorar sus valles salvajes y montañas. Se pueden hacer diversas excursiones y rutas de diversas dificultades para descubrir montañas, formaciones rocosas, vertiginosas paredes de acantilados, ríos y cascadas. También es un buen lugar para la «fauna», ya que se pueden ver incluso delfines, nutrias y aves locales.

En cuanto al aspecto cultural, se conservan muchas tradiciones gaélicas, incluso el idioma. Ya se sabe que las islas al estar más aisladas, reciben menos influencias externas, así que seguramente por eso quedan vestigios que en otras partes de Escocia han desaparecido.

El extremo nororiental de la isla es el más visitado, la población aumenta durante el verano. Esta zona vive del turismo, agricultura, destilación de whisky y artesanía. Así que por ahí comenzamos. Y nuestra primera parada fue Portree, una pintoresca ciudad portuaria.

Es la mayor localidad de la isla, pero en realidad es un pueblo de poco más de 2000 habitantes. Cuenta con un atractivo puerto con casitas de colores resguardado por unos acantilados impresionantes. En la bahía se pueden observar barcos de mayor y menor tamaño tanto privados como comerciales, entre ellos los que realizan excursiones para avistar focas y delfines.

Llegamos sobre la 1 y media, y estaba todo el mundo comiendo. Había bastante movimiento. No sólo por ser domingo, sino porque además el lunes 1 de agosto era festivo. Así que imagino que había mucha gente que aprovechó para una escapadita.

La vida gira en torno al puerto, claro. El pueblo no parecía tener mucho más. Cuenta con ese encanto de puerto pesquero, con sus veleros, sus gaviotas y casitas de colores.

Dimos un paseo, nos empapamos del ambiente del veraneante y después de comer nuestro Meal Deal en el aparcamiento, retomamos nuestro camino adentrándonos en la isla. Tocaba una de las cosas que más ganas tenía de hacer en todo el viaje. Otro día os cuento.

Esta fue nuestra ruta matutina: