Serie Terminada: The Afterparty

En el piloto de The Afterparty nos trasladábamos a una exclusiva fiesta post-reunión de antiguos alumnos del instituto en la que Xavier, superestrella de la música y anfitrión, acaba muerto sobre las rocas tras haberse despeñado por el acantilado. Los invitados se convierten al instante en los principales sospechosos del asesinato, y es que todos y cada uno de ellos tiene motivos de sobra para haberlo cometido. Al más puro estilo Agatha Christie, la Detective Danner (Tiffany Haddish) acude a la escena del crimen para interrogar a los participantes, reconstruir las últimas horas y encontrar al asesino.

Así, cada capítulo de The Afterparty se centrará en un sospechoso, quien tendrá la oportunidad de contar su versión a la inspectora haciendo que la historia se vaya enriqueciendo y esté en continuo crecimiento con nuevos datos. La característica distintiva es que cada uno de los entrevistados usará un género audiovisual diferente para su relato, el más acorde a su carácter. De esta manera, cada episodio sigue los códigos del género en cuestión, adaptando el guion, el comportamiento de los personajes, el tratamiento de la fotografía y el de la banda sonora. Resulta fascinante cómo una misma escena puede ser interpretada desde diferentes perspectivas en función de quién la vive y la cuenta. Entre los géneros podemos encontrar la comedia romántica con un introvertido dispuesto a declararse a su amor de instituto; la película de acción con persecuciones y peleas; el thriller psicológico con una exalumna que no pasó su mejor época en la adolescencia; el drama adolescente de los 80-90; el policiaco; el género de animación; e incluso un delirante musical.

Los interrogatorios son muy divertidos, sobre todo gracias al carácter de la agente Danner, una policía que en realidad simplemente les tendría que tomar las declaraciones iniciales antes de la llegada del detective encargado del caso pero que se viene muy arriba y toma las riendas. Tiffany Haddish borda un personaje que se entrega a cada revelación y confesión de los sospechosos como si fuera un espectador cualesquiera desde el sofá de su casa.

El resto del elenco está formado por talentosos actores de comedia que hemos visto en otras ficciones, los típicos secundarios que roban escenas. La mayoría tienen la oportunidad de brillar como protagonistas en sus declaraciones interpretando a personajes fácilmente reconocibles: el popular, el empollón, el tímido, la chica guapa detrás de la que van todos, el gracioso, el abusón, el marginado del que nadie se acuerda, el friki… Sin duda uno de los más memorables es Ben Schwartz, que tiene un papel muy similar al de Parks & Recreation, aunque, afortunadamente, algo menos histriónico.

The Afterparty demostró con su primera temporada que una investigación por asesinato no tiene que ser algo oscuro y tenso. Sirviéndose de clichés y estereotipos consigue una versión fresca y dinámica gracias a un gran sentido del humor a veces negro, a veces absurdo. Es muy disfrutable y engancha con cada capítulo, tanto que al final no sigues viéndola porque quieras saber quién fue el asesino, sino para disfrutar del testimonio de cada uno de los sospechosos. La serie podría haber sido una miniserie y acabar tras la resolución del caso, sin embargo fue renovada por una segunda temporada dejando con la duda de cómo decidirían continuar y si estaría a la altura de la primera. Y lo cierto es que no sólo mantiene el nivel conservando su sello de identidad y demostrando que es una de las series más ingeniosas de los últimos años, sino que incluso se mejora a sí misma.

Un año después de los acontecimientos de la fiesta de antiguos alumnos, Aniq y Zoë acuden a la boda de Grace, la hermana de esta. Sin embargo, la celebración no llega a tener lugar porque Edgar, un excéntrico ricachón que vive con su antipática madre y siempre va acompañado por Roxanne, su pequeño lagarto, aparece muerto la mañana del enlace. Con todos los miembros de la familia convertidos en sospechosos y desconfiando los unos de los otros, Ariq decide llamar a la detective Danner, que ha abandonado el cuerpo y ahora es escritora, para que le ayude a resolver lo que parece un asesinato antes de que aparezca la policía.

Así pues, se repite la fórmula inicial en la que, escuchando la versión de cada sospechoso, se compondrá el puzzle de las últimas horas. No obstante, a pesar de conservarse la estructura y la peculiaridad de que cada personaje cuenta su coartada desde un género narrativo concreto, en esta ocasión no vivimos una y otra vez los mismos acontecimientos, sino que cada uno de ellos introduce nuevos elementos. De nuevo nos olvidamos del asesinato y nos quedamos cegados por lo peculiares que son estos nuevos protagonistas. Volvemos a tener también secundarios habituales entre los que se encuentran John Cho, Paul Walter Hauser, Ken Jeong, Anna Konkle, Poppy Liu, Elizabeth Perkins, Jack Whitehall, Zach Woods y Vivian Wu. Además, hay cameos de algunos de los personajes más memorables de la primera temporada.

En cuanto a los géneros se refiere, en esta ocasión The Afterparty toca la comedia romántica (de nuevo con Aniq), el romance de época, el romance épico, el noir de los años cincuenta, el suspense, la tragicomedia, el de secuestro, el cine de terror y el culebrón de los ochenta, el thriller erótico noventero, y, yendo más allá que en la primera temporada, homenajea al director Wes Anderson. En cualquier caso, independientemente del género al que homenajea, no cae en truculencias o crímenes sangrientos o escambrosos, más bien se mueve en el tono de series como Se ha escrito un Crimen, Colombo o Diagnóstico Asesinato.

Es decir, en realidad The Afterparty sigue siendo más de lo mismo, pero a la vez es diferente y novedoso. Repite un esquema que le funcionaba basado en la comididad de escenas y situaciones desternillantes, autorreferencias y explotando su creatividad visual, pero introduce nuevos personajes y nuevos conflictos. Sigue encontrando ese equilibrio entre la comedia, el drama, la acción y el misterio y aporta al espectador las dosis justas de revelaciones y giros para que siga enganchado. Con unos episodios relativamente cortos y autoconclusivos que se pasan volando, es una serie muy disfrutona que podría haber seguido temporadas y temporadas. Lamentablemente Apple decidió no renovar tras una segunda, así que aquí acaba el viaje de Danner, Ariq y compañía.

Viaje a Azerbaiyán y Georgia XII: Día 5. Tiflis

Localizada entre montañas en el este de Georgia, Tiflis es la capital y ciudad más grande de Georgia. También es la más habitada, con una población cercana al millón y medio de personas (de los 3,7 que tiene el país). Según los estudios arqueológicos, el territorio que hoy ocupa fue habitado ya en el siglo IV a. C. Sin embargo no fue hasta el siglo V cuando Vakhtang Gorgasali, el monarca de la antigua región de Iberia caucásica, fundó la ciudad. Aquella antigua Tiflis se corresponde con los distritos actuales de Meteji y Abanotubani, a ambos lados del río Kurá.

Hay varias versiones sobre el motivo que llevó al rey a fundar una ciudad en ese lugar. Una leyenda narra que su halcón atacó de muerte a un faisán cuando estaban cazando junto al río y que este último revivió al caer al agua hirviendo gracias a sus propiedades curativas. Otra versión dice que fueron ambas aves las que cayeron a las aguas termales y que murieron escaldados. En cualquier caso, el rey quedó impresionado por las aguas termales y decidió construir una ciudad en su lugar bajo el nombre de Tbilisi, que deriva de la antigua palabra georgiana tpili (caliente).

A Vajtang I Gorgasali lo sucedió el rey Dachi I Ujarmeli, quien decidió trasladar la capitalidad del reino de Mtsjeta a Tiflis (por aquel momento no existía Georgia unificada). Durante su reinado se finalizó la construcción de la muralla de la fortaleza y se delimitaron las nuevas fronteras de la ciudad. A partir de aquella época Tiflis comenzó a crecer gracias a su situación favorable y estratégica en las rutas entre Europa y Asia.

No obstante, precisamente esa ubicación la colocó en el punto de mira de diferentes imperios de la región que querían anexionársela. Así, durante su historia, la ciudad ha vivido numerosas conquistas y ha sobrevivido a siglos de ocupaciones y devastadoras invasiones.  A todos les interesaba: a los persas, a los bizantinos, a los árabes y a los turcos selyúcidas. Desde la última mitad del siglo VI hasta bien entrado el X, la ciudad quedó bajo dominación extranjera.

En 1122 las tropas del rey David IV de Georgia entraron en Tiflis y la ciudad fue declarada la capital del Reino Unido de Georgia. Los siguientes cien años no dejó de prosperar gracias a un comercio muy desarrollado y una sólida estructura social que llegó a alcanzar los 80.000 habitantes. También se convirtió en un importante centro cultural y literario no solo de Georgia, sino de todo el mundo.

Sin embargo, la paz acabó en 1226 cuando la ciudad fue capturada por el Imperio Corasmio y diez años más tarde el país cayó bajo dominio mongol. Es cierto que Georgia siguió teniendo cierta independencia, pero Tiflis se vio muy influenciada política y culturalmente por los mongoles, quienes finalmente fueron expulsados en 1320. No obstante, no habría descanso, pues 46 años más tarde la ciudad quedó totalmente arrasada como consecuencia de la peste negra.  Desde finales del siglo XIV hasta finales del siglo XVIII, Tiflis volvió a estar de nuevo bajo dominio de diversos invasores, siendo incluso quemada por completo en varias ocasiones.

En el siglo XIX, época en la que Tiflis se convirtió en la capital de la Gobernación de Georgia, dentro del Imperio Ruso, se comenzó la reconstrucción de la ciudad con, principalmente, edificios de corte europeo. Volvió entonces a crecer económica y políticamente y a emerger como centro cultural. Se construyeron nuevas carreteras y vías férreas para comunicarla con otras ciudades de Rusia y de Transcaucasia. Después, tras la Revolución Rusa de 1917, sirvió como capital de la independiente Federación Transcaucásica y de la República Democrática de Georgia hasta 1921 cuando fue ocupada por los bolcheviques. Hasta 1991 Tiflis funcionaría como capital de la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia y después como capital de la República Socialista Soviética de Georgia. En esta época soviética la ciudad se industrializó bastante y la población aumentó considerablemente. Además, fue un importante centro político, cultural y social de la URSS.

Desde la caída de la URSS Tiflis ha experimentado períodos de agitación e inestabilidad. Durante el gobierno de Shevardnadze (1993-2003) la ciudad se empobreció como consecuencia de los altos niveles de crimen y corrupción. Desde la Revolución de las Rosas que llevó a más de 100.000 personas a manifestarse tras un fraude electoral en 2003 la ciudad ha mejorado económicamente y también en estabilidad y niveles de criminalidad.

Como nuestro apartamento estaba un poco alejado de la zona centro, tomamos un autobús hasta el Puente Saarbrücken y cruzamos el río Kurá, que nace al sur de las montañas del Cáucaso y fluye por Turquía, Georgia y Azerbaiyán, donde acaba desembocando en el Mar Caspio. Antes era un río navegable hasta Tiflis, pero hace ya tiempo que no.

Atravesamos por el Parque Deda Ena, que en georgiano significa Lengua Materna. Lleva este nombre porque en este lugar se manifestaron cientos de ciudadanos el 14 de abril del 78 para protestar contra la decisión del gobierno central de la URSS de revocar el georgiano como lengua nacional del país para ser reemplazado en su lugar reemplazado por el ruso. La reivindicación logró que la medida no se llevara a cabo y en conmemoración el 14 de abril fue declarado el día de la Lengua Materna y se instaló una escultura dedicada a este alzamiento por su preservación.

El monumento, realizado por Elguja y Amashukeli y Nodar Mgaloblishvili, muestra a un joven sediento de conocimiento intentando alcanzar el cielo.

El parque es uno de los más populares de la ciudad. Además de contar con cafeterías, espacios para relajarse, para patinar o realizar otro tipo de deportes, sirve como lugar de exhibición de pintores, alberga festivales y fiestas.

Al lado nos encontramos con la Casa de Justicia, un edificio diseñado por Massimiliano y Doriana Fuksas de fachada de cristal y forma de flor. Consta de oficinas que, ubicadas en los once pétalos de los que consta, se comunican por el espacio central. Aloja el Banco Nacional de Georgia, el Ministerio de Energía y el Registro civil y nacional.

Cruzando la calle Nikoloz Baratashvili llegamos al grupo escultórico Berikaoba, que muestra a varias personas danzando en corro.

El Berikaoba es un teatro folclórico improvisado y realizado con máscaras que se representaba en la festividad pagana de la fertilidad, en primavera.

Muy cerca se halla otra escultura, la del farolero, que muestra a un señor subido a una escalera cambiando la bombilla a una farola.

Y ahí no acababan las esculturas, puesto que al llegar al cercano Hotel Ambassador nos encontramos ante su fachada con una serie de personajes creados por el artista Mikheil Tsotsoria. Empezando por el conserje Rashid Adamov, basado en la obra del pintor Niko Pirosmani, y terminando por diferentes actores georgianos. La idea era conmemorar momentos icónicos del cine nacional.

Lógicamente, no nos sonaba ninguno, ya que desconocemos el cine georgiano. Sin embargo, nos sorprendió entre todas las esculturas encontrarnos con Don Quijote y Sancho Panza.

Y es que resulta que también hubo una miniserie georgiana sobre El Quijote en 1988. Su protagonista fue Kakhi Kavsadze, quien murió en mayo del 2021 como consecuencia del coronavirus. Es decir, las esculturas hacen honor a los actores en sus papeles más representativos.

A unos pasos del hotel se encuentra el Teatro de marionetas Gabriadze, el primero de su estilo en la ciudad. Construido en 1981 por Rezo Gabriadze, director de cine y teatro, dramaturgo, escritor, pintor y escultor, la compañía pronto se hizo famosa y lleva décadas llevando sus espectáculos al extranjero.

Anexa al edificio se erige la Torre del reloj, diseñada y construida en 2011 también por el artista.

A las horas en punto sale al balcón un ángel dorado que toca la campana con un pequeño martillo. Además, un par de veces al día, a las 12 y a las 19, tiene lugar un espectáculo de marionetas llamado El Círculo de la vida.

Es un edificio muy original y que parece salido de un cuento. No deja a nadie indiferente, además, se encuentra en una zona peatonal y de estilo bohemio donde predominan los balcones típicos de Georgia. El hecho de encontrarse en el corazón de la ruta de la seda hace que hoy encontremos testimonio del paso de los persas y otomanos por la ciudad. Aquellos artesanos y comerciantes dejaron su impronta en unas terrazas realizadas en madera delicadamente tallada, con detalles de encajes; pero también de hierro forjado y generalmente en colores que las hacen destacar.

En la misma calle que el teatro, un poco más adelante, destaca la Basílica de Anchiskhati, un templo rectangular construido en el siglo VI, aunque sus partes superiores y arcos sufrieron una remodelación entre los siglos XVII y XIX.

Recibe su nombre actual cuando en el siglo XVII recibió el gran icono del Salvador de la catedral de Anchi, una de las mayores reliquias del país originaria de Bizancio. No obstante, hoy en día este icono se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Georgia.

Siguiendo la misma calle en dirección a la plaza Erekle nos encontramos con más edificios pintorescos de balcones coloridos y adornados. La mayoría de ellos son locales de restauración que a esa hora temprana aún estaban vacíos.

También en esta misma calle se halla el Patriarcado de Georgia y una iglesia ortodoxa. Sin duda una calle con mucha historia.

Desde allí nos dirigimos a la Plaza de la Libertad, una plaza que se ubica entre barrios históricos y otros modernos. Escenario de acontecimientos cruciales de la historia de Georgia en los dos últimos siglos – como la redacción de la Declaración de Independencia de 1991 y la Revolución de las Rosas de 2003-, hoy es el símbolo de unidad, igualdad e independencia de la ciudad y el país. Es en ella donde se festejan las celebraciones de Año Nuevo y donde tienen lugar conciertos y festivales. También desde donde suelen partir las manifestaciones políticas antes de continuar por la Avenida Rustaveli.

Aunque la plaza ha sufrido diversos cambios, sus dimensiones y su forma de trapecio se han mantenido prácticamente intactas con el paso del tiempo. Lo que sí que ha cambiado mucho ha sido el nombre. En 1829 se la llamó Plaza Yerevanskaya, en honor al general Paskevich-Yerevansky y sus logros en la guerra ruso-turca de 1828-1829. Sin embargo, cuando a mediados de ese siglo se construyeron un teatro y un caravasar en el espacio, se renombró como Plaza del Teatro.

Plaza de la Libertad se le dio en 1918, cuando el país se independizó de la Rusia zarista. No obstante, tampoco le duró mucho, ya que en 1940 los soviéticos se lo cambiaron por el de Lavrentiy Beria, político georgiano-soviético y activista bolchevique. En 1956 se volvió a renombrar como Plaza Lenin, paralelamente a la colocación de un monumento a este líder en el centro del espacio. Con la independencia de la URSS en el 91, la figura se sustituyó por una fuente y se recuperó el inicial Plaza de la Libertad.

La plaza se extiende en un terreno en el que antes del siglo XIX se llamaba Barrio Exterior por quedar extramuros de la muralla defensiva de la ciudad. Cuando Georgia a principios del XIX se incorporó a la Rusia zarista, el distrito se fue ampliando gradualmente. De aquella época son el Cuartel General Militar Transcaucásico que se ubica en la esquina noroeste (hoy oficinas) y el Museo de Arte de Georgia.

En el norte se extiende el Parque de Alexander Pushkin, un espacio verde en el corazón de la ciudad en honor al poeta.

En la parte sur se erige el Ayuntamiento de Tiflis, un edificio que originalmente se construyó como cuartel general de la policía en la década de los 40 pero que hoy tiene un estilo morisco como consecuencia de una remodelación de los 70.

En el centro se erige desde 2006 una estatua de San Jorge del famoso artista local Zurab Tsereteli y en el lado occidental se encuentra el hotel Courtyard Marriott, construido en 2002 en el terreno que dejaron libre los edificios destruidos durante la guerra civil de 1991-92.

De la plaza sale la Avenidada Rustaveli, una arteria de kilómetro y medio llamada así en honor al poeta medieval georgiano Shotá Rustaveli. Es la calle más importante de la ciudad, y es que en ella se ubican un buen número de edificios públicos, culturales, gubernamentales y empresariales: el Parlamento de Georgia, la Iglesia Kashveti, el Museo Nacional de Georgia, la Ópera Paliashvili, la  Academia estatal de teatro Rustaveli, la Academia de Ciencias de Georgia o la Galería de Arte de Tiflis son algunos ejemplos.

El Parlamento es un complejo de edificios en estilo clasicismo socialista, con altas columnas unidas por arcos y una fachada de color pastel que fue construido como Casa de Gobierno de la República Socialista Soviética de Georgia en el lugar de la derruida Catedral Alexander Nevsky y el cementerio anexo. Consta de dos edificios conectados por un patio con escaleras y fuentes. El superior fue construido de 1933 a 1938 y el inferior, de 1946 a 1953. Antes, el Gobierno georgiano tenía su sede en el próximo Palacio Vorontsov.

El Parlamento ha sido testigo de muchos acontecimientos históricos importantes. Entre ellos, la muerte de manifestantes el 9 de abril de 1989, la restauración de la independencia de Georgia el 9 de abril de 1991 y la Revolución de las Rosas en noviembre de 2003. Tuvo que ser restaurado a mediados de los 90 para subsanar los graves daños que sufrió durante el golpe militar de diciembre de 1991 a enero de 1992. Entre 2012 y 2018 la sede parlamentaria se trasladó a un edificio de nueva construcción en Kutaisi, la segunda ciudad más importante de Georgia. Desde enero de 2019 ha recuperado por completo la actividad.

Prácticamente frente al Parlamento se erige la Iglesia de Kashveti (Iglesia de San Jorge), construida entre 1904 y 1910 sobre los cimientos de una iglesia de mediados del siglo XVIII que se había ido deteriorando con el tiempo. Fue diseñada por el arquitecto alemán Leopold Bilfeldt, que se basó en la catedral de Samtavisi, y supervisada por Leonardo Lorinzetti, un constructor italiano de gran talento. Aunque la iglesia estuvo a punto de ser demolida en la época soviética, Neophyte Agladze, uno de los hermanos que se encargó de la ornamentación y decoración, pidió ayuda al artista Gigo Gabashvili, amigo suyo, quien a su vez habló con un conocido de Moscú para que interviniera. Gracias a esta cadena la demolición se canceló y la iglesia se pudo conservar y hoy es uno de los mejores monumentos arquitectónicos clásicos de la ciudad.

Siguiendo por la misma acera llegamos hasta la Ópera de Tbilisi, uno de los más importantes espacios para la vida artística y cultural de la capital georgiana.

El edificio es el teatro de ópera más antiguo del país y uno de los más longevos del continente. De estilo neomorisco, fue mandado construir por el gobernador Mikhail Vorontsov después de que Georgia se uniera al Imperio Ruso para ganarse el favor de los locales. Y lo consiguió, ya que muy pronto se convirtió en el centro cultural de la ciudad. Lamentablemente, en 1874 sufrió un incendio y estuvo cerrado unos veinte años hasta que se reconstruyó. Costoso de mantener para el estado, en el siglo XIX entró en decadencia y no fue hasta 2003 cuando el Estado asumió su patrocinio y, después de llevar a cabo trabajos de restauración en 2016, recuperó su esplendor.

Desde allí nos desviamos en dirección a la vieja Tiflis, pues queríamos subir al Parque Mtatsminda.

De camino nos encontramos con la Plaza Vilna, un parque construido en 2009 en honor a la capital de Lituania y, según las palabras del alcalde de aquella ciudad, a la colaboración de ambas capitales durante años con objetivos comunes en su camino por la libertad y la democracia. Lituania apoyó a Georgia durante la Guerra Civil y durante la Guerra ruso-georgiana.

El parque cuenta con elementos arquitectónicos lituanos, como un mosaico similar a uno existente en la Plaza de la Catedral de Vilna; símbolos como el Lobo de Hierro o la Constitución de Užupis.

A un costado se encuentra la antigua estación del Funicular, inaugurado en 1905, lo que lo convierte en uno de los más antiguos de todo Georgia y del resto del Cáucaso.

La intención era subir hasta la meseta de Mtatsminda para observar las vistas de la ciudad y dar un paseo por el parque de atracciones, sin embargo necesitábamos una tarjeta de transporte que no teníamos, por lo que decidimos dejarlo para otro momento y centrarnos en la visita a la ciudad. Si nos acababa sobrando tiempo, volveríamos.

Tomamos en su lugar un bus hasta la Plaza de la Libertad para seguir paseando por el centro.

Miniserie: KaDeWe

Creada y dirigida por Julia von Heinz, KaDeWe nos traslada por medio de cuatro jóvenes (Hedi, Fritzi, Harry y Georg) al Berlín de los años 20 y a la atmósfera que se vivía en aquellos años de entreguerras en la ciudad. Y lo hace poniendo el foco en dos espacios históricos de la ciudad: Los KaDeWe que dan nombre al título, y ElDorado.

Con dos galardones en los Premios de la Televisión Alemana (Mejor Diseño de Producción y Mejor Banda Sonora), la miniserie de seis episodios se basa en la historia real de los Jandorf, la familia judía creadora y propietaria de los Kaufhaus des Westens (Grandes Almacenes del Oeste). Adolf Jandorf era un empresario judío con un negocio de objetos baratos de decoración para el hogar en un pequeño local, pero el éxito fue tal que pronto fue ampliando y ampliando hasta que en 1907, copiando la idea de Macy’s y Bloomingdale’s, inauguró un edificio con 120 departamentos de productos para la clase adinerada y amante del lujo. Hoy en día estos grandes almacenes ya no pertenecen a la familia Jandorf, puesto que la compañía fue incautada por los nazis. Con más de 60.000 metros cuadrados de superficie de venta ocupan el tercer lugar en la lista de lo más visitado de Berlín, después del Parlamento y la Puerta de Brandemburgo. Sin embargo, a pesar de que atraen a unos 50.000 clientes diarios y de que en el ejercicio 2022/23 el Grupo KaDeWe registró la mayor facturación de su historia, a finales de enero del presente año se declaró en quiebra como resultado de los alquileres desorbitados (han aumentado casi un 37 % en comparación con el ejercicio 2018/19 y se espera que sigan subiendo en los próximos años).

KaDeWe se enmarca en la República de Weimar, unos años difíciles de hambre, inflación, radicalización de la ciudadanía, antisemitismo, expropiación y exilio de los judíos. Arranca con el primogénito recién regresado de la guerra y concluye con su marcha al exilio tras el ascenso de Hitler al poder. Entre medias vemos cómo lucha la empresa por sobrevivir a la crisis económica, qué vende, a quién y cómo poco a poco se ve atacada por estar en manos judías.  Pero además del aspecto económico o del ascenso del nacionalsocialismo, la serie también toca la cuestión de género. En aquella época las mujeres representaban el 78% de la población de Berlín, pues la capital alemana había perdido a la mayoría de sus hombres jóvenes en la contienda bélica. Mientras los varones luchaban en la I Guerra Mundial, las mujeres fueron ocupando sus puestos en todo tipo de trabajos. Sin embargo, aquello fue un arreglo temporal. Como se ve en el personaje de Fritzi Jandorf, que lucha por un puesto de responsabilidad en la Junta Directiva de los grandes almacenes, ella no tiene nada que hacer cuando regresa su hermano Harry. Automáticamente el trabajo será para él, pese a llevar años fuera, pese a no saber nada del público objetivo o de los productos que se comercializan.

Fritzi, no solo se siente frustrada en lo laboral porque no puede exponer sus creaciones en el campo de la moda y demostrar su valía ante su familia, sino que además en lo personal también ha de esconderse. Y es que se enamora de Hedi, una de las vendedoras de la tienda, y su relación no sería vista por su entorno. Así pues, se ven en el cabaret ElDorado, lugar en que se encontraba la comunidad LGTB. La historia de este famoso oasis sexual de la capital alemana se entremezclará con la de los grandes almacenes. Sobre ambas tramas, la alargada sombra del auge del fascismo sobrevolando las vidas de los protagonistas.

Con unos actores correctos en sus papeles y una excepcional producción estética, KaDeWe es una búsqueda de la felicidad en tiempos sociales convulsos, un anhelo de mejora. Es un viaje a la utopía del amor le pese a quien le pese.

Una mujer sin pasado, Anna Ekberg

Una mujer sin pasado arranca con la detención de una mujer llamada Helene Söderberg, a quien la policía acusa del asesinato de Louise Andersen. Tras algún momento de reflexión, la detenida se declara culpable. Desde ahí, la novela retrocede unas semanas a Christiansø, una pequeña isla de Dinamarca, donde Louise regenta una pequeña cafetería y lleva una vida sencilla y tranquila junto a su pareja Joachim, un escritor en horas bajas. Ella disfruta de esta rutina sin sobresaltos de su negocio, de la gente que acude cada día a tomar lo mismo, de ver el mar frente a ella… Sin embargo, todo se vuelve del revés cuando un desconocido irrumpe en el café afirmando que Louise es su esposa Helene desaparecida desde hace tres años.

Tras el enfrentamiento inicial entre Louise y Joachim con este señor que se hace llamar Edmund Söderberg y parece estar desequilibrado, pronto la situación despierta una sombra de sospecha. Y es que muestra una foto de su desaparecida esposa y, efectivamente, esta tiene un tremendo parecido con Louise. Una Louise que, por otra parte, llegó a la isla hace precisamente hace tres años sin nada en su memoria. Tras la correspondiente investigación de la policía los resultados no dejan duda: Louise es Helene Söderberg, la heredera de un rico patrimonio y directora de una importante empresa naviera que desapareció un día de repente dejando atrás a su marido y Christopher y Sophie, sus dos hijos pequeños.

Aunque la protagonista no se reconoce ni recuerda nada de lo que le cuentan, decide abandonar la vida que lleva con Joachim en Christiansø y regresar a la capital con su familia. No logra imaginar qué es lo que le pudo pasar para abandonar esa vida perfecta que le cuentan ni a dos niños tan pequeños, pero está dispuesta a volver a la casilla de salida para ver si su mente reacciona y vuelven los recuerdos. Por otro lado, Joachim queda en la isla solo, echando mucho de menos a Helene y también preocupado por ella, porque con el descubrimiento de su verdadera identidad se abre una nueva investigación policial, la de la suplantación de la identidad de Louise Andersen.

La historia se segmenta entonces en dos investigaciones. Por un lado Helene emprenderá un viaje al pasado para intentar descubrir la verdad sobre ella misma, qué le ocurrió el día en que desapareció, qué la llevó a huir y hacerse pasar por Louise… Y por otro Joachim, que no termina de aceptar la pérdida de la mujer a la que ama, intentará encontrar a Louise para así exculpar a Helene de su desaparición.

La sinopsis de esta novela me atrajo desde el inicio. Quería saber cómo se resolvía la escalofriante premisa en que una persona se levanta un día sin saber quién es, construye una vida nueva, es feliz, y de repente, tiempo después, ha de volver a su antiguo yo que no recuerda, con una familia hacia la que no siente nada y con un estilo de vida y forma de ser que está en las antípodas de lo que ella consideraba que era. Y he de decir que la primera parte de la historia me tenía enganchada. Con una prosa ágil y fluida, de sencilla lectura,  Una mujer sin pasado dibujaba una atmósfera confusa y opresiva que me llevaba a desconfiar de los pocos personajes que iban apareciendo, sospechaba de cada pista, de cualquier comentario… Sin embargo, más o menos a la mitad, la historia me empezó a chirriar y la parte de Joachim me sacaba de la lectura. Por suerte, los capítulos de una y otro se iban intercalando, pero mientras quería saber más de Helene, menos quería hacerlo de Louise por lo sórdido del relato y el descenso a la oscuridad del ser humano. Y al final, llegó un punto en que incluso ni conseguía empatizar con la protagonista porque actuaba de manera un tanto extraña.

Cuando acabé el libro descubrí que Anna Ekberg, la autora de la novela, en realidad no es una mujer, sino dos hombres, Anders Rønnow Klarlund y Jacob Weinreich, y creo que por ahí viene la cuestión. Hay pensamientos y comportamientos de la protagonista que me chirriaban, como eso de dejar toda su vida atrás para irse a vivir con un señor que dice ser su marido y con dos hijos. Cuando una no sabe porqué ha salido de ahí, no vuelve. Y menos con la excusa de «es que soy madre, mi lugar es estar con esos niños». Las escenas sexuales también están tratadas de una forma irreal, demasiado patriarcal. Y luego está toda la trama de Joachim, demasiado sórdida y con reflexiones un tanto misóginas.

A pesar de que Una mujer sin pasado tiene varios ingredientes de thriller que me interesan como secretos familiares, traiciones, crímenes del pasado, muertes, desapariciones y venganza; queda muy desdibujada con unos personajes que actúan de manera muy forzada y pierde fuerza enrevesando las tramas, especialmente alargando excesivamente la segunda. Para mí una decepción. A ver si hay suerte con la próxima lectura.

Nueva serie «para ver»: Casi muertos (Not Dead Yet)

Basada en el libro de Alexandra Potter Confessions of a Forty-Something F**k Up, la serie Casi muertos (Not Dead Yet) se centra en Nell (Gina Rodriguez), una mujer que a sus 40 años ha de empezar de nuevo su vida. Hace una década era una periodista con un futuro prometedor, pero dejó su trabajo y su ciudad para seguir al extranjero a su pareja. Ahora, tras haber roto con su prometido se da cuenta de que es difícil, por no decir imposible, retomar la carrera que dejó apartada. El mundo laboral ha cambiado mucho y ya no hay sitio para ella. Sin embargo, tiene facturas que pagar, por lo que acaba aceptando la única oportunidad cercana a su profesión que encuentra: escribir necrológicas.

Con este nuevo trabajo espera al menos entrar en el sector y, con el tiempo, acabando en un departamento de más importancia. Mientras tanto al menos tiene para pagar el alquiler de un minúsculo apartamento que encima tiene que compartir. No obstante, el nuevo empleo le trae otra sorpresa más, y es que con cada nuevo obituario Nell recibirá la visita de la persona sobre la que ha de escribir. Es decir, como si de Melinda Gordon se tratara, la periodista conocerá en cada capítulo a un fantasma que le contará cosas sobre su vida y no solo le aportará datos que esta pueda emplear en su redacción, sino que le dejará una enseñanza vital para sí misma y su gestión del duelo.

Con aire de sitcom sencilla, un humor que sale de las situaciones rocambolescas que vive la protagonista cuando tiene el encuentro con el fantasma de turno y unos secundarios de lo más excéntricos (ese compañero de piso con Asperger (Rick Glassman), su amiga Sam (Hannah Simone) y la insoportable jefa interpretada por Lauren Ash (Superstore)), Casi muertos (Not Dead Yet) no pretende ahondar en el drama, ni personal, ni laboral. Se trata de una serie ligera de 20 minutos sin grandes giros. Una serie para relajarse al final del día, para echarse unas risas y desconectar. Que mucha falta nos hace en tiempos convulsos como los que vivimos.

Viaje a Azerbaiyán y Georgia XI: Día 4 II. Rumbo a Georgia

El aeropuerto Heydar Aliyev que nos recibió al aterrizar no tenía nada que ver con el que pisamos para marchar. Y es que mientras que la Terminal 1 está recientemente reformada y predominan los espacios amplios con mucha cristalera y luz LED; la 2 por su parte parece más bien una estación de autobuses. Apenas había espacio donde estar, por lo que enseguida nos dirigimos al control de pasaportes para ver si en el interior podíamos encontrar algún sitio para comer. Después de nuestra experiencia en Bombay con no llevar el itinerario impreso, esta vez habíamos pedido en recepción del hotel que nos imprimieran las tarjetas de embarque, por si acaso no nos funcionaba llevarlo en formato digital. Sin embargo, nos dio igual, ya que después de hacer la cola el señor que escaneaba los billetes y controlaba los pasaportes nos dijo en perfecto azerí (menos mal que pillamos al vuelo el lenguaje no verbal) que fuéramos al mostrador a por una tarjeta tradicional. El escáner no le reconocía nuestra documentación.

Por suerte, en mostrador nos atendieron rápidamente (con chascarrillo sobre de qué equipo de fútbol éramos incluido) y con nuestras tarjetas en orden y, sin esperar cola, volvimos al control. Allí, para no obstaculizar al resto de pasajeros, nos derivaron a otro señor que comprobó nuestros pasaportes, visados y tarjetas y se sorprendió de que no fuéramos de vuelta a casa vía Estambul y en su lugar volásemos a Tiflis. Supongo que no es muy normal ver a tres españoles por allí y menos que sigan quedándose por la zona.

Tras pasar la cinta de equipajes llegamos a la otra parte de la terminal. Y sí, seguía pareciendo una estación de autobuses con apenas salas de espera ni sitios de restauración. Así pues, sin mucho donde elegir nos sentamos en un pequeño bar en el que hacían bocadillos en el momento para por lo menos comer algo, pues no sabíamos cómo se nos iba a dar la tarde.

El vuelo salió puntual y apenas duró una hora así que fue un visto y no visto. De hecho, acababa de despegar y ponerse en rumbo cuando nos sirvieron un bocadillo de queso y bebida. Para cuando empezamos a descender el personal aún no había terminado de recoger la basura. Sobre las 5 de la tarde pisamos suelo georgiano, un país del que apenas sabía nada unos meses antes.

Georgia como nombre realmente es un exónimo usado en Occidente. Fue Jacques de Vitry quien lo etimologizó como una referencia a San Jorge en la Edad Media. En realidad el nombre oficial del país, el que aparece en la Constitución es Sakartvelo. De hecho los georgianos hacen mucho hincapié en ello y quieren que se tome como oficial también en el exterior para no ser confundidos con el estado americano. Localizado entre Europa Oriental y Asia Occidental, Georgia comparte fronteras al norte y noreste con Rusia, al oeste con el Mar Negro, al sur con Turquía y Armenia y al sudeste con Azerbaiyán, de donde veníamos.

Con origen en los antiguos reinos de Cólquida e Iberia, Georgia fue anexionada al Imperio Ruso a principios del XIX y tuvo un camino similar al de Azerbaiyán tras el colapso de este. Primero formó parte de la República Democrática Federal de Transcaucasia y cuando esta se disolvió, proclamó su independencia el 26 de mayo de 1918. Pero tampoco le duró mucho, ya que no pudo resistir la invasión del Ejército Rojo y en 1921 se convirtió en una de las quince repúblicas soviéticas. De Georgia era el líder marxista Iósif Dzhugashvili, aka Stalin, quien sucediera a Lenin en la URSS hasta su muerte en 1953.

El 9 de abril de 1991, poco antes de la disolución de la URSS, Georgia declaró su independencia y el 26 de mayo Zviad Gamsajurdia fue elegido como el primer presidente de la Georgia independiente. No obstante, al igual que en Azerbaiyán, fue depuesto mediante un Golpe de Estado en enero de 1992 y sustituido por Shevardnadze, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS bajo la presidencia de Gorbachov. Esto acabó en una guerra civil que se extendió hasta casi 1995.

En 1995, Shevardnadze fue elegido presidente con el 70% de los votos, pero la situación no se calmó, ya que seguía existiendo violencia interétnica en varios territorios del país. Abjasia y Osetia del Sur, son un claro ejemplo de ello, dos territorios oficialmente georgianos, pero que en realidad son independientes de facto gracias a la ayuda de Rusia. Su historia tampoco es muy diferente a la de Nagorno-Karabaj, puesto que estas dos regiones ya pugnaban por tener mayor autonomía dentro de Georgia en la época de la URSS. Con la caída de esta se acentuaron las reclamaciones y el conflicto sigue vivo hoy en día. Las reivindicaciones también tienen mucho que ver con las particularidades identitarias y acusaciones de limpieza étnica. Los abjasios son descendientes de los circasianos, una minoría étnica proveniente del noroeste del Cáucaso, mientras que los osetios son descendientes de los alanos, un grupo etnolingüístico iranio.

En 2003 se produjo en Georgia la Revolución de las Rosas, una revolución popular apoyada por Estados Unidos que provocó la dimisión de Shevardnadze. Este fue reemplazado por Mijeíl Saakashvili, su ministro de Justicia, quién refrendó su mandato en 2004 con un 96% de los votos. Saakashvili, que había estudiado en Kiev y Nueva York, estrechó lazos con Bush e intentó la incorporación de Georgia en la OTAN. No obstante, a pesar de tener el apoyo estadounidense y de otros países como Polonia, su entrada en la Alianza Atlántica fue rechazada en la cumbre de Bucarest en 2008, y es que algunas naciones temían una respuesta violenta de Moscú.

Y efectivamente, pese a que Georgia no entró en la OTAN, a Rusia no le gustó el acercamiento y a mediados de julio de ese mismo año organizó un un ejercicio de maniobras militares que simulaba un ataque en Osetia del Sur. Georgia respondió con fuego a estas tropas rusas y el conflicto siguió escalando. El 7 de agosto, tras recibir lanzamientos de proyectiles de gran intensidad, Saakashvili declaró la guerra y al día siguiente ordenó bombardear Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, para después invadir la parte sur de la región con infantería. Un ataque al que Rusia respondió avanzando hasta apenas cuarenta kilómetros de Tiflis, la capital georgiana.

El alto el fuego llegó cinco días después, el 12 de agosto. Con la mediación de Sarkozy, Saakashvili y Medvédev firmaron un acuerdo por el que ambas partes se comprometían a cesar las hostilidades y retirar las tropas a las posiciones originales. No obstante, Rusia no cumplió y las dejó en Osetia del Sur. Como decía, a día de hoy Abjasia y Osetia del Sur son territorios de facto independientes de Georgia y sobreviven principalmente gracias al patrocinio de Rusia.

Georgia mantiene buenas relaciones con sus vecinos Azerbaiyán, Turquía y Armenia; pero sobre todo tiene una orientación hacia occidente con lazos políticos con Estados Unidos y la Unión Europea. Se considera cultural, histórica y políticamente parte de Europa y desde 2023 es uno de los nueve países candidatos junto con Albania, Bosnia y Herzegovina, Moldavia, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia, Turquía y Ucrania a entrar en la Unión Europea.

Económicamente Georgia se ha centrado en el turismo del Mar Negro, en el cultivo de cítricos, té y uvas, en la minería del manganeso y el cobre y en un pequeño sector industrial productor de maquinaria, metales, químicos, textiles y vinos.  De hecho, Georgia es la más antigua región productora de vino del mundo. Según varios estudios arqueológicos se tiene constancia de la producción de vino en la zona ya a inicios del neolítico, hace más de 8.000 años. El clima moderado y el aire húmedo influenciado por el Mar Negro proporcionan las mejores condiciones para el cultivo de la vid. Incluso en la actualidad se elaboran los caldos siguiendo la tradición, en tinajas de terracota enterradas en el suelo, por eso tienen un sabor único y peculiar. Los más conocidos son Jvanchkará, Kindzmaraúli y Tsinandali.

Georgia fue una de las primeras naciones en adoptar el cristianismo como religión oficial en el siglo IV. Hoy en día aproximadamente el 85% de la población es ortodoxa y apostólica georgiana. El resto es una mezcla de minorías de católicos, musulmanes, gregorianos y judíos.

Volviendo a nuestra llegada al país teníamos que pasar el control de pasaportes. Fue bastante rápido y eso que prácticamente todo el mundo de nuestro vuelo éramos extranjeros. Pero como a los españoles no nos hace falta visado, una comprobación básica de pasaporte y billete y ya estábamos dentro con un sello más.

La terminal a la que llegamos no era mucho más grande que de la que salimos. Eso sí, nada más cruzar las puertas del control teníamos todo lo necesario: casas de cambio, tiendas de telefonía y máquinas de transporte. Y es que en primer lugar íbamos a necesitar moneda local, el como Lari georgiano (GEL), para aquellos lugares donde no pudiéramos pagar con tarjeta. En este sentido elegimos la casa que nos daba mejor conversión, que en este caso era 1€ = 2.9280 GEL. Así que por 100€ nos dieron 292.80 GEL.

La segunda tarea era comprar una tarjeta SIM con datos sobre todo para poder usar las aplicaciones de localización de cara a movernos por la ciudad o realizar búsquedas en internet. Y aunque previamente al viaje ya habíamos consultado qué opciones teníamos, una vez allí nos fue sencillo decantarnos por Cellfie, puesto que tenía una tarifa para ideal para turistas: datos ilimitados durante una semana por 3,5€. Con uno de los móviles activado como router nos dábamos internet a los otros dos (siempre que nos mantuviéramos cerca, claro).

Finalmente, para el transporte habíamos leído que existía la tarjeta Metromoney, que podía recargarse tanto para billetes sencillos como para abonos (de un día, de una semana o de un mes). Sin embargo en el aeropuerto no podía comprarse. En su lugar sí podíamos conseguir por 2 GEL (0.70€) la Travel Card expedida por el Bank of Georgia. Esta tarjeta también se podía recargar por períodos (un día por 3GEL, una semana por 20, un mes por 40, tres meses por 100, seis meses por 150 o un año por 250) y nos servía tanto para metro, buses, minibuses y algunas líneas de cable car. Eso sí, no era válida para el teleférico, para esto necesitaríamos la metromoney, como descubriríamos más adelante. Existía la tercera opción de pagar directamente con la tarjeta de débito al subir al bus o metro la tarifa estandar de 1 GEL, pero no nos compensaba porque al ser extranjeras tendríamos recargo. Así que, con poco, nos salía a cuenta comprar las Travel Card y despreocuparnos.

Con las tres cosas solucionadas tocaba buscar el transporte que nos llevaría al apartamento. No fue muy complicado, ya que nada más salir de la terminal estaba parado el 337, que nos acercaba al centro de la ciudad donde después cogeríamos un segundo que nos acercaría al alojamiento. Eso sí, fuimos todo el viaje con google maps para ver por dónde íbamos porque el idioma es imposible de leer. El griego o el cirílico al menos puedes aprender el alfabeto para leer los carteles, pero el georgiano, por mucho que lo intente, se me mezclan las diferentes letras y veo una palabra que me parece un garabato. No sé dónde empieza una letra y concluye otra. Pertenece a las lenguas caucásicas meridionales o kartvelianas, que principalmente son habladas en Georgia. Se estima que la mitad de la población sabe hablar también el ruso, aunque el inglés va ganando cada vez más hablantes, principalmente entre los jóvenes.

Aproximadamente a las 8 de la tarde llegamos por fin al apartamento, que la verdad es que estaba muy bien, tal y como se mostraba en las fotos de la reserva. Teníamos dos habitaciones y dos baños además de una estancia con cocina, una mesa con cuatro sillas y un sofá. Dado que teníamos pensado estar la mayor parte de nuestros días pateando la ciudad, no nos importó mucho que el sofá fuera algo escaso para albergar tres adultos. Básicamente íbamos a volver a cenar, ducharnos y dormir. Poco más. Así que nos servía.

Y precisamente antes de que se hiciera demasiado tarde, dejamos las mochilas y salimos a hacer algo de compra; principalmente cena y algo para desayunar al día siguiente. Como de pasada en el bus ya habíamos visto un par de comercios próximos, fuimos a tiro hecho sin necesidad de dar muchas vueltas. Y de vuelta en el apartamento una ducha reparadora, una cena rápida con unas cervezas locales y a dormir, ya que, como venía siendo habitual, pretendíamos madrugar para aprovechar las horas de luz.