Viaje a Azerbaiyán y Georgia XII: Día 5. Tiflis

Localizada entre montañas en el este de Georgia, Tiflis es la capital y ciudad más grande de Georgia. También es la más habitada, con una población cercana al millón y medio de personas (de los 3,7 que tiene el país). Según los estudios arqueológicos, el territorio que hoy ocupa fue habitado ya en el siglo IV a. C. Sin embargo no fue hasta el siglo V cuando Vakhtang Gorgasali, el monarca de la antigua región de Iberia caucásica, fundó la ciudad. Aquella antigua Tiflis se corresponde con los distritos actuales de Meteji y Abanotubani, a ambos lados del río Kurá.

Hay varias versiones sobre el motivo que llevó al rey a fundar una ciudad en ese lugar. Una leyenda narra que su halcón atacó de muerte a un faisán cuando estaban cazando junto al río y que este último revivió al caer al agua hirviendo gracias a sus propiedades curativas. Otra versión dice que fueron ambas aves las que cayeron a las aguas termales y que murieron escaldados. En cualquier caso, el rey quedó impresionado por las aguas termales y decidió construir una ciudad en su lugar bajo el nombre de Tbilisi, que deriva de la antigua palabra georgiana tpili (caliente).

A Vajtang I Gorgasali lo sucedió el rey Dachi I Ujarmeli, quien decidió trasladar la capitalidad del reino de Mtsjeta a Tiflis (por aquel momento no existía Georgia unificada). Durante su reinado se finalizó la construcción de la muralla de la fortaleza y se delimitaron las nuevas fronteras de la ciudad. A partir de aquella época Tiflis comenzó a crecer gracias a su situación favorable y estratégica en las rutas entre Europa y Asia.

No obstante, precisamente esa ubicación la colocó en el punto de mira de diferentes imperios de la región que querían anexionársela. Así, durante su historia, la ciudad ha vivido numerosas conquistas y ha sobrevivido a siglos de ocupaciones y devastadoras invasiones.  A todos les interesaba: a los persas, a los bizantinos, a los árabes y a los turcos selyúcidas. Desde la última mitad del siglo VI hasta bien entrado el X, la ciudad quedó bajo dominación extranjera.

En 1122 las tropas del rey David IV de Georgia entraron en Tiflis y la ciudad fue declarada la capital del Reino Unido de Georgia. Los siguientes cien años no dejó de prosperar gracias a un comercio muy desarrollado y una sólida estructura social que llegó a alcanzar los 80.000 habitantes. También se convirtió en un importante centro cultural y literario no solo de Georgia, sino de todo el mundo.

Sin embargo, la paz acabó en 1226 cuando la ciudad fue capturada por el Imperio Corasmio y diez años más tarde el país cayó bajo dominio mongol. Es cierto que Georgia siguió teniendo cierta independencia, pero Tiflis se vio muy influenciada política y culturalmente por los mongoles, quienes finalmente fueron expulsados en 1320. No obstante, no habría descanso, pues 46 años más tarde la ciudad quedó totalmente arrasada como consecuencia de la peste negra.  Desde finales del siglo XIV hasta finales del siglo XVIII, Tiflis volvió a estar de nuevo bajo dominio de diversos invasores, siendo incluso quemada por completo en varias ocasiones.

En el siglo XIX, época en la que Tiflis se convirtió en la capital de la Gobernación de Georgia, dentro del Imperio Ruso, se comenzó la reconstrucción de la ciudad con, principalmente, edificios de corte europeo. Volvió entonces a crecer económica y políticamente y a emerger como centro cultural. Se construyeron nuevas carreteras y vías férreas para comunicarla con otras ciudades de Rusia y de Transcaucasia. Después, tras la Revolución Rusa de 1917, sirvió como capital de la independiente Federación Transcaucásica y de la República Democrática de Georgia hasta 1921 cuando fue ocupada por los bolcheviques. Hasta 1991 Tiflis funcionaría como capital de la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia y después como capital de la República Socialista Soviética de Georgia. En esta época soviética la ciudad se industrializó bastante y la población aumentó considerablemente. Además, fue un importante centro político, cultural y social de la URSS.

Desde la caída de la URSS Tiflis ha experimentado períodos de agitación e inestabilidad. Durante el gobierno de Shevardnadze (1993-2003) la ciudad se empobreció como consecuencia de los altos niveles de crimen y corrupción. Desde la Revolución de las Rosas que llevó a más de 100.000 personas a manifestarse tras un fraude electoral en 2003 la ciudad ha mejorado económicamente y también en estabilidad y niveles de criminalidad.

Como nuestro apartamento estaba un poco alejado de la zona centro, tomamos un autobús hasta el Puente Saarbrücken y cruzamos el río Kurá, que nace al sur de las montañas del Cáucaso y fluye por Turquía, Georgia y Azerbaiyán, donde acaba desembocando en el Mar Caspio. Antes era un río navegable hasta Tiflis, pero hace ya tiempo que no.

Atravesamos por el Parque Deda Ena, que en georgiano significa Lengua Materna. Lleva este nombre porque en este lugar se manifestaron cientos de ciudadanos el 14 de abril del 78 para protestar contra la decisión del gobierno central de la URSS de revocar el georgiano como lengua nacional del país para ser reemplazado en su lugar reemplazado por el ruso. La reivindicación logró que la medida no se llevara a cabo y en conmemoración el 14 de abril fue declarado el día de la Lengua Materna y se instaló una escultura dedicada a este alzamiento por su preservación.

El monumento, realizado por Elguja y Amashukeli y Nodar Mgaloblishvili, muestra a un joven sediento de conocimiento intentando alcanzar el cielo.

El parque es uno de los más populares de la ciudad. Además de contar con cafeterías, espacios para relajarse, para patinar o realizar otro tipo de deportes, sirve como lugar de exhibición de pintores, alberga festivales y fiestas.

Al lado nos encontramos con la Casa de Justicia, un edificio diseñado por Massimiliano y Doriana Fuksas de fachada de cristal y forma de flor. Consta de oficinas que, ubicadas en los once pétalos de los que consta, se comunican por el espacio central. Aloja el Banco Nacional de Georgia, el Ministerio de Energía y el Registro civil y nacional.

Cruzando la calle Nikoloz Baratashvili llegamos al grupo escultórico Berikaoba, que muestra a varias personas danzando en corro.

El Berikaoba es un teatro folclórico improvisado y realizado con máscaras que se representaba en la festividad pagana de la fertilidad, en primavera.

Muy cerca se halla otra escultura, la del farolero, que muestra a un señor subido a una escalera cambiando la bombilla a una farola.

Y ahí no acababan las esculturas, puesto que al llegar al cercano Hotel Ambassador nos encontramos ante su fachada con una serie de personajes creados por el artista Mikheil Tsotsoria. Empezando por el conserje Rashid Adamov, basado en la obra del pintor Niko Pirosmani, y terminando por diferentes actores georgianos. La idea era conmemorar momentos icónicos del cine nacional.

Lógicamente, no nos sonaba ninguno, ya que desconocemos el cine georgiano. Sin embargo, nos sorprendió entre todas las esculturas encontrarnos con Don Quijote y Sancho Panza.

Y es que resulta que también hubo una miniserie georgiana sobre El Quijote en 1988. Su protagonista fue Kakhi Kavsadze, quien murió en mayo del 2021 como consecuencia del coronavirus. Es decir, las esculturas hacen honor a los actores en sus papeles más representativos.

A unos pasos del hotel se encuentra el Teatro de marionetas Gabriadze, el primero de su estilo en la ciudad. Construido en 1981 por Rezo Gabriadze, director de cine y teatro, dramaturgo, escritor, pintor y escultor, la compañía pronto se hizo famosa y lleva décadas llevando sus espectáculos al extranjero.

Anexa al edificio se erige la Torre del reloj, diseñada y construida en 2011 también por el artista.

A las horas en punto sale al balcón un ángel dorado que toca la campana con un pequeño martillo. Además, un par de veces al día, a las 12 y a las 19, tiene lugar un espectáculo de marionetas llamado El Círculo de la vida.

Es un edificio muy original y que parece salido de un cuento. No deja a nadie indiferente, además, se encuentra en una zona peatonal y de estilo bohemio donde predominan los balcones típicos de Georgia. El hecho de encontrarse en el corazón de la ruta de la seda hace que hoy encontremos testimonio del paso de los persas y otomanos por la ciudad. Aquellos artesanos y comerciantes dejaron su impronta en unas terrazas realizadas en madera delicadamente tallada, con detalles de encajes; pero también de hierro forjado y generalmente en colores que las hacen destacar.

En la misma calle que el teatro, un poco más adelante, destaca la Basílica de Anchiskhati, un templo rectangular construido en el siglo VI, aunque sus partes superiores y arcos sufrieron una remodelación entre los siglos XVII y XIX.

Recibe su nombre actual cuando en el siglo XVII recibió el gran icono del Salvador de la catedral de Anchi, una de las mayores reliquias del país originaria de Bizancio. No obstante, hoy en día este icono se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Georgia.

Siguiendo la misma calle en dirección a la plaza Erekle nos encontramos con más edificios pintorescos de balcones coloridos y adornados. La mayoría de ellos son locales de restauración que a esa hora temprana aún estaban vacíos.

También en esta misma calle se halla el Patriarcado de Georgia y una iglesia ortodoxa. Sin duda una calle con mucha historia.

Desde allí nos dirigimos a la Plaza de la Libertad, una plaza que se ubica entre barrios históricos y otros modernos. Escenario de acontecimientos cruciales de la historia de Georgia en los dos últimos siglos – como la redacción de la Declaración de Independencia de 1991 y la Revolución de las Rosas de 2003-, hoy es el símbolo de unidad, igualdad e independencia de la ciudad y el país. Es en ella donde se festejan las celebraciones de Año Nuevo y donde tienen lugar conciertos y festivales. También desde donde suelen partir las manifestaciones políticas antes de continuar por la Avenida Rustaveli.

Aunque la plaza ha sufrido diversos cambios, sus dimensiones y su forma de trapecio se han mantenido prácticamente intactas con el paso del tiempo. Lo que sí que ha cambiado mucho ha sido el nombre. En 1829 se la llamó Plaza Yerevanskaya, en honor al general Paskevich-Yerevansky y sus logros en la guerra ruso-turca de 1828-1829. Sin embargo, cuando a mediados de ese siglo se construyeron un teatro y un caravasar en el espacio, se renombró como Plaza del Teatro.

Plaza de la Libertad se le dio en 1918, cuando el país se independizó de la Rusia zarista. No obstante, tampoco le duró mucho, ya que en 1940 los soviéticos se lo cambiaron por el de Lavrentiy Beria, político georgiano-soviético y activista bolchevique. En 1956 se volvió a renombrar como Plaza Lenin, paralelamente a la colocación de un monumento a este líder en el centro del espacio. Con la independencia de la URSS en el 91, la figura se sustituyó por una fuente y se recuperó el inicial Plaza de la Libertad.

La plaza se extiende en un terreno en el que antes del siglo XIX se llamaba Barrio Exterior por quedar extramuros de la muralla defensiva de la ciudad. Cuando Georgia a principios del XIX se incorporó a la Rusia zarista, el distrito se fue ampliando gradualmente. De aquella época son el Cuartel General Militar Transcaucásico que se ubica en la esquina noroeste (hoy oficinas) y el Museo de Arte de Georgia.

En el norte se extiende el Parque de Alexander Pushkin, un espacio verde en el corazón de la ciudad en honor al poeta.

En la parte sur se erige el Ayuntamiento de Tiflis, un edificio que originalmente se construyó como cuartel general de la policía en la década de los 40 pero que hoy tiene un estilo morisco como consecuencia de una remodelación de los 70.

En el centro se erige desde 2006 una estatua de San Jorge del famoso artista local Zurab Tsereteli y en el lado occidental se encuentra el hotel Courtyard Marriott, construido en 2002 en el terreno que dejaron libre los edificios destruidos durante la guerra civil de 1991-92.

De la plaza sale la Avenidada Rustaveli, una arteria de kilómetro y medio llamada así en honor al poeta medieval georgiano Shotá Rustaveli. Es la calle más importante de la ciudad, y es que en ella se ubican un buen número de edificios públicos, culturales, gubernamentales y empresariales: el Parlamento de Georgia, la Iglesia Kashveti, el Museo Nacional de Georgia, la Ópera Paliashvili, la  Academia estatal de teatro Rustaveli, la Academia de Ciencias de Georgia o la Galería de Arte de Tiflis son algunos ejemplos.

El Parlamento es un complejo de edificios en estilo clasicismo socialista, con altas columnas unidas por arcos y una fachada de color pastel que fue construido como Casa de Gobierno de la República Socialista Soviética de Georgia en el lugar de la derruida Catedral Alexander Nevsky y el cementerio anexo. Consta de dos edificios conectados por un patio con escaleras y fuentes. El superior fue construido de 1933 a 1938 y el inferior, de 1946 a 1953. Antes, el Gobierno georgiano tenía su sede en el próximo Palacio Vorontsov.

El Parlamento ha sido testigo de muchos acontecimientos históricos importantes. Entre ellos, la muerte de manifestantes el 9 de abril de 1989, la restauración de la independencia de Georgia el 9 de abril de 1991 y la Revolución de las Rosas en noviembre de 2003. Tuvo que ser restaurado a mediados de los 90 para subsanar los graves daños que sufrió durante el golpe militar de diciembre de 1991 a enero de 1992. Entre 2012 y 2018 la sede parlamentaria se trasladó a un edificio de nueva construcción en Kutaisi, la segunda ciudad más importante de Georgia. Desde enero de 2019 ha recuperado por completo la actividad.

Prácticamente frente al Parlamento se erige la Iglesia de Kashveti (Iglesia de San Jorge), construida entre 1904 y 1910 sobre los cimientos de una iglesia de mediados del siglo XVIII que se había ido deteriorando con el tiempo. Fue diseñada por el arquitecto alemán Leopold Bilfeldt, que se basó en la catedral de Samtavisi, y supervisada por Leonardo Lorinzetti, un constructor italiano de gran talento. Aunque la iglesia estuvo a punto de ser demolida en la época soviética, Neophyte Agladze, uno de los hermanos que se encargó de la ornamentación y decoración, pidió ayuda al artista Gigo Gabashvili, amigo suyo, quien a su vez habló con un conocido de Moscú para que interviniera. Gracias a esta cadena la demolición se canceló y la iglesia se pudo conservar y hoy es uno de los mejores monumentos arquitectónicos clásicos de la ciudad.

Siguiendo por la misma acera llegamos hasta la Ópera de Tbilisi, uno de los más importantes espacios para la vida artística y cultural de la capital georgiana.

El edificio es el teatro de ópera más antiguo del país y uno de los más longevos del continente. De estilo neomorisco, fue mandado construir por el gobernador Mikhail Vorontsov después de que Georgia se uniera al Imperio Ruso para ganarse el favor de los locales. Y lo consiguió, ya que muy pronto se convirtió en el centro cultural de la ciudad. Lamentablemente, en 1874 sufrió un incendio y estuvo cerrado unos veinte años hasta que se reconstruyó. Costoso de mantener para el estado, en el siglo XIX entró en decadencia y no fue hasta 2003 cuando el Estado asumió su patrocinio y, después de llevar a cabo trabajos de restauración en 2016, recuperó su esplendor.

Desde allí nos desviamos en dirección a la vieja Tiflis, pues queríamos subir al Parque Mtatsminda.

De camino nos encontramos con la Plaza Vilna, un parque construido en 2009 en honor a la capital de Lituania y, según las palabras del alcalde de aquella ciudad, a la colaboración de ambas capitales durante años con objetivos comunes en su camino por la libertad y la democracia. Lituania apoyó a Georgia durante la Guerra Civil y durante la Guerra ruso-georgiana.

El parque cuenta con elementos arquitectónicos lituanos, como un mosaico similar a uno existente en la Plaza de la Catedral de Vilna; símbolos como el Lobo de Hierro o la Constitución de Užupis.

A un costado se encuentra la antigua estación del Funicular, inaugurado en 1905, lo que lo convierte en uno de los más antiguos de todo Georgia y del resto del Cáucaso.

La intención era subir hasta la meseta de Mtatsminda para observar las vistas de la ciudad y dar un paseo por el parque de atracciones, sin embargo necesitábamos una tarjeta de transporte que no teníamos, por lo que decidimos dejarlo para otro momento y centrarnos en la visita a la ciudad. Si nos acababa sobrando tiempo, volveríamos.

Tomamos en su lugar un bus hasta la Plaza de la Libertad para seguir paseando por el centro.

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