Viajar III (2014)

Tras un 2013 más o menos tranquilo, comenzamos enero de 2014 en Arnedillo, La Rioja, probando por primera vez un spa y tomándonos tiempo para nosotros mismos en la montaña alejados del mundanal ruido. Nos dejamos mimar con masajes y baños de barros además de disfrutar de las piscinas.

El pueblo es atravesado por el río Cidacos junto al que discurre una vía verde por el antiguo trazado del ferrocarril que unía Calahorra con Arnedillo. El hecho de que haya un balneario se debe a que la villa cuenta con aguas termales que llegan hasta los 52º. Además del balneario hay unas pozas públicas de acceso público.

En Arnedillo también se pueden encontrar un par de yacimientos donde se pueden observar huellas de dinosaurios.

Por lo demás, se trata de un municipio pequeño que se puede observar desde el mirador del buitre. En el norte hay un castillo del siglo X que se une al monte gracias a una muralla y en el centro del pueblo sobresale la torre de la Iglesia de San Servando y San Germán que data del siglo XVI.

De todas formas, aunque nos acercamos una tarde a Calahorra, lo cierto es que hicimos poco turismo. Algún paseo por la vía verde, por el pueblo, una subida al mirador y en general descansar. Y es que las aguas termales y su bromuro te dejan grogui.

Ya en junio, aprovechando el puente justo en el solsticio de verano, viajamos a Londres, a ver a mi hermano. Fue una época muy buena, ya que es cuando más horas de luz hay, por lo que, aunque eran pocos días, pudimos aprovecharlos al máximo con 12 horas pateando las calles y parques.

No pudo faltar un fish and chips, un típico brunch, la subida a la London Eye o el cambio de guardia de Buckingham.

Y como ya os comenté, acabamos en Oxford también. Una ciudad universitaria que se encuentra a 80 km de Londres que cuenta con una arquitectura muy interesante.

Destacan sus colleges, iglesias, pero también su centro histórico con calles en las que conviven lo moderno y lo antiguo. Es una ciudad muy accesible a pie, así que merece la pena echar el día y dejarse atrapar por su ambiente universitario.

Apenas unas semanas más tarde nos fuimos de vacaciones. Tras hacer un crucero en 2008 y otro en 2011, nos tocaba repetir en 2014 siguiendo el patrón de trienios y viajamos a Capitales Bálticas, donde descubrimos también lugares interesantes.

Comenzamos en Tallín, capital de Estonia, país que pertenece a la zona Euro desde 2011. Hasta 1990 formó parte de la URSS y desde su independencia se ha modernizado bastante y está a la vanguardia en tecnología.

Sin embargo, esta modernidad contrasta con el aspecto medieval de la ciudad con sus murallas, castillo y torreones. Es un laberinto de callejuelas, plazas, iglesias y edificaciones. La ciudad está dividida en tres partes: Ciudad Antigua (donde vivían los ciudadanos), Toompea ( ciudad noble) y Ciudad Moderna.

Estuvimos un par de días en San Petersburgo, descubriendo una ciudad por primera vez con guía, pero nos pareció la mejor opción. Fuimos un poco a matacaballo y la experiencia de ir en un bus con 50 personas no es algo que queramos repetir, pero San Petersburgo nos gustó. Era lo más diferente que habíamos visto hasta la fecha. Los lugareños no fueron tan agradables, todo hay que decirlo.

San Petersburgo está llena de historia, sobre todo de los zares y en particular de Pedro, el Grande, el fundador de la ciudad en 1703. A Pedro no le gustaba Moscú, así que fundó una nueva capital más próxima a Europa, que fuera más abierta, más moderna. Había vivido en el extranjero y viajado, y quería abrir el país. Qué mejor forma que hacerlo dando salida al mar, y para ello se lió la manta a la cabeza y se lanzó a la guerra contra los suecos. La ubicación geográfica de la ciudad hizo que se la llamara como “La ventana a Europa” y se construyó de manera artificial, no es una ciudad que creciera y ganara importancia, sino que se creó para ser capital. También se la llama la “Venecia del norte” por los canales, pero lo cierto es que Pedro tenía en mente Ámsterdam tras haber vivido en los Países Bajos.

Se ve la influencia francesa en los palacios, a imagen de Versalles.

Y esta arquitectura contrasta con la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada.

En Helsinki encontramos una ciudad sobria, con su punto nórdico, pero también con su herencia rusa. Tiene una mezcla interesante con edificios correspondientes a diferentes movimientos históricos. Contrasta el estilo clásico de la Catedral con el vanguardista de la Iglesia de Temppeliaukio. Y para moderno, Sibelius.

Continuamos en Estocolmo, una ciudad que me dejó con ganas de más.  Como no llegamos al puerto de Estocolmo, sino que tuvimos una hora de tren, no pudimos aprovechar el día todo lo que nos hubiera gustado y tiene tanto por ver que me hubiera gustado poder pasear más tranquilamente y por más barrios. Quizá deberíamos haber obviado entrar al Skansen, pero fue muy interesante descubrir la cultura y civilización suecas. Supongo que siempre hay tiempo para volver a la ciudad.

Y tras un día de descanso y navegación volvimos a Alemania. Visitamos Wismar, Lübeck y Schwerin, tres ciudades pintorescas, pequeñas, pero con mucho encanto.

Wismar es una ciudad hanseática que pertenece al estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En 1632 pasó a formar parte de la corona sueca en la Guerra de los treinta años. Y posteriormente, en 1675 fue conquistada por los daneses, hasta cinco años después que volvieron a recuperarla los suecos. Pero en el siglo XVIII suecos y daneses siguieron con su toma y daca hasta que finalmente en 1803 en el Tratado de Malmö, Suecia le cedió la ciudad al Gran Ducado de Meclemburgo-Schwerin. Hasta un siglo más tarde no formaría parte del Imperio Alemán. Fue bombardeada doce veces durante la Segunda Guerra Mundial y así lo muestran edificios de la ciudad como las iglesias de San Jorge y Santa María. Tras la guerra quedó en la parte comunista. Sin embargo, tras la reunificación, la ciudad volvió a potenciar sus ideas hanseáticas y el centro de la ciudad fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2002. Básicamente el recorrido turístico se concentra en ese casco histórico, en la ciudad vieja, con su gran Plaza del Mercado, una de las más grandes de Europa.

La recorrimos a primera hora y estaban las calles desiertas, lo cual nos permitió descubrir tranquilamente sus calles y edificios de colores y cada cual de un estilo diferente a los que tiene a su alrededor. Es una ciudad con mucho encanto, con esas construcciones tan típicas alemanas, con casitas de colores, con rasgos góticos. Se ve en un rato, en un tranquilo paseo por sus calles adoquinadas.

Lübeck es sin duda la que más me gustó de las tres. Tiene muchísimo encanto con su toque medieval. También es una ciudad hanseática que durante la Edad Media fue la ciudad más importante de todo el Báltico. Fue la capital de la Liga durante siglos. Su casco histórico también fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y está delimitado por siete torres. El pasear por su centro es como volver a la Edad Media, con esos edificios de ladrillo rojo. Tiene una herencia arquitectónica muy característica. Sufrió en la Segunda Guerra Mundial, pero al ser centro logístico de la Cruz Roja fue algo más respetada y se vio afectada una quinta parte de la ciudad. Aunque fue la primera en ser bombardeada, quizá porque la ciudad no dejó a Hitler en el 32 hacer campaña y el bigotes le cogió tirria. Posteriormente fue reconstruida. También formó parte de la Alemania del Este.

Merece la pena perderse y descubrir ese punto peculiar de la ciudad. Me encantó pasear por Lübeck, observar los edificios, disfrutar de las zonas peatonales y descubrir recónditos lugares.

La última de las tres ciudades, Schwerin, destaca por sus masas de agua. La ciudad se halla en un emplazamiento privilegiado entre siete lagos y destaca su castillo que parece sacado de un cuento de Disney. En su día fue la residencia de los Duques y Grandes Duques de Mecklemburgo-Pomerania hoy en día es la sede del Parlamento. Para mí es demasiado, mucho oro y mucho adorno, lo comparan con el Neu Schweinstein, pero el de Füssen es mucho más bonito. Aparte de un parque alrededor y las calles del centro no nos entretuvimos mucho más. No contábamos con mucho tiempo, y tampoco era la más destacable.

Para finalizar el crucero terminamos en Malmö, Suecia de nuevo. No contábamos con mucho tiempo y era pronto, por lo que, al igual que en Wismar, no había mucho movimiento. El centro queda recogido, es ideal para recorrer a pie. Destaca la catedral del siglo XII y con el tradicional estilo de ladrillo rojo, del estilo de las de Lübeck y Stororget, la plaza sobre la que se desarrolla la ciudad. Preside la plaza el ayuntamiento y la residencia del gobernador. En el centro de la misma se levanta una estatua ecuestre de Carlos X Gustavo, quien conquistó la región de Escania a los daneses.

Hacia las afueras hay un parque y la zona moderna, el Västra Hammen. Sobresale el Turning Torso, el principal rascacielos de la ciudad de 190 metros de altura y 54 pisos diseñado por Calatrava. Son 9 cubos y su rotación desde la base hasta la cúspide es de 90º. En la zona también se encuentra la fortaleza.

En agosto huimos a Asturias de camping, algo que nos apasiona y que cada vez hacemos menos. Tal y como habíamos empezado el año, la intención era desconectar, quizá acercarnos a pueblos cercanos a dar un paseo o perdernos por alguna cala para pasear por la playa.

Coincidió que mi hermano subió con unos amigos y aprovechamos para hacer todos juntos el descenso del Sella, acercarnos a Cangas de Onís y saborear unas sidrinas.

En 2014, con poco planeado, al final nos salió muy variado: un spa, una visita relámpago a Londres, un crucero por el Báltico y unos días de camping en Asturias. No está nada mal.

Crucero Capitales Bálticas. Conclusiones

Y acabó el crucero, yo creo que de los tres que hemos hecho, este es el que más agota. El Rondó Veneciano tiene escalas matutinas, y quitando Atenas, el resto de paradas son recogidas. En los Fiordos también se anda, Oslo y Copenhague son días de paliza, y la subida al Glaciar tiene su exigencia, pero es cierto que al ser una mezcla de ciudad y naturaleza, se lleva de otra forma. Este crucero al ser todo de ciudad es un no parar día tras día. El día de Tallín es quizá el más relajado, y quizá Malmö si no haces excursión a Copenhague, claro. La visita a San Petersburgo es extenuante, supongo que sobre todo por el hecho de ser guiada.

Es quizá la única pega que le pongo, el no poder tener la movilidad de visitar todo por libre y tener que contratar excursión en San Petersburgo. Aunque hay que reconocer que no habría visitado ni la mitad de los sitios a los que nos llevaron. Así que, tal vez no fue tan mala elección.

Como ya comenté, me hubiera gustado hacer escala en Riga en lugar de Wismar, pero bueno, al final tampoco se nos dio mal el día y me gustaron mucho las 3 ciudades que visitamos. Hay que buscar el lado positivo.

Si nos centramos en la experiencia en el barco, he de decir que he notado cierto bajón con respecto a la última vez con Pullmantur. Sí que es cierto que ha mejorado el embarque y desembarque, puesto que te olvidas del todo de las maletas. Tampoco hay queja en la atención de la tripulación, tanto de la chica de limpieza del camarote como de los camareros en los restaurantes. Donde quizá vi esa diferencia fue en la variedad de comidas y en detalles como tener botellas de agua gratuitas en todo momento. No nos engañemos, sé que Pullmantur es de las navieras más baratas, y había opciones para comer y no repetir, pero quizá había poca rotación. Eso sí, las opciones presentadas estaban ricas. La animación también me resultó algo pobre, la de Iberocruceros tenía más repertorio y era algo más innovadora, como por ejemplo con el patinaje sobre hielo. Si el espectáculo no te convecía podías ir a las discotecas, pero la noche que estuvimos estaba vacía y nuestro grupo (entre 30-35 años) era el más joven. La media de edad del crucero era más baja que en los Fiordos, quizá rondaba los 49-45. Y había incluso familias con críos en etapa preadolescente.

No tengo nada que añadir en cuanto a la elección de camarote o turno de comida. Seguimos el patrón anterior y volveríamos a elegir lo mismo. No necesitamos ventana y el orden cena y después espectáculo parece la más lógica.

Finalmente, si hablamos de presupuesto, en julio y con el camarote sencillo que elegimos nosotros, puede salir por unos 1000-1200€, depende de la previsión en la reserva, si consigues algún tipo de oferta en semana del crucero o similar. Es algo más caro que los del Mediterráneo, y un poco más barato que el de los Fiordos. Aparte de eso, no hay mucho más gasto al ser Todo Incluido. La excursión a San Petersburgo nos salió por 125€ por persona los dos días e incluía las comidas. El barco te cara unos 72€ por persona en concepto de tasas de servicio. Así pues, un total de unos 1300-1400€ en total, que si le sumas algún que otro souvenir o recuerdo, entradas o transporte en las escalas, o si compras en el duty free del barco, se puede ir a unos 1600-1700€. Sólo en Rusia y Suecia no tienen el Euro, y ya os comenté que en San Petersburgo nos llevaron a una tienda que aceptaban nuestra moneda, y en Suecia no hay problema por pagar con tarjeta.

Es un crucero que merece la pena, pero para mí sigue estando por encima el de los Fiordos, sin lugar a duda. ¡Ay, Noruega! He descubierto que Pullmantur hace con el Buque Empress un recorrido por el norte del país (Círculo Polar, Laponia) que se llama Sol de Medianoche. ¿Será el próximo?

Sol de medianoche

Crucero Capitales Bálticas. Etapa VII: Malmö

Y llegamos a la última parada, a Malmö, de nuevo en Suecia. La ciudad se encuentra en la costa sur occidental del país y es el puerto más grande de Suecia en la zona. Está a tiro de piedra de Copenhague gracias al puente de Öresund, una de las mayores estructuras arquitectónicas de Europa, de 8km de longitud y que permite cambiar de ciudad y de país en apenas 15 minutos. De ahí que al llegar a la escala en el crucero te vendan la excursión a la capital danesa. Nosotros como ya habíamos estado en el de los Fiordos, nos centramos en acercarnos al casco histórico y darle un paseo a Malmö.

Al ser la parada final no disponíamos de mucho tiempo. Pullmantur te acerca al aeropuerto, y según el horario de tu vuelo, así te van dando salida. Nuestro bus partía a las 12:45, así que desayunamos, recorrimos el centro, comimos algo, y partimos. Pero aún así, Malmö se ve en dos horas tranquilamente, queda todo bastante recogido. Si contratas la excursión, sales del barco y te dejan en el aeropuerto directamente. En el Rondó Veneciano merecía la pena si acababas en Atenas, pues había que cargar las maletas en el bus. Sin embargo, este año, las maletas las dejabas en la puerta del camarote antes de las 3 de la mañana de la noche anterior, y ellos las facturaban directamente y las recogías en destino, por lo que no era tan imprescindible para los de los últimos vuelos. Los de los primeros ya era otra cosa, puesto que el bus salía a las 10 de la mañana hacia el aeropuerto y ahí no te daba mucho margen de maniobra.

En fin, que nosotros dentro de lo malo, teníamos cierto margen de maniobra. Al bajar del barco había una carpa preparada para los que llegaban a sustituinos a los que nos marchábamos y en dicha carpa había un puesto de turismo con unas chicas que hablaban español y que nos dieron un mapa.

Mapa

Nuestro barco llegó al puerto Kryssninsfartyg y desde ahí nos dirigimos al centro de la ciudad, que es ideal para recorrer a pie. Si buscamos picos llegamos a St Petrikyrkam, la catedral de Malmö. Data del siglo XII y con el tradicional estilo de ladrillo rojo, del estilo de las de Lübeck. En el siglo XV las torres se vinieron abajo, así que en el s. XIX se levantó la que vemos en la actualidad. En su interior se pueden ver pinturas medievales.

Tras la catedral encontramos Stororget, la plaza sobre la que se desarrolla la ciudad. Preside la plaza el ayuntamiento y la residencia del gobernador. En el centro de la misma se levanta una estatua ecuestre de Carlos X Gustavo, quien conquistó la región de Escania a los daneses.

A la derecha del ayuntamiento, en la esquina con Södergatan se encuentra la farmacia más antigua de Suecia, la Apoteket Lejonet, fundada en 1662. Justo al lado de la Farmacia del León, se encuentra la orquesta optimista, varios músicos tocando instrumentos en fila.

A un par de minutos de esta zona hay dos plazas que fueron los tradicionales mercados: Möllevangstorget y Lilla Torg. Esta última tiene mucho encanto, llena de restaurantes, de vida, de ritmo.

Y en la Gustaf Adolfs Torg, otra plaza que enlaza las calles peatonales más comerciales y Lilla Torg, podemos encontrar  la escultura de Grifo

En el recorrido hacia las afueras nos encontramos con el Gamla Kyrkogarden, un cementerio que está abierto cual parque público. No es muy gore, pues no se ven muchas lápidas.

Después dimos un paseo por el parque cruzando al Västra Hammen, la zona moderna, en torno al Turning Torso, el principal rascacielos de la ciudad de 190 metros de alturay 54 pisos diseñado por Calatrava. Son 9 cubos y su rotación desde la base hasta la cúspide es de 90º. En la zona también se encuentra la fortaleza.

Personalmente, no me llamaron mucho la atención, ni la fortaleza, ni la zona nueva. Y finalmente, volvimos al barco… y a casa.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa VI: Schwerin

Y llegamos a Schwerin, la capital del Land. Es una ciudad rica en agua gracias a sus lagos y en bosques.

La ciudad se halla en un emplazamiento privilegiado entre siete lagos y destaca su castillo que parece sacado de un cuento de Disney.

El Castillo de Schwerin que en su día fue la residencia de los Duques y Grandes Duques de Mecklemburgo-Pomerania hoy en día es la sede del Parlamento. Para mí es demasiado, mucho oro y mucho adorno, lo comparan con el Neu Schweinstein, pero el de Füssen es mucho más bonito.

Comenzó a construirse en 1500 ocupando una pequeña isla en el lago unida a tierra por un puente. Es sin duda su edificio emblemático.

Está en un enclave muy bonito y bucólico, rodeado de lagos y jardines. Los jardines de la fortaleza son de estilo inglés. Incluso hay una gruta. Los jardines de castillo, por el contrario, son barrocos de estilo francés y lo cruza un canal flanqueado por 14 estatuas.

Es una ciudad pequeña cuyos puntos de interés quedan bastante recogidos y se pueden recorrer a pie.

Centro

El centro gira en torno a la Puschkinstrasse. En ella destacan un par de palacios. Se está retomando la actividad y restaurando edificios, pues la zona se vio abandonada durante un tiempo.

En la Marktplatz encontramos el ayuntamiento de origen medieval, las casas con frontones y el monumento del león. También podemos encontrar la catedral en esta plaza del mercado. Es de estilo gótico y es el único monumento medieval de la ciudad. Se erige en el lugar donde antes había una iglesia románica. Es de grandes proporciones, con una torre de 117 metros de altura a la que se puede subir para disfrutar de las vistas. Nosotros no subimos porque no nos quedaba mucho tiempo.

Para terminar la visita a la ciudad bordeamos el Estanque de los Sacerdotes alrededor del cual hay varios edificios históricos.

Para volver a Wismar sí que hay tren directo y se tarda apenas media hora. A nosotros nos pilló incidencia en línea y menos mal que no apuramos mucho la hora de vuelta, pues estuvimos en la estación como tres cuartos de hora de espera.

Reiseplan 3

Pero finalmente llegamos antes de la hora límite para zarpar rumbo al destino final: Malmö

Crucero Capitales Bálticas. Etapa VI: Lübeck

En la entrada de Wismar había comentado que con el ticket de Mecklenburgo-Pomerania por 26€ podíamos viajar los dos hasta Lübeck, pero lo cierto es que no es así.

frontera

Si miramos la imagen de google, Lübeck está pegado a la frontera pero ya no pertenece a Mecklenburgo-Pomerania, sino a Schleswig-Holstein, así que habría que pagar una la diferencia desde la frontera. Algo de lo que me di cuenta ya a posteriori. Así que, cuidado, porque los revisores en Alemania van de paisano, y multan. Y las multas son altas. Tuvimos suerte, de haberlo sabido no me habría arriesgado.

En fin, volviendo a Lübeck, es una ciudad que tiene que estar entre las primeras opciones para visitar. Tiene muchísimo encanto con su toque medieval.

Es una ciudad hanseática que durante la Edad Media fue la ciudad más importante de todo el Báltico. Fue la capital de la Liga durante siglos. Su casco histórico también fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y está delimitado por siete torres. El pasear por su centro es como volver a la Edad Media, con esos edificios de ladrillo rojo. Tiene una herencia arquitectónica muy característica. Sufrió en la Segunda Guerra Mundial, pero al ser centro logístico de la Cruz Roja fue algo más respetada y se vio afectada una quinta parte de la ciudad. Aunque fue la primera en ser bombardeada, quizá porque la ciudad no dejó a Hitler en el 32 hacer campaña y el bigotes le cogió tirria. Posteriormente fue reconstruida.

Al igual que Wismar, también formó parte de la Alemania del Este, como se puede ver en sus semáforos.

Es una ciudad muy interesante con muchos puntos de interés, pero bastante recogidos por su distribución medieval.

La estrella de Lübeck es la Holstentor. Representa ese estilo medieval amurallado con sus ladrillos rojos y sus torreones.

Tiene un cuerpo central con dos torres laterales. Es la que da la entrada al casco histórico y está rodeada por dos ríos, el Trave y el Wakenitzes. En sus alrededores podemos ver expuestas el resto de las puertas que formaban parte de la muralla medieval.

Justo a la derecha de la puerta, a orillas del río Trave, encontramos un conjunto de antiguos edificios que reciben el nombre de Salzspeicher, eran los almacenes de sal. Hoy en día son tiendas de ropa.

A continuación, tras pasar el río, nos adentramos en la ciudad continuando por Petersgrube, una calle típica de la ciudad, llena de edificios góticos, barrocos y neoclásicos y nos encontramos con St. Petri, una glesia gótica de cinco naves y una alta torre en la fachada y grandes ventanales en los laterales. Fue reconstruida en su totalidad, pues los bombardeos la destruyeron.

Muy cerquita nos encontramos con el centro neurálgico de la ciudad, el Rathaus. El ayuntamiento tiene una fachada a la Breite Strasse, calle comercial de ladrillos negros esmaltados y otra hacia la plaza de ladrillo rojo y blanco y con una loggia de estilo renacentista. Dos caras para un mismo edificio.

Justo al lado del ayuntamiento encontramos la Marienkirche, que es del siglo XII y tiene unas torres de 120 metros de altura, también en ladrillo rojo. En su interior hay un reloj astronómico del siglo XVII. Está apuntalada, porque la II Guerra Mundial la dejó tocada.

Continuamos el recorrido por la Breite Strasse y giramos en la Pfaffen para coger después la Grosse Burgstrasse. En esta calle encontramos la Jakobikirche. Es la iglesia gótica de los marineros. Esta no sufrió muchos bombardeos, por lo que se conserva casi como era. Es más pequeña que la Marienkirche, pero de estilo muy similar.

En la acera contraria encontramos la Schiffergesellschaft, la asociación de marineros de la ciudad. Un edificio de ladrillo rojo con una veleta-barco en lo alto.

Siguiendo la misma calle, llegamos a Burgtor, que es una de las pocas que se conservan de las antiguas fortificaciones.

Volviendo sobre nuestros pasos pasamos por el Heiligen Geist Hospital. Tiene forma de T e incorpora una iglesia con dos naves. Estaba en obras, pero tenía un telar con su imagen.

Después pasamos por la Katarinenkirche, la única que se conserva de estilo monacal, a cuya izquierda se encuentra la casa del escritor y Nobel de literatura Günter Grass, el autor de El tambor de hojalata. Pero no es el único escritor de la ciudad, los hermanos Mann (Heinrich y Thomas) también vivieron en Lübeck y se puede visitar su casa, la Buddenbrookhaus.

Continuamos callejeando para no volver por el mismo sitio. La ciudad tiene encanto no sólo por la puerta o las iglesias, sino que en todo el casco predominan unos pequeños patios y túneles. Merece la pena perderse y descubrir ese punto peculiar de la ciudad. Me encantó pasear por Lübeck, observar los edificios, disfrutar de las zonas peatonales y descubrir recónditos lugares. No sé cómo será Rostock, pero me alegro de haber elegido Lübeck.

Para finalizar, llegamos a la Catedral. Es la iglesia gótica de ladrillo más grande de Alemania. Se encuentra detrás del ayuntamiento y fue construida en su misma época. Tiene dos torres con crucero, en una de ellas se conserva incrustados los fragmentos dispersos de las campanas que fueron destruidas en 1942.

Para finalizar nuestra visita, nos paramos en el parque junto a la Holstentor a comernos unos bocadillos que llevábamos preparados del barco y volvimos a la estación rumbo a Schwerin.

Reiseplan2

En este caso el tren no es directo, sino que hay que hacer un trasbordo. Aún así, en el papelito de la máquina de billetes nos pone al andén que llegaremos, a qué hora, a qué andén tenemos que cambiar y a qué hora llegará nuestro segundo tren. Y con puntualidad alemana. En unos 70 minutos estaríamos en Schwerin para disfrutar la tarde.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa VI: Wismar

Penúltima escala y nos propusimos un día bastante completito. Esta escala de 7 de la mañana a 8 de la tarde te la venden como Berlín, pero no llegas a Berlín (que por si alguien es de la LOGSE, no tiene mar), sino a Wismar, que está a unos 258 km. Lo que viene siendo más o menos un Madrid-Burgos. Nada, al ladito.

Wismar a Berlín

No sé lo que costaba la excursión del barco, pero la propuesta era: salida a las 7:30 de la mañana, 3 horas de autobús, llegada a Berlín, tour panorámico (creo que te bajaban en el Reichstag, muro, check point Charlie y algún museo), parada a comer, tiempo libre para compras y a las 4:30 de regreso al barco, pues aunque este zarpa a las 8, os recuerdo que hay que estar una media hora antes. Es decir, que pagabas una pasta por intuir Berlín en 4 horas (si quitamos comida y tiempo libre). Una auténtica barbaridad, y como tal lo corroboraban en el avión de vuelta una pareja que llevábamos una fila detrás, toda una desilusión se llevaron porque fueron a la carrera y no vieron nada. Y como decía un matrimonio de Málaga, te sale más a cuenta coger un vuelo de una compañía aérea low cost e irte un fin de semana. Tardas menos en el viaje, y ves más.

En fin, que nosotros no cogimos la excursión porque no solemos hacerlo (San Petersburgo fue la excepción), porque nos parecía una locura, y porque Berlín ya lo hemos visitado en dos ocasiones. Y aunque nos queda por descubrir, lo dejamos para una mejor ocasión.

En un principio yo hubiera preferido que el crucero parara en Riga y no en Wismar, pero bueno, cuando no te queda más remedio, pues tienes que amoldarte. No es que Alemania no me atraiga, es que he estado varias veces.

La primera de ellas en 2001 en un campo de trabajo (sí, suena estupendo) en un pueblecito cerca de Múnich, así que visité Múnich y Füssen, donde está el famoso castillo Neu Schweinstein.

Después, en el curso 2002/2003 estuve de Erasmus en Bochum, cerca de Düsseldorf. En ese año viajé de nuevo a Múnich, a los Alpes y crucé a Salzburgo; a Colonia, a Bonn, a Düsseldorf, Essen… en general a aquellos sitios a los que podía llegar con mi pase transporte de la Universidad, pero también en una visita relámpago, alquilamos un Polo e hicimos un viaje en coche bastante completito por el norte de Oeste a Este y regreso.

Road Trip 1

Volvimos en mayo de 2005, pues una amiga estaba en Münster con una beca de lectora de español en un colegio. Alquilamos de nuevo un coche, e hicimos otra ruta, esta vez bajando por la Selva Negra y llegando a Múnich. En una de estas que estás buscando puntos de interés en el GPS acabamos en el Campo de Concentración de Dachau, justo en el 60 aniversario de su liberación.

Road Trip2

Aprovechando otro puente de mayo, el de 2007, fuimos con dos amigos a Berlín, y nos pegamos la paliza padre.

En el puente de diciembre de 2008, fuimos a Múnich con mi hermano y un amigo. Esta vez fuimos más estáticos, pero volvimos a Füssen y a Salzburgo.

Así pues, no es que tenga Alemania muy vista, pero digamos que si puedo conocer otro lugar, pues mejor, porque sé que Alemania es fácil recorrerla en tren, sé que me entiendo con el idioma y que no me conformaré con una ciudad.

Y así nos pasó, que en una escala tan larga, ver Wismar solo, parecía poco. Con lo que, mapa en mano, horarios de trenes de Banh.de y un poco de investigación en internet, teníamos varios posibles destinos: Wismar, Rostock, Schwerin y Lübeck. No habíamos visitado ninguna de las 4, estaban cerca, y quizá 3 de 4 era una buena opción para pasar el día.

Wismar

Madrugamos bastante. Descansados tras el día de navegación y con intención de aprovechar la jornada al máximo. Al bajar del barco nos encontramos con un par de chicas en un punto de información que daban planos sobre la ciudad. Nos dirigimos a la estación de tren con intención de ir bien a Rostock, bien a Lübeck, según el tren que llegara primero y nos hiciera perder menos tiempo.

La idea era sacar un billete para todo el día en el que te puedes mover por todo el Land (provincia) por 26€ (2 personas). El tren en Alemania funciona muy bien, y hay este tipo de billetes muy prácticos.

Condiciones

Para una persona sale por 22, tres por 30, cuatro por 34 y 5 por 38. Como veis, está muy bien de precio, y si te agrupas con más gente, mejor que mejor. Eso sí, tenéis que ir juntos durante el viaje. Se pueden coger todos los trenes regionales y cercanías de 2ª clase. Para 1ª hay que pagar más. El problema es que el billete es válido desde las 9 de la mañana a las 3 de la madrugada, y claro, habíamos madrugado tanto, que teníamos algo más de una hora de espera, así que, sacamos el billete y nos fuimos a ver Wismar, en vez de dejarla para el final como teníamos pensado.

SchönerTag Ticket

Al sacarlo en ventanilla, el ticket es así, pero si lo sacas en máquina es como el siguiente (este es de NRW de 2005)

Schöner Tag Máquina

Inciso: si viajáis en fin de semana, hay un billete similar, el Schönes Wochenende Ticket que cuesta 44€ y pueden viajar hasta 5 personas (es único independientemente de si viaja uno o cinco, cuanto más gente, más se amortiza, claro). Este tiene validez desde las 12 de la noche hasta las 3 de la mañana. Y no sólo sirve para un Land sino para todo el país. Así que te permite mucha más movilidad.

En fin, tras esta extensa introducción sobre Alemania en la que os he contado media vida y sobre la forma de moverse por el país, vamos a Wismar.

Wismar es una ciudad hanseática que pertenece al estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En 1632 pasó a formar parte de la corona sueca en la Guerra de los treinta años. Y posteriormente, en 1675 fue conquistada por los daneses, hasta cinco años después que volvieron a recuperarla los suecos. Pero en el siglo XVIII suecos y daneses siguieron con su toma y daca hasta que finalmente en 1803 en el Tratado de Malmö, Suecia le cedió la ciudad al Gran Ducado de Meclemburgo-Schwerin. Hasta un siglo más tarde no formaría parte del Imperio Alemán.

Fue bombardeada doce veces durante la Segunda Guerra Mundial y así lo muestran edificios de la ciudad como las iglesias de San Jorge y Santa María. Tras la guerra quedó en la parte comunista, tal y como reflejan los semáforos.

Inciso 2: Este tipo de semáforos son típicos de la Alemania Comunista. En los años 60 un psicólogo decidió adaptar las señales luminosas tricolores de los semáforos de la época para que fueran entendibles por todo el mundo, incluyendo a niños y discapacitados. Fueron tan populares que en los años 80 tenían su espacio en los dibujos para enseñar educación vial, así como comportamientos correctos e inadecuados. Poco después, tras la reunificación, se quisieron cambiar y que se adoptaran los de la zona oeste, pero hubo un movimiento para la recuperación de este símbolo histórico y se volvieron a instalar. Hoy en día son todo un icono de los Ossis, existen tiendas oficiales con todo tipo de merchandising. Hace unos 10 años se creó también la figura femenina.

Sin embargo, tras la reunificación, la ciudad volvió a potenciar sus ideas hanseáticas y el centro de la ciudad fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2002. Básicamente el recorrido turístico se concentra en ese casco histórico, en la ciudad vieja, con su gran Plaza del Mercado, una de las más grandes de Europa.

En dicha plaza se encuentra la Fuente de agua de Wismar, todo un símbolo de la ciudad. Es de estilo renacentista holandés y se construyó para abastecer a la ciudad a finales del siglo XVI y siguió funcionando hasta casi el siglo XX.

Pero en la plaza podemos encontrar también el ayuntamiento y la casa burguesa de ladrillo en estilo gótico báltico.

Wismar tiene tres iglesias principales, y la única que se conserva practicamente intacta es Nikolaikirche. Las otras dos, como decía más arriba, se vieron dañada durante la Segunda Guerra Mundial.

De la Marienkirche, de estilo gótico báltico, tan sólo se conserva la torre, y me gusta cómo lo han dejado, puesto que lo que era el resto de la estructura hoy en día es una especie de parque con sus bancos y unas graciosas esculturas.

Hay veces que las reconstrucciones no son posibles por falta de dinero o por problemas estructurales, y me parece una buena idea que se quede como está. En Hannover fue la primera vez que vi una iglesia vacía y reconvertida en parque y lo consideré un acierto. Se aprovecha el espacio y sirve como recordatorio.

La Georgenkirche, que también quedó fuertemente dañada, sí que fue reparada y reconstruida tras la reunificación.

Es una ciudad con mucho encanto, con esas construcciones tan típicas alemanas, con casitas de colores, con rasgos góticos. Se ve en un rato, en un tranquilo paseo por sus calles adoquinadas.

Tras dar un paseo por el casco histórico volvimos a la estación para emprender el viaje hacia Lübeck.

REiseplanEn las máquinas de billetes del tren, además de los propios billetes, se pueden sacar las rutas que deseemos, con sus horarios, la duración, si hay que hacer trasbordo y el precio. Si os fijáis, hacer el trayecto de Wismar a Lübeck, sólo ida, nos saldría por 15,30€.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa V: Navegación

En los tres cruceros en los que he estado siempre ha habido un día de navegación, hay cruceros en los que hay tanta distancia entre las escalas que hay incluso más de una jornada en alta mar.

Este día no se visita ninguna ciudad y generalmente no se ve ni tierra, pero es un día que se aprovecha de otra manera.

Es un día en el que puedes levantarte más tarde y recuperar horas de sueño. No nos engañemos, un crucero es muy muy cansado. Y cuando te levantas a las 8 de la mañana y te acuestas a las 2 durante varios días, y encima sin parar en las visitas turísticas, pues el día de navegación sabe a gloria.

Es una buena oportunidad para recorrer el barco tranquilamente disfrutando de las piscinas, los bares, las salas, los comedores, y espacios en general, así como la oferta de ocio que nos ofrece el navío.

Si eres amigo de los casinos y los juegos de azar, al estar en alta mar, podrás jugar tranquilamente. Asimismo, estarán abiertas las tiendas de duty free, con lo que puedes aprovechar para hacer alguna compra. Si eres fumador, encontrarás buenas ofertas, y si usas algún perfume caro, seguro que hay una buena promoción.

Como decía, habrá un montón de oferta de ocio, el equipo de animación estará a tope buscando participantes para los diferentes concursos y juegos, pero no sólo eso, sino que suele haber demostraciones culinarias donde se ven auténticas virguerías. Vaya manejo de los cuchillos.

Y lo bueno, es que esa presentación de alimentos, después, se pueden degustar. Bueno, si tienes suerte, ya que si te ocurre como a nosotros y la media de edad de los pasajeros es de 50 años o más, olvídate porque aunque haya Todo Incluido y lleven todo el día comiendo y bebiendo, arrasarán.

Personalmente, prefiero que el día de navegación coincida con las etapas finales del crucero. Sí es verdad que para recorrer el barco, vendría mejor al principio, pero con las palizas diarias, la falta de sueño y el próximo desembarque, no sólo viene bien para descansar, sino para ir preparando la maleta de cara al regreso a casa.

Próxima parada: Alemania.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa IV: Estocolmo

Recuperando una hora, llegamos a Estocolmo, Suecia. Bueno, realmente no llegamos a Estocolmo, sino a Nynäshamn, que debe ser más barato para atracar el barco. Y de hecho, no atraca, sino que fondea y después hay que coger una de las lanchitas de las narices (se nota que no me gustan, ¿no?). Estocolmo está a una hora en tren de Nynäshamn y la escala era larga, de 9 de la mañana a 19. A priori parece suficiente, pero Estocolmo tiene mucho para ver y se me quedó algo corta.

Nada más bajar de la lancha y pisar tierra, nos encontramos con la oficina de información, donde nos indican los horarios de los trenes a Estocolmo. Para llegar a la estación no hay pérdida, pues la acera está marcada por una línea azul. Sólo hay que seguirla durante unos 15 minutos. Los trenes salen cada media hora (a y 20 y a 50) y la vuelta con la misma frecuencia (a y 04 y a 34). Teniendo en cuenta que dura una hora y seis minutos el trayecto, teníamos como hora tope el de las 17:04 para estar a las 18:10 en Nynäshamn y llegar a tiempo para volver a puerto y tomar una de las lanchas que no fuera la última. Cogimos el tren de las 09:20, que llegaba a las 10:26, así que en realidad teníamos de 10:30 a 17:00 para ver Estocolmo, es decir unas seis horas y media. Ya digo que parece mucho tiempo, pero Estocolmo tiene mucho, mucho que ver.

Estocolmo

El billete, en realidad una tarjeta, se compra en un kiosco al lado del andén. Se trata de una tarjeta de 24 horas y que incluye el transporte de Estocolmo y Nynäshamn, así que nos servirá para ir y volver, y para movernos por Estocolmo. Se puede pagar con tarjeta (no llevábamos coronas suecas) y costaba en su momento al cambio unos 14€.

Estocolmo es la ciudad más grande del país. La moneda es la corona sueca y el idioma es el sueco, aunque dominan a la perfección el inglés, incluso la gente mayor. La ciudad tiene mucho que ver , consta de unas 14 islas unidas entre sí por más de 50 puentes. Nosotros nos centramos en pasear por la ciudad y no entramos a torres, museos o palacios. Sólo había dos museos que nos interesaban a priori: el Museo Vasa y el Skansen.

Museo Vasa. En él se encuentra el buque real Vasa, que se hundió en 1628 nada más salir de tierra. Cuando se deslizaba hacia la bocana del puerto, una repentina ráfaga de viento comenzó a soplar, se escoró y consiguió recuperarse, pero una segunda ráfaga golpeó el costado del barco, lo cual causó que el agua comenzara a entrar por las cañoneras y que el barco se fuera a pique. Fue sacado a flote y restaurado en 1961.

En la estación central de Estocolmo pedimos un mapa y que nos asesoraran sobre la ruta a seguir en el tiempo del que disponíamos, y la seca sueca (chica, si estás en información, sonríe un poco y da algo de información, no sólo un círculo al casco histórico…) nos dijo que tendríamos que priorizar y dejar algo fuera. Ya habíamos visto el de los barcos vikingos que sí navegaron en Oslo, así que decidimos visitar el Skansen en su lugar que parecía más interesante y era más grande.

Es un museo al aire libre bastante peculiar. Se fundó en 1891 y es un pedazo de historia sueca en miniatura. Contiene más de 150 edificaciones histórico-culturales de los siglos XVIII, XIX y XX llevadas desde todos los puntos de Suecia.

Se parece al de Oslo, tiene casas temáticas para ver cómo trabajaban los herreros, panaderos, lecheros, profesores…

Las típicas construcciones, desde iglesias a casas con los tejados de paja o musgo

Y además incorpora un zoo con animales salvajes y domesticados, linces, alces, renos, lobos…

Pero no sólo eso, sino que también tiene atracciones y restaurantes. Es una delicia para familias, de hecho estaba lleno de críos, parejas muy jóvenes con dos o tres críos en unos carros modo profesional. Ser padre en Suecia debe ser otro mundo.

Antes de marchar, es imprescindible asomarse a las vistas

Su entrada cuesta 20€. De nuevo pagamos con tarjeta sin problema.Está muy bien comunicado por tranvía (el 7), no tiene pérdida. Se encuentra en la isla de Djugarden en un entorno muy bucólico y verde.

Tras visitar el museo, de camino a la parada del tranvía, comimos unos bocadillos que nos habíamos hecho en el barco. Nos dirigimos al casco histórico, el Gamla Stan pasando por un par de museos.

Gamla Stan es la ciudad medieval llena de callejuelas y tiendas.

Gamla Stan

Las calles principales son Österlanggatan y Västerlanggatan, peatonales ambas y donde se encuentran la mayoría de las tiendas de recuerdos.

Recorrimos la Plaza Stortoget, donde se decapitaron a más de 80 nobles suecos en 1520. Fue una masacre que siguió a la invasión de Suecia por las fuerzas danesas.

Es el centro neurálgico, una plaza rodeada de casas aristocráticas desde donde salen callejuelas estrechas en todas direcciones. En ella se encuentra el viejo edificio de la Bolsa y la sede de la Academia Sueca.

De ahí fuimos a la plaza del Palacio Real. Se construyó sobre un antiguo castillo medieval del siglo XIII que había sido destrozado por el fuego. Es la residencia oficial del rey de Suecia, aunque una parte está abierta al público y se puede visitar. Hay cambio de guardia a las 12:15, aunque nos llegamos a tiempo. Hay unos cañones de tamaño importante.

Y de ahí, se puede ver el Parlamento.

Esta es una zona de las que más me gustó de la ciudad. Por sus edificios, por lo viva que se veía la ciudad, por las vistas…

De vuelta, tras pasar el Palacio Real se encuentra Storkyrkan,  la catedral donde se han coronado muchos reyes suecos. Dentro de la iglesia se encuentran las famosas estatuas de San Jorge y el Dragón. Es la iglesia más antigua de Estocolmo y la sede de la diócesis. Está construida de ladrillo y sus muros están pintados de amarillo con detalles en blanco. Su estilo original es del gótico del siglo XIII, pero el exterior se remodeló en estilo barroco.

Para finalizar, nos dirigimos hacia el Ayuntamiento. Es uno de los lugares más conocidos y representativos de la parte administrativa de la ciudad.

El banquete del Premio Nobel se celebra en uno de sus salones.  Está dominado por su torre que ofrece una vista panorámica de la ciudad.

Es un buen lugar para sentarse y disfrutar de las vistas.

Y de ahí, volvimos a la estación para volver a Nynäshmn. Una vez en el pueblo quisimos dar un paseo, pero las tiendas habían cerrado a las 6 y no había mucho que ver. Parecía una ciudad de vacaciones. Así que volvimos a la lancha y al barco.

Teníamos por delante un día de navegación y descanso antes de pisar noch einmal tierras alemanas.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa III: Helsinki

La escala de hoy es Helsinki, la capital de Finlandia. Finlandia dependió de Suecia hasta 1812 que pasó a mano de los rusos. Finalmente, en 1917 se independizó. En 1995 entró en la Unión Europea y ha adoptado el Euro. Helsinki es el mayor centro político, educativo, financiero, cultural y de investigación, así como una de las ciudades más importantes del norte de Europa. En ella viven uno de cada cuatro finlandeses. Es una ciudad muy extensa, con espaciosas calles en las que se intercalan parques y jardines. Para ser un día de diario se respiraba tranquilidad, no había mucha gente por la calle. Fue fundada en 1550 como una rival de Tallín, que formaba parte de la Liga Hanseática. En un principio era un pueblo costero sin más importancia, pero con la construcción de la fortaleza de Suomenlinna creció su estatus. Sin embargo, no comenzó a cambiar hasta que no se anexionó Rusia el Gran Ducado de Finlandia.

Helsinki tiene tres muelles. Nosotros llegamos al puerto más lejano, a Hernesaari y tuvimos un paseo hasta el centro, pero como la escala era desde las 9:00 hasta las 15:30 y la ciudad parecía asequible en una mañana, decidimos ir caminando tranquilamente y disfrutar de los 22º que teníamos. Todo un respiro con respecto a los 32 de los días en San Petersburgo. Además, está muy fácil, puesto que nada más bajar del barco encontramos un puesto de información con dos chicas de turismo, y una de ellas hablaba un español muy correcto. Así que le pedimos un mapa, nos señaló los puntos importantes, y seguimos la acera, cruzamos por una zona residencial donde había valientes bañándose, y nos adentramos en la ciudad.

Helsinki mapa centro

Realmente todo queda bastante cerca y agrupado. Tan sólo la Iglesia de Temppeliaukio y el Parque de Sibelius quedan más alejados. Pero aún así, se pueden ver tranquilamente dando un paseo por la ciudad y disfrutando de su calma, de la temperatura y de los lugareños, que siempre se dice de las suecas y de las rusas, altas, rubias, guapas, pero de todo el viaje, las que eran realmente atractivas eran las finlandesas. Y los finlandeses. Qué buenos genes, oye. De todas formas, si no se quiere caminar, hay un tranvía que lleva a ambos puntos y como se paga en Euros, no hay mucho problema.

El núcleo principal de la ciudad es la Plaza del Senado que está constituida por la Catedral Luterana, el Consejo del Estado, la Universidad y la Biblioteca Universitaria.

La Catedral es uno de los edificios que más impresionan. Se encuentra en lo alto de la plaza y hay que subir un buen número de escaleras.

Es de color blanco nuclear y por dentro es muy sencilla.

Todo un contraste con lo último visto en Rusia. Justo delante tiene la estatua del zar Alejandro I de espaldas. De forma que se vea el conjunto desde la cera de enfrente.

Cerca de estos edificios se encuentra la Plaza del Mercado, que está cerca uno de los puertos y tiene unos puestos interesantes de souvenires y todo de tipo de objetos finlandeses como utensilios de madera o de cuerno de arce, jarabe y salami de remo, comida, vodka… y el Palacio Presidencial, que fue durante mucho tiempo la residencia de los zares y después, tras la independencia, de los presidentes.

Si la Catedral de la Plaza del Senado era muy sencilla y límpida, nos llevamos el contraste con la Catedral Ortodoxa de Uspenski. Situada en un alto desde donde se divisa gran parte de la ciudad. Es la iglesia ortodoxa más grande de Europa Occidental. De ladrillo rojo e interior de mosaicos, merece mucho la pena echarle un vistazo por el contraste con la anterior. Se nota su influencia rusa.

Visitándola por dentro parece que hubiéramos vuelto a Rusia.

Por fuera me gusta más, sobre todo las vistas de la catedral.

De ahí nos dirigimos a la Estación de ferrocarril de Rautatientori. En sus alrededores hay calles peatonales, tiendas, restaurantes. Y un McDonald’s que me vino muy bien por su WiFi gratuita.

En la Plaza del Ferrocarril se encuentra la estatua de Aleksis Kivi, escritor finlandés.

Y más lejos, como decía al principio, se encuentra la famosa la Iglesia de Temppeliaukio, uno de los principales templos luteranos de la ciudad. Está excavada en una roca, no tiene para nada forma de iglesia, sino que su planta es circular. Las paredes del templo son de roca viva, tiene una cúpula de bronce y cristal que permite eque entre la luz natural. No sólo se usa como iglesia, sino que también se celebran actos y conciertos por su buena acústica. Está tan integrada en la roca, que se puede subir por fuera a su parte superior.

Y para terminar la visita, nos dimos un paseo por el Helsinki verde hasta el Monumento a Sibelius. Se encuentra en un parque del mismo nombre, y es un  monumento muy peculiar realizado con tubos de metal plateados.

Es muy original y es interesante hacer sonido y oír cómo nos devuelve el eco los tubos.

Tras visitar el parque, comenzamos el regreso disfrutando del paseo y de los espacios verdes y ajardinados, aunque alguno de ellos fuera un cementerio. Eso sí, con su clasificación religiosa y todo.

Retomamos el camino al lado del mar hasta llegar al barco donde comimos y salimos de rumbo a Suecia. Una pena que la parada no hubiera sido un pelín más larga para habernos podido acercar a Porvoo, un pueblecito que dicen que es muy chulo. Pero había que coger un bus y no había mucha frecuencia de comunicación. Así que, otra vez será.

Crucero Capitales Bálticas. Etapa II: San Petersburgo II

Tras el ajetreo del primer día, salimos este con el mismo sistema del anterior, aunque el control de pasaportes fue algo más rápido. Mientras que el primer día nos quedamos en San Petersburgo, este hicimos excursiones a las afueras. Nos llevaron en autobús y durante el recorrido vimos la Rusia profunda, la Rusia soviet, con esos edificios típicos, con los trolebuses y los carteles en cirílico.

Nuestra primera parada fue el Palacio de Peterhof, un conjunto de palacio y parque a unos 29 km de San Petersburgo. Toma este nombre tan alemán de la ciudad donde se encuentra (llamado antiguamente Petrodvoréts). El conjunto de palacio y parque forman parte del Patrimonio de la Humanidad.

Consta de un Palacio Grande de estilo barroco y un gran parque lleno de jardines y fuentes con estaturas doradas, cómo no, al más puro estilo ruso.

Fue la residencia de los zares hasta 1917, a partir de ahí, se convirtió en museo. En la Segunda Guerra Mundial llegaron los alemanes y lo invadieron, pero afortunadamente, antes de su asedio se pudieron salvar cuadros, objetos de decoración y estatuas que se llevaron a Siberia (vete allí a por ello). Tras la marcha de los amigos de Hitler, se comenzó a restaurar el Palacio.

La zona ajardinada se divide en dos parques, el Superior, con cinco fuentes, y el Inferior que tiene más de 100 hectáreas.

Al parecer lo llaman el Versalles ruso. Está bien el encuadre bucólico y verde, con las fuentes, los caminos, pabellones y demás, pero me quedo con La Granja. A mí este estilo tan saturado de decoración y de oros me supera. Y es que en general, no soy mucho de palacios, al menos por dentro, el Palacio Real de Madrid por fuera me parece un edificio emblemático.

Por cierto, que por la zona del palacio hay dos personajes disfrazados de los zares, para que te hagas la foto y mueras al acercarte, porque no quiero ni pensar cómo huelen debajo de esos trajes.

Cuando salimos del Palacio, eran las 2 y nos llevaron a comer. De nuevo el mismo menú que el día anterior: sopa (aunque esta con una salsa blanca agria que había que mezclar), la ensaladilla y el crep. Lo único que varió fue el filete ruso empanado que nos lo sustituyeron por ternera en salsa con patata. No soy nada amiga de la ternera, pero he de reconocer que con la salsa estaba muy rica.

Tras reponer fuerzas y echarnos la siesta por el camino, nos llevaron al Palacio de Catalina en Pushkin. Recibe este nombre porque Pedro el Grande se lo regaló a su mujer. Después su hija Isabel la Gastona se encargó de remodelarlo y dejarlo al estilo ruso. Vamos, recargado a más no poder dejándose la herencia paterna en el camino. De ahí su apodo.

El edificio, con los típicos colores del barroco ruso: azul, blanco y dorado, es diferente a lo que tenemos por este lado de Europa. Sí, hay grandes salas, butacones tapizados, cuadros, decoración… pero es todo más. Más recargado, más decorado, con más cuadros, con más detalles…

La joya del Palacio es la Sala de Ámbar, la única en la que no se pueden hacer fotos. El nombre lo dice todo. No es que tenga adornos en ámbar, es que las paredes están recubiertas de trozos de ámbar por todos lados. Y donde no lo hay, pintaron la pared de un color similar y pusieron espejos. Una saturación. Fue un regalo de Federico Guillermo I de Prusia a Pedro el Grande, ya que el zar lo había alabado. De esta forma firmaban una alianza contra Suecia.

En un principio fue colocada en el Palacio de Invierno, en el Hermitage, pero Isabel la Gastona se la llevó a Pushkin para recargar más el palacio. La que se puede visitar hoy en día está restaurada, ya que los nazis hicieron de las suyas y se llevaron los paneles.

También se pueden encontrar trajes y objetos que pertenecieron a los zares

Esta visita se me hizo algo cansina, no sé si por la acumulación de estilo ruso, por el tiempo en el bus, por el cansancio acumulado, o por el tiempo que estuvimos esperando antes de entrar. Supongo que también influyeron los 30º que teníamos allá por el 14 de julio. Por cierto, antes de entrar, te tienes que poner unas calzas para proteger el suelo del palacio.

Para finalizar el tour y el día, nos llevaron de vuelta a San Petersburgo para ver la Fortaleza de Pedro y Pablo y la catedral del mismo nombre. Cuando Pedro el Grande escogió una de las pequeñas islas del delta del Neva para construir la nueva ciudad, comenzó con esta fortaleza para protegerse de los ataques por el Báltico. Hoy en día la zona de la fortaleza sirve de playa para los rusitos, que se van a tomar el sol y ponerse morenos. Según nos contó nuestra guía, hay zonas en donde te encuentras nudistas, de hecho, vimos a un señor en tanga sin ningún tipo de pudor. Debe ser que tienen tan pocos días de sol que intentan aprovecharlos al máximo.

La catedral es mucho más sencilla, al menos por fuera. Me sorprendió, e incluso me pareció insulsa y todo.

Para finalizar, nos llevaron de vuelta al barco pues zarpábamos a las 20 horas rumbo a Finlandia.

En algún momento de la excursión, no sé si fue el primer día o el segundo, nos llevaron de compras a una megatienda. Deben tener algún tipo de acuerdo y los guías llevan sus excursiones allí y se llevarán comisión. Allí nos dejaron como una hora de libre disposición para comprar souvenirs, degustar vodka y pasar por el baño. Entre los recuerdos típicos de Rusia no pueden fallar el vodka, el caviar (aunque en el barco no podíamos subir comida), las matrioscas – que puedes encontrarlas sin decorar para que las pintes, o decoradas con mejor o peor gusto-

joyas de ámbar

y los famosos huevos de Fabergé.

Yo no conocía la historia de estos huevos, pero los vimos por todos lados. Al parecer es un tipo de joya que creó el señor Fabergé para los zares de Rusia y desde entonces se consideran una gran obra maestra de la joyería. A mí me parece que reflejan ese estilo ruso de decoración en demasía. La historia es como la del huevo Kinder. Alejandro III encargó un huevo de Pascua para su esposa, la emperatriz María. A partir de ese día, cada año por la misma fecha, encargaba un huevo para la zarina con la condición de que fuera único y que tuviera una sorpresa. Le faltaba lo de que fuera comestible para que cumpliera con los tres deseos del dulce.

Por cierto, que no he comentado nada del cambio de moneda. Y es que la excursión tenía precio en Euros, y con nuestra moneda pagamos. Como te llevan, te traen, sacan las entradas y demás, no gastas nada. Lo único, los recuerdos, y en la tienda aceptaban Euros, Dólares y Rublos. Quizá el cambio esté un poco redondeado, pero si sólo vas a comprar cuatro recuerdos, como nosotros, no compensa llevar rublos. Y si no, siempre puedes pagar con tarjeta.

Próxima parada: Helsinki.