Tras un 2013 más o menos tranquilo, comenzamos enero de 2014 en Arnedillo, La Rioja, probando por primera vez un spa y tomándonos tiempo para nosotros mismos en la montaña alejados del mundanal ruido. Nos dejamos mimar con masajes y baños de barros además de disfrutar de las piscinas.
El pueblo es atravesado por el río Cidacos junto al que discurre una vía verde por el antiguo trazado del ferrocarril que unía Calahorra con Arnedillo. El hecho de que haya un balneario se debe a que la villa cuenta con aguas termales que llegan hasta los 52º. Además del balneario hay unas pozas públicas de acceso público.
En Arnedillo también se pueden encontrar un par de yacimientos donde se pueden observar huellas de dinosaurios.
Por lo demás, se trata de un municipio pequeño que se puede observar desde el mirador del buitre. En el norte hay un castillo del siglo X que se une al monte gracias a una muralla y en el centro del pueblo sobresale la torre de la Iglesia de San Servando y San Germán que data del siglo XVI.
De todas formas, aunque nos acercamos una tarde a Calahorra, lo cierto es que hicimos poco turismo. Algún paseo por la vía verde, por el pueblo, una subida al mirador y en general descansar. Y es que las aguas termales y su bromuro te dejan grogui.
Ya en junio, aprovechando el puente justo en el solsticio de verano, viajamos a Londres, a ver a mi hermano. Fue una época muy buena, ya que es cuando más horas de luz hay, por lo que, aunque eran pocos días, pudimos aprovecharlos al máximo con 12 horas pateando las calles y parques.
No pudo faltar un fish and chips, un típico brunch, la subida a la London Eye o el cambio de guardia de Buckingham.
Y como ya os comenté, acabamos en Oxford también. Una ciudad universitaria que se encuentra a 80 km de Londres que cuenta con una arquitectura muy interesante.
Destacan sus colleges, iglesias, pero también su centro histórico con calles en las que conviven lo moderno y lo antiguo. Es una ciudad muy accesible a pie, así que merece la pena echar el día y dejarse atrapar por su ambiente universitario.
Apenas unas semanas más tarde nos fuimos de vacaciones. Tras hacer un crucero en 2008 y otro en 2011, nos tocaba repetir en 2014 siguiendo el patrón de trienios y viajamos a Capitales Bálticas, donde descubrimos también lugares interesantes.
Comenzamos en Tallín, capital de Estonia, país que pertenece a la zona Euro desde 2011. Hasta 1990 formó parte de la URSS y desde su independencia se ha modernizado bastante y está a la vanguardia en tecnología.
Sin embargo, esta modernidad contrasta con el aspecto medieval de la ciudad con sus murallas, castillo y torreones. Es un laberinto de callejuelas, plazas, iglesias y edificaciones. La ciudad está dividida en tres partes: Ciudad Antigua (donde vivían los ciudadanos), Toompea ( ciudad noble) y Ciudad Moderna.
Estuvimos un par de días en San Petersburgo, descubriendo una ciudad por primera vez con guía, pero nos pareció la mejor opción. Fuimos un poco a matacaballo y la experiencia de ir en un bus con 50 personas no es algo que queramos repetir, pero San Petersburgo nos gustó. Era lo más diferente que habíamos visto hasta la fecha. Los lugareños no fueron tan agradables, todo hay que decirlo.
San Petersburgo está llena de historia, sobre todo de los zares y en particular de Pedro, el Grande, el fundador de la ciudad en 1703. A Pedro no le gustaba Moscú, así que fundó una nueva capital más próxima a Europa, que fuera más abierta, más moderna. Había vivido en el extranjero y viajado, y quería abrir el país. Qué mejor forma que hacerlo dando salida al mar, y para ello se lió la manta a la cabeza y se lanzó a la guerra contra los suecos. La ubicación geográfica de la ciudad hizo que se la llamara como “La ventana a Europa” y se construyó de manera artificial, no es una ciudad que creciera y ganara importancia, sino que se creó para ser capital. También se la llama la “Venecia del norte” por los canales, pero lo cierto es que Pedro tenía en mente Ámsterdam tras haber vivido en los Países Bajos.
Se ve la influencia francesa en los palacios, a imagen de Versalles.
Y esta arquitectura contrasta con la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada.
En Helsinki encontramos una ciudad sobria, con su punto nórdico, pero también con su herencia rusa. Tiene una mezcla interesante con edificios correspondientes a diferentes movimientos históricos. Contrasta el estilo clásico de la Catedral con el vanguardista de la Iglesia de Temppeliaukio. Y para moderno, Sibelius.
Continuamos en Estocolmo, una ciudad que me dejó con ganas de más. Como no llegamos al puerto de Estocolmo, sino que tuvimos una hora de tren, no pudimos aprovechar el día todo lo que nos hubiera gustado y tiene tanto por ver que me hubiera gustado poder pasear más tranquilamente y por más barrios. Quizá deberíamos haber obviado entrar al Skansen, pero fue muy interesante descubrir la cultura y civilización suecas. Supongo que siempre hay tiempo para volver a la ciudad.
Y tras un día de descanso y navegación volvimos a Alemania. Visitamos Wismar, Lübeck y Schwerin, tres ciudades pintorescas, pequeñas, pero con mucho encanto.
Wismar es una ciudad hanseática que pertenece al estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En 1632 pasó a formar parte de la corona sueca en la Guerra de los treinta años. Y posteriormente, en 1675 fue conquistada por los daneses, hasta cinco años después que volvieron a recuperarla los suecos. Pero en el siglo XVIII suecos y daneses siguieron con su toma y daca hasta que finalmente en 1803 en el Tratado de Malmö, Suecia le cedió la ciudad al Gran Ducado de Meclemburgo-Schwerin. Hasta un siglo más tarde no formaría parte del Imperio Alemán. Fue bombardeada doce veces durante la Segunda Guerra Mundial y así lo muestran edificios de la ciudad como las iglesias de San Jorge y Santa María. Tras la guerra quedó en la parte comunista. Sin embargo, tras la reunificación, la ciudad volvió a potenciar sus ideas hanseáticas y el centro de la ciudad fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2002. Básicamente el recorrido turístico se concentra en ese casco histórico, en la ciudad vieja, con su gran Plaza del Mercado, una de las más grandes de Europa.
La recorrimos a primera hora y estaban las calles desiertas, lo cual nos permitió descubrir tranquilamente sus calles y edificios de colores y cada cual de un estilo diferente a los que tiene a su alrededor. Es una ciudad con mucho encanto, con esas construcciones tan típicas alemanas, con casitas de colores, con rasgos góticos. Se ve en un rato, en un tranquilo paseo por sus calles adoquinadas.
Lübeck es sin duda la que más me gustó de las tres. Tiene muchísimo encanto con su toque medieval. También es una ciudad hanseática que durante la Edad Media fue la ciudad más importante de todo el Báltico. Fue la capital de la Liga durante siglos. Su casco histórico también fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y está delimitado por siete torres. El pasear por su centro es como volver a la Edad Media, con esos edificios de ladrillo rojo. Tiene una herencia arquitectónica muy característica. Sufrió en la Segunda Guerra Mundial, pero al ser centro logístico de la Cruz Roja fue algo más respetada y se vio afectada una quinta parte de la ciudad. Aunque fue la primera en ser bombardeada, quizá porque la ciudad no dejó a Hitler en el 32 hacer campaña y el bigotes le cogió tirria. Posteriormente fue reconstruida. También formó parte de la Alemania del Este.
Merece la pena perderse y descubrir ese punto peculiar de la ciudad. Me encantó pasear por Lübeck, observar los edificios, disfrutar de las zonas peatonales y descubrir recónditos lugares.
La última de las tres ciudades, Schwerin, destaca por sus masas de agua. La ciudad se halla en un emplazamiento privilegiado entre siete lagos y destaca su castillo que parece sacado de un cuento de Disney. En su día fue la residencia de los Duques y Grandes Duques de Mecklemburgo-Pomerania hoy en día es la sede del Parlamento. Para mí es demasiado, mucho oro y mucho adorno, lo comparan con el Neu Schweinstein, pero el de Füssen es mucho más bonito. Aparte de un parque alrededor y las calles del centro no nos entretuvimos mucho más. No contábamos con mucho tiempo, y tampoco era la más destacable.
Para finalizar el crucero terminamos en Malmö, Suecia de nuevo. No contábamos con mucho tiempo y era pronto, por lo que, al igual que en Wismar, no había mucho movimiento. El centro queda recogido, es ideal para recorrer a pie. Destaca la catedral del siglo XII y con el tradicional estilo de ladrillo rojo, del estilo de las de Lübeck y Stororget, la plaza sobre la que se desarrolla la ciudad. Preside la plaza el ayuntamiento y la residencia del gobernador. En el centro de la misma se levanta una estatua ecuestre de Carlos X Gustavo, quien conquistó la región de Escania a los daneses.
Hacia las afueras hay un parque y la zona moderna, el Västra Hammen. Sobresale el Turning Torso, el principal rascacielos de la ciudad de 190 metros de altura y 54 pisos diseñado por Calatrava. Son 9 cubos y su rotación desde la base hasta la cúspide es de 90º. En la zona también se encuentra la fortaleza.
En agosto huimos a Asturias de camping, algo que nos apasiona y que cada vez hacemos menos. Tal y como habíamos empezado el año, la intención era desconectar, quizá acercarnos a pueblos cercanos a dar un paseo o perdernos por alguna cala para pasear por la playa.
Coincidió que mi hermano subió con unos amigos y aprovechamos para hacer todos juntos el descenso del Sella, acercarnos a Cangas de Onís y saborear unas sidrinas.
En 2014, con poco planeado, al final nos salió muy variado: un spa, una visita relámpago a Londres, un crucero por el Báltico y unos días de camping en Asturias. No está nada mal.
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