La distancia del presente, Daniel Bernabé

Después de La Trampa de la Diversidad, un libro en que advertía de que la deriva identitaria había llevado a la izquierda a preocuparse más por las diferencias que por las cuestiones colectivas y se había dejado por el camino la conciencia de clase (algo que hizo que al autor le cayeran críticas por doquier), en 2020 Daniel Bernabé publicó La distancia del presente, una obra que pretende ser una crónica de la vida social y política en la España de la última década, una época muy intensa y convulsa.

«Este libro es mucho más que un viaje en el tiempo, una mera colección de hechos y cifras, de acontecimientos y personajes. Pretende ser un manual de supervivencia, un códice para entender cómo hemos llegado hasta aquí y por qué somos como somos. Y para eso tenemos que indagar en nuestro pasado más reciente, en ese momento donde todo pudo cambiar –y cambió, de hecho– pero poderosas fuerzas se conjuraron para que, si algo tenía que variar, lo hiciera dentro de un orden. Su orden.»

Bernabé dedica un capítulo a cada año de esta década comprendida entre 2010 y 2019, a lo que añade un prólogo introductorio que nos sintetiza la década anterior y nos pone en antecedentes (la boda de la hija de Aznar en 2002, la huelga general, el vertido del Prestige, la guerra de Irak, el 11M, la llegada de Zapatero al gobierno y las medidas sociales de sus primeros cuatro años y la quiebra de Lehman Brothers entre otros hitos). Finalmente, la coda está dedicada a 2020, pues aunque el autor pensaba concluir en enero de 2020 con la formación de gobierno de coalición y arranque de la nueva legislatura, la pandemia le dio la oportunidad de alargarlo un poco más y darle una conclusión a todo aquel camino recorrido. Porque de aquellos polvos, estos lodos.

El año 2010, titulado por Bernabé como Descalabro, fue el año del cese de las «acciones armadas ofensivas» de ETA, una gran noticia que sin embargo quedó eclipsada por una crisis económica que puso el país patas arriba. Un país en el que parecía que había un orden inamovible con dos partidos fuertes que se alternaban en el gobierno, un monarca campechano y respetado, y una ciudadanía en general adormecida. Fue el año en que llegó la bancarización de las Cajas de Ahorro y las políticas de austeridad de Zapatero por mandato de la Unión Europea dado que España no era capaz de financiarse por sí misma con su deuda pública (había sido atacada por los fondos buitres y de inversión especulativos). Fue el año en que todo cayó como un castillo de naipes y el país despertó de su letargo.

El año 2011, al que el autor le pone el acertado sobrenombre de Indignación, fue el año del 15M, un movimiento que arrancó el 15 de mayo (una semana antes de las elecciones autonómicas y municipales) y en el que se manifestó por toda España gente indignada por diversas causas devenidas de la crisis para protestar por las políticas austericidas y reivindicando un cambio de sistema. Un movimiento que sin embargo no cambió nada en aquel momento, ya que en agosto, el PSOE, junto con el PP, aprobó reformar el artículo 135 de la Constitución estableciendo así que el país debía dar prioridad al pago de los intereses en su cálculo presupuestario. Es decir, cero inversión en medidas sociales que llegaran al ciudadano de pie. Poco después, en noviembre, el PP ganó las elecciones generales por mayoría absoluta y siguió con los recortes que ya había iniciado Zapatero, siendo estos incluso más acentuados, como por ejemplo los 10.000 millones de Euros en áreas tan importantes como Sanidad y la Educación.

2012 fue un año en el que la indignación y estupefacción de 2011 subieron un escalón más y en el que cada vez fueron más frecuentes las protestas desde diferentes sectores. A los recortes del año anterior había que sumar la reforma laboral, que cercenaba derechos de los trabajadores y, por si fuera poco con el malestar de la clase política, el campechano rey saltó a los medios porque se había fracturado la cadera mientras cazaba elefantes en un viaje con su amiga Corina. Tuvo que salir a pedir perdón (aquello de Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a suceder), pero ya había abierto la caja de Pandora llamada Régimen del 78. En aquel año en que murieron dos figuras políticas como Manuel Fraga y Santiago Carrillo se empezó a gestar la idea de que quizá ya era momento de que había que levantar las alfombras y airear un poco el país. Sí, la Transición fue un gran avance teniendo en cuenta que veníamos de donde veníamos. Pero también hay que ser críticos y reconocer que algunos de los problemas del presente vienen de muchas decisiones que se tomaron entonces.

Los sucesos ocurridos en 2013, no solo marcaron esos 365 días, sino que han marcado la agenda de los años siguientes y aún colean en 2021 (y lo que te rondaré). El capítulo 4 de La distancia del presente es el de la corrupción (en este caso del PP). Y no es que esta apareciera en aquel momento, pues ya existía desde hacía décadas como ha quedado acreditado posteriormente, la cuestión es que empezaron a salir a la luz casos y casos. En enero El Mundo publicó un artículo sobre Luis Bárcenas, gerente y tesorero del Partido Popular de 1990 a 2009, y la contabilidad en B del partido en relación con el caso Gürtel que ya había estallado cuatro años antes. A partir de ahí empezó a destaparse una trama tan liosa y enrevesada que se troceó en una quincena de piezas y que hace que parezca tarea imposible tener una visión general de todo el tinglado que tenían montado.

Con todo este contexto de indignación, de creer que el Régimen del 78 ya estaba caduco y de que las cosas se podrían hacer de otra manera, 2014 es el año de la ensoñación en que las nuevas generaciones se abrían paso (de diferentes maneras). Por un lado a nivel político, el 11 de marzo, Podemos, que aún funcionaba como asociaciones, formalizó su inscripción en el registro de partidos y en octubre celebró su primera asamblea en Vistalegre. El 13 de julio, tuvieron lugar las primarias del PSOE para elegir a un nuevo secretario general que sustituyera a Alfredo Rubalcaba, quien había sucedido a Zapatero. De los tres candidatos que se presentaron salió elegido quizá el menos conocido en aquel momento, un tal Pedro Sánchez Pérez-Castejón que no había pertenecido nunca a la Ejecutiva ni al Comité Federal. Un joven economista que siempre había sido un segundón: concejal del Ayuntamiento de Madrid en 2004 de rebote tras la renuncia de una compañera, diputado en 2008 por la marcha de Pedro Solbes, y de nuevo diputado en 2013 tras abandonar Cristina Narbona.

Por otro lado, el otro cambio generacional se dio en la monarquía. Después de que su imagen hubiera quedado tocada desde el suceso de 2012, el 19 de junio Juan Carlos I abdicó en favor de su hijo Felipe VI.

También se produjo un cambio en la dirección de El País con una nueva línea editorial que pretendía captar lectores entre los votantes de UPyD y Ciudadanos, dos partidos que por aquel entonces se definían como liberales en lo económico y progresistas en lo social, pretendiendo salirse de la clasificación tradicional izquierda-derecha y que tenían en común su pelea contra los nacionalismos periféricos (los magentas contra el vasco y los naranjas contra el catalán).

El año 2015 comenzó con la imputación de Jordi Pujol, de su mujer y tres de sus hijos por fraude fiscal. Por otro lado, el caso Púnica destapó uno de los principales entramados de corrupción del PP de la Comunidad de Madrid (aunque también salpicaba a Murcia, León y Valencia). El PSOE tampoco se libraba, pues en Madrid destituyó a su líder autonómico Tomás Gómez por el sobrecoste del tranvía de Parla (ciudad de la que había sido alcalde) y en Andalucía fueron imputados Griñán y Chaves por el caso de los ERE.

Aparte de la corrupción el año 2015 estuvo marcado por tres elecciones. En primer lugar las municipales de mayo, una jornada electoral en que las candidaturas de unidad popular ganaron (o sus resultados les permitirían gobernar) en ciudades como A Coruña, Ferrol, Compostela, Zaragoza, Barcelona, Madrid, Valencia y Cádiz. Otra novedad fue que Ciudadanos sobrepasó a UPyD y Rosa Díez acabó dimitiendo por los malos resultados. Una renovación generacional más.

Los segundos comicios tuvieron lugar en septiembre en Cataluña. Y supusieron un hito importante en la política de nuestro país, pues fue quizá el momento en que el conflicto nacional empieza a situarse en el centro del tablero de manera abierta. Aquellas elecciones las ganó la coalición Junts pel Sí (formada por CDC, ERC y otros pequeños partidos y movimientos independentistas). Ciudadanos consiguió de nuevo unos buenos resultados y se convirtió en el principal partido de la oposición por delante del PSC, Catalunya Sí que es Pot o el PP con su mensaje antiindependentista.

Finalmente en diciembre llegaron las generales con una nueva victoria del PP, aunque con una importante bajada en escaños que no le ponía tan fácil la formación de gobierno. Así, 2016 arrancó con un Rajoy al que no le daban los números pero que tampoco intentaba acercamientos con el resto de grupos y un Pablo Iglesias que se vino muy arriba anunciando en una rueda de prensa que tenían voluntad de formar un Gobierno del cambio con el PSOE e IU sin ni siquiera habérselo comentado a estos partidos. Pedro Sánchez en lugar de tomar este camino firmó en febrero un acuerdo con Albert Rivera e intentó una investidura que no salió adelante y que nos llevó a una nueva cita electoral.

Aunque Rajoy era quien tenía que moverse para formar gobierno por haber ganado, el peso mediático y político recayó sin embargo sobre Sánchez, quien negaba a apoyar a un partido manchado por numerosos casos de corrupción pendientes de juicio. Cuando la sesión de investidura terminó infructuosa, diecisiete miembros de la Ejecutiva socialista dimitieron y, tras un esperpéntico Comité Federal en Ferraz, Sánchez dejó todos sus cargos y el PSOE quedó en manos de una gestora. Con este cambio de rumbo en una segunda sesión Rajoy fue elegido como presidente del Gobierno por mayoría simple.

No obstante, que se hubiera formado gobierno no quiso decir que se ganara estabilidad, pues 2017 fue el año en que definitivamente estalló el conflicto catalán después de un largo período de gestación que nadie parecía haber querido ver. Movilizaciones, auge independentista, reacción de un nacionalismo español, consulta ilegal, represión policial, declaración unilateral de independencia, declaración de Felipe VI, 155, convocatoria de nuevas elecciones autonómicas (sin que nada cambiara especialmente), imputaciones, encarcelamientos, juicios… En aquel año desapareció de un plumazo todo espíritu progresista del 15M y renació la ultraderecha.

Paralelamente, en términos de corrupción, la situación tampoco estaba nada tranquila. En febrero se conocieron las sentencias del caso Nóos, las de Rodrigo Rato y Miguel Blesa por apropiación indebida del patrimonio de Caja Madrid y en abril fue detenido en la Operación Lezo Ignacio González, uno de los dos hombres fuertes de Esperanza Aguirre (el otro era Francisco Granados, que ya había sido imputado por la Púnica tiempo atrás). En verano Mariano Rajoy tuvo que declarar como testigo en el juicio oral de la pieza del caso Gürtel de la primera época.

Mientras tanto Pablo Iglesias revalidó su puesto como secretario general en Vistalegre II y Pedro Sánchez volvió a ganar las primarias del PSOE tan solo siete meses después de haber dimitido de todos sus cargos. Podemos intentó una moción de censura contra Rajoy y, aunque no prosperó, plantó una semilla de la posibilidad de una alternativa.

Y esta posibilidad germinó en mayo de 2018 cuando la Audiencia Nacional dictó sentencia sobre la primera pieza del caso Gürtel y se constató que el PP se había financiado ilegalmente. Tan solo un día después de haber sido aprobados los Presupuestos Generales de Montoro, PSOE y Unidos Podemos registraron una moción de censura que acabó con Rajoy despidiéndose a la francesa y el bolso de Sáenz de Santamaría ocupando su escaño. Un par de semanas más tarde esta se presentaría a las primarias del partido que perdería en la última vuelta contra Pablo Casado, heredero de Aguirre y Aznar.

Con una polarización cada vez más en auge como consecuencia del conflicto catalán y de que hubiera un gobierno central que miraba a la izquierda la ultraderecha ganó cada vez más espacio. El primer aviso fueron las elecciones andaluzas de diciembre, en las que vox obtuvo siete escaños (y no uno como estimaban las encuestas) que sirvieron para investir al popular Juan Manuel Moreno Bonilla junto con el apoyo también de Ciudadanos.

La derecha estaba fragmentada y no dejaban de salir informaciones sobre la corrupción en el PP (la última sobre el caso Kitchen y la policía patriótica del exministro del Interior  Jorge Fernández Díaz), sin embargo, conseguía llegar a acuerdos y se manifestaba en febrero del 2019 en la Plaza de Colón. Por el contrario, la izquierda se dividía y restaba siendo incapaces de sacar adelante unos presupuestos. Ante tal tesitura, Sánchez convocó unas nuevas elecciones para intentar tener mejores números en la partida y no depender de tantos partidos en el hemiciclo. Y aunque consiguió ganar, no logró sacar adelante su investidura, por lo que unos meses más tarde hubo que volver a votar. Y sí, también las ganó, pero con peores resultados, unos números más ajustados que la vez anterior y una ultraderecha más fuerte. Esto último parece que espoleó a PSOE y UP y en apenas un par de días Pedro Sánchez y Pablo Iglesias anunciaron en una comparecencia conjunta en el Congreso que había acuerdo de Gobierno de coalición.

Con este cierre de año y cambio de tendencia en la política, Bernabé tenía el cierre perfecto para el libro, no obstante, le ha dedicado un epílogo a una pandemia que nos llegó a modo bofetón en marzo cuando pensábamos que iba a ser algo tan anecdótico como la Gripe A o el ébola. Y lo cierto es que esta coda también supone un buen broche final, pues en nuestro presente se ven las consecuencias de todos estos hechos de la última década. Con el repaso al 2020 entendemos por qué somos como somos en la actualidad, por qué hemos llegado a esta polarización, a esta configuración del Parlamento en la que el bipartidismo ha muerto, a esta recesión económica y a este colapso del sistema sanitario.

La distancia del presente, pese a tener algún error en los datos y tener un enfoque un tanto centrista, es un libro muy recomendable para pararse a recordar y ordenar la memoria reciente. Y es que con la velocidad a la que se suceden los acontecimientos, el ruido mediático, los bulos y las noticias falsas resulta casi imposible comprender y analizar todo lo que va ocurriendo. El libro aporta perspectiva e invita a la reflexión.

Verano 2020. Viaje a Navarra. Día 3 II Parte: Sare

Tras abandonar Zugarramurdi pusimos rumbo a Francia, pues habíamos leído que había un par de pueblos cercanos a la frontera dignos de ver. El primero de ellos es Sare/Sara, a apenas unos 15 minutos, en coche.

Catalogado como uno de los pueblos más bellos de Francia y ubicado entre el mar (a tan solo 14 km está San Juan de Luz) y la montaña (a los pies del macizo de la Rhune, la primera montaña de la cadena montañosa de los Pirineos), Sara es un pequeño municipio rural que, a pesar de que administrativamente se sitúa en la región francesa de Aquitania, pertenece al territorio histórico vasco de Lapurdi. Por esta situación geográfica, a lo largo de la historia ha tenido relaciones tanto con regiones francesas como con españolas.

Con apenas 2.500 habitantes, Sara es un pueblo que se ha dedicado a la agricultura de pastoreo. Aunque desde la Edad Media también ha habido actividad minera, dada la naturaleza geológica de la zona. Hoy en día atrae a los visitantes por sus cuevas y por el atractivo de su pequeño casco urbano.

Su calle principal está declarada Conjunto Monumental por la belleza y conservación de sus edificios de arquitectura típica de la zona. Algunas casas datan incluso del siglo XV.

Nosotros aparcamos muy cerca de uno de los dos frontones del pueblo. Sara ha llegado a tener cuatro, pero en la actualidad solo queda en pie el de 1902 ( aunque una piedra de sus muros tiene grabada la fecha de 1833 de uno anterior) y otro posterior (de 1977) y de mayor tamaño que es el que se utiliza para jugar al rebote.

Como era algo más de media mañana, ya había gente en las terrazas de los locales de la plaza comiendo o incluso degustando el café posterior. No sabemos si alguno estaría además degustando el típico postre de la provincia de Lapurdi, el gâteau basque o pastel vasco, una especialidad que se remonta al siglo XVII y consta de una masa de pasta de harina, manteca y huevos que se suele rellenar con crema pastelera o cerezas negras locales. Es tan famoso en la zona que cuenta incluso con su propio museo en Sara y en él se hace un repaso por su historia así como los útiles e ingredientes empleados en su receta.

Junto al frontón encontramos un curioso bajorrelieve de 1947 dedicado a la figura de Víctor Iturria, pelotari nacido en 1914 en Basusarri, pero que se mudó a Sara a una temprana edad con su familia.

La carrera deportista de Iturria se vio sin embargo interrumpida cuando, como tantos otros jóvenes del pueblo, fue llamado a filas con la llegada de la II Guerra Mundial. Asignado como artillero de un cañón antitanque de 25 mm debía echar de menos sus días de pelotari, pues lanzaba las granadas al enemigo como si fueran pelotas vascas. Tenía tanta fuerza y destreza que en un solo día llegó a destrozar siete tanques enemigos por este método, hazaña por la que consiguió su primera medalla.

Posteriormente se unió como paracaidista a las Fuerzas Francesas Libres y también participó en otras operaciones en Egipto, Túnez o Libia, lugares en los que también fue condecorado. Siguió realizando incursiones en la Francia ocupada, pero murió ametrallado en una emboscada en Blain el 25 de agosto de 1944. Su cuerpo descansa en la tumba familiar del cementerio de la Iglesia de San Martín.

Esta iglesia, construida originariamente en el siglo XVI y ampliada y mejorada en el XVII, llama la atención por su torre-campanario de cinco pisos en el que se ubica un reloj solar junto al que reza la siguiente inscripción en euskera: “Oren guziek dute gizona kolpatzen, azkenekoak du hobirat egortzen” (Cada hora golpea al hombre, la última lo envía a la tumba).

Junto a la iglesia se ubica el antiguo cementerio, donde se pueden ver bastantes ejemplos de estelas funerarias vascas.

Las estelas discoidales (hilarriak en vasco) están cargadas de significado en la cultura vasca. La base de piedra simboliza la tierra, mientras que la parte circular la luna. Por tanto, siguiendo estas creencias, cuando alguien muere, va a la luna quedando unido el firmamento con la tierra.

Si se dispone de tiempo, a las afueras de Sara, en la carretera hacia Senpere, se puede visitar el Museo de la Casa Vasca, ubicado en un hermoso caserío del siglo XVII conocido como Casa Ortillopitz. En él se reproduce cómo era la vida en un caserío vasco tradicional gracias al recorrido por las diferentes estancias (la cocina, la bodega, la oficina, las habitaciones, el desván…).

Y por supuesto, otra gran visita es la de sus cuevas prehistóricas (tres de ellas descubiertas por el padre naturalista José Miguel de Barandiarán, exiliado allí en 1941). En realidad solo es accesible al público una de ellas, Lezea, y ha de hacerse con visita guiada. El recorrido lleva por las galerías excavadas por el río en el interior del monte Atxurria y se pueden ver restos prehistóricos, como fósiles, osamentas humanas y de animales, así como herramientas de sílex. El conjunto se completa con el Museo de la Prehistoria y el Parque Megalítico.

Como no sabíamos si íbamos a cruzar la frontera o cuánto tiempo le dedicaríamos a Zugarramurdi, no habíamos sacado entradas, por lo que no hicimos la visita. No obstante, nos gustó mucho el paseo por las calles de Sara, un pueblo que ha sabido conservar su encanto y patrimonio cultural.

Y antes de volver a España, decidimos hacer otra parada más en el país vecino: Ainhoa, otro pueblo con nombre de mujer.

Nueva serie a la lista «para ver»: Deadwind

No dejan de llegarnos series nórdicas. Y yo, que soy fan del género nordic noir, no puedo por menos que ver el piloto para saber si tengo que añadir una nueva ficción a mi lista. La que hoy me ocupa es Deadwind, que viene de Finlandia, donde fue estrenada en 2018 y tienen prevista su tercera temporada para este otoño.

La trama sigue a Sofia Karppi (de ahí que el nombre original de la serie sea Karppi – parece que en Finlandia gustan de poner los apellidos de sus protagonistas a las ficciones pero que a nivel internacional vende mejor otro título), una detective de homicidios que se reincorpora a su puesto en el Departamento de Policía de Helsinki tras varios años desplazada a Alemania por el trabajo de su marido. Este ha fallecido apenas hace dos meses en un accidente de tráfico (que aún está por resolver), por lo que abandona el país germano y regresa a Finlandia con la hija de una relación anterior de su esposo y el hijo pequeño de ambos para recuperar una rutina.

El primer caso del que tendrá que se ocupar será la investigación del asesinato de Anna Bergdahl, quien aparece enterrada en Tuulivuorenranta, un área en la que una inmobiliaria local pretende construir (a la espera de los permisos del ayuntamiento) una promoción de viviendas sostenibles. Su cadáver aparece enterrado de una forma que enseguida llama la atención a la inspectora, y es que Anna no fue sepultada sin más, sino que está meticulosamente colocada y con unas flores en sus manos.

A Sofia Karppi le acompañará un nuevo compañero, el joven Sakari Nurmi, que proviene del departamento de delitos financieros. Como no puede fallar en este tipo de ficciones, los personajes no pueden ser más dispares. Ella es la experimentada, él el novato; ella es seria y reservada mientras que él es parlanchino y alegre; ella es impulsiva pero él es más reflexivo. De inicio no parecen encajar muy bien, pero intuyo que la relación irá mejorando a lo largo de los 12 episodios que consta la temporada. Seguro que no llega a ser como la insuperable dupla Saga Norén – Martin Rohde, pero apunta a ese estilo con una protagonista de carácter peculiar que carga con un importante bagaje a sus espaldas en el ámbito personal y un coprotagonista más dicharachero y despreocupado.

De momento el piloto nos deja con un cliffhanger y con ganas de saber por dónde irá la investigación. Se intuye de alguna manera por dónde irán los tiros y las conexiones entre la fallecida y la empresa constructora para la que trabajaba, pero habrá que ver cómo se desarrolla. Es probable que Deadwind no rompa moldes, pero a mí, como amante del género, desde luego ya me tiene comprada.

Verano 2020. Viaje a Navarra. Día 3: Zugarramurdi

Si el día anterior habíamos puesto rumbo noreste tomando la N-135, esta vez nos dirigimos al norte por la 121-A para comenzar nuestra jornada en Zugarramurdi, a tan solo 3 kilómetros de la frontera con Francia.

Este pequeño pueblo de apenas 250 habitantes es conocido por muchos por la película Las Brujas de Zugarramurdi de Álex de la Iglesia, una cinta que se inspiraba en un trágico episodio ocurrido a principios del siglo XVII en el que el Tribunal del Santo Oficio acusó a 53 lugareños de brujería y de adoración a Satanás. Trasladados a Logroño, 21 fueron acusados de delitos menores, otros 21 perdonados, y 11 quemados en la hoguera (5 de ellos eran ya cadáveres, pues no habían resistido los interrogatorios, los otros 6 ardieron hasta la muerte).

No salimos muy tarde (sobre las 9 de la mañana ya estábamos en la carretera), sin embargo, como tardamos unas dos horas en llegar, para entonces, el pueblo estaba ya lleno de coches y nos costó encontrar aparcamiento, incluso a las afueras.

Finalmente, tras dar unas pocas vueltas, lo conseguimos junto a la Iglesia de la Asunción, que data del siglo XVIII y de estética similar a la de los rústicos caserones de la zona.

Desde el aparcamiento nos dirigimos a la Beitikokarrika, la calle donde se ubica el Museo de las Brujas, un espacio inaugurado en el 2007 en un antiguo hospital rehabilitado con el objetivo de dar a conocer las leyendas e historias del lugar, así como homenajear a aquellas personas que fueron víctimas de la caza de brujas. En definitiva, un lugar de recuerdo y duelo. Habíamos reservado la entrada por internet pues, debido a la pandemia, las visitas se hacían en grupos reducidos y queríamos asegurarnos tener plaza.

La visita se divide en varias partes. En primer lugar nos encontramos con una sala en la que se explica cómo nació y funcionaba la Inquisición, sus procesos, sus interrogatorios forzados y sus juicios injustos.

Además, los paneles informativos sirven para entender qué hechos llevaron a la celebración del Auto de Fe del 7 y 8 de noviembre de 1610 que comentaba al principio. Un año antes, en un contexto en que Zugarramurdi y Urdax vivían bajo la jurisdicción eclesiástica del monasterio de Urdax, María Ximildegui y muchas otras personas admitieron públicamente pertenecer a una secta diabólica. Como consecuencia de esta confesión tuvieron que cumplir penitencia, pero parece que los vecinos se reconciliaron. No obstante, nada más lejos de la realidad, porque el abad del monasterio, quien había solicitado empleo en la zona aduciendo que la presencia del Santo Oficio era débil y que había que hacer más intervenciones, aprovechó aquellas confesiones y las filtró a sus superiores.

Una vez informada la Inquisición de las reuniones de brujas, aquelarres y otras supuestas actividades en la zona, la maquinaria inquisitoria empezó a funcionar. Tras meses de interrogatorios preliminares se forzó a confesar a campesinos y pastores y se animó a los vecinos a denunciar a sus paisanos. Esta caza de brujas que arrancó en Zugarramurdi no concluyó hasta 1614, cuando el inquisidor general y el consejo de la Suprema decretaron su suspensión. Se dictaron unas nuevas directrices en las que se exigía un mayor rigor en la presentación de pruebas, lo que supuso una rebaja en las penas y que se dejaran de quemar brujas 100 años antes que en el resto de Europa. Pero el daño ya estaba hecho.

La visita continúa después por varias salas en las que conocemos cómo era la sociedad de la época, sus costumbres y la importancia de la mujer. El modo de vida en Zugarramurdi ha estado durante siglos ligado a la naturaleza y su sabiduría (sobre la naturaleza, las hierbas medicinales y la fecundidad) y ritos tenían carácter pagano. No obstante, a principios del XVII el amo de estas tierras era el Abad de Urdazubi y a la iglesia católica lo que le interesaba era que aquellos agricultores y campesinos abandonaran sus costumbres paganas y adoptaran las cristianas.

La Inquisición desconfiaba de aquella sociedad de costumbres, creencias, conocimientos y lengua diferentes. Este miedo a lo distinto, unido a las ganas de dominio, convirtieron los rituales paganos en aquelarres, las canciones populares en conjuros y sus creencias en magia negra. Si además, tenemos en cuenta que se trataba de una época en la que se sucedían epidemias y períodos de sequía y hambruna, este miedo se convirtió en caldo de cultivo para la desconfianza incluso entre los propios vecinos, quienes se vigilaban y delataban.

En la última parte la exposición nos acerca a la cocina antigua, al mundo de las plantas medicinales y de los brujos/as sabios/as y concluye con un vídeo sobre los aquelarres y cómo se demonizaron sus ritos paganos.

En la planta superior además había una exposición de una artista local, aunque a nosotros fue la parte que menos nos gustó y le dimos una rápida vuelta antes de abandonar el museo.

Desde allí nos acercamos a las cuevas, que están a unos 280 metros siguiendo la misma calle. Estas cuevas no son las típicas cuevas subterráneas como puedan ser las del Drach, sino que son formaciones prehistóricas que han resultado como efecto de la erosión del agua en la roca caliza. Su fama se debe a su valor geológico, pero quizá más aún por su historia, por ser el lugar donde tenían lugar los controvertidos aquelarres (de hecho, las salas fueron presentadas en el Proceso Inquisitorial que tuvo lugar entre 1609 y 1614 como prueba evidente de que allí se ejercía la brujería, pero también por haber acogido a contrabandistas.

El recinto no es excesivamente grande, pero fácilmente lleva una hora recorrerlo tranquilamente adentrándose en las diferentes cuevas, leyendo los paneles de información y disfrutando del entorno.

El recorrido comienza en una escalera que nos conduce a la cueva principal, una formación que llega a alcanzar una longitud de 120 metros, que se ensancha hasta los 26 en su parte más amplia y con una altura media de unos 10-12 metros.

Se completa además en su parte alta con un par de galerías a las que se puede acceder. Eso sí, son únicamente de un sentido.

Precisamente desde arriba se obtiene una buena visión de los dos antiguos hornos de cal de principios del siglo XVIII, unas calderas construidas por los agricultores locales para producir cal viva para su consumo en el campo.

Continuamos bajando las escaleras y llegamos a un claro del bosque, donde nos encontramos con el Infernuko Erreka o Arroyo del Infierno, el principal responsable de que se hayan formado estos túneles. El río se sortea gracias a una pasarela de madera y el sendero nos conduce paralelamente a este dándonos acceso a otras pequeñas cuevas en las que hasta yo tuve que agacharme.

Siguiendo con el recorrido, el camino nos lleva por un apacible paseo a través de una zona boscosa y nos conduce al Prado del Aquelarre, el lugar en que surgió la palabra vasca akelarre.

Finalmente, frente a este prado, encontramos la Cueva del Aquelarre, que es en realidad una galería superior de la principal.

Y tras recorrerla volvimos al camino que nos conducía a la salida y desde allí al coche, pues aún teníamos mucho día por delante y muchos pueblos por ver.

Serie Terminada: Okkupiert (Occupied)

En 2015 se estrenó la serie noruega Okkupert (Occupied), que nos trasladaba a un mundo distópico en el que Rusia, con el beneplácito de la UE, invadía Noruega para impedir que el nuevo Primer Ministro cerrase las explotaciones de combustibles fósiles. El petróleo sigue siendo la principal fuente de energía y Europa entera se abastece gracias a Noruega, por eso no sienta muy bien el anuncio de este recién elegido mandatario (perteneciente a un partido verde) de apostar por una nueva forma de energía limpia para luchar contra el cambio climático.

Basada en una idea del escritor de novela negra Jo Nesbø y desarrollada por el guionista Erik Skjoldbjærg, Okkupert nos hace reflexionar sobre aspectos medioambientales, la soberanía de los estados, la democracia, la quiebra de la separación de poderes, la represión, el uso de las tecnologías para manipular a la población, el populismo, el activismo y el patriotismo.

Ya en el primer episodio vemos cómo se desencadena un importante conflicto geopolítico en el que a Noruega no le queda otra que aceptar esta ocupación “pacífica” temporal. Y es que la alternativa es la guerra, y Noruega no tendría nada que hacer contra un país como Rusia.

El protagonismo de la serie recae sobre todo en Jesper Berg, el Primer Ministro, un político idealista (aunque no es ni menos perfecto) que se encuentra con un conflicto que le viene grande. Sin el apoyo internacional y con su propio partido poniéndole zancadillas, se ve solo desde su supuesta posición de poder. Pero además, Okkupert sigue a varios personajes para mostrarnos cómo va teniendo lugar esa ocupación y las consecuencias que provoca en el día a día de los noruegos.

Por un lado, próximos al gobierno tenemos a Hans Martin Djupvik, guardaespaldas del presidente y casado con una ayudante del fiscal y a Wenche Arnesen, jefa de los servicios secretos. Por otro lado está Irina Sidorova, la cara visible de Rusia. La cuarta pata de la trama oscila alrededor de Thomas Eriksen, periodista que intenta averiguar en qué consiste la ocupación y cuál es la fecha límite, y de su pareja, Bente Norum, cuyo restaurante pasa de estar cerca de echar el cierre a dar buenos beneficios gracias a que la nueva embajada rusa se ha establecido en un edificio próximo.

Al centrar la historia en las diferentes tramas de estos personajes Okkupert consigue presentar una imagen compleja de la situación y mostrar todas las caras de la ocupación. No todo es blanco o negro, no se posiciona con buenos y malos; sino que cada uno intenta adaptarse – con mayor o menor tino – a las circunstancias.

Sin embargo, en la segunda temporada se reinventa dejando de centrarse tanto en los personajes. En su lugar pone el foco en la trama política, en la lucha de poder en el gobierno noruego (el de Jesper Berg en el exilio y el de Anita Rygh, la nueva Primera Ministra en tierras noruegas), en las acciones de la resistencia y, sobre todo, en la escalada de las tensiones entre los dos países, ya que los rusos cada vez se hacen más fuertes y no parece que tengan intención de comunicar su fecha de retirada. Cualquier paso en falso puede acabar en una guerra y el conflicto se internacionaliza con la intervención de la UE. Okkupert gana al abandonar las historias personales y algunas tramas ya gastadas incidiendo en su punto fuerte: las intrigas políticas, la diplomacia y las luchas de poder.

En la última temporada Okkupert vuelve a poner el protagonismo en Jesper Berg, para mostrar la fase final de la transformación de su personaje. Tras unas nuevas elecciones recupera el poder, pero ya no es ese líder honorable y atormentado que quería salvar su país, ni el luchador desesperado en el exilio de las temporadas anteriores. Este nuevo Berg ha perdido el norte, es un mentiroso malicioso, traidor y manipulador, que se ve como el único salvador de Noruega y no duda en jugar sucio para conseguir su objetivo: la retirada de Rusia.

Si la primera temporada centraba sus 10 episodios en los personajes y en presentar la trama y la segunda desarrollaba el punto álgido del conflicto en los 8 capítulos siguientes, esta tercera tenía por delante el reto de cerrar todas las tramas en tan solo 6 episodios. El problema es que se dispersa. Con tan pocos minutos por delante los guionistas deciden introducir nuevas subtramas que no tienen sentido a esas alturas, como la de Sidorova, un personaje que se va desdibujando a medida que avanza la serie. Creo que habría funcionado mucho mejor si solo se hubieran limitado a narrar la retirada de Rusia. Sobre todo porque el final parece precipitado y no muy coherente.

No obstante, pese a estos detalles, Okkupert es muy recomendable. Te llegas a olvidar de que se trata de una distopía, pues visto cómo está el panorama mundial últimamente, ya nos parece todo verosímil. Y es que al final no deja de ser una serie de intrigas políticas, de estrategias diplomáticas y de acción. Además, es una serie de calidad. El presupuesto de 90 millones de coronas (el más alto en la historia de la televisión noruega) se nota en la producción, que no escatima en medios técnicos, localizaciones o actores de gran nivel.

Verano 2020. Viaje a Navarra. Día 2 II Parte: Orreaga/Roncesvalles, Auritz/Burguete y Aurizberri/Espinal

Dejando Francia atrás, volvimos a España, y tras pasar por Luzaide/Valcarlos hicimos una breve parada en el Puerto de Ibañeta, lugar por el que pasaba la vía romana conocida como ITER XXXIV, que unía Burdeos con Astorga. Precisamente en este lugar se situaba una mansio, una estación de descanso y ayuda, denominado Summus Potus.

Posiblemente heredera de aquella fue la primera ermita y hospital de San Salvador de 1027 y que hoy en día sus restos se encuentran bajo la actual iglesia. Aquel hospital fue también precursor del gran hospital de peregrinos construido en 1132 en Roncesvalles, manteniéndose en el alto del puerto una pequeña ermita que, con el repicar de su campana, guiaba a los peregrinos a través de la niebla hasta un lugar de descanso y protección.

Mientras disfrutábamos de las vistas a más de 1000 metros de altitud y de la temperatura aprovechamos para comer unos bocadillos que llevábamos preparados antes de poner rumbo a Orreaga/Roncesvalles, a tan solo un par de kilómetros.

Lugar de paso donde se concentran cultura, historia y leyenda, esta pequeña población que en la Prehistoria fue vía de paso para adentrarse en la Península Ibérica es el punto elegido por muchos peregrinos para iniciar el Camino de Santiago Francés.

Orreaga/Roncesvalles nació, como comentaba más arriba, en la Edad Media como hospital y lugar de acogida de peregrinos. Hoy cuenta con tan solo una veintena de habitantes, la mayoría de los cuales son clérigos de la Colegiata de Santa María, construida a finales del siglo XII por orden del rey navarro Sancho VII el Fuerte.

La explanada principal conduce a la Casa Prioral, un edificio construido en el XIX que alberga las dependencias del cabildo; la Biblioteca, que comprende más de 15.000 volúmenes de todo tipo de materias; y el Museo, donde se conservan piezas únicas de esmaltería y orfebrería, algunas esculturas y pinturas de importante interés artístico, así como monedas, muebles y tapices. Pero sin duda, el objeto más conocido de todos sea el ajedrez de Carlomagno, un relicario del siglo XIV realizado en plata dorada y esmaltada que, según la leyenda, el emperador franco llevaba siempre consigo para que le diera suerte en las batallas.

Después, tras pasar un túnel, se llega a las principales construcciones.

En primer lugar encontramos la iglesia de Santa María, un templo que, construido entre el siglo XII y XIII y con una torre defensiva del XIV, está inspirado en el gótico francés. En su altar mayor destaca una talla de madera revestida en plata de Santa María de Roncesvalles, una imagen que, según la leyenda, fue anunciada una noche por un ciervo al que le brillaban dos luceros en las astas.

Al lado de la iglesia se erige el claustro, levantado entre los siglos XV y XVII después de que el primitivo claustro gótico se derrumbara en 1600 tras una intensa nevada. En él destaca la sala capitular o capilla de San Agustín, en la que se halla el sepulcro de Sancho VII el Fuerte. Este queda cubierto por una estatua de 2.25 metros (parece ser que era realmente alto) que representa al monarca y en su cabecera se muestran las mazas y cadenas que según la leyenda este arrebató a Miramamolín, el rey árabe, en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212. Esta contienda también queda recogida en las vidrieras de la iglesia.

La colegiata queda rodeada por un jardín con hayedos, abetales y robledales. En la parte delantera, frente a la Casa Prioral, destacan dos monumentos: la Rosa del Camino y una gran piedra en la que está representada la Batalla de Roncesvalles.

Fuera de la Colegiata, el edificio más antiguo es la Capilla del Sancti Spiritus, conocida también como Silo de Carlomagno. Este edificio de planta cuadrada y estilo románico data del siglo XII y está asentado sobre una cripta donde se cuenta que Roldán clavó su espada tras su derrota y donde se cree que fueron enterrados los franceses muertos en la Batalla de Roncesvalles.

A su lado se halla la Iglesia de Santiago, conocida también como la Iglesia de los Peregrinos, un pequeño templo que alberga la figura del Apostol Santiago.

En los alrededores también se encuentran la Casa de los Beneficiados, un edificio del siglo XVIII hoy transformado en alojamiento, y la Casa Itzandegia, el antiguo hospital de peregrinos construido en el siglo XIII, reformado a principios del XIX y que en la actualidad sigue funcionando como albergue.

Después de un paseo por la colegiata y sus alrededores, pusimos rumbo a Auritz/Burguete.

Este pueblo-calle reconocido como Bien de Interés Cultural nació para dar servicio a los peregrinos. Corría el siglo XII cuando apareció como burgo del hospital de Roncesvalles después de que Sancho VII el Fuerte decidió reorganizar el Camino de Santiago a su paso por Navarra por el Puerto de Ibañeta.

Asentado en una gran llanura en la parte occidental de la Selva de Irati y con apenas 250 habitantes, destaca por sus casas de estilo pirenaico con tejados a cuatro aguas y sus arroyos que discurren junto a la calzada.

En el centro del pueblo no podían faltar el Ayuntamiento, el Frontón y la Iglesia.

La Iglesia San Nicolás de Bari, de origen medieval, cuenta con una portada de Juan de Miura de finales del siglo XVII y en su interior alberga un retablo mayor de estilo barroco y varias reliquias. No obstante, el templo tuvo que ser reconstruido en varias ocasiones. Una de ellas tras el incendio provocado por las tropas francesas de la Convención en 1794 que arrasó todo el pueblo. Las más recientes ya en el siglo XX.

Después de recorrer el pueblo de arriba a abajo a pleno sol, volvimos al coche para dirigirnos al cercano Aurizberri/Espinal, otro pueblo-calle de estilo similar.

Fundado en el año 1269 por Teobaldo II, se asienta sobre una llanura rodeada de un entorno de inmensa belleza en unas tierras famosas por sus truchas y sus setas, ingredientes estrellas en su gastronomía. No es un pueblo muy grande, sin embargo es de los más grandes del Valle del Erro y concentra a un tercio de la población total de la zona (algo más de 200 habitantes) ofreciendo a su vez todos los servicios para el peregrino.

En sus calles destacan numerosas casonas de estilo pirenaicos con tejados empinados a dos y cuatro aguas y con dinteles decorados y fechados.

Aurizberri/Espinal cuenta con una iglesia de mediados del siglo pasado, la Parroquia de San Bartolomé, que combina elementos de la arquitectura moderna, con otras líneas más tradicionales del Pirineo Navarro. Dadas las características del clima y la situación geográfica, está protegida por una gran cubierta de pizarra con fuerte inclinación.

En su interior destacan algunas piezas de orfebrería interesantes, como la cruz parroquial plateresca del siglo XVI, al parecer donada por el general Miguel Santesteban Zatarena, nacido en el pueblo en la casa que llevaba su nombre y de la que hoy en día no se puede encontrar ningún resto porque fue reducida a cenizas en el incendio de 1895. Es también relevante su órgano, de la segunda mitad del siglo XX.

De camino a Pamplona hicimos una parada en el Alto de Mezkiritz, desde el que se puede iniciar una ruta circular a pie de 3,5 kilómetros por un recorrido entre hayedos y pastizales y que además parece ser una buena zona para coger setas.

Nos detuvimos una última vez en el Batán de Villava, un edificio situado en la orilla derecha del río Ultzama, junto a un salto de agua y la iglesia Trinidad de Arre. Antes de ser batán  fue molino harinero. Hoy en día, tras caer en el olvido durante 100 años, es museo y centro de sensibilización del Parque Fluvial del Arga donde hay diferentes exposiciones con material fotográfico, maquetas y paneles y donde se organizan diversos talleres didácticos sobre el edificio.

La iglesia Trinidad de Arre , que data de la primera mitad del siglo XIII, es de estilo románico rural, aunque ha sido reformada en diversas ocasiones. Fue muy relevante en la Edad Media por ser paso de los peregrinos del Camino de Santiago que llegaban por el Valle de Erro y Esteríbar a Huarte continuando por el monte Miravalles. Hoy en día funciona como albergue.

Este puente romano que cruzaban (y cruzan los peregrinos) cuenta con seis arcos y tiene una longitud sobre el río de 55 metros.

Tras un breve paseo por la zona, volvimos al coche y regresamos finalmente al alojamiento.

Miniserie: El infiltrado

Tal y como presagiaba el piloto de El Infiltrado, la miniserie no defrauda y nos presenta una buena historia de espionaje con un gran reparto, una magnífica ambientación y una trama cargada de acción trepidante.

Basada en la novela homónima del recientemente fallecido John le Carré de 1993 y contemporizada al presente cambiando la Colombia del libro por Oriente Medio y poniendo al frente del MI6 a una mujer para que no fuera una historia solamente protagonizada por hombres, El infiltrado sigue la clásica estructura del autor en la que dos bandos enfrentados pugnan por acabar con el otro. En el lado de los buenos tenemos a la agente Angela Burr, en el de los malos a Richard Roper, un traficante de armas que se oculta bajo la tapadera de hombre de negocios.

En medio de esta batalla de largo recorrido aparece el exmilitar y ahora gerente en hoteles de lujo Jonathan Pine, quien es reclutado por Burr para que se infiltre en el círculo de Roper y acabar así con su red de tráfico desde dentro. Aunque, para equilibrar, el magnate también tiene a sus aliados en los servicios de inteligencia, lo que le permite esquivar las trampas en más de una ocasión.

La trama se desarrolla por todo el mundo (desde Egipto a Turquía, pasando por Suiza, Madrid y Mallorca) como una partida de ajedrez en la que cada uno de los participantes es una ficha que ha de hacer un movimiento muy meditado y controlado con el fin de derrotar al contrincante. La miniserie queda dividida en tres actos: dos capítulos de introducción, dos de acción y dos de resolución.

Así, los dos primeros episodios sirven como presentación de las relaciones, posiciones e intereses de los integrantes de la historia. Tenemos el contexto y, aunque no hay mucha acción, sí se percibe cierta tensión. Tensión que escala en los dos capítulos centrales, donde Pine ya se ha infiltrado en casa de Roper y vive cada minuto vigilando sus espaldas e intentando no ser descubierto mientras Burr lucha contra los obstáculos que encuentra en su propia oficina. Finalmente, en los dos últimos episodios se presiente que todo va a saltar por los aires, sobre todo en el penúltimo, punto álgido de la historia y el momento en que el espectador es realmente consciente de la clase de persona sin escrúpulos que es Roper.

El infiltrado es breve, pero intensa. Muy cuidada, con unas maravillosas localizaciones, con una trama plagada de negocios turbios y deseo de venganza, con un villano magníficamente interpretado por Laurie, con un héroe que ya ha hecho que muchos vieran en Hiddleston al nuevo 007 (aunque será una mujer) y con una intrépida agente de la ley a la que Olivia Colman ha dotado de carácter, perseverancia y un avanzado embarazo. Tampoco están nada mal los secundarios, donde por cierto me sorprendió encontrar a Antonio de la Torre. Una buena serie para ver en modo maratón con un bol de palomitas.

Verano 2020. Viaje a Navarra. Día 2: Luzaide/Valcarlos y Saint-Jean-Pied-de-Port

Comenzamos nuestros segundo día por tierras navarras tomando rumbo noreste. Nuestra primera parada fue casi en la frontera de Francia, en el pueblo-calle de menos de 500 habitantes Luzaide/Valcarlos.

A pesar de encontrarse a tan solo unos 64 km de Pamplona, las comunicaciones no son sencillas, ya que se halla rodeado por bosques, en medio de una accidentada orografía. De hecho, tiene casi mejor comunicación con el país vecino, y por ello las relaciones comerciales han sido constantes desde hace siglos. Hoy en día, el núcleo más habitado es en el que se encuentran diferentes ventas.

Su nombre Valcarlos hace referencia a un pasado épico y legendario que fue recogido en la Chanson de Roland. En el año 778 Carlomagno regresaba de Zaragoza tras una expedición fallida cuando fue atacado por los vascones. En la sangrienta batalla en los bosques de Roncesvalles el rey encontró la muerte.

Este pueblo disperso en una zona de montaña tan escarpada es además ruta del Camino de Santiago. Luzaide/Valcarlos es el primer municipio navarro para los peregrinos que iniciaron su andadura en Francia, sobre todo en invierno, ya que en esa temporada el Camino Alto que sale de San Juan Pie de Puerto, sube parte del puerto hasta Astobizkar y baja a Orreaga/Roncesvalles permanece cerrado.

En el centro del pueblo, junto al ayuntamiento, se encuentra un monumento en honor a estos peregrinos que atraviesan el pueblo, una obra del escultor Jorge Oteiza que formado por 6 figuras antropomorfas se inspira en el milagro del peregrino muerto en los puertos de Cize. 

Pero sin duda, el edificio que llama la atención es la Iglesia de Santiago Apóstol, un templo que tuvo que ser reconstruido entre 1799 y 1802 después de que hubiera quedado destruido el anterior en la Guerra de Convención. El claustro y la torre fueron renovados algo después, en 1859.

Tras dar un paseo por el pueblo arriba y abajo, volvimos al coche para continuar con nuestra ruta. Y ya que estábamos tan cerca de Francia, decidimos visitar Saint-Jean-Pied-de-Port, una de las poblaciones más bellas del País Vasco Francés según me había recomendado una amiga.

El trayecto en coche de un pueblo a otro no nos llevó mucho tiempo, y si no llega a ser por el mensaje de Roaming que nos llegó al móvil poco después de pasar la frontera, casi ni nos enteramos que habíamos cambiado de país, ya que tanto el paisaje como el tipo de construcciones, eran muy similares. Tan solo cambiaba la cartelería de la carretera y los paneles en francés además de en vasco.

Saint-Jean-Pied-de-Port (o Donibane Garazi en vasco), en la región francesa de la Aquitania dentro del departamento de Pirineos Atlánticos y perteneciente al territorio histórico del País Vasco Francés, fue fundada según cuenta la leyenda en el año 716 por el rey de Pamplona García Ximénez. No obstante, hubo que esperar hasta finales del siglo XII para que fuera reconocida oficialmente por el nombre de San Juan del Pie de Portus como capital de las tierras de Ultrapuertos en un documento firmado por Sancho VII el Fuerte. Creció rápidamente gracias a que pronto se convirtió en un punto estratégico en las rutas comerciales, y también por estar en la ruta del Camino. Por ello, en la zona abundan gran cantidad de posadas, albergues y tiendas dedicadas al equipamiento de los peregrinos.

Le debe su coletilla «a pie de puerto» porque se ubica en el paso de Orreaga/Roncesvalles, en la base de los Pirineos siendo la última localidad francesa antes de entrar en España por el Camino de Santiago Francés y por ello lugar elegido por muchos para iniciar su andadura. No obstante, si bien cruzar los Pirineos a pie debe ser una experiencias más satisfactorias y emocionantes tanto a nivel físico como psicológico, no parece ser la mejor opción para los menos experimentados, ya que supondría una primera etapa bastante dura llegando a alcanzar los 1.400 metros de altitud.

Teniendo en cuenta que Luzaide/Valcarlos nos lo habíamos encontrado prácticamente desierto, nos sorprendió llegar a San Juan y que hubiera tantísimo coche. Parece que estaban en fiestas.

Afortunadamente encontramos aparcamiento en uno de los parkings de las afueras, junto al mercado. Mercado que tiene lugar cada lunes de 8 de la mañana a un poco más allá del medio día y que nos encontramos en su máximo esplendor (dentro de lo que permitían las circunstancias de la pandemia). Alrededor del edificio había varios puestos de ropa, de artesanía, productos vascos y alimentación y dimos un paseo antes de acceder al interior.

Una vez dentro predominaban productos de proximidad, principalmente panes, pasteles, miel, aceitunas, quesos, foies… Todo tenía una pinta estupenda, aunque los precios no eran precisamente baratos.

El centro neurálgico de San Juan a Pie de Puerto es fácil de encontrar, y es que queda rodeado por las murallas del castillo, levantadas entre los siglos XV y XVII. No muy lejos del mercado se encuentra la Porte d’Espagne, o Puerta de España, que es por donde accedimos nosotros.

Nada más asomar a la puerta ya entiendes que sea un pueblo tan recomendado y que haya tanta gente visitándolo. Ssus calles empedradas de estilo medieval y sus construcciones en piedra rojiza con cubreventanas de madera de diferentes colores le aportan un gran encanto e  invitan a caminar y disfrutar de las vistas. Además, como era media mañana, ya se veía a gente en las terrazas comiendo (que tienen parte de vascos, pero al fin y al cabo son franceses y comen a media mañana).

 

La Rue de Espagne, esta calle principal que en la Edad Media no estaba fortificada, era el lugar en que se concentraban los artesanos y comerciantes. Muchos edificios no han cambiado mucho su aspecto, y de hecho en algunos dinteles aún se conserva el oficio del dueño de la casa.

Esta arteria nos conduce al puente medieval sobre el río Nive de Béhérobie, donde se erige otra puerta, la Porte Notre Dame.

Este punto fue donde más acumulación de gente encontramos, y es que además de la bucólica vista de las dos márgenes del río tenemos delante la vista de la puerta y de la Iglesia de la Asunción (Église de l’Assomption-de-la-Vierge), que después de la catedral de Bayona es el edificio gótico más destacado del País Vasco Francés. No es de extrañar que todo el mundo se parara para hacer fotos a diestra y siniestra.

Parece que su construcción data del siglo XIII, a petición del rey navarro Sancho VII el Fuerte, para conmemorar la victoria de la batalla de Navas de Tolosa frente al ejército musulmán. Lo más característico del exterior este templo es la piedra rojiza con la que está construido, al igual que la mayoría de edificios del pueblo. Su interior gótico no tiene nada que ver con su austero exterior.

Pasada la iglesia continuamos por la empinada e igualmente pintoresca Rue de la Citadelle, en la que siguen predominando las fachadas típicas de la arquitectura vasca con el color rojizo de la piedra arenisca proveniente del Monte Arradoy.

En el número 41 se halla la Prisions des Évêques (Prisión de los Obispos), una construcción del siglo XIV que debe su nombre a dos momentos de su historia. Por un lado alude a su pasado como cárcel en el siglo XVIII y por otro a que fue residencia episcopal entre finales del siglo XIV y principios del XV.

Como indica el nombre de la calle en que nos encontrábamos, esta nos conducía hasta las murallas de la ciudadela.

A los pies de esta encontramos la tercera puerta, la de San Jacques (de Santiago), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 e histórica entrada de los peregrinos al pueblo. A diferencia de en la Edad Media, ya no han de pagar un peaje para proseguir el camino (o ser apaleados en caso de no abonar la cantidad requerida). Ya bastante tienen los pobres con los 769 kilómetros que les quedan por delante hasta Santiago.

Después de asomarnos a la puerta, volvimos sobre nuestros pasos para subir hasta la Ciudadela.

Erigida donde se ubicaba el antiguo castillo-fortaleza de los reyes de Navarra y protegida por sus murallas, la ciudadela domina la ciudad desde una altura de más de 70 metros.

Fue construida bajo el gobierno de Richelieu después de que Luis XIII hubiera unido las coronas de Francia y Navarra. San Juan tenía a sus espaldas un buen historial de enfrentamientos bélicos entre Francia y España (sobre todo desde que Fernando el Católico invadió Navarra), por lo que se pretendía controlar un potencial ataque español. De esta forma la ciudad se convirtió en un puesto militar estratégico para las tropas francesas desde donde podían adelantarse a las fuerzas españolas antes de que llegasen a Bayona y Orthez.

En 1920 la ciudadela perdió su calificación de obra militar y en 1963 fue declarada Monumento Histórico. Hoy en día es un colegio público y su entorno es un apacible espacio verde donde pasear y disfrutar de las vistas

Desde luego después de subir la empinada cuesta, se agradecen los bancos para hacer una parada y disfrutar de todo el horizonte que se presenta ante la colina de Mendiguren. Desde este lugar privilegiado se ve el trazado del pueblo, pero también los cercanos puertos de Cize.

Los primeros edificios de la ciudadela fueron construidos alrededor de 1625. No obstante, el recinto pasó por una reforma poco después, siguiendo los planes de Vauban, un reputado ingeniero militar en Francia.

Tras dar un tranquilo paseo por la ciudadela y su entorno, emprendimos el mismo camino que nos había llevado hasta allí. Eso sí, esta vez lo bueno es que era cuesta abajo.

Poco antes de llegar al puente nos desviamos a la derecha, tomando la Rue de l’Eglise, que nos condujo a la Porte de Navarre (Puerta de Navarra), una puerta que daba acceso a la plaza donde se celebraba el mercado y que aún conserva sus características originales.

Callejeamos un poco entre tiendecitas y puestos y cruzamos el arco que nos lleva a la Place Charles de Gaulle, donde se encuentra el edificio del Hôtel de Ville (Ayuntamiento), emplazado desde 1935 en la Casa Mansart, una mansión del siglo XVIII.

Desde allí seguimos hasta el aparcamiento junto al mercado donde habíamos dejado el coche y marchamos de vuelta a España, que aún teníamos más pueblos que ver en nuestra ruta del día y eran las 2 de la tarde.