El buen patrón

En 2002 Fernando León de Aranoa nos presentó Los Lunes Al Sol, una película centrada en un grupo de estibadores de mediana edad en búsqueda constante de trabajo tras el cierre del astillero local. La cinta se llevó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián y poco después el Goya a la mejor película, dirección, y actuaciones para Luis Tosar y Javier Bardem. Veinte años más tarde con El buen patrón, con la que rompió los récords de los Goya convirtiéndose en la película con más nominaciones de la historia (20) obteniendo después seis estatuillas (incluyendo mejor película, director, actor y guion), invierte el punto de vista poniendo el foco en la otra parte del mundo laboral, en el empresario.

En El buen patrón seguimos a Julio Blanco, el carismático propietario de una fábrica de balanzas industriales de una ciudad española de provincias, en una semana crucial para la firma. Y es que se espera en cualquier momento la visita de un comité de calidad que decidirá si se le concede un premio regional a la excelencia empresarial en el que compite con otras dos compañías. Sin embargo, en unos días en que todo debe estar perfecto, se le acumulan los problemas de todo tipo y ve cómo se pone en riesgo la imagen que quiere transmitir y por ende el galardón (y las generosas subvenciones que conlleva).

Javier Bardem brilla interpretando un personaje cuya foto podría aparecer junto el lema «dime de qué presumes y te diré de qué careces». Blanco se vanagloria de que sus trabajadores forman parte de una familia bien avenida que camina junta en busca de un bien común, pero en realidad en sus interacciones los trata como súbditos a su servicio. Es un empresario que repite constantemente el mantra de «Esfuerzo, equilibrio y fidelidad», pero en la práctica no conoce el verdadero significado de esas palabras. Y es que por mucho que repita lo de que es un hombre hecho a sí mismo, no llegó a dirigir la fábrica por mérito propio, sino que la heredó a la muerte de su padre; actúa como un déspota haciendo abuso de poder; y no es fiel ni a sí mismo.

El buen patrón de esta historia es un gran orador, un encantador de serpientes, un manipulador. Así pues, en esta semana tan importante para él, no dudará en echar mano de contactos, sufterfugios y artemañas para intentar tapar los agujeros que llevan a su barco a hacer aguas. La inspección se acerca y Blanco tiene que lidiar con un empleado recién despedido que, en lugar de aceptar la indemnización, ha decidido exigir su reincorporación acampando frente a la fábrica. Por otro lado, tiene a su mano derecha, su jefe de producción Miralles, totalmente descentrado en el trabajo y cometiendo errores importantes porque solo tiene en la cabeza la sospecha de que su mujer está teniendo una aventura. Y por último, la relación con la nueva becaria no está saliendo como había planeado y está a punto de complicarle su matrimonio.

El buen patrón escenifica el lado oscuro del neoliberalismo con un personaje paternalista e hipócrita que no tiene ningún escrúpulo, pero que sin sus trabajadores no sería nadie. Sería una persona más explotada más por el sistema. Sin embargo, a pesar de haber una crítica social evidente y repartir responsabilidades a la inspección de trabajo, los sindicatos, los mandos intermedios e incluso a los medios de comunicación y al poder político, la película cojea con el tono. Mientras que en Los lunes al sol había un drama social que buscaba concienciar sobre la precariedad laboral, aquí por el contrario nos encontramos con una comedia negra que parece que busca la carcajada fácil gracias a los enredos que vive el protagonista. Y esto chirría. Resulta cuanto menos curioso que el director haya pretendido hacer humor sobre la derrota de la lucha de clases y de la falta de solidaridad entre trabajadores, de la explotación laboral, del acoso sexual, del racismo, de la prostitución…

Lo mejor de El buen patrón es, sin duda, Javier Bardem, que parece interpretar un papel hecho a su medida. Con una magnífica caracterización, consigue representar a la perfección al personaje modulando la voz y adaptando la expresión corporal sin caer en la parodia. Cada palabra, cada gesto están perfectamente medidos. Y parece que lo disfruta. Demuestra que es uno de los mejores actores de la historia del cine de nuestro país y que sin él no habría película. Y es que los secundarios no llegan a tener la misma entidad, sino que son un medio para un fin. Son meros recursos de guion para las desventuras del protagonismo.

En conjunto, El buen patrón no es espectacular como para haber estado nominado a tantas categorías en los Goya. Como digo, tiene sus puntos flojos tanto en el tono como en el diseño de los personajes más allá de Julio Blanco, además, trata de abarcar muchos temas forzando algunas subtramas y como consecuencia su duración es un tanto excesiva. No obstante, resulta entretenida. Y siempre merece la pena ver la magistral actuación de Bardem.

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