Escapada a A Coruña I: Astorga

Tras volver de Islandia a mediados de septiembre nos encontramos con que nos quedaba poco más de tres meses para gastar las vacaciones del 2019 y sin más planes. Normalmente a la vuelta de un viaje ya teníamos otro en ciernes, sin embargo, en este caso habíamos volcado toda nuestra ilusión viajera en Islandia y la agenda estaba vacía. No obstante, poco después, hablando con unos primos, surgió la idea de hacer una escapada conjunta en el puente de diciembre. Fue el germen de un viaje de 5 días a La Coruña.

Como íbamos a ser cuatro personas, decidimos que lo mejor era buscar un apartamento en lugar de hotel, para así tener un lugar con zonas comunes donde poder pasar tiempo juntos. Encontramos uno próximo a la playa de Riazor con dos habitaciones y dos baños que nos daba el espacio que buscábamos.

A diferencia de otros viajes, en este caso no planifiqué mucho. Íbamos con intención de visitar la zona, claro está, pero también con una intención más relajada, de amoldarnos entre los 4 y tomárnoslo con más calma. Eso sí, teníamos claro que queríamos conocer tanto La Coruña como Santiago, hacer alguna ruta por pueblos costeros, visitar la Fábrica de Estrella Galicia y, cómo no, hacer un Escape Room.

Salimos de Madrid el 5 de diciembre a las 10 de la mañana y paramos en Astorga sobre la una de la tarde para estirar las piernas, dar un paseo por la ciudad y aprovechar para comer.

Situada en una zona de transición entre la planicie del Páramo Leonés y los montes de León y declarada Conjunto Histórico Artístico en 1978, es además capital de la Comarca de la Maragatería. Aunque ya hay indicios de asentamientos prehistóricos, oficialmente su historia comienza cuando a finales del siglo I a.C. la Legio X Gemina planta su campamento militar para proteger el territorio conquistado a los astures en las Guerras Cántabras.

Pronto se desarrolló como importante nudo de comunicaciones y ganó cierta prosperidad gracias a la riqueza de las minas de oro. Sin embargo, los siglos posteriores fueron épocas de gran decadencia como consecuencia del fin de las explotaciones de la minería así como varias invasiones bárbaras y musulmanas.

En el siglo XI Astorga recuperó parte de su esplendor gracias al impulso del Camino de Santiago y finalmente alcanzó el auge definitivo en el siglo XV con la familia Osorio al frente del marquesado. Fue entonces cuando comenzaron a construirse importantes edificios como la actual Catedral o los conventos de San Francisco y de Santa Clara (clausura).

Un siglo después se inicia un período de desarrollo industrial al abrirse las fábricas textiles del Val de San Lorenzo y comenzar a elaborarse chocolate.

A principios del siglo XIX Astorga fue una de las primeras ciudades que se levantaron contra las tropas de Napoleón. Fruto de esta defensa la ciudad vio como parte de sus construcciones quedaban dañadas.

Entre mediados del siglo XIX y principios del XX se produjo un importante desarrollo industrial con el auge de la industria del chocolate y la llegada del ferrocarril. Hoy Astorga sigue siendo un núcleo estratégico de comunicaciones al ser la puerta natural de entrada a Galicia además de mantenerse como encrucijada entre dos de los caminos históricos más esenciales de la península: el Camino de Santiago y la Vía de la Plata. Esta relevancia hace que hoy en día una de sus principales actividades económicas (además de su industria repostera y de productos cárnicos procedentes del ganado de la montaña del Teleno) sea el turismo cultural.

Aparcamos junto al Parque del Melgar, donde se pueden ver restos de las murallas construidas entre los siglos III y IV (tal como ocurrió en otros lugares de la península – León o Lugo, por ejemplo- ) para proteger el territorio romano de las incursiones de los pueblos bárbaros. De aquella construcción tan solo se conservan un par de kilómetros de su perímetro, en su mayoría reconstruido durante la Edad Media.

Aunque sufrieron ataques menores, los mayores destrozos fueron consecuencia del duro asedio francés durante la Guerra de la Independencia. Lo quedó en pie tras la artillería gala fue después demolido por el ejército español en 1812 tras recuperar la ciudad para evitar una reconquista de los de Napoleón.

Cruzando sus nuevos muros reconstruidos nos adentramos en el casco histórico de Astorga, llegando a la Plaza Mayor, que se ubica en el lugar que hace siglos se encontraba el Foro Romano, por lo que es un espacio que sigue siendo el centro de la vida social de la ciudad desde hace más de 2000 años.

Con las características propias de una típica plaza española – porticada y de planta cuadrangular (aunque sin cerrar) – su construcción data del siglo XVII y desde la época medieval acoge el mercado de la ciudad donde se pueden comprar productos locales, desde verduras y hortalizas hasta embutidos y cecinas pasando por productos tradicionales. Además de acoger ferias del comercio e industria local, también es el centro de los eventos culturales más importantes de Astorga así como de sus festividades (pregones, procesiones o recreaciones ambientadas en épocas históricas).

En el centro se erige el Ayuntamiento, construido también a finales del siglo XVII.

Reformado en varias ocasiones, conserva su fachada barroca de tres plantas rematada con dos torres simétricas de clara influencia flamenca. En el centro destaca el escudo real, y sobre él se ubican las campanas y el reloj del maestro relojero Bernardo Franco flanqueado por los maragatos Juan Zancuda y Colasa.

Estas figuras autómatas vestidas con el traje típico regional se mueven a todas las horas en punto para golpear la campana del reloj con su mazo.

En los soportales de la plaza se ubican restaurantes, bares, tiendas de recuerdos y de productos típicos. Como casi se acercaba la hora de comer e iban a cerrar los comercios aprovechamos para aprovisionarnos con unas cajas de hojaldres, un dulce típico de la zona, como los son las mantecadas (que tienen Indicación Geográfica Protegida incluso), las merles o las pastas. Lógicamente, también destacan los chocolates artesanos, y es que Astorga tiene tradición chocolatera. Tanto que hasta cuenta con un Museo dedicado a este dulce.

Con la compra hecha continuamos nuestro paseo en busca de un sitio para comer. De camino nos topamos con el Domus del Mosaico del Oso y los Pájaros, protegido bajo un tejado a doble vertiente junto al convento de los Padres Redentoristas.

Las ruinas pertenecen a una antigua casa romana (o domus) que se cree que data de entre los siglos I y IV y que debió pertenecer a una familia relevante de la ciudad por la variedad de espacios que se pueden distinguir (contaba incluso con un pequeño y calefactado complejo termal con un completo programa de baños). Es una de las domus más completas de las halladas por la arqueología en Asturica. La parte conservada (aproximadamente un tercio del total) de esta gran casa particular se ordenaba en torno a un gran patio columnado.

Una de las habitaciones principales está pavimentada con un lujoso mosaico realizado con pequeñas teselas de caliza. Se piensa que el tema principal (ya desaparecido) tendría relación con Orfeo tocando la lira para amansar a los animales.

Seguimos la calle, pasando por el Convento de los Padres Misioneros Redentoristas, fundado en el siglo XIII.

Cuenta con una fachada sencilla en la que destaca una escultura de la Inmaculada Concepción. Alberga una capilla de estilo neoclásico en el que se enterraban a las familias nobiliarias de la ciudad, y un claustro en el que trabajó Gaudí.

Al final de la calle frente al albergue de las Siervas de María nos sorprendió una estatua dedicada a los peregrinos.

Frente al convento se halla el Jardín de la Sinagoga, que, a pesar de ser otoño y estar algo desangelado, permite asomarse a las murallas y observar los alrededores.

Fue planificado sobre la cara sur de la muralla y mirando al Monte Teleno a mediados de siglo XIX, tras la marcha de los franceses. Con los nuevos tiempos más pacíficos, se pensó que la ciudadanía necesitaba un espacio que animara al paseo, al encuentro y la charla.

Recibe este nombre porque durante siglos existió en este lugar un próspero y vitalista barrio hebreo. De hecho, en unas excavaciones llevadas a cabo entre 2005 y 2010 se encontraron restos que pueden ser atribuidos a la sinagoga que hubo en la ciudad hasta el siglo XV. En aquellos trabajos también se hallaron restos de suelo romano, pero fueron tapados para protegerlos de las inclemencias del tiempo y de la acción del ser humano.

Tras una hora dando un paseo y con hambre, comimos en Restaurante Tritón donde elegimos un menú del día. Lo propio habría sido comer el plato estrella de la zona: un cocido maragato, compuesto de sopa, verduras, garbanzos y carne. Su peculiaridad es que se come en tres vuelcos (cada cosa por separado) empezando por lo más contundente y energético, esto es, la carne y terminando por la sopa. Y es que, según el dicho, “de sobrar, que sobre la sopa”. Otro plato típico es el bacalao al ajoarriero.

Antes de marcharnos de Astorga, nos dirigimos hasta la Plaza de la Catedral, donde se erige el principal monumento religioso de la ciudad.

Dedicada a Santa María, es de origen románico, aunque su construcción no concluyó hasta el siglo XVIII, de ahí que en ella convivan elementos góticos, renacentistas y barrocos. Por ejemplo, mientras que su fachada principal es de estilo barroco, la sur lo es renacentista.

En el interior destaca el Retablo Mayor renacentista, la sillería del coro del siglo XVI elaborada con madera de nogal sin policromar, el retablo hispanoflamenco de San Miguel y la Inmaculada de Gregorio Fernández.

Junto a la Catedral se hallan otras dos pequeñas iglesias, la Capilla de San Esteban y la Iglesia de Santa Marta, dedicada a la patrona de la ciudad.

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Durante las obras de adecuación urbanística de 1999, salieron a la luz los restos de una pequeña iglesia del siglo VI que había sido erigida sobre un edificio romano y que estuvo en uso hasta que quedó destruida por un incendio y su espacio acabó siendo usado como cementerio.

La planta de este pequeño templo (que puede observarse a escala 1:1 dibujada sobre el pavimento), presenta una peculiar orientación noreste – suroeste, heredera de la disposición urbanística romana. Consta de dos partes, la nave y una cabecera situada en el extremo nororiental donde se celebraba la eucaristía. Cumplía la función principal de baptisterio, según el hallazgo de una piscina bautismal en su interior.

Al otro lado de la plaza, sobre el Parque del Melgar destaca el Palacio Episcopal de Astorga, también conocido como Palacio de Gaudí, debido a que es una de las tres únicas obras que Antonio Gaudí llevó a cabo fuera de Cataluña (junto con La Casa Botines de León y El Capricho en Comillas, Cantabria).

El 27 diciembre de 1886 se quemó la sede del obispado y el obispo de Astorga, Joan Baptista Grau i Vallespinós, que era de Reus como Gaudí, le pidió a este que levantara uno nuevo. El artista, que era muy católico, estaba embarcado en otros proyectos en ese momento, pero aceptó. Le pidió al obispo dibujos y fotografías para proyectar el palacio de forma que armonizase con su entorno. Finalmente, en 1889 comenzaron oficialmente las obras en un estilo neogótico muy personal.

No obstante, cuando la construcción estaba aún al 65%, Gaudí la abandonó por desavenencias y tomó los mandos Ricardo García Guereta, quien respetó el trazado del catalán, pero le dio una impronta algo más convencional. Finalmente fue concluido en 1913, pero Grau ya había muerto de gangrena, por lo que no pudo ver su encargo.

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Construido en granito gris del Bierzo, cuenta con una planta de cruz griega con cuatro torres cilíndricas en las esquinas y rodeado por un foso y unos jardines. El interior queda dividido en cuatro niveles unidos por una monumental escalera de caracol. Tiene aspecto de castillo medieval, como de cuento.

Catalogado en 1969 como Bien de Interés Cultural, el Palacio Episcopal de Astorga es uno de los monumentos más importantes de la Ruta Jacobea. En realidad nunca cumplió con la función para la que fue encargado y desde 1964 alberga el Museo de los Caminos, dedicado al Camino de Santiago.

Ya eran casi las cuatro de la tarde y teníamos aún camino por recorrer hasta A Coruña, así que, aunque Astorga es una ciudad con un gran patrimonio histórico y cultural y tiene mucho por ofrecer, volvimos al coche y pusimos rumbo a Galicia.