Viaje a Azerbaiyán y Georgia VII. Día 3 III: Visita a la Mezquita Bibi-Heybat

Tras visitar la Reserva de Gobustán y conocer algo más sobre el pasado de Azerbaiyán que se esconde en los petroglifos y descubrir que existen volcanes que no son de lava, nuestro minibús nos llevó de vuelta a Bakú para comer. Pero antes de entrar de nuevo en la ciudad hicimos una breve parada en la Mezquita Bibi-Heybat, uno de los monumentos más relevantes de la arquitectura islámica en el país e importante lugar de peregrinación para los musulmanes chiítas porque se halla sobre la tumba de la hija del séptimo Imán de los chiíes – Musa ibn Ya’far y alberga la tumba de Ukeyma Khanum (descendiente del profeta).

Antes de nada hay que señalar que las mezquitas de Azerbaiyán son algo diferentes de las que habíamos visto en Estambul o Marrakech, y es que los musulmanes chiítas no profesan la religión igual que los suníes, de la misma manera que no lo hacen los cristianos romanos y los ortodoxos. Por supuesto ambas corrientes del Islam se basan en la creencia de que Alá es el único dios, que Mahoma es su profeta y que el Corán es la palabra eterna. Ambas rezan y ayunan prácticamente de la misma forma, celebran las mismas fiestas y comparten muchas prácticas. Sin embargo hay diferencias de tal calibre en materia de doctrina, rituales, leyes, teologías y organización entre suníes y chiítas que se enfrentan en un conflicto que se extiende por siglos.

El nombre de suní o sunita proviene de la expresión «Ahl al-Sunna», la gente de la tradición, y sus seguidores veneran a todos los profetas del Corán, pero especialmente a Mahoma, a quien tienen como el profeta definitivo. Los suníes constituyen aproximadamente el 90% de los musulmanes repartidos en el mundo. Por su parte los chiies o chiítas nacieron como una facción política haciéndose llamar «Shiat Ali» o el partido de Ali. Y es que mientras que los suníes defienden que el sucesor de Mahoma debía ser elegido por la mayoría de la comunidad musulmana, los chiítas sostenían que el heredero debía ser alguien perteneciente al linaje familiar del profeta, en este caso Ali, que era el yerno del profeta. Pero Ali murió asesinado y a sus hijos, Hassan y Hussein, se les negó el derecho de sucesión. Para los chiítias aunque Mahoma es el profeta, también son importantes todos sus alumnos. Representan el 10% restante de los musulmanes y son la mayoría de la población en Azerbaiyán, Irán, Irak, Bahréin además de algunas comunidades en Afganistán, India, Kuwait, Líbano, Pakistán, Qatar, Siria, Turquía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.

La mezquita es una recreación de la que mandó construir en el siglo XIII Shirvanshah Farrukhzad II Ibn Ahsitan II y que quedó completamente destruida por los bolcheviques en 1936. Erigida en 1994 después de que Azerbaiyán obtuviera su independencia siguiendo fotografías y descripciones de viajeros, fue inaugurada el 11 de julio de 1997.

Cuenta con dos minaretes y tres cúpulas, cuyo interior está decorado con espejos verdes y turquesas en los que se pueden leer inscripciones de Corán. No es una mezquita muy grande, pero sorprende su interior tan bellamente decorado. Queda estructurada en dos alas: en lado sur del complejo está la sala de oración de los hombres y en el norte la de las mujeres. Entre ambas se encuentra el mausoleo.

La mezquita se halla junto al mar Caspio, que se puede ver desde su patio. No obstante, las vistas no son especialmente bonitas, ya que se ven contenedores, hangares y grúas.

Tras la breve visita en la que solo pudimos ver las zonas comunes y el mausoleo (por respetar el rezo en ambas salas) volvimos al minibús, que nos llevaría de vuelta a Bakú para hacer la parada de la comida. Nos llevaron a un restaurante local en el que teníamos incluido un menú bastante completo. Nuestro guía nos recomendó que pidiéramos un poco de todo para probar el máximo de platos típicos. Para elegir había ensalada de tomate, pepino, queso y cilantro, sopa de lentejas con un toque de menta, verduras, salteados de arroz y varios platos con pollo o estofados.

La verdad es que estaba todo muy rico. Especialmente me sorprendió la sopa de lentejas, ya que no me habría esperado esa combinación de sabores. Para concluir, cómo no, un té. Y de vuelta al minibús, que aún nos quedaba día por delante.